30 agosto, 2009

About Inside

Hospital Psiquíatrico de Mayfiel: Inaugurado el 17 de agosto de 1876. La idea de dicha instalación fue concebida en 1870 a instancias de un ex-maestro de escuela que era defensor de una mejor atención para los pacientes con enfermedades mentales. Diseñado para albergar 600 pacientes, en solo cuatro años está cifra aumento a 800; teniendo que acondicionar otras áreas para que sirvieran de habitaciones. En un intento de aliviar el hacinamiento, se contruyeron en 1901 nuevos dormitorios detrás del área del edificio. Para 1914 albergaba un total de 2412 internos, pero para esa época ya se encontraba preparado para recibir una población máxima de 1600 pacientes.
Fue cerrado luego de los sucesos relatados, a los que la prensa dio una gran difusión. El terrible historial de abusos y prácticas inhumanas conmovieron al país entero. Su cierre se debió también en parte a la poca seguridad que ofrecían sus viejas instalaciones.


Doctor Gregory House: Después de transcurrido casi un año de los acontecimientos del Mayfield, House ha recuperado casi por completo la memoria. ¿Nada ha cambiado?, aparentemente no; sigue siendo el mismo cínico, de humor negrísimo y que lleva sus métodos al límite de lo éticamente admisible. Tal vez ha cambiado más de lo que quiere admitir, pero eso solo él lo sabe. Continúa viviendo con Wilson y haciéndole la vida insoportablemente divertida. En unas semanas regresará al Princenton Plainsboro a reintegrarse a tiempo completo; porque hasta el momento solo asistía por algunas horas, (su licencia médica ha sido retirada temporalmente) pero las suficientes para poner en marcha su privilegiado intelecto y resolver los casos médicos más intrincados. Cuando House se reintegre por completo al hospital notara que muchas cosas han cambiado.



Doctor James Wilson: El eterno e incondicional amigo, deseando claro está, que finalmente House se dé por enterado que sus sentimientos ya hace mucho superaron las barreras de la amistad. Siempre se siente amenazado por la sombra de Cuddy entre ellos. En muchas ocasiones la deliciosa intimidad de la convivencia, y los aparentes "deslices" de su compañero cuando están demasiado cerca le hacen abrigar esperanzas.



Enfermero Albert Warner: Warner fue encontrado inocente de todos los incidentes ocurridos en el Hospital Psiquiátrico Mayfield, sin embargo fue sentenciado a un año de libertad condicional.
Nadie sabe que House se mantiene en contacto con Albert y le está gestionando una plaza en el Acadia Healthcare en el centro de tratamientos de adicciones, en Louisiana.


Mark: Ha conseguido un empleo como supervisor general en un importante centro comercial en las afueras de Boston. Al igual que Jhonny permaneció un tiempo internado para concluir su periodo de desintoxicación, nunca más ha vuelto a probar droga alguna.


Jhonny: Fue ingresado a una clínica exclusiva para tratamientos de desintoxicación. Hace más de seis meses que no ingiere ni se inyecta ninguna droga, el trauma ocasionado por el abuso sufrido en el Mayfield lo supera lentamente con el apoyo de un terapeuta particular. Ha retomado sus estudios de diseño y es uno de los estudiantes más destacados en la Escuela de Diseño de la Universidad de Harvard, en Cambridge. Visita con cierta frecuencia a House.



Luke: No pudo superar sus adicciones y murió por una sobredosis unos meses después de los hechos ocurridos en el Hospital. Todos sus compañeros, incluido Greg acudieron al funeral.



Enfermera Gina Raymond: Fue condenada a cadena perpetua por cargos múltiples: abuso de autoridad y violación de derechos humanos a la Valley State Prision for Women en el estado de California; en la Unidad de Máxima Seguridad, sin embargo la pena fue cambiada por el evidente desequilibrio mental que la acusada mostró en las pruebas psiquiátricas efectuadas en prisión. Ahora cumple reclusión en el Butler Hospital en Rodhe Island.
Sus enfermeros Walt, Thomas y Weber cumplen condenas de 25 años en diferentes prisiones del país.


Doctor Elliot Stevens: Su esposa goza de buena salud y tiene un niño sano. Abandono la carrera de medicina y ahora se desempeña como docente en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore.

Notas del autor: Me he tomado la libertad de integrar al elenco de mi relato a reconocidos actores. Gracias a Denzel Washignton (Warner), Hugh Jackman (Mark), Jared Leto (Jhonny), Adrien Brody (Luke), Harrison Ford (Doctor Stevens) y a la genial actriz Lousie Fletcher que interpretó el papel de la malvada enfermera Ratched en "Alguien voló sobre el nido de cuco"; que le valió un Oscar en 1976 como mejor actriz. El Hospital Mayfield es un lugar ficticio, las verdaderas instalaciones pertenecen al Greystone Park Psychiatric Hospital, cerrado desde el año 2000.
Gracias a House fans
Laurie.net
Wikipedia.

Y para que el asunto terminé con un toque de humor, les dejo el video en el que Hugh Laurie interpreta una canción de su autoría durante una entrevista, en la serie "Inside the Actors Studio" que tiene como anfitrión a talentoso James Lipton.


27 agosto, 2009

Inside V (final)

La música es el idioma del alma, va más allá de las palabras.

Atravieso corriendo la puerta de salida y no me detengo hasta llegar al auto. Es demasiado, demasiado. Tengo que apoyarme en una de las puertas, la cabeza no deja de darme vueltas; no sé qué pensar, no sé que hacer. ¿Qué sucedió allá dentro House, qué fue lo que hicimos? Mi corazón bombeando a toda prisa, convirtiendo la sangre en fuego, un fuego que se esparce por todo el cuerpo y se concentra en mis entrañas. Puedo cerrar los ojos y sentirte de nuevo. Nuestras manos sudorosas enlazadas. Siento tu palma abierta, sobre mi corazón, tus dedos acariciando mi cabello y la tibieza de tus labios en los míos. Estas en todas partes, cierro mis brazos a mi alrededor como si te estrechara.
Me quedo ahí parado, debo serenarme, no puedo conducir en las condiciones en que me encuentro. ¿Qué hubiera ocurrido si hubiéramos estado solos... hasta dónde hubiéramos llegado? ¿Es esto parte de algún juego, quieres probar algo... o acaso en realidad sientes algo por mí? No, no es un juego, esa mirada tuya rogándome que no me vaya, tu dedos aferrados a los míos sin querer soltarlos. ¡Dios mío!, será que de nuevo he vuelto a meterte en un infierno, de nuevo te he traicionado como lo hice con Tritter.

Algo me dice que debo sacarte de allí. Cuando te vi después de está larga semana, tuve que hacer un esfuerzo para no dejar traslucir mi dolorosa sorpresa, aunque para alguien con tu agudeza es inútil tratar de disimular algo. Ese hombre de cabello cortísimo, y mirada apagada no eras tú. Te ves más delgado, parece que un siglo hubiera caído sobre ti. Pero nos necesitábamos tanto que olvidamos todas las preguntas.
¡No más rehabilitación tras esos muros oscuros!, hoy hablaré con Stevens.

Mis gritos deben escucharse por todo el pabellón; quiero acallarlos pero no puedo. Es como aquella vez, cuando desperté de la primera operación... la morfina no era suficiente, no lo era... tuvieron que ponerme en coma para poder soportar el dolor. Warner me mira angustiado, puedo sentir su desesperación y su impotencia.
- Warner... el dolor me va a matar. ¿Qué fue lo qué me dieron... dios, qué me inyecto esa perra?
A pesar del dolor trataba de pensar; la dosis de metadona que me correspondía... la que había tomado en la tarde (Stevens había prescrito una dosis adicional), aún estaba en mi organismo... el forcejeo... sí, podía haber forzado el músculo y hacer que el dolor recrudeciera, pero no hasta ese punto... ¡naloxona!, eso era, un antagonista de la metadona.
- ¡Arde Warner, por dios, es insoportable!
Albert se dio la vuelta y salió a toda prisa de la habitación; no sabia exactamente lo que iba a hacer; si me iba a dejar porque ya no soportaba verme así, si iba en busca del médico de turno. Lo único que escuche después de unos minutos fue el ruido de una ventana rompiéndose estrepitosamente, luego los pasos rápidos de unas zapatillas de goma sobre el piso, Warner estaba ahí frente a mí con una ampolleta y una jeringuilla.
- ¿Cuánto debo aplicarte, dime rápido?
- ¿Qué es eso Al?
- Metadona.
- Inyecta 20 mg, eso me aliviará.
- ¿No es demasiado?
- No, no te preocupes, está en el límite.
Sentí como ataba la goma sobre mi brazo y luego hundía la aguja en mi vena. El efecto no tardaría en sentirse, solo tenía que soportar unos minutos más.
- ¿Qué has hecho Al?
- Rompí la ventana del modulo de medicinas con una silla.
- Pero qué... ¿sabes lo qué va a costarte eso?
- Sí, y no me importa.
- Y yo que pensaba que la estupidez en el Princenton era insuperable.
Observé sus manos y sus brazos, tenían algunos rastros de sangre.
- ¡Con una silla! - y alcé los ojos al techo - Ve a curarte eso.
- No hasta que te duermas.
- ¿Cómo vas a explicar esto mañana, eh?
- Ese es mi asunto.
- Nuestro asunto, porque me duele a mí.
El dolor me había calmado bastante, ahora podía moverme y me senté sobre la cama.
- ¿Tienes un botiquín a la mano?
- ¿Para qué?
- "Para jugar con mis amiguitos mañana al doctor", anda ve a traerlo - al momento regresó con uno.
- A ver, dame ese brazo - Y con cuidado fui curando sus heridas, felizmente eran rasguños, no había vidrios incrustados ni cortes profundos - !Ya está!... y no vuelvas a hacer esto nunca más.
Sentía como poco a poco el sueño iba apoderándose de mí. Le extendí la mano y esté me la tomó enseguida.
- Gracias Al. Mañana... qué pasará mañana. El libro de control de los medicamentos... no debe saber que falta esa ampolla, Stevens puede ayudarnos... el vidrio, pudo haberse roto en la revuelta sin que nadie lo notará, es bastante creíble...

Se ha dormido intranquilo, lo veo revolverse en la cama. No se quién se siente más angustiado si él o yo, no sé que nos espera mañana. Puedo explicárselo todo a Stevens. Le suelto la mano suavemente y la pongo bajo las cobijas.

Las siete otra vez, pero hoy las cosas son diferentes. Al salir de las duchas se escucha una confusión tremenda, ya Raymond debe haber descubierto su precioso e impecable modulo lleno de vidrios rotos. Todos estamos caminando rumbo a nuestras habitaciones; pero una voz que suena como un trueno en medio de una tormenta nos detiene.
- ¿Qué sucedió anoche, quién rompió esa ventana? - sus ojos son dos esferas de fuego que pasea sobre cada uno de nosotros. Nadie se atreve a mirarla, es como si temieran convertirse en cenizas a su solo contacto; pero yo sostengo su mirada, quema, pero no doy marcha atrás.
Nadie dice una palabra, pero qué podrían decir si no saben nada. O al menos eso creo.
- Bien, ya veo que no tienen deseos de colaborar conmigo. Oh no, no voy a enojarme, vayan a vestirse para que desayunen.
Todos regresamos a los cuartos. Siempre con nuestros guardianes vigilando, y de nuevo esa especie de ceremonia absurda... Una hora para comer, para tomar aire, para charlar; solo en la noche sobre nuestras camas éramos libres. Me apoyaba con más fuerza sobre el bastón, el dolor era soportable. Pero había sido un retroceso con respecto a mi anterior estado. Recibí mi bandeja y me fui a ocupar una mesa libre; Mark, Luke, y Jhonny se me unieron.
- ¿Cómo te sientes? , esa mujer es una maldita zorra - me dijo bajando la voz Mark.
- Sí que lo que es, todos aquí la detestamos - confirmo Luke casi en un susurro.
- ¿Y por qué sigue aquí, por qué nadie ha hecho nada por detener sus excesos? Todos agachan la cabeza como mansos corderitos, por qué. Tú Luke, que tienes más tiempo aquí, dime qué poder tiene esa mujer para hacer lo que quiera. Si, es cierto que Stevens la sancionó, pero no regresa como quien teme ser sancionado de nuevo. Más bien vuelve como si hubiera pasado la noche con Jake Gyllenhaal.
- Ella tiene más poder del que te imaginas. La mayoría de médicos solo les interesa cumplir sus horas de trabajo y recibir su paga; no se involucran en nada. Son muy pocos los que realmente se interesan por los pacientes, Stevens entre ellos. Además he escuchado que Raymond tiene importantes vínculos con los dueños de este hospital - Luke hablaba tan bajo que tengo que hacer un esfuerzo para no perderme una palabra de su relato - es también por esa razón que la mayoría de doctores prefieren no cruzarse en su camino. Los que se han atrevido no han durado mucho. Pero Stevens es un buen hombre y ella no puede deshacerse de él, ¿sabes que es sobrino del socio mayoritario del Mayfield? Friedrich, Meier y Edwars pertenecen al grupo de Stevens, son buenos tipos también. Pasa lo mismo con los enfermeros. Están esas bestias de Walt, Thomas y Weber, nada les importa, parece que gozaran con su trabajo, pero Warner es distinto; creó que eso ya lo sabes tú. La misma historia se repite en cada Pabellón - escuchaba concentrado todo lo que Luke me iba narrando.
- ¿Qué más sabes Luke?
- Nos están mirando, ya no puedo decirte nada más - Iba a retirarse para dejar su bandeja pero yo lo retuve tomándolo del brazo con suavidad.
- ¡Vamos, Luke, cuéntame más de esas desnudistas que conociste! Demonios, a todos nos viene bien escuchar de mujeres en este encierro - dije alzando la voz, los enfermeros nos miraron con una sonrisa de complicidad y por un momento apartaron los ojos de nuestro grupo - ahora, habla Luke, habla.
- Sé que se cometen muchos abusos con los enfermos, aquí no es tan notorio... pero en los pabellones de arriba; con los enfermos crónicos y otros infelices que no pueden moverse, ni siquiera gritar. Ella está enfrente de todo.
- ¿Y todo este tiempo te has callado? - le dije con la mirada llena de furia.
- ¿Qué querías que hiciera?, ¿acaso no has probado ya algo de su veneno? Pero te aseguro amigo que eso no es nada... y pasa que yo no quiero terminar atado a una cama o deambulando como una sombra por los pasillos.
Mark llevaba ya cierto tiempo internado y aquellas noticias no parecían serle desconocidas del todo; pero el pobre Jhonny no dejaba de temblar y de acurrucarse más a mi lado.
- Debemos hablar con Stevens a cualquier precio, no consigo entender cómo siendo el director de este hospital pueda ignorar tantas cosas. El Princenton es tan grande como esto y no hay cosa que pase desapercibida para su directora.
- Stevens lleva poco tiempo aquí, apenas se está enterando de lo que ocurre en este lugar - dice Mark sin quitar los ojos de los enfermeros.
- Pues ayudémosle a que se entere por completo de una buena vez.
- House, ella puede aniquilarte y hablo de cosas peores que morir.
El timbre sonó y todos nos estremecimos involuntariamente, debía hablar con Stevens. Nos separamos para evitar sospechas, solo mantuve a Jhonny a mi lado. Nos sentamos como siempre en las sillas dispuestas en media luna. Notaba a Stevens serio y cansado.
- He sido informado por la señorita Raymond que ayer se produjeron algunos desmanes en el modulo de farmacia - nos dijo mirándonos seriamente - ¿quisiera saber qué fue lo que ocurrió?, alguno de ustedes debe saber algo.
- Y le contó también lo que hizo con Greg, ¿lo hizo o eso se lo calló? - el que había hablado era Jhonny. Este muchacho no dejaba de sorprenderme.
- ¿Qué fue lo que sucedió?, la enfermera Raymond no me informó de ningún otro incidente.
- Por supuesto, no le convenía en absoluto. Por qué no le pide que le cuente cómo trató al doctor House, fue humillante y cruel - yo miraba a mi joven compañero, y mi preocupación iba en aumento, cada palabra que pronunciaba era un peligro para él - pero nada lo detenía, ni los disimulados tirones que le daba - Solo se había negado a tomar las medicinas porque reconoció que no eran las que habitualmente tomaba; el también es médico y sabe reconocerlas. Entonces... la... la señorita Raymond llamó a los enfermeros y lo arrojaron sobre el piso, mientras uno de ellos le aplicaba algo.
Elliot lo escuchaba con los ojos muy abiertos; en su mirada parecían luchar la sorpresa, la rabia, la indignación. Sus manos que antes descansaban tranquilamente sobre los brazos de su silla, ahora se apretaban sobre estas.
- Hay muchas cosas que ignoras Stevens - ahora era yo quien me había puesto de pie.
- No luces bien Greg.
- Acérquese doctor, miré las magulladuras que tiene - Era imposible hacer callar a Jhonny. Viéndolo allí de pie, con sus castaños cabellos revueltos y sus ojos de turquesa encendidos... sentí una profunda admiración por él.
Stevens se levantó de su silla y se dirigió hasta mi lugar.
- Greg, vamos a mi consultorio para poder examinarte.
- No es necesario, hazlo aquí mismo.
- ¿Piensas desnudarte delante de todos?
- Por dios Stevens, ellos me ven a diario desnudo en las duchas.
- Bien, si tú lo quieres así. Puedes quedarte con los interiores.
Me fui quitando la ropa todo lo rápido que el dolor me lo permitía. Hasta quedarme casi sin prenda alguna frente a él. Sus manos fueron examinándome lentamente; se detenían en los moretones que tenía por casi todo el cuerpo, pero luego se quedaban unos instantes sobre las magulladuras más graves, las que tenía en las muñecas, tobillos y al costado del muslo izquierdo. Cuando levantó sus ojos hacía mí, tenía una mirada nueva, extraña, imposible de describir con palabras.
- Ya es suficiente, puedes vestirte Greg. Pero está el asunto de la ventana del modulo, ahora Raymond debe estar inventariando los medicamentos. Deben decirme la verdad de lo contrario no podré hacer nada.
Warner avanzó hasta ponerse frente al médico, tenía lo puños cerrados colgando a cada lado de sus caderas.
- Fui yo quien rompió el vidrio de la ventana.
- ¿Tú Warner, por qué razón?
- Raymond había hecho que le aplicarán naloxona, me es imposible soportar el sufrimiento de un ser humano sin hacer nada, cogí una ampolla de metadona y una jeringa - me daba cuenta que ambos ya no utilizaban el termino de "señorita", cuando se referían a ella.
- Veré cómo soluciono eso. Yo hubiera hecho lo mismo Warner. Ahora vayan al patio, ya no hay nada mas que discutir aquí.
Hoy nadie tenía ganas de correr, ni jugar al baloncesto; todos al igual que yo sentían que algo estaba por ocurrir, algo que lo cambiaría todo. Nos quedamos sentados en las bancas contemplando el gris cielo algunos, o las murallas que rodeaban al hospital otros. Me dí cuenta que uno de nuestros vigilantes no estaba en su lugar, Walt había desaparecido. El espía de la zorra Raymond había corrido a informarle de los últimos sucesos, tenía que estar preparada para la batalla que se avecinaba. Por lo que Luke nos había contado la victoria se alzaba para las legiones de Stevens. Sin embargo, basta una sola pieza en el lugar incorrecto, un naipe que se mueve ligeramente y todo está acabado.
Warner se acerca a mí y me dice que Stevens ha recibido una llamada de su casa, parece que su esposa ha tenido un accidente. La mujer está en el octavo mes de embarazo.
Elliot sale al patio con los ojos enrojecidos, en verdad lo compadezco, debe estar luchando entre el amor a su esposa y su deber; peor aun en las circunstancias en que se encuentran ahora las cosas en el hospital. Es como tener dos personas pendiendo de un precipicio tendiendo sus manos hacía él... salvar a una significa dejar morir a la otra. Finalmente elige la mano de su mujer.
- Mi esposa ha tenido un accidente, debo ir con ella. Friedrich se queda con ustedes, también Meier, ambos están informados de todo. No dejaré las cosas así, volveré lo más pronto posible, les doy mi palabra.
¿Qué pueden hacer las tropas sin su capitán?... estamos solos.
Friedrich está a cargo del segundo grupo de internos de adicciones por fármacos, apenas si lo hemos visto un par de veces. Meier es responsable de los alcohólicos en las etapas más avanzadas. ¿Qué pueden hacer estos hombres, por mucho que lo desearán? Ellos deben estar lidiando con sus propios demonios. A pesar de todo, ambos llegan hasta el patio; lucen nerviosos, son mucho más jóvenes que Stevens.
- Estamos al corriente de todo, tomé House - me pone un localizador en el bolsillo, tan disimuladamente que solo me percaté al sentir su peso dentro de este. Me hablaba fingiendo conversar con el otro médico - llámeme en el momento que sea - luego se retiraron aparentando conformidad.
- Bueno, todo parece estar en orden aquí. Ya que Stevens no se encuentra vamos a tener que vigilar sus pacientes - esto lo dijo Friedich cuando paso al lado de Walt y Thomas, sus palabras tenían un tono de advertencia.

¡Estamos solos!, Friedrich y Meir nunca llegarán a tiempo. No quiero perder de vista a Jhonny su audacia de está mañana le puede costar muy cara. Volteó a mi costado, el muchacho no está. Suspiro aliviado cuando lo veo que está jugando una partida de baloncesto con Mark y Luke; creo que están buscando la manera de aliviar la tensión que se respira en el aire. De pronto Thomas y Weber se acercan a ellos, estoy seguro de qué es lo que estan buscando.
-¡Que mal tiro Jhonny! - le dice Thomas y le da un empujón que termina derribándolo sobre el piso - vamos yo te voy a enseñar como se debe lanzar.
Jhonny se levanta enfurecido, tratando de quitarle la pelota de las manos al enfermero.
- ¡Vete Thomas, nadie te ha invitado al juego!
- No necesito que un grupo de locos me invite.
- ¡Suelta la pelota, demonios! - le dice Jhonny forcejeando con el otro, nunca lo había visto tan alterado, Thomas le da un golpe en el estómago que lo hace caer de rodillas. Ya no soportó más, me lanzó sobre el maldito enfermero... no esperaba mi reacción, así que lo tomo desprevenido y logro derribarlo. La adrelanila que ahora esparce mi cerebro ha bloqueado el dolor; estoy sobre él golpeándolo con los puños una y otra vez. Walt y Weber no tardan en aparecer, ellos me cogen a mí; mientras Thomas se hace cargo de Jhonny.
- No vuelvas a ponerme una mano encima, maldito hijo de... - siento su puño estrellarse en mi rostro y luego el sabor de la sangre en los labios - ¿Te preocupa mucho tu amiguito?, tranquilízate, el nos agrada mucho también.
- Deja al chico tranquilo Tom, yo me encargo - le dice Warner tratando de llevarse a Jhonny consigo .
- Si claro, ya me imagino con que gusto lo harías.
Warner finge no entender el doble sentido de las palabras de su compañero e insiste en llevárselo.
- Parece que olvidas que yo estoy a cargo de ustedes.
- No, ya no Warner. Ustedes, encierren al doctorcito en su habitación; luego pueden llevar a Jhonny con la señorita Raymond, ojala siga tan entusiasta como hoy en la mañana.
Veía como los dos hombres tomaban con rudeza al indefenso joven. Me debato como una fiera para librarme de los hombres; pero no puedo... dios mío, no puedo, no puedo. Lo veo desaparecer por uno de los pasillos, no grita, no forcejea, no pide auxilio; parece resignado a su suerte. En un descuido logró darle un codazo feroz en el rostro de Walt, por reacción Weber también me suelta. Sonrió cuando veo que los muchachos derriban las bancas para impedirles que me sigan. Voy todo lo rápido que mi pierna me permite, llego a una encrucijada, hay tres pasadizos... no sé cuál seguir, entonces diviso en el pulido piso una raya, como de algo que es arrastrado; sigo el camino pero solo me encuentro con puertas cerradas, las golpeo con furia, pero nada... solo silencio. Avanzó un poco más, por fin las cosas se equilibran, he llegado a un lugar llenó de cabinas telefónicas. Marco el número de Wilson.
- ¡Wilson, debes sacarme de aquí... ahora!
- ¿House, eres tú?
- No sé que tengas otros amigos en el sanatorio.
- ¿Qué sucede, te oyes alterado?
- Trae a la policía contigo, de prisa Wilson, si algo te importo hazme caso - escuchó los pasos de los enfermeros acercándose, me deslizo por otro corredor, pero ya es demasiado tarde, me han apresado. No pierden la oportunidad de desquitarse a golpes por mi huída; me arrastran hasta mi habitación... no, mi celda y la puerta se cierra ante mí. Grito, doy de puñetazos sobre la ventanilla, nadie parece escucharme... Jhonny, oh dios, Jhonny.
El buscador, lo tengo aun en mi bolsillo por suerte no lo han descubierto, llamo a Friedich.
Tarda unos minutos en llegar, está agitado y sudoroso. Me mira asombrado, debe estar preguntándose por qué estoy sangrando y encerrado.
- ¡Voy por las llaves! - me grita.
- No, olvídese de eso, vaya de prisa al pasadizo que está cerca a las cabinas de teléfono, lleve a su gente con usted, no pierda tiempo.
- ¿Pero qué debo buscar?
- Están por torturar o matar a alguien, ¡vaya de una buena vez!
¡Wilson, Wilson, por favor no tardes!, grito con todas mis fuerzas mientras sigo golpeando la ventanilla.
Los acontecimientos se suceden tan rápido que apenas puedo poner orden en mi cerebro. La puerta de pronto se abre y siento como dos hombres de blanco, me arrojan sobre una camilla, me atán con fuerza a ella y me llevan a toda prisa... ¿es este el fin, es eso peor que la muerte de que me hablaba Mark?, los observó detenidamente, no se trata de ninguno de mis "ángeles de la guarda", son unos hombres que no había visto hasta ahora. Veo el blanco techo sobre mi cabeza, parece una banda para ejercitarse puesta al máximo, solo interrumpida de tramo en tramo por las luces de los fluorescentes. Finalmente se detienen frente a una habitación abren la puerta y la cierran rápidamente. Es una sala para tratamientos con electroshock. Escuchó algo parecido a un sollozo, muy quedo, al girar la cabeza veo en un rincón, echado sobre el piso tratando de cubrirse inútilmente a Jhonny, hay sangre entre sus piernas, en su frente. Cierro los ojos, y lloró en silencio, no me importa morirme ahora mismo, en cierta forma siempre he buscado la muerte... pero hoy la deseo más que nunca. ¡Jhonny, niño estúpido!, por qué tuviste que defenderme, yo no merezco tu sacrificio. ¡Maldita sea!, era yo quien debía cuidar de tí.
- ¡Maldita sea Raymond, malditos sean todos ustedes!
- Le dije que había reglas, usted las ignoró, es más, se burlo de ellas. Esto no es más que su obra. Prepárenlo para... ¿freírle el cerebro?, es así como le llama usted, ¿verdad?
Ajustaron aún más las correas que me sostenían a la camilla y me pusieron un protector en la boca para evitar que me mordiera la lengua. Luego sentí como colocaban los electrodos a cada lado de mi cabeza.
- Yo voy a destruir aquello de lo que tanto se jacta doctor House, cuando termine con usted no recordará ni su nombre.
Un dolor espantoso se extendió por todos mis cuerpo... luego todo se apago...
Cuando desperté estaba sobre una camilla. Todo era un caos alrededor del hospital. Veía muchos autos de la policía rodeando el edificio y las sirenas de la ambulacia lastimando mis oídos. Otras camillas pasaron junto a mí; en una de ellas iba un muchacho muy pálido de cabello castaño, cuando estuvimos cerca me miró y me sonrió, era la sonrisa más triste que podía recordar. Pero quién era este hombre, no lo reconocía de ningún lado, pero algo me movía hacía él y le devolví la sonrisa. Sentí una mano sobre mi brazo, era un hombre moreno y joven; también estaba acostado en una camilla, el vendaje que llevaba en el hombro se iba tiñendo de rojo.
- ¡Greg, Greg! ¿Cómo te sientes? La pesadilla ha terminado, la policía se ha llevado a Raymond y al resto de sus buitres. ¡Lo lograste Greg, lo lograste! - me dijo, pero su entusiasmo se tornó en desconcierto cuando se dió cuenta que lo miraba sin entender nada de lo que me decía - ¡no, no Greg, no a ti, no! - vi como las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Un grupo de paramédicos me levantaron para ponerme en la ambulancia, solo entonces noté que desde que desperté una mano no había soltado la mía, me volví para ver quién me sostenía.
- ¿Quién eres tú?
- House, soy yo, Wilson tu mejor amigo.
- ¿Mi amigo?... lo siento, no puedo recordarte.
El hombre se reclinó sobre mi pecho y empezó a sollozar, mientrás me abrazaba. Me debe querer mucho, pero no lo recuerdo, no recuerdo casi nada.
- Soy Wilson, James, tu Jimmy... por favor Greg, por favor... - tomo una de sus manos y acarició con ella mis cabellos, mi rostro, la detengo en mis labios y después lentamente la bajo hasta mi pecho - ¿me sientes Greg, me sientes?
- Sí, ahora te siento Jimmy... - le toco el rostro de nuevo, siento su perfume, su calidez; sí le recuerdo... - ¿ puedes comprame unas papas fritas?, pero más tarde... ahora estoy tan cansado, tan cansado.

Te aprieto con fuerza, vas a recuperarte. Tengo toda la paciencia del mundo, toda la vida para esperar por ti, para que vuelvas a ser el médico más brillante del Plaisboro Princenton. Estas a mi lado y ya nunca te dejaré marchar, te llevaré a vivir conmigo, al menos hasta que te quieras librar de mi. Le huyes a cualquier relación profunda y probablemente eso no haya cambiado, pero al menos por un tiempo pensaré que tu también me amas y seré feliz mientras dure.



"Hola oscuridad, mi vieja amiga. He venido nuevamente ha hablar contigo. Porque una visión deslizándose suavemente, dejo sus semillas mientras yo dormía. Y la visión que fue plantada en mi cerebro, aún continúa. Dentro del sonido del silencio.
Gente conversando sin hablar, gente oyendo sin escuchar... y nadie se atrevía a romper el sonido del silencio. Tontos les dije, ustedes no saben que el silencio crece como un cáncer; escuchen las palabras que podría enseñarles, tomen mis brazos que podría extenderles. Pero mis palabras cayeron como silenciosas gotas de lluvia y resonaron en los pozos del silencio"1

1. Fragmentos de la canción "The sound of silence" de Simon & Garfunkel
Relato basado en la novela de Ken Kesey "Alguien voló sobre el nido del cuco"
Sonata "Claro de luna" de Ludwing van Beethoven

21 agosto, 2009

Inside IV

Este sería el último capítulo, pero sin darme cuenta se ha extendido demasiado. Inside V, si será el final. De nuevo les pido que pongan la música mientras leen el relato. Pertenece al soundtrack de la película "Requiem para un sueño" compuesta por Clint Mansell.

Han conseguido estabilizar al muchacho, las convulsiones han cesado, pero los periodos de inconsciencia son cada vez más prolongados; me preocupa que caiga en coma. Chase y Cameron han vuelto de su luna de miel y Cuddy le ha pedido a la recién casada que retome temporalmente su antiguo puesto. Lo que predijo Cuddy se ha hecho realidad, el doctor más insoportable del hospital; ahora que no está es más popular que nunca... son esas cosas inexplicables que tenemos los seres humanos. Todos hablan de él, se preguntan dónde está. Nadie los molesta en las salas de cirugía presentándose a mitad de una operación con alguna loca idea; nadie vuelve a sacar de quicio a las enfermeras con su petulancia; no hay quien se robe las paletas dulces de la recepción; hasta los enfermos se han cansado de los diagnósticos rutinarios y aburridos, ya no hay quien los haga ver lo idiotas que en ocasiones suelen ser.
¿Qué es del médico cojo, cuyas camisas desconocían una plancha?, ese que casi nunca se rasuraba y se negaba por completo a usar una bata como cualquiera de los otros doctores.
La pizarra está a menudo blanca o tan llena de datos que parece un rompecabezas sin solución. Foreman se esfuerza por estar a la altura, pero es inútil. Taub se ve más despejado sin la presión que House ejercía casi siempre sobre él; Trece parece haber perdido un poco el rumbo, él era quien la impulsaba implacable a continuar su trabajo a pensar de su enfermedad, porque sabía que era buena médica, de lo contrario no la mantendría a su lado. Al parecer, Cameron jamás podrá romper ese extraño lazo que la une a su ex-jefe, trabaja como nadie, pero siempre me está preguntando si se algo de House y cuando le contesto negativamente no puede evitar que una nube de tristeza le borré la luz del semblante; ama a Chase, eso no lo dudo, pero House siempre estará en sus pensamientos.
Oh como quisiera que Cuddy me dejara en paz, no puedo lidiar con mi pena y con su tristeza. ¿Es que no te das cuenta que tengo celos de ti, que tu tienes lo que yo jamás podré tener? Pobre amiga mía, que injusto soy... tú no eres culpable de nada; las cosas son así se ama o no se ama y no hay fuerza capaz en el mundo que pueda obligar a ser amado. ¡Mañana, mañana es día de visita!, una larga y espantosa semana ha pasado. Voy al fin a verte, poco importa ser solo tú amigo; despierto algo en tu corazón, alma, sistema límbico o lo que sea. No sé si podré contenerme para no echarme en tus brazos y apretarte contra mi cuerpo hasta hacerte perder el aliento - ¡Hasta mañana Greg, mi Greg!

Me quedo tirado en la cama sintiéndome infinitamente más viejo, más cansado, más triste. Pienso en lo que Wilson siempre me decía, que alejo a la gente que se preocupa por mí y que terminaré quedándome solo. Cuddy también estaba en lo cierto, cuando me lanzó entre herida y furiosa esas palabras que no olvidaré nunca porque son ciertas; "todo el que se acerca a ti sale lastimado".
Me he esforzado por tantos años en matar los sentimientos, que ahora ya no sé cómo sentir. He lastimado a Warner, y no me eximo de culpa, porque desde el primer día supe de sus preferencias sexuales y no me detuve cuando note que se estaba aficionando demasiado a mí.
¿Arrogancia, egoísmo?, tal vez, ese soy yo... "Propagas miseria porque no puedes sentir otra cosa. Manipulas a las personas porque no puedes soportar ningún tipo de relación real. Debería haber sido yo en el autobús, no, deberías haber esta tú solo... ya no somos amigos, no sé si alguna vez lo fuimos" Aún me parece estar escuchando aquellas palabras que Wilson me dijo cuando se marchó del Princenton; perderlo era demasiado, creo que ese día una parte de mi murió .
Y sin embargo, Warner me importa, yo no quería esto, yo no quiero seguir haciendo más daño. A veces cansa ser el hombre al que todos evitan y detestan; me respetan... pero nadie me invitaría a su casa, ni a cenar, ni siquiera a tomar un café -No me odies también tú Albert.
El rencor se cierra sobre mí y me traga en su oscuridad.
¿Vendrás a verme mañana Wilson?, recuerdas como te hice admitir que me necesitabas el día en que me llevaste al funeral de mi padre - "Estas aterrado de perder alguien que te importe, así que te deshaces de la persona que realmente te importa. Admítelo estas enojado y tienes miedo de perderme, ¡admítelo!, ¡admítelo!, ¡admítelo!" - Te hice enfurecer tanto que terminaste lanzando una botella de whisky sobre un precioso vitral haciéndolo añicos... vaya, siempre he pensado que detrás de ese tierno corderito hay un apasionado lobo. Y luego, ya en mi oficina me dijiste que ibas a volver a tu puesto -"Voy a regresar porque tenías razón, ese extraño y molesto viaje que hemos tomado; fue lo más divertido que he vivido desde que Amber murió".
¿Vendrás?... cuanto deseo verte. Tengo esperanzas de que sí.
Las siete de la mañana, el timbre resuena por todo el viejo hospital. Como siempre la fila hacia las duchas, pero ya nadie me observa, cierro los ojos aliviado. Todo igual que cada día. El desayuno, la terapia grupal. Warner no me ha dirigido la palabra en todo este tiempo; también para él me voy desvaneciendo como la niebla que alcanzo a ver por uno de los grandes ventanales.
De nuevo un timbre nos indica que es hora de ir a "ejercitarnos". Se escucha una voz por los parlantes anunciando que los que sean nombrados se pongan en fila porque tienen visita. Estoy sentado en la banca más alejada, hay un breve instante en que tengo cerca a Albert, sé que puede oírme si quiere.
- Lo siento Albert, hice todo mal de nuevo... te necesitaba a mi lado y no me importo nada más.
- Y yo te necesita a ti, sabía que no tenía esperanza alguna pero seguí adelante. No te odio Greg, ¿cómo podría odiarte? - alargo su mano hacía mi y yo la sostuve en la mía con un fuerte apretón.
- Las cosas ya no serán las mismas, pero siempre estaré a tu lado.
Cubrí mis ojos con mis manos y luego recordé la ocasión en que casi fui a parar a la cárcel, en lo que la juez dijo al final: "Tiene mejores amigos de los que merece".
Mis pensamientos se vieron cortados de pronto, había escuchado mi nombre por el altavoz.
- Te dije que vendría - lo miré sin saber que decirle, pero él me sonrío - no hace falta que me digas nada, tus ojos ya me lo dijeron todo. Ve pronto a la fila.
Nos llevaron hasta una sala, hasta ahora desconocida para mí. Tenía varias mesas bien alineadas una tras otra con dos sillas a cada lado. Entre estas la suficiente separación para dar cierta intimidad para el visitante y el paciente.
Mis ojos buscaron a Wilson ansiosos. Allí estaba mi fiel amigo, mi consciencia. Pulcro de pies a cabeza como siempre, me quede paralizado, quería correr a sus brazos y decirle... ¿qué era lo que ansiaba decirle? Había en sus ojos tanta tristeza, ¿es que tanta lástima le inspiraba? !No, yo no quiero tu piedad, no me mires así, no tú!

Está allí frente a mí, con sus vaqueros de siempre, una camiseta gris y sobre está su eterna camisa arrugada; es como si estuviera en el Princenton. En lo primero que repararon mis ojos fue en su cabello, ¿quién le había hecho esto?, quién había cortado esa maraña de un rubio ceniciento que siempre se empeñaba en dejar que el azar peinara a su capricho. De pronto su mirada se hace dura. ¿Qué está pensando, que le tengo lástima?, idiota, mil veces idiota. Estamos muy cerca, mirándonos, solo una delgada mesa nos separa... no, no la está pasando bien, conozco esos ojos de memoria.

- ¿Qué haces aquí Wilson?
- Pensé que después de tantos días te agradaría ver una cara conocida.
- He visto tu cara por mucho tiempo, ya me es bastante conocida.
- ¿Hubieras preferido que no viniera?
- Quizá.
- ¿Por qué siempre estas negándolo todo grandísimo idiota? Claro que te alegra que este aquí, pero en ese revoltijo que tienes en la cabeza, de seguro que estas pensando, allí viene el sacrificado de Wilson porque se siente obligado a hacerlo y encima trae una cara de funeral...
- Que ya hubiera querido yo que me prestaras cuando se murió mi padre.

Nos hemos sentado. Sus manos de largos dedos, sus manos de pianista descansan sobre la mesa, y yo me aventuro a hacer algo inesperado. Pongo una de las mías sobre la suya, acaricio sus dedos y luego los entrelazo a los míos; él no hace ningún gesto para apartarme. Y entonces mi otra mano emprende otro camino, asciende suavemente por su antebrazo y continua hasta llegar a su hombro, la dejo allí unos segundos y sigo hasta alcanzar su cuello, su rostro. Ya no puedo detenerme, siento dos fuerzas luchando dentro de mí; una que quiere parar porque esto es una locura, y otra a la que no le importan las consecuencias, ni si alguien nos mira y tan solo quiere sentirlo. House sigue sin moverse, sus azules ojos me observan confundidos, furiosos, anhelantes. Entonces los cierra y me susurra - no te detengas James, no te detengas - Y yo pienso en qué podemos hacer con toda esa gente a nuestro alrededor, con los enfermeros y sus ojos de cuervo. Lo único que se me ocurre es dejar que mi mano recorra con ternura sus mejillas sin afeitar y mis dedos se detengan en sus labios finos - quisiera tanto besarte - le murmuro. El no me contesta, pero puedo sentir su respiración acelerada, nuestros dedos se entrelazan con más fuerza; se inclina levemente sobre la mesa y su mano libre se posa sobre la que mantengo sobre su rostro y la oprime suavemente. Nuestras manos unidas vagan ahora por su pecho, descienden por su vientre... y se detienen, el resto del camino esta vedado. Me suelta y ahora siento sus dedos deslizándose por mis cabellos, acariciar mi rostro y dejarlos sobre mis labios y bajar, y bajar hasta quedarse sobre mi pecho - ¿me sientes Jimmy, me sientes? - casi no puedo hablar, cierro los ojos y apenas puedo balbucear un sí. Un timbre nos despierta sobresaltados, la magia ha terminado. Siento las mejillas encendidas, tengo los labios entreabiertos, apenas puedo respirar. De alguna forma es como si nos hubiéramos amado, allí en medio de todos. Veo que los enfermeros empiezan a acercarse a las mesas para indicarnos que las visitas han concluido; nuestros dedos continúan entrelazados, sus ojos azules inundándome, ahogándome, rogándome que no me vaya... - no me hagas esto House, no lo hagas. Yo no quiero dejarte, pero es necesario, tú lo sabes - no me dice nada, poco a poco nos vamos soltando y siento que pierdo la vida sin la tibieza de su piel.
- La visita ha terminado doctor Wilson - me levanto, pero no puedo apartar los ojos de los tuyos y tampoco tu dejas de mirarme, hasta que me doy la vuelta y salgo casi corriendo del lugar.

No te vayas Jimmy, no te vayas, tengo miedo un miedo terrible. Algo perverso está agazapado en algún rincón y me espera. Puedo sentir su olor el aire, sus ojos de vidrio seguirme. Hoy no sé si podrá alcanzarme, pero tal vez mañana sí. Tiene todo el tiempo del mundo para planear cómo acorralarme e irme engullendo de a pocos.
No tengo el menor deseo de comer, me siento en una de las mesas. Jhonny viene con su bandeja y se sienta a mi lado como siempre, quisiera decirle que se largue; pero no puedo, es casi un niño y cuando me mira con esos ojos enormes y dulces me desarma. ¿Quién te trajo aquí muchacho?, ¿tus padres adinerados que ya no sabían que hacer contigo? Eres tan frágil, las fieras de dentro y fuera de aquí podrían destruirte.
- ¿Qué pasa, por qué me miras así?
- Sé por qué estas aquí, me basta ver tus brazos y las medicinas que tomas... pero, ¿quién te trajo al hospital?
Su sonrisa se borra, mira al suelo como avergonzado, casi me arrepiento de haberle preguntado.
- Nadie, yo vine solo. Un día miré a mi alrededor y me di cuenta que lo había destruido todo; familia, amigos, estudios... a Kate. Ya no me quedaba nada, era esto morirme por una sobredosis y terminar mi obra de destrucción.
Me quede impresionado, este no era el muchacho que revoloteaba a mi alrededor como un pájaro perdido. Este era un hombre que razonaba perfectamente.
- ¿No tienes hambre? - me dice.
- No, hoy no...
De pronto alguien depósito una bandeja sobre mi mesa. Levanté los ojos y allí estaba ella, de nuevo y sonreía, con una sonrisa que lo congelaba todo. La mesa, las bandejas, los pacientes, la habitación entera se llenó de fría escarcha.
- Debe comer doctor House, no está permitido saltarse las comidas. Una correcta alimentación es importante para que se recupere.
- Señorita Raymond, cuanto la hemos extrañado - me levante y alcé la voz - ¿Verdad muchachos que hemos echado de menos a este ángel de bondad? - Todos hundieron el rostro sobre sus platos para que no se notara sus sonrisas.
- Vamos, coma doctor House.
- Si como ahora todo se regresará por la misma vía y no quiero manchar sus impecables zapatos.
- Bien, como quiera.
Warner me miraba desde una esquina, su cabeza se movió negativamente.
- Bueno, venga esa comida, no quiero desairar a una dama - cada bocado era un suplicio, pero tenía que terminar.
Ella se alejo triunfante, estos eran sus dominios y ella la soberana de este reino de miseria humana.
- Ya esta por terminar el almuerzo, ¿tocaras para nosotros hoy?
- Hoy no Jhonny, no me siento bien. Pero haremos juntos un corazón; con sus aurículas y ventrículos, sus válvulas, su gran vena cava, su aorta y te enseñare como funciona, ¿te parece?.
Otra vez la luz se encendió en sus ojos y nos fuimos caminando a la sala de terapia ocupacional. Al poco rato se nos unieron Mark, Ross y Luke muy interesados en lo que estaba moldeando. Cuando termine mi obra, estaban fascinados. Explicarles me hacía olvidar mis angustias.
El resto del tiempo transcurrió igual, hasta que llegó la hora de acercarme al módulo de fármacos para recoger mi dosis de la noche. Me dieron un vasito con unas píldoras diferentes.
- Disculpe señorita, estas no son mis pastillas.
La muchacha abrió un expediente y lo observó cuidadosamente, luego me miro con una sonrisa condescendiente.
- No doctor House, este es el medicamento que tengo en su hoja clínica para administrarle está noche.
- El doctor Stevens modificó mi dosis de metadona.
- ¡Esto es metadona!
- Mira niña tonta, creo que tú deberías estar de este lado y no de aquel. Soy médico, ¿acaso piensas que no puedo reconocer una pastilla de otra? Conozco los nombres con los que se comercializa la metadona; tamaños, colores y formas. ¿Quieres que te les nombre?, Dolophine, Dolophine HCL, Methadone HCL, Methadose, Westadone y estas cosas en tu ridiculo vasito no son ninguna de ellas. ¿Dónde está el doctor Stevens?
- Lo siento, ya se retiró, su esposa está embarazada y parece que no se sentía muy bien.
- Entonces, guárdate tus pastillitas porque no pienso tomarlas - me hice a un lado para dejar que los otros pacientes recibieran sus medicinas. Y me quede apoyado a un costado del módulo.
Como surgida por un conjuro apareció Raymond en escena, tenía los labios apretados y sus ojos de vidrio hacían más daño que nunca; los sentía como si una ventana hubiera estallado frente a mí y sus trozos se incrustaran por todo mi cuerpo.
- ¿Pero qué sucede aquí?
La muchacha de la ventanilla tomo valentía ante su presencia y me señalo rápidamente; ya había concluido con la entrega de medicinas y lo único que deseaba al parecer es salir a toda prisa del lugar.
- Es el doctor House, no quiere tomar su medicación, dice que no es la metadona que indicó su médico.
- Doctor House, usted no es tan especial como cree, aquí va a seguir las reglas como cualquiera. Deme las pastillas Rebeca - me las volvió a ofrecer, había vuelto a recomponer sus labios en una sonrisa.
- ¡No voy a tomar nada!
- Bien, no me deja opción, Rebeca pide que vengan Thomas y Weber, con Walt no será suficiente.
- ¿Piensa que va a asustarme?
- Oh no doctor House, yo no intimido a nadie, solo sigo el reglamento.
Thomas y Weber no tardaron en presentarse, eran del mismo tipo de Walt; altos y fuertes. Era para ellos tan rutinario reducir pacientes, sin decir una palabra uno de ellos me tomo por los brazos y los otros por las piernas obligándome a echarme sobre el piso; yo seguía debatiéndome tratando de soltarme. Nadie se había marchado a sus habitaciones, observaban aquel cuadro entre asustados y compadecidos. Mark y Luke iban de un lado a otro desesperados y el pobre Jhonny se había sentado en un rincón abrazando sus rodillas y hundiendo su cabeza sobre ellas.
- Señorita Raymond, será mejor que llame a Warner, es difícil mantenerlo quieto.
Warner atendió el llamado, pero cuando vio que se trataba de mi, retrocedió involuntariamente.
- ¿Qué le sucede Warner?, sujete al paciente.
- Señorita Raymond, no creo que el doctor Stevens aprobaría esto.
- No lo he llamado para que cuestione mis órdenes, ¡sujételo de una buena vez!
Warner estaba paralizado, la mujer estaba casí fuera de sí. Yo no cesaba de luchar con mis carceleros.
- ¡Sujetélo, sujételo Warner!
Albert se acercó a mi y me sujeto una de la piernas, tenía los ojos cerrados. Ya más libre, al que llamaban Walt me obligó a ponerme de lado y me aplico una inyectable. Me quede tirado en el piso incapaz de moverme. La violencia con que me habían sujetado fue demasiado para mi pierna. El dolor era insoportable, mis manos apretaban con fuerza mis ropas. Quería gritar, aullar; pero ella no me iba a ver doblegado. Me mordí los labios hasta hacerlos sangrar, mientras mi rostro se inundaba de lágrimas, pero ni un solo quejido salió de mi boca.
- ¿Es así como le gustan las cosas doctor House?, pues así se harán hasta que obedezca. Walt traiga una silla y usted Warner llévelo a su habitación. Ustedes dos encárguense que el resto de los pacientes vayan a sus cuartos, no quiero más alborotos, ¡quiero esas puertas cerradas ya!
Uno de los enfermeros levanto con fuerza a Johnny del piso, y lo hizo caminar junto con los otros; pero de pronto volvio sobre sus pasos y se plantó frente a la Raymond.
- ¡Es usted perversa! No tenía que tratarlo así, ¡la odio bruja malvada, la odio!
- ¡Lléveselo de aquí Thomas!
Y se lo llevaron a rastras mientras seguía gritándole, ¡bruja malvada! La silla llego y Albert como el primer día que llegué me levanto y me puso sobre ella. Todo volvía a repetirse, Warner sacando las llaves, tomándome con suavidad en sus brazos y depositándome en la cama.
- ¿Por qué hiciste eso, por qué? - fue lo primero que me dijo, mientras me desvestía para mudarme la ropa sucia, sus ojos miraban mi cuerpo desnudo, pero no había en ellos lascivia, solo compasión. Me puso ropa limpia y una manta extra.
- Estas lleno de magulladuras. Ella ya está por marcharse... escucha sus tacones ya se va, ahora la puerta se cierra, oye el motor de su auto... ya está lejos. Ahora grita, grita cuanto quieras ya no puede escucharte.

16 agosto, 2009

Inside III


Y todo desapareció; los enfermeros, las ventanas enrejadas, los cercos, las paredes, el dolor y hasta las mismas personas que me rodeaban. Encontré el alivio que ansiaba, la música me llevó lejos, muy lejos, donde nadie podía alcanzarme, ni siquiera Amber.
Creo que sin darme cuenta, como el maelstrom1 que arrastra todo a su vórtice, me lleve a los que estaban conmigo en aquella sala; médicos, enfermeros y enfermos... en esos minutos alcanzaron conmigo la libertad. Solo una mirada no se conmovió, solo alguien no vibro con cada nota... Gina Raymond. Todos estaban en silencio, habían detenido sus labores y ahora continuaban todavía así, como esperando no sé exactamente qué.
- Muy hermoso doctor House, ya nos demostró su gran talento. Ahora creo que todos pueden volver a sus mesas de trabajo - era ella la que había roto el ensueño en que todos estábamos sumergidos arrojándonos de nuevo a la realidad, su realidad - pienso que ya fue suficiente por hoy, la música altera a los demás pacientes.
- De dónde saca usted esa teoría Srta. Raymond - contesto de inmediato Stevens, había cierto tono de enojo en su voz - por el contrario, escuchar música es la mejor manera de relajarse, miré nada más sus rostros, nunca antes había visto esa expresión de sosiego en ellos. Greg puede ocupar todo su tiempo de terapia ocupacional tocando el piano, si así lo desea. No solo es bueno para él, sino para todos.
Cerré los ojos y sonreí, al menos por unas horas tendría este consuelo. Al abrirlos me tope con los de Stevens que me observaba con admiración; Warner y Jhonny me veían como si yo fuera su dios y la bruja Raymond... ¿puede concentrarse tanta ira en una mirada?, pues ella lo había logrado... y con tanta fuerza que tuve que apartar la vista de inmediato.
Ya no quise seguir tocando, baje la cubierta del teclado y apoye la frente y las manos sobre esta. Me acerque a una de las mesas en silencio y comencé a juguetear con los pinceles. Todos seguían esperando, hasta que al darse cuenta que realmente ya no seguiría fueron volviendo a sus asientos poco a poco.
La medicación surtía su efecto muy lentamente; las náuseas y diarreas habían disminuido bastante, pero la ansiedad, los escalofríos y el dolor no; el dolor nunca se iría, siempre estaría conmigo. Quizá remitiera por unas horas, pero luego regresaba con renovada fuerza. Y ahora dolía, dolía mucho. Aparte con fuerza la mesa haciendo temblar todo lo que estaba sobre ella: pinturas, papeles, pinceles, vasos con agua. Mi mano volvió a hacer su conocido recorrido sobre mi muslo.
- ¿Te sientes mal Greg? - me preguntó Stevens.
- Me duele mucho, la metadona no es suficiente... dame algo más fuerte.
- No puedo y lo sabes, hace menos de un día que iniciaste el tratamiento.
- Déjame ir a mi habitación - dudo unos segundos, pero después asintió con un gesto.
- ¡Warner!, por favor lleva al doctor House a su habitación y quédate con él, yo voy en un momento.
Caminamos un trecho, el suficiente para alejarme de la vista de la enfermera, luego me apoye en una de las paredes, no podía dar un paso más. Albert me miraba dudando; seguro estaba sopesando la posibilidad de dejarme solo por unos momentos para ir en busca de una silla de ruedas y lo riesgoso que esto podía ser o llevarme a rastras, que era lo más seguro para él. Pero de pronto me levanto en vilo con bastón y todo, había subestimado su enorme fuerza. Y conmigo en brazos camino hasta la habitación, debía estar acostumbrado a todo esto porque apenas si se notaba un poco de tensión en los músculos de los brazos y el estómago, aparte de un delgado hilo de sudor que le resbalaba por las sienes. Sonreí sin querer, si Wilson viera esto, pondría su cara de niño asombrado y soltaría un ¡wow!; ¿este es el House que detesta cualquier tipo de ayuda?, yo mismo me sentía bastante incómodo, ¡que situación tan patética! Cuando llegamos a la habitación, me deposito suavemente sobre el piso mientras cogía el llavero de un bolsillo especial del uniforme. Intento volver a levantarme, pero está vez me negué, solo le extendí un brazo para poder ponerme de pie.
- ¿Qué fue eso Al?, podías haber ido por una silla, con este dolor no hubiera ido muy lejos. A veces soy muy venenoso, pero no estoy emparentado con ninguna serpiente.
- Disculpe... pero no soporto verlo sufrir, es usted muy orgulloso y finge para ocultar su agonía. Solo mientras tocaba el piano lo vi serenarse, se veía tan... - se callo repentinamente y me dio la espalda fingiendo ver por la mirilla - el doctor Stevens ya debe estar por llegar.
Stevens no tardo mucho en aparecer, saco de su bolsillo una pequeña jeringuilla y me la aplico por vía indovenosa.
- Es una dosis extra de metadona, podrás descansar tranquilo. Volveré a evaluar tu medicación, el dolor ya no debería ser tan agudo.
- Hay ratos en que casi no lo siento, pero luego vuelve a atormentarme - los ojos bondadosos de Stevens me observaron largamente, fue entonces que reparo en mi cabello.
- ¡Tú cabello!... ¿qué sucedió?
- La enfermera Raymond me ordeno que lo llevara con Felipe, al parecer él ya sabía lo que tenía que hacer - Warner había hablado por mí y no estaba seguro de si había sido lo más sensato..
- ¿Pero... con qué autorización se atreve a tomar desiciones sobre mis pacientes? Ella va a ser sancionada por esto. Permanece con él hasta que se duerma Warner.
Vimos retirarse al médico muy enojado rumbo a la sala de terapia, nada bueno se avizoraba para Raymond, pero a la larga tampoco para mi.
- Albert, quizá no debiste mencionar esa última frase, eso de: "él ya sabía lo que tenía que hacer". No le agrado en absoluto a esa bruja. Bueno, en realidad no le agrado a nadie, y eso no me importa, pero con ella es distinto. Su disciplina, sus reglas, su exacerbada puntualidad... es como, como mi padre. Era un hombre incapaz de admitir un punto de vista que no fuera el suyo, castigaba el fallo implacable. Era militar, veía su trabajo como una especie de misión sagrada, más importante que cualquier relación personal. Soy lo que soy gracias a él, para bien o para mal.
- ¿Y dónde está él ahora?
Hace unos meses que murió; me resistía a ir a su funeral, tuvieron que drogarme para obligarme a asistir, y aún así me valí de mil tretas para no llegar. Wilson, me llevó pese a todo; pero aproveche las circunstancias para hacer una prueba de ADN y resultó lo que siempre sospeché, él no era mi padre biológico. Pero ese hecho no cambio nada, creo que fue eso lo me entristeció. Vivía criticándome, nada de lo que hacía era lo suficientemente bueno. Tenía esa moralidad enfermiza de no mentir jamás. Me pase la vida deseando escucharle decir: "tenías razón, hiciste lo correcto" - las lágrimas a mi pesar empezaron a inundar mis ojos y correr por mis mejillas.
- No todas las personas tienen las cualidades para ser buenos padres, hay quienes ni siquiera debían serlo. Además, no es cierto eso que dice que no le agrada a nadie; le cae bien a Jhonny y creo que empieza a simpatizarles a algunos pacientes también; y al doctor Stevens y a su amigo que lo trajo aquí. De seguro que hay gente en el Princenton a la que también le importa. A mí también me agrada y me importa.
- Apenas me conoces Albert, ¿qué sabes tú de mí? A menudo puedo ser cruel. Alguien me dijo que todo el que se acerca a mi sale lastimado.

"Nadie sabe lo que es ser el hombre malo, ser el hombre triste detrás de unos ojos azules. Y nadie sabe lo que es ser odiado, lo que es estar marchito y decir solo mentiras... Nadie se traga así su ira, nada de mi dolor y sufrimiento pueden desvanecerse... Nadie sabe lo que es estar derrotado detrás de unos ojos tristes" 2

- ¡Usted no es malo, no lo es! Ya le dije que llevo mucho tiempo aquí y he visto pasar toda clase de casos; algunos tan espantosos que quisiera poder bloquearlos de mi memoria. Sé hasta donde puede descender un ser humano... hasta convertirse en una fiera, no, peor aún, los animales matan por instinto; ya sea por alimento, por defenderse o por supervivencia. Pero estos hombres mataban por placer, en ellos no había el más mínimo sentimiento de culpa ni remordimiento... esos están confinados en unas celdas especiales de donde no saldrán jamás.
- Albert, la verdadera maldad está en aquel que es capaz de discernir entre el bien y el mal y optan por lo segundo, son perfectamente responsables de lo que hacen. Los hombres que mencionas deben tener alguna disfunción cerebral, carecen de consciencia.
- Entiende cuando le dije por qué quería que este a mi cargo. Yo quiero aprender, entender.
- Sí, si Albert, te enseñare lo que quieras... pero ahora no, me estoy durmiendo. Dime, ¿cuándo podré ver a alguien de afuera? - le digo con la lengua pastosa por efecto del medicamento.
- En una semana, es lo aconsejable. ¿Quiere ver a alguien en especial? - me dice, y noto como si su voz sonara decepcionada.
- Eh... sí, extraño al idiota de Wilson... lo extraño... mucho, sabes, él es mi consciencia... a menudo irritante, pero no puedo vivir sin... él, es decir ella. Hasta otro día Al... - las palabras me salen arrastradas y ya no sé muy bien lo qué estoy diciendo.
- Hasta mañana doctor House... Greg.
Me pareció escuchar que me llamó por mi nombre, pero está bien, así esta bien.

Así, dormido, vuelve a tener la misma expresión que cuando tocaba el piano. Desaparecen las arrugas de su frente, sus mejillas se iluminan y algo cercano a una sonrisa se dibuja en sus labios. Duerme tranquilo amigo mío, que yo velaré tu sueño y mientras estés conmigo, nadie volverá a hacerte daño. Quisiera abrazarte y borrar esos rastros de lágrimas con ternura, pero debo frenar mis impulsos, si les doy rienda suelta, te perdería, lo sé bien.

La alarma suena de nuevo y yo me levanto como impulsado por un resorte, ya Stenvens debe haber hablado con la bruja esa, y no sé qué es lo que me espera. No deseo encender ni una pequeña chispa, ella es como un depósito de combustible y no tengo ganas de arder a su lado.
Me uno a la fila de zombis que marchan hacía las duchas, de sus brazos cuelgan toallas y en la mano llevan en pequeñas bolsas sus útiles de aseo. No me acostumbro a esto, no soporto sus miradas en mi muslo cuando finalmente me quedo desnudo. Me apresuro a meterme bajo el chorro tibio de la ducha y dejar que el agua corra por mi cuerpo. Hago un esfuerzo por olvidar que estoy aquí, por fingir que no siento sus ojos sobre mí, por olvidar que los enfermeros tampoco me quitan la mirada de encima. Soy el primero en salir y envolverme en la toalla para cubrirme. ¿Es que no hay un solo rincón donde poder tener un poco de intimidad?, debo sentarme resignado en una de las bancas y comenzar a vestirme - Eres el centro de atención, ¿es eso lo que tanto te gusta verdad? - Amber está de nuevo sentada a mi lado, jugueteando con el dije que pende de su cuello, lo reconozco, es aquel que llevaba en el accidente y me ayudo a identificarla - ¿lo recuerdas no es cierto?, es muy bonito - cierro los ojos y me pongo de pie de inmediato, quiero alejarme de ese lugar.
- Debe esperar al resto doctor House, todos deben salir juntos - me dice uno de los enfermeros, busco a Warner y lo veo apostado en la otra esquina.
- ¿Y qué hago entre tanto... admirar la belleza de sus anatomías? ¡Que lástima deje mis lápices en la sala de terapia!, sino podría haber hecho unos bocetos estupendos.
- Mejor por qué no me cuenta lo que le sucedió en la pierna - me dice el hombre de uniforme blanco, con los ojos fijos en los míos, veo a Albert acercarse rápidamente hasta donde estamos.
- ¡Déjalo de mi cuenta Walt!, él está a mi cargo.
- No, no, Warner, ¿quiero saber cómo se hizo esa cosa horrenda que tiene en la pierna? Es repugnante.
Veo a Warner apretar los puños y agachar la mirada para que el otro no viera la rabia que había en ella. Era increíble el dominio sobre sí mismo que tenía.
- Walt, no te parece que te estas pasando de la raya, ¿quién te crees para hablarle así? No olvides quien es.
- ¿Y quién es? Un médico que no pudo lidiar con sus propias adicciones. Nada bueno he oído de él, todo lo describen como un...
- ¡Callate Walt!, una palabra más y te reporto con el doctor Stevens, sabes que tengo autoridad para hacerlo.
El otro hombre lo miró con una sonrisa extraña; no sabía si era desprecio, burla o como si supiera algo sobre Warner que yo ignoraba... pero intuía.
- Ya cálmate amigo, no molestaré más a tu "protegido".
- Ve a hacer lo que te corresponde, creo que ya todos han terminado. Yo me encargo de este grupo.
Fuimos saliendo escoltados por los enfermeros hacía nuestras habitaciones a dejar las cosas y cambiarnos, para luego volver a alinearnos y dirigirnos al comedor. Otra vez el desfile frente al encargado de llenarnos las bandejas, me senté lo más alejado de todos que pude, pero los oía cuchichear y mirar hacía donde yo estaba cada vez que pensaban que no estaba prestando atención. Ya no pude aguantar más aquel zumbido de voces a mi alrededor, arroje la bandeja con furia derramando todo su contenido por el limpio suelo. Todos se quedaron mudos.
- ¡Ya basta, ya basta!, tanto les importa lo que vieron en las duchas. Pues se lo debo a unos imbéciles que no pudieron diagnosticarme a tiempo, tres días de agonía, para después descubrir yo mismo lo que me ocurría. ¿El resultado?, lo que ya vieron... una obstrucción en la circulación, tejido necrozado que tuvieron que extirpar, hasta dejar este agujero... cómo lo llamaste Walt ¿repugnante? Yo nunca quise esto, pero alguien más decidió sobre mi propio cuerpo. Me convirtió en un tullido condenado de por vida al dolor. ¿Es suficiente?, ¿quieren también los pormenores?
Me deje caer sobre la silla, rendido, sin fuerzas; preguntándome por qué no morí aquella vez, por qué tenía que morir de a pocos día a día.
El silencio era total, parecía que hasta habían dejado de respirar. Cuando levanté la cabeza, solo algunos continuaban observándome; pero no era curiosidad lo que veía en sus ojos, era lástima... Oh, cuanto odiaba despertar ese sentimiento. En ese momento deseaba que un rayo los partiera a todos y me librara de ellos. Pero, dónde estaba Raymond, no recordaba haberla visto, ¿qué extraño?, cuanto hubiera gozado de el espectáculo. Se escuchó el timbre para ir a la sala de terapia grupal, veía como todos iban saliendo, pero yo me quede allí como si el rayo que invocaba me hubiera alcanzado a mí mismo. Todos salieron en silencio, solo Warner se quedo conmigo.
- ¡Vete Warner! no pienso ir a ninguna maldita terapia, no voy moverme de aquí, y ni se te ocurra tocarme porque lo vas a lamentar. ¿Y dónde esta esa perra de Raymond, por qué no está aquí para recitarme sus reglas y reírse de mi debilidad?
- El doctor Stevens la asignó a otra área por unos días como medida disciplinaria.
- ¿Ah sí? y a dónde la enviaron.
- Al área de pacientes con enfermedades crónicas agudas; paranoicos, esquizofrénicos, sicóticos.
- ¡Que lo disfrute!
Había estirado mi pierna derecha sobre otra de las sillas; mientras un hombre vestido de verde se encargaba de limpiar el desastre que había ocasionado.
Stevens no tardó en aparecer en escena, está vez no sonreía.
- Warner, ayuda a levantarse al doctor House y llévalo a la sala de terapia.
- Yo no voy a ningún lado.
- Vas a ir Greg, y quiero que lo hagas por tu propia voluntad, no me obligues a llevarte por la fuerza - su voz sonaba severa, pero su mirada estaba cargada de frustración. Comprendí que él en realidad no deseaba forzarme a moverme, pero si cedía ahora perdería autoridad frente a los otros pacientes.
- Ayúdame Al, debo ir a la sala de terapia.
Elliot Stevens me sonrió, puso una de sus manos sobre mi hombro y me lo oprimió suavemente.
- Bien Greg - se dio la vuelta satisfecho de haberme echo entrar en razón... ¿yo estaba entrando en razón?, estaba más loco de lo que pensaba.
- Ni se te ocurra llevarme en brazos, no soy tu novia.
- Dios me libre de tener una chica parecida a usted. Vamos a ver, dónde fue a parar ese bastón suyo... ¡aquí está!, ahora apóyese en el y pase su otro brazo por mis hombros, eso es - sentía que me apretaba contra su cuerpo más de lo necesario, por un momento su mano sobre mi cintura se movió como una caricia; instintivamente quise apartarme.
- Ya está firme, ahora puede caminar solo - me dijo soltándome de inmediato.
Luego del incidente que provoque, los días transcurrieron tranquilos. Las horas "de recreo" antes del almuerzo las pasaba con Jhonny y otros tres tipos más que se habían convertido en... ¿mi nuevo equipo? Me entretenía buscando similitudes entre estos hombres y la gente del Princenton. Jhonny, era un peluche dulce y tierno; Mark, siempre me llevaba la contraría en todo, era un hombre muy inteligente; Luke me respetaba pero no aceptaba ciegamente todo cuanto decía y finalmente estaba Ross, era el único que no entendía la razón por la que estaba a mi lado, parecía que estaba allí porque simplemente no sabía dónde más estar.
Durante las horas de terapia ocupacional seguía tocando el piano, a veces dejaba de lado los clásicos, y me lanzaba con una pieza de jazz o atendía algún pedido. Después me apartaba un rato para ponerme a trabajar, cuando todos me veían inclinado sobre una de las mesas haciendo dibujos y escribiendo; dejaban de prestarme atención. Solo Jhonny nunca me dejaba tranquilo, estaba todo el tiempo preguntándome qué era esto o aquello, muchas veces lo mandaba al diablo, pero él ni se inmutaba y seguía arrodillado sobre la silla, con los codos apoyados sobre la mesa; alternando sus bonitos ojos entre mis dibujos y yo - Bien Jhonny, te dejo que te quedes, pero con una condición - le dije uno de esos días. Sus ojos de turquesa se abrieron felices y simplemente me dijo - ¡yo hago lo que quieras! - ten cuidado con lo que dices niño idiota, no vuelvas a repetirle eso a nadie - Bajo los ojos avergonzado y asintió con la cabeza - No, eso no me basta, quiero escuchártelo decir - le dije con cierta energía - No le diré a nadie eso que te dije - Perfecto, mi condición es que cuando me veas trabajando, solo... ¡callate por dios!
Y así lo hizo, pero cuando no estábamos allí seguía parloteando y riendo como un verdadero "pájaro loco". Los papeles en los que trabajaba, eran las lecciones para Warner; le hacía los esquemas y las explicaciones de las diferentes partes del cerebro y cómo funcionaban. El las estudiaba y luego en las noches se quedaba conmigo en mi habitación para repasar lo aprendido. Era un excelente alumno, aprendía rápido y aguantaba mis sarcasmos sin chistar.
Me sentía mejor, solo que mañana regresaba Raymond a su puesto. Detesto admitirlo, pero aquella mujer me inspiraba miedo. Tenía cierto poder en el hospital y yo estaba seguro que lo usaría en mi contra a la menor provocación. Debía estar ansiosa por vengarse de mí, y la venganza en una mujer como ella debía ser devastadora.
Me había largado lo más pronto posible de mi casa por causa de mi padre, pero de aquí, de aquí... no podría huir.
Estabamos en mi habitación con Warner aclarándole algunos puntos que se le dificultaba aprender, de pronto guardo todos sus apuntes.
- ¿Qué pasa, ya estas cansado?
- Mañana en la tarde regresa la enfermera Raymond.
- Lo sé
- Mañana es sábado, ya se cumplió una semana de tu internamiento. Podrás recibir visitas.
- También sé eso, pero cuál es el problema, nadie va a venir a visitarme. Desde que Wilson me dejo aquí, no le ha importado saber más de mi, así que dudo que venga a verme.
- No es correcto lo que dices.
- ¿A qué te refieres?
- Wilson ha llamado todos los días al doctor Stevens preguntando por ti. Y más de una vez le ha pedido que lo dejará venir a verte. Así que estoy seguro que lo verás mañana.
Algo debió ver en mi mirada, en mi rostro, no sé. Pero observe el suyo ensombrecerse.
- Por qué has esperado hasta ahora para decírmelo. Warner, tú y Jhonny tienen su "estrella" en mi listado.
- Pero Wilson es distinto ¿verdad?
- Wilson es mi amigo por más de diez años, claro que es distinto. Juntos hemos pasado muchas cosas y no tienes idea la cantidad de veces que he puesto su amistad a prueba y siempre me ha sido incondicional.
- Y nunca te has preguntado si lo que él siente por tí es más profundo que solo amistad.
Me dejo helado, cómo este hombre había podido ver tanto. De qué forma había dado con ese pensamiento que siempre tuve en mi mente, pero que me asustaba llevar al plano consciente.
- ¿Por qué dices eso, es una tontería?
- No lo es, y sabes porque entiendo a Wilson, pues por la simple razón que yo siento lo mismo que él. Estaría dispuesto a hacer cualquier sacrificio por ti - y pasando de las palabras a los hechos, me tomo con fuerza por la cintura y apretó sus labios contra los míos; en un beso posesivo y delicado a la vez. Me debatí entre sus brazos hasta que logré soltarme, sin pensarlo mi puño fue a estrellarse en su rostro, solo cuando le vi sangrar recuperé la cordura. El había sacado un pañuelo y se limpiaba la sangre de los labios. Yo no estaba acostumbrado a estas situaciones, nunca he sabido cómo manejar los sentimientos. No sabía qué debía decir.
- Supongo que está es la última clase.
- Te seguiré dando los esquemas y las anotaciones.
- Ya no será igual.
- No, ya no podrá ser igual.
- He cometido una gran estupidez. Pero toda acción tiene una consecuencia, ¿no es cierto?
- Es cierto.
- El que no puedas corresponderme no significa que pueda olvidar lo que siento.

Se acosto y no dijo una palabra más. En sus ojos no había repulsión ni burla; solo una cierta tristeza, como cuando un objeto que no es preciado se estropea. Se quedo con la mirada clavada en la pared de enfrente, ni siquiera se movió cuando me escucho cerrar la puerta. En qué piensas ahora Greg, en ese amigo sin cuya presencia no sabes vivir; en las horas que te esperan cuando vuelva la maldita Raymond; en lo que ha ocurrido entre nosotros. Debes estar pensando en todo ahora, que revoltijo debes tener dentro de la cabeza. Igual estaré siempre a tu lado para cuidarte... aunque sea para él.

1.Maelstrom: Gran torbellino formado por corrientes y contracorrientes de gran oleaje, que se halla en las costas meriodionales del archipiélago noruego de las islas Lofoten en la provincia de Nordland. Poe y Verne lo describen como un gigantesco vórtice circular que llega hasta el fondo del océano.
2. Fragmentos de la letra de "Behind blue eyes" de The Who

09 agosto, 2009

Inside II

Les pido que pongan la música antes de empezar el relato, es la Balada Nº 1 en sol menor, al parecer Chopin se inspiraba en los poemas del escritor polaco Adam Mickiewicz para componer sus baladas. Está es una de las más hermosas.

Pareciera que mis pies se hubieran clavado al césped, soy incapaz de moverme. Se ha detenido a mirarme antes de que la puerta se cerrara y su rostro desencajado desapareciera tras ella - amigo mío, está vez tienes que lograrlo... si tuvieras una idea de lo que ahora siento, quiero estar a solas y poder desahogarme. Nadie tuvo la fuerza de detener esto a tiempo, ni siquiera yo.

El frío empieza a colarse por mi delgado abrigo, miró por última vez la puerta y me subo al auto, aprieto contra mi pecho las pocas pertenencias que dejaste a mi cuidado. Las voy repasando como si nunca antes las hubiera visto... tu billetera ya ajada de tanto uso, el reloj que ahora valoras tanto porque te lo regalo Kutner, y el celular... yo soy tu primer número. Aún conservan tu aroma, no es nada definido, no es un perfume... es simplemente tu esencia; intensa, dulce y fuerte.
No tengo ningún deseo de volver al hospital, además eso debe estar casi desierto, todos deben estar en la recepción del matrimonio de Chase y Cameron. Solo quiero llegar a mi departamento... "es el atardecer del día, quizá vea muchos rostros sonrientes, pero no por mí, estoy aquí sentado mientras las lágrimas caen. Quisiera escuchar las risas, pero todo lo que escucho es la lluvia cayendo sobre la tierra. Para nadie parecen haber cambiado las cosas, solo para ti y para mí. Estoy aquí sentado mirando mientras caen las lágrimas"
Llego a mi departamento, solo deseo acostarme y llorar, y lloro como hacía muchos años no la hacía. Lloro de miedo, porque me asusta que pierdas esa mente brillante; lloro porque espero no estarme equivocando; lloro porque me aterra que alguien pueda lastimarte. Lloro porque a estas horas estarías molestando para que te invite a cenar, lloro porque no sé quién va a rescatarme ahora de está soledad, quién me hará reír y rabiar a la vez; quién va a hacerme sentir escrupuloso y sin prejuicio alguno, decepcionado y orgulloso... y finalmente lloro porque te quiero.
El día me encuentra fatigado, no he dormido nada. Me ducho, me visto, me peino, todo igual que siempre y diferente, porque cuando llegue al hospital no veré a tú equipo pasándose los expedientes con el caso del día e impacientándose con tu eterna impuntualidad; ni escuchare la voz de Cuddy riñéndote para que hagas tus horas de clínica; ni tendré que detener mis consultas porque apareces como un torbellino en mi oficina, sin importarte si tengo pacientes o no.
Cuddy parece estar esperándome impaciente, en cuanto me ve me pide que vaya a su oficina. La observó detenidamente, luce abatida y en sus grandes ojos azules están estampadas la ansiedad y la tristeza.
- ¿Cómo lo tomo, cómo está? - me pregunta apenas cerramos la puerta apretándome el brazo sin darse cuenta.
- Lo deje en el Mayfield, bajo el cuidado de Stevens... no sé mas Cuddy. No te preocupes estaré al pendiente de él, llamaré a mi ex-profesor a diario para saber cómo le va.
Su mirada se pierde por unos instantes en los médicos, en las enfermeras, en los pacientes, en las personas que entran y salen del hospital.
- Y a ellos, ¿qué les diremos a ellos?
- No creo que lo echen mucho en falta.
- Oh no Wilson, House no es alguien que pasa desapercibido y su ausencia les agrade o no, la van a notar.
- ¡No sé Cuddy, no sé! ni siquiera yo mismo termino de asimilarlo todavía.
Recuerdo haberla visto así solo en dos ocasiones; aquella en que House le dijo esas terribles palabras: "que bueno que no fueras madre porque lo harías pésimamente" y cuando al final la joven que le daría a su hijo en adopción desistió de hacerlo. Le cojo una mano en simpatía y ella la toma entre las suyas y las apoya sobre su frente. Cuddy, tú estas sufriendo como yo, ahora puedo entenderlo.
- Taub, Foreman y Hadley ya están en su consultorio esperándolo. Hoy ingreso un niño de catorce años con convulsiones y pérdidas temporales de consciencia...
- Foreman podrá resolverlo, ha trabajado el suficiente tiempo con House, el resto del equipo le tiene cierto respeto, además Taub y Hadley son excelentes médicos.
- ¿Y si no pueden?, qué será de ese muchacho, ¿lo dejaremos morir? Sabes, estoy pensando en reforzar el equipo, hacer que Cameron y Chase vuelvan, o al menos Cameron, ella podrá ser el equilibrio que Foreman necesita.
- Tal vez sea una buena idea.
- Por el momento les diré que lo he suspendido temporalmente como una medida disciplinaria por su comportamiento... luego, luego, ya inventaremos en el camino.
La vi arreglarse la ropa, curiosamente no era tan sexy como la que siempre solía llevar y salir rumbo al departamento de Diagnósticos.
- Cuddy, espera... ve al tocador, no puedes ir con esa cara a hablar con el equipo
- La tuya no luce de lo mejor tampoco.
Nos sonreímos unos instantes y luego me doy la vuelta para empezar a trabajar.... ¿podría hacerlo?, no, ¡tenía que hacerlo!, como médico tengo mis deberes para con mis pacientes. Todo debía seguir su curso normal.
Casi al anochecer me vuelvo a reunir con Cuddy, la veo más cansada aún que en la mañana, mirar su rostro es como ver el reflejo del mío en él.
- ¿Y qué tal te fue con los chicos?
- Pareció no sorprenderles demasiado. Les dije que temporalmente Foreman estaría a cargo, pero solo eso, no pienso darle el puesto de House. Han empezado con el tratamiento, espero por el bien de todos que resulte el adecuado. Convoque también a la Junta del hospital para comunicarles la medida, sé que está debió ponerse a votación, pero les dije que por ser de índole personal la ofensa, tome la desición por mi cuenta. Nadie dijo una sola palabra en defensa suya.
Parecía ofendida - Cuddy, sabíamos que sería así, House no es muy popular que digamos, pero más pronto de lo que piensan empezaran a sentir su ausencia - le dije para consolarla y consolarme a mí mismo.
- Ya me voy a casa Wilson, tengo que ver a Rachel, ya casi es hora de que se marche la niñera. Además siento que no puedo dar un paso más. Por favor avísame si sabes algo de él, por favor.
- Ve con Rachel, yo voy a terminar de firmar unos papeles y me iré también. Apenas hable con Stevens te llamo, ¿de acuerdo?
-¡De acuerdo! - me asustaba mirarla a los ojos.
Regrese a mi consultorio y tome el teléfono, los expedientes podían esperar, no había nada urgente, la rutina de siempre.
- Hospital Psiquiátrico Mayfield
- Buenas noches, por favor me comunica con el Dr. Elliot Stevens.
- Un momento por favor, voy a confirmar si todavía está en su oficina, a quién debo anunciar.
- Dígale que lo llama el Dr. James Wilson.
- ¿James?
- Sí, soy yo doctor Stevens.
- Ha pasado unas horas difíciles, pero ahora ya está mejor. Hace poco fui a verle y duerme tranquilamente. No te tortures más James, has hecho lo mejor para él... además tiene su lado divertido, me ha hecho reír después de mucho tiempo.
- Sí, al principio es así, luego querrá lanzarlo por alguna ventana - sonreí aliviado, House seguía siendo House.
- Yo te llamaré si ocurre algo importante, confía en mí.
- Por eso está allá, porque confío en usted. Hasta pronto Dr. Stevens.
- Buenas noches James.
Firme los expedientes y se los entregue a Brenda, ella se me quedo mirando unos instantes, como si quisiera preguntarme algo y no se atreviera, finalmente dio un suspiro y me dijo - Dr. Wilson, ¿es cierto eso que circula por allí, que la Dra. Cuddy ha suspendido al Dr. House? - la debo haber mirado de una forma extraña, porque la ví sonrojarse y comenzar a repasar los expedientes con incomodidad.
- ¿Por qué quieres saberlo Brenda?, me imagino que para ti debe ser un alivio descansar de sus malcriadeces por un tiempo. ¡Sí, está suspendido!
No espere ninguna respuesta, le di la espalda y salí, afuera hacía un frío que calaba hasta el alma; me ceñí con más fuerza el abrigo que llevaba y corrí hasta mi auto. Que agradable se estaba allí dentro con la calefacción puesta casi al máximo. Saque un frasco amarillo de mi bolsillo y lo agite como House solía hacerlo, le había pedido a Cuddy que me hiciera una receta para unos somníferos suaves. Hoy quería dormir, necesitaba dormir.
Cuando llegue a casa, me preparé algo ligero y me acosté al instante. Tomé el frasco y saque una de las pequeñas pastillas y la trague sin agua. Pero mientras hacía su efecto no podía evitar que ese pensamiento que había estado evitando volviera a atormentarme. En este juego yo era el gran perdedor; ahora sabía con certeza que Cuddy amaba a House, y este aunque se lo negara concientemente, en el fondo la amaba también... y yo, dónde quedaba yo en está especie de triángulo no premeditado. No tenía más cartas que jugar, las había agotado todas a lo largo de estos diez años de conocerlo. Ella había vencido. Yo siempre sería "su mejor amigo", su único amigo en realidad... pero hacía mucho que mis sentimientos habían sobrepasado a los de la amistad - House... Greg, ¿qué hago ahora con este sentimiento, qué hago con este amor?


Escucho una especie de alarma, me imagino que ha de ser la indicación para que nos levantemos, los seguros se abren automáticamente para dejarnos salir. Hace mucho frío y estoy tan cómodo aquí que no pienso moverme a tomar ninguna ducha. De pronto me despierto sobresaltado - Hey, hey jefe ¿hasta que hora piensas dormir?, todos están ya rumbo a las duchas... mmm, esto no le va a gustar a la Srta. Raymond - Enfoco la mirada y veo inclinado sobre mí el rostro de Amber, casi me parece sentir el roce de su cabello en mi rostro de tan vívida que es la alucinación. La veo incorporarse de pronto y ponerse a un costado de mi cama. - Es ella, y viene por ti - me murmura risueña. Es cierto, a los pocos segundos siento la llave sobre la cerradura. Allí está la mujer delante de mí, erguida, pulcra, con esa sonrisa que empiezo a detestar.
- Dr. House, creo haberle dejado las reglas del hospital muy claras ayer.
- Sip, pero hace tanto frío y se está tan calentito aquí... lástima que la cama sea tan pequeña, sino la invitaría a que lo constate por sí misma - la sonrisa se le congelo en los labios.
- Ya déjese de hablar tonterías y levántese de una buena vez, por su culpa se va a retrasar el horario de las terapias. Es usted el nuevo aquí, y por lo general los recién admitidos son los que inician la charla.
- Ayyy, que lástima, nunca me ha gustado hablar frente al público y menos aún de mis intimidades, sabe, soy muy tímido. Nadie allí me conoce, así que les dará igual que este o no presente.
- Todos saben cuando llega un paciente nuevo. Y usted debe estar ahí... ¿entiende? - a duras penas conseguía disimular la expresión de fastidio de su rostro.
- Cierre la puerta cuando salga, se está colando el aire helado de afuera - eso es, sácala de sus casillas, bien, lo estas haciendo bien - me dice Amber que continua apoyada en la pared tocándose la punta de los dedos como si aplaudiera.
- Dr. House, aquí no tiene privilegios, este no es el Princenton donde usted hacía lo que le venía en gana. ¡Levántese ya!, mire podemos hacer las cosas tranquilamente o si desea puedo llamar en este instante a los enfermeros para que lo lleven a las duchas.
- Mmmm, no me parece buena idea, hace tiempo que no participo en orgías y estoy un poco fuera de forma. Además hoy no es mi día de putas - ella abrió los ojos sorprendida, tenía las mejillas encendidas.
No estaba de humor para entablar una lucha corporal con nadie, así que me levante tranquilamente, tome mis útiles de aseo, mi bastón y me fui caminando por el pasillo hasta los baños. Sabía que seguía allí de pie, casi podía sentir su mirada en mi espalda como dos hierros candentes.
Me duche con calma, como si estuviera en mi propia casa, incluso empecé a tararear una melodía; de pronto escuche unos tacones resonando sobre las losetas del baño, resonaban como si el edificio entero hiciera eco de ellos. Igual que Warner su mirada fue a clavarse en mi muslo, pero en sus ojos no había esa especie de lástima que vi en los del enfermero; en ellos había una curiosidad morbosa, como la de un niño cruel que tortura por placer una infeliz mariposa. Sentí un escalofrío recorrerme y no pude evitar estremecerme. Cogí la toalla y me cubrí de inmediato.
- ¡Vaya, no sabía que era usted vouyerista! creo que si me deja solo terminaré más pronto.
- ¡Salga de ahí de inmediato y vístase! no me moveré de aquí hasta dejarlo en la sala de terapia.
No quería mostrarme débil, no debía mostrarme débil; pero un pudor como no había sentido desde que... ya no lo recuerdo, ¿desde que hice el amor por primera vez? se apodero de mí por completo. Amber estaba sentada en la misma banca en que yo había estado ayer - vamos, ¿tú crees que puedes engañarla?, esa mirada te ha trastornado ¿verdad?. Lástima que no tengan pizarras aquí ni marcadores, de lo contrario le marcaría un punto a la Srta. Raymond - la miro con los ojos llenos de rabia, pero consigo serenarme y llego cojeando hasta la banca, la rubia se mueve como para hacerme espacio. Me visto todo lo rápido que me es posible, no porque me importen sus malditos reglamentos sino porque no soporto sus ojos de vidrio sobre mí.
- Bien, ya estoy listo. Supongo que podré comer algo antes.
- La hora del desayuno ya terminó, tendrá que esperar hasta el almuerzo. ¡Sígame!
Mi puño aprieta con fuerza el mango de mi bastón, que ganas tengo de darle un bastonazo a la bruja Raymond. La sigo en silencio, me lleva hasta una sala con algunos cuadros sobre las paredes y grandes ventanas enrejadas. Las sillas están ordenadas en media luna y sobre cada de ellas un tipo; catorce pares de ojos se vuelven hacía mí cuando entró. Hay cuatro hombres de blanco, apostados uno en cada esquina de la habitación, reconozco a Warner entre ellos. El Dr. Stevens se levanta a recibirme.
- El es nuestro nuevo integrante, su nombre es Gregory House, pero no creo que le moleste que le llamemos Greg, ¿verdad? Puedes ir a tomar asiento.
- Soy médico también, Dr. Gregory House especialista en diagnósticos, y no, no me importa pueden llamarme como les venga en gana.
Observo atentamente a Stevens, le veo cerrar los ojos por unos segundos y mover ligeramente la cabeza como desaprobando lo que había dicho.
- Bien, Greg, ¿quieres hablar de las razón por la que estas aquí?
- Digamos que soy una versión del niño de "El sexto sentido", bueno, para los que no saben de lo que hablo... veo gente muerta.
Todos me miraron con una mezcla de asombro unos y miedo otros, los tenía pendientes de cada palabra que salía de mi boca.
- Casi siempre es una rubia perversa que me culpa de su muerte (escucho algunas risitas apagadas a mí alrededor), y solo a veces alguien que no me culpa de nada - ahora había entrado en un terreno en el que no podía hacer uso de mi cinismo, yo solo me estaba torturando - soy yo quien... Bueno, fin de la historia. Ah, el doctor debe estar esperando que les diga que el vicodin y yo somos pareja desde hace varios años, siempre hemos vivido en la más absoluta armonía, hasta que mi amado saco los colmillos y las garras. Es una lástima, el amor eterno no existe.
Otro timbre resuena, debe ser el de la "hora de recreo", suspiró aliviado. Me dispongo a levantarme para ir al patio para despabilarme un poco y olvidar que me estoy muriendo de hambre. Pero siento una mano sobre mi hombro, una presión suave, pero que parece aplastarme sobre la silla.
- Ud. no Dr. House, solo serán unos minutos, después podrá reunirse con los demás. Warner, lleve al paciente con Felipe. Ese cabello suyo luce muy mal, ¿es que usted nunca se peina?, ya le pondremos remedio a eso.
Warner me toma por un brazo suavemente, pero me resisto a moverme.
- Me gusta mi cabello tal como está, nadie va a tocarlo... ¡nadie! - empiezo a debatirme por tratar de soltarme de Warner que ahora me tiene sujeto de los dos brazos - el enfermero se acerca a mi oído y me susurra unas palabras que apenas puedo escuchar: "por favor no se resista, será peor".
Sus palabras parecen calmarme, sigo forcejeando un rato y después me dejo conducir por Warner.
- ¿Quién es Felipe, a dónde me llevas?
- Es un viejo mexicano, creo que trabaja aquí desde toda su vida, el está encargado de la segunda sala de aseo, es decir, se encarga de los cortes de pelo, afeitadas y esas cosas.
Llegamos a un salón lleno de esas sillas que usan en las peluquerías, al frente hay un estante enorme repleto de frascos, peines, rasuradoras, por supuesto ninguna tijera a la vista. Felipe es un hombrecito moreno, su rostro parece una máscara; en él no hay expresión alguna... quizá solo un infinito hastío.
- Siéntese en esa silla señor - me dice sin mirarme.
- ¿Cómo estas Felipe?, no lo cortes mucho, ¿podrás hacerme ese favor? - le digo en perfecto español.
Su rostro de piedra se vuelve hacía mí y me mira asombrado.
- Hace tanto que no escucho mi lengua que pensé que la había olvidado.
- Nada se olvida Felipe, nada de lo que es importante.
Warner nos mira impaciente a uno y otro, le preocupa no entender lo que estamos diciendo.
Felipe coge la rasuradora y me mira largamente - lo siento señor, pero debo cortar mucho, son órdenes - ahora vuelve a hablar en inglés.
- Has lo que tengas que hacer Felipe.
Veo mi cabello caer sobre el piso. No hay un maldito espejo por ningún sitio, de pronto Felipe se detiene - ¡ya es suficiente, con eso es suficiente! - me sacude con una escobilla los cabellos que han quedado sobre mis hombros.
- ¿No tienes un espejo Felipe, quiero verme?
- Aquí no hay espejos señor, a veces los espejos no son buenos - me vuelve a hablar en español - ha sido bueno recordar, cuando lo escuche por unos instantes regrese a mi tierra, volví a ver a mi gente... ya no importa, eso ya está tan lejos.
Me lleve las manos a la cabeza, casi no podía sentir cabello sobre ella. Apreté mis manos sobre mis ojos con fuerza; ojalá estuviera en otra de mis alucinaciones, pero esto era brutalmente real.
- Adiós Felipe.
- Adiós señor.
Warner me lleva hasta el patio. Algunos trotan por ahí, otros juegan al baloncesto, otros hacen planchas y estiramientos como si entrenaran para un gran juego. Veo al enfermero alejarse y lanzar sobre mi regazo una pequeña bolsa de papel, la abro, son unas donas que devoro al instante. Cuando termino me quita la bolsa y la arruga para guardarla en uno de sus bolsillos.
- Póngase esto, hace mucho frío hoy - me extiende una gorra que enseguida me encasqueto hasta los ojos.
- Gracias... gracias Warner, ¿pero cuál es tu nombre?
- Albert, pero Al está bien.
Finalmente llega la hora de almorzar, me pongo en la fila, cojo mi bandeja y espero a que me la llenen, me voy a cualquier mesa que veo libre y comienzo a comer con rapidez. La comida es bastante aceptable, pero así hubiera sido pésima igual me la habría tragado sin chistar. Un muchacho se acerca a mi mesa y se sienta frente a mí. Lo observó por unos segundos, debe tener unos veinte años, su cabello oscuro contrasta con el verde de sus ojos. Veo sus antebrazos plagados de infinitos pinchazos.
- ¿Quieres charlar? me llamo Jhonny, llevo apenas dos días aquí.
- Amiguito, lo único que quiero ahora es comer. La... la Srta. Raymond me dejo sin desayuno por levantarme tarde.
- ¿Quieres algo de lo mío?, las medicinas que me están dando me quitan el apetito.
- No, cuando quiera de tu comida te la robare, no te la pediré. Afuera tengo un amigo que siempre se dejaba robar la comida o me la pagaba.
- Después del almuerzo tenemos un par de horas libres y podremos charlar.
- Hoy no amiguito, hoy quiero estar a solas. Pero me caes bien, tienes la misma mirada de alguien que conozco.
- ¿Tu amigo que te paga la comida?
- No, él tiene ojos oscuros, son como lo de...
Otro timbre nos anuncia que el almuerzo ha concluido, el chico se levanta y me sonríe yo le sonrió también, se ve tan frágil, tan ingenuo.
Siempre están los enfermeros a nuestro alrededor, con los ojos fijos en nosotros, en todos y en ninguno. Me quedo sentado en una de las bancas del patio, no quiero pensar, no quiero ver esa cerca que me aísla del mundo, no quiero este cielo gris, no quiero estas absurdas reglas, ni a esa mujer martirizándome.
Por fin nos llevan a la sala de "terapia ocupacional"... dios, el piano está allí, a un costado de la sala; de un marrón claro y reluciente. Busco a Stevens con la mirada.
- Creo que solo hace falta que lo afines.
No le contesto pero le sonrió agradecido. Tomo asiento en el banquillo, paseo mis dedos por el teclado por el tiempo que ha estado en desuso es evidente que esta desafinado. Cierro la tapa desilusionado.
-¿Qué pasa Greg?
- Necesito mínimo una llave para afinar y un diapasón.
- Espera... recuerdo que el piano tenía una especie de cajoncito... por aquí, eso es, aquí está. ¿Esto te sirve?
No puedo creerlo es una llave de afinar, no es de boquillas intercambiables pero me ayudara mucho, y un diapasón de La de 440 hz, lo demas, las cuñas las puedo improvisar. Todos han hecho un corro frente a mí, me ven trabajar sobre las cuerdas; logro que la nota La de la cuarta octava vibre a los 440 hertz, despliego el temperamento en una o dos octavas centrales y de allí sigo con el resto del teclado. Está finalmente listo, dejo mis manos sobre mi regazo, busco disimuladamente a Warner con la mirada y la encuentro clavada en mí, le hago un gesto casi imperceptible, pero que él capta al instante. Voy a cumplir mi promesa de anoche.