Estoy a un costado de tu cama, solo sé que es un motel, en algún lugar lejano, no es importante dónde estamos, solo sé que tu deseabas estar aquí.
Sostengo tu mano todavía tibia entre las mías, tus ojos están cerrados. Hora de la muerte: 2:30 a.m. Las lágrimas se escapan de mis ojos sin cesar, por primera vez soy libre para expresar todo mi dolor, este dolor que acalle para no aumentar el tuyo. Por una vez en mi vida antepuse los sentimientos de alguien a los míos, abandone mi egoísmo habitual para hacerte feliz a ti, mi único y querido amigo, mi Jimmy. Puedo gritar y maldecir con todas mis fuerzas, primero porque aquí nadie va a escucharme y segundo porque estoy muerto y los muertos no lloran. Nunca antes había sentido esto, yo que soy un conocedor perfecto del dolor, un bastardo que saco cita con la muerte más veces de las que puedo recordar; y sin embargo no recuerdo haber experimentado antes esto que siento ahora... es como si algo se hubiera roto dentro de mí y los trozos de esa ruptura continuaran rasgando y lacerando todo a su paso hasta quitarme el aliento.
A pesar de que hacía ya un mes que no podías levantarte de esa cama, todavía estabas allí. Todavía podías seguir mis más absurdos razonamientos, todavía podía ver tus pálidos labios curvarse en una sonrisa, sentir el calor de tu piel cuando te mudaba de ropa o te aseaba. Recuerdo que cuando empezamos esta aventura te dije que el cáncer era aburrido, no Wilson, eso no era cierto, solo lo dije para darte valor, pero sobre todo para darme yo mismo valor, porque esta maldita enfermedad puede ser cualquier cosa excepto aburrida. Es agobiante, te sorbe las fuerzas, te exprime las ganas de todo, pero sobretodo duele y debo decirte que ver tu dolor fue peor que el que experimente el día en que me extirparon parte del músculo de la pierna y ni todo el vicodín que durante todos estos años me metí en el organismo podía aliviarlo, porque eras tú quien te retorcías de dolor y eran tus ojos los me suplicaban alivio. Wilson la vida no es justa, de lo contrario no estarías tendido en esa cama. Quizá esa agonía debía haber sido reservada para mí. Yo el miserable drogadicto, el incapaz de preocuparse por los sentimientos de nadie, el razonador sin corazón, el manipulador sin escrúpulos... todo lo contrario a lo que eras tú. Si supieras, Wilson si supieras las veces que tuve que largarme al baño y morder una toalla para acallar mis sollozos, la visión de tus delgadas manos aferrándose a las sábanas, tus mandíbulas apretadas para acallar un grito... las dosis de morfina cada vez mayores, el saber que pronto ya no harían efecto. "Grita Wilson, grita cuanto quieras, aquí nadie podrá oírte", y entonces tu soltabas unos alaridos que aun resuenan en mis oídos y apretabas mi mano con tanta fuerza que luego me dejabas impresos surcos morados en ella. Y aún no era suficiente, porque con nada podré pagar lo que me diste, cada instante que me dedicaste desde que nos conocimos.
Un día no pudiste comer más por tu propia cuanta y tuve que conectarte a un equipo de venoclisis, estabas tan delgado que nadie hubiera podido reconocerte, el maldito cáncer se estaba llevando todo de a pocos; el cálido tono de tu piel, el brillo de tu cabello, los músculos de tu cuerpo, tus ganas de sonreír, de hablar, todo. Ya habíamos conversado sobre esto, cuando fuera insoportable, cuando respirar fuera una agonía y no una necesidad para vivir... entonces yo me encargaría de todo. Ese día llego hoy. Desde el atardecer gemías, porque estabas agotado incluso para gritar y tus ojos me miraban desde sus oscuras cuencas gritándome que ya era hora de dejarte partir... ya era hora, y yo no quería Wilson, no quería dejarte ir, de pronto no sé de donde sacaste fuerzas, tu mano alcanzo mi brazo y la dejaste allí. "Lo prometiste House, lo prometiste", aquella voz provenía de un lugar remoto, era ronca y profunda, no te reconocía en esa voz. Asentí con la cabeza porque me era imposible hablar, desprendí con suavidad tu mano de mi brazo y prepare las inyecciones. Una dosis letal de morfina y toda esta agonía terminarían.
Allí estaba yo, con las jeringas listas alineadas sobre la sábana, parecían un pelotón de fusilamiento con las escopetas listas para actuar en cuanto escucharan la orden: "Apunten, fuego". Las coloque una a una por la vía, tus párpados se fueron cerrando poco a poco, algo parecido a una sonrisa, quiero creer que eso es lo que fue, curvo tus labios... aplique el estetoscopio a tu pecho... ¡tu corazón había dejado de latir! y el mío pronto lo hará también. Antes de partir en este viaje que nos condujo hasta aquí, tu dijiste que no había regreso después de esto... es cierto Wilson, ya no hay regreso, pero antes debo llevarte a algún lugar donde puedan encontrarte, tú no te mereces pudrirte en un sitio sin nombre. Tú te mereces el mejor de los funerales, con muchas personas, al lado de todos los que te amaban. La capilla estará colmada, no habrá espacio para tantas flores. Cuantos lloraran tu partida, porque nadie tiene más derecho que tú a ser llorado, fuiste un hombre bueno y generoso James Wilson, el mejor que he conocido.
Es de madrugada y estamos de regreso en tu antigua oficina del Princenton Plainsboro, te acomodo con cuidado en tu antiguo sillón, ¿cómo logré entrar aquí?, soy House ¿recuerdas? y para mí hay pocas cosas que no pueda solucionar... una de esas es devolverte a la vida. Ahora ya debo irme mi querido Wilson, voy a hacer algo extraño, te voy a dar un beso suave es una de tus delgadas mejillas y luego me iré... ¡hasta siempre mi único y querido amigo!