30 noviembre, 2008

Una luz en la oscuridad

Green se levanto, y se dirigió a su mesa. Empezó a guardar en un maletín una amplia gama de artilugios. Y luego se volvió hacía mi y me observo con aquella mirada en la que sus escrúpulos y sus deseos parecían librar una lucha abrumadora. Por unos momentos sentí lástima de él, cuanta razón tenía Clare cuando me dijo que todo aquello era para mi amigo una agonía.
- Tom acompáñame, tenemos un día bastante largo por delante. Debemos ir a inspeccionar el lugar donde fue encontrado el último cuerpo; visitar las escuelas y conversar con maestros, alumnos, auxiliares, conserjes. Saber si alguno vio algún desconocido o algo inusual... y por último debemos hacer el trabajo más desagradable, visitar la morgue.
No hice ningún comentario de lo que había ocurrido entre nosotros hacía unos minutos, era inútil, solo lograría alejarlo más de mi lado. Lo único que podía hacer era apelar a toda mi paciencia, ¡paciencia!, ¡paciencia! Cómo tenerla ahora que había sentido su cuerpo sobre el mió y el sabor de sus labios. Me levante del sillón y tome mi maleta, me acomode un poco la arrugada camisa.
- Tengo todo listo, solo voy al baño a refrescarme la cara.
- No tardes, voy a sacar el auto de la cochera.
Cuando salí de la casa lo encontré esperándome, con las llaves puestas en el encendido.
- Vamos a un depósito en Lane, ya han andado por allí los agentes oficiales, forenses y demás; poco ha de ser lo que descubramos, pero siempre puede existir algún detalle que se les haya escapado.
Quería hacer un comentario, pero las palabras se negaban a salir de mi boca. Cómo podía besarme como lo hizo y luego seguir como si nada hubiera ocurrido.
- Franz, tú me...
- Ahora no Tom, te lo ruego, ahora no. Si no atrapamos a ese asesino quizá pronto tengamos otra muerte que lamentar y no quiero eso, pienso que tú tampoco.
Tardaríamos un par de horas en llegar hasta el lugar. El silencio se me hacía insoportable, me preguntaba si aquella idea de trabajar juntos funcionaría. En el hospital, aunque a menudo las consultas resultaban monótonas, por lo menos tenía tranquilidad. Pero el vernos a diario, casi las 24 horas del día. Ya no estaba seguro de poder soportarlo, además estaban aquellos arrebatos suyos que me llevaban a la locura para después arrojarme al abismo. El parecía adivinar lo que pasaba por mi mente
- Yo fui criado por un padre estricto; para él todo era blanco o negro, con duras reglas de las que no podía apartarme. Todo aquello me marcó profundamente. Tom, nunca antes estuve tan confundido como ahora; eres importante para mí, más de lo que puedas imaginarte. Pero hay recuerdos terribles que no puedo borrar, prejuicios de los que no puedo librarme.
- Franz, yo no te pido nada.
El solo asintió con la cabeza, y siguió manejando con la mirada fija en el camino, finalmente llegamos. Aquel era un paraje desolado, unas casas descoloridas se extendían a lo largo de la calle. La basura se amontonaba en los contenedores, parecía que el servicio de limpieza pública hubiera olvidado aquel lugar. Unos chiquillos sucios y desarrapados correteaban por las aceras, ajenos a toda aquella miseria.
La cinta de seguridad acordonaba el sitio, había tres agentes que montaban guardia frente al depósito.
Green fue el primero en salir del auto y dirigirse a los hombres, ellos lo saludaron con respeto y le abrieron paso.
- Tom acércate, nuestro buen amigo Jackman lo tiene todo solucionado.
Era un lugar sucio, parecía tener mucho tiempo abandonado a juzgar por las capas de polvo que se amontonaban por todos lados, el color de las paredes se había tornado de un tono indefinido, muchos de los vidrios de las ventanas estaban rotos. Habíamos avanzado algunos pasos cuando escuchamos el pataleo de unos pies corriendo.
- Rápido Tom, rápido, da la alarma a los policías, que rodeen el edificio.
Corrí a la calle y pronto todos estuvieron con las armas desenfundadas cubriendo todas las posibles salidas. Al poco rato vimos aparecer por una de las ventanas el cuerpo delgado de un jovencito, no debía tener más de quince años. Saltó con agilidad cayendo en brazos de Greene que lo esperaba, se debatió como una fiera, pero con la ayuda de uno de los agentes no tardaron en dominarlo. El muchacho nos miraba con sus ojos oscuros y desafiantes, vestía mucho mejor que los demás chicos del lugar. Greene lo sujetó del brazo y clavo su mirada de acero en él; pero en ella no había dureza, ni reprobación, el muchacho se fue calmando.
- ¿Qué hacías aquí? - le preguntó mi amigo en un tono tranquilizador.
- Yo no he hecho nada, déjeme ir.
- Nadie aquí te está acusando de nada, solo dime por qué estabas en este sitio.
- Aquí - el chiquillo parecía incómodo - bueno, aquí vienen mis "amigos" a buscarme.
- ¿Te refieres a los tipos con los que te acuestas?
El muchacho enrojeció primero y palideció después. Pero luego volvió a mirarnos como restando importancia a las palabras de mi amigo - algunos tienen mucho dinero y pagan bien - dijo sin asomo alguno de verguenza.
- ¿Tienes padres?
- La historia de siempre, una madre borracha y un padre que te muele a golpes. Hasta que llega un día en que es imposible respirar y te largas, porque cualquier cosa es mejor que esa mierda de vida.
- Uno de los policías te llevará a un albergue temporal, no puedes quedarte aquí.
El chiquillo volvió a enfurecerse, pero de nuevo vi con asombro la habilidad que tenía Greene para tranquilizarlo. Había en su mirada un algo de piedad y ternura, era como esos seres lastimados que ven reflejados en otro sus propias heridas.
- Creeme, no quieres esto realmente. Nadie puede querer esto.
El jovencito se dejo conducir sin más resistencia, antes de subir al patrullero se quedo mirando a mi amigo. Me acerque a Franz y le pregunte extrañado - ¿es que no vas a interrogarlo? - El tenía el ceño arrugado y los labios apretados, yo que ya había aprendido a leer en sus gestos sabía que estaba profundamente conmovido - claro que sí Tom, pero una cosa a la vez - me contesto.
Por espacio de más de una hora estuvo concentrado revisando el lugar; apenas si mascullaba alguna palabra más para sí mismo que para mí.
- Este es un método que se usa para espacios cerrados, lo llaman radial. Usamos el cuerpo como el centro y de allí trazamos radios...
Lo vi colocarse unas gafas con unos visores extraños y comenzar a examinar el suelo como me había dicho. Luego saco otras y tomo unas muestras que guardo cuidadosamente. Levantando las primeras me grito desde donde estaba - esto es lo últimito Tom, una invención de los tailandeses, con estos lentes puedes detectar cualquier tipo de fluido corporal... pero por desgracia no he descubierto nada - y volvió a su tarea. Lo vi salir y empezar a analizar un trecho de la carretera para volver después. De pronto una sonrisa se pintó en su rostro.
- ¡Las botas de nuevo! y ahora hay en las huellas partículas de serrín, cosa que no había antes. Se ha cuidado bien de borrarlas , pero para un buen ojo no pasan desapercibidas. Observa Tom, las de la entrada son más notorias porque llevaba el peso adicional del cuerpo del niño... pero mira estas otras que se alejan, apenas si se perciben. Aquí fue atado el cuerpo con algo metálico, los roces en esta columna lo delatan, observa las zonas que estuvieron en contacto con las caderas y las piernas, el polvo está removido. Averiguemos ahora en el vecindario si alguien ha visto un Honda del 95, probablemente gris y usa llantas Good Year, la derecha delantera está algo gastada.
- Pero, pero... ¿cómo has podido averiguar eso?
- Visores ultravioleta mi Tommy, conozco las huellas de la mayoría de fabricantes de llantas. Sé las que usa la policía y estas no lo son. Con seguridad se trata de un auto robado, si revisas las estadísticas veras que los Honda de ese año son los favoritos de los ladrones. Y el gris es el color preferido por los usuarios.
No se me había pasado por alto que en medio de su euforia me había llamado su Tommy.
- Franz, cientos de autos deben pasar por aquí.
- No, no. La gente de por aquí debe tener autos de los 80, si los tienen. Y aquellos que menciona el muchacho, sus clientes caros, deben usar unas Wolfrace o BK racing.
- ¿Y tú crees que gente como esa va a venir a este sitio?
- Esa gente iría hasta el infierno para obtener lo que quieren. ¿Acaso crees que van a exponerse a una acusación por pedofilía? Mientras más oculto este el lugar donde recogen a sus presas, mejor.
Luego fuimos a entrevistar a los vecinos, como esperábamos nadie sabía nada, ni había visto nada. Pero unos cuantos billetes siempre refrescan la memoria de algunos. La noche en que fue encontrado el cuerpo, nuestro testigo había visto un Honda plateado; le llamó la atención porque estuvo un buen rato estacionado frente al depósito. Cuándo mi amigo le pregunto si había visto al conductor, este dijo que casi no lo distinguió porque ya anochecía; solo pudo notar que era alto y corpulento.
Mientras íbamos camino a la Escuela San Ignacio, podía notar en mi amigo un entusiasmo que apenas podía disimular.
- ¡Es él Tommy, es él! Si ahora se me escapa es porque soy un verdadero imbécil.
El vecindario al que nos dirigíamos no era muy diferente al que habíamos dejado. Quizá un poco más limpio, menos descolorido y con alguno que otro parque, pero allí terminaban las diferencias.
No sé que don tenía Greene con los muchachitos y las mujeres, pero al parecer estos se hallaban muy a gusto con él. Y hasta los más callados se ponían charlatanes y risueños. Ni los unos ni los otros recordaban haber visto ningún auto con esas características, tampoco reconocieron a Vogle cuando les mostró una fotografía. Pero tal parece que aquel era nuestro día. Uno de los conserjes declaró que vio un Honda plateado hacía unos dos días estacionado a unas cuadras de la escuela, lo recordaba porque le llamó la atención la corpulencia de su conductor.
Apenas terminó de hablar con el trabajador, se puso en comunicación con Jackman y le dio los detalles del auto.
- Ahora mi Tommy, toda la policía de Cavendich y ciudades aledañas están buscando un Honda gris del 95 con una llanta delantera gastada. Nos toca la parte más penosa... y por desgracia es la que debes manejar tú.
El saber que me sentía suyo, era la segunda vez que me llamaba así y la tercera que me decía Tommy, me hacía más llevadero lo que iba a enfrentar. Siempre hasta ese momento había trabajado por la vida, nunca con la muerte. Pero esto significaba evitar que otros niños fueran asesinados... era la vida para ellos.
La Morgue Central, era un edificio de dos pisos con grandes y pulidas ventanas que reverberaban a la luz del atardecer. Los pisos relucientes, las paredes de una tonalidad levemente rosada rompían aquella monotonía de blancos. En el primer piso estaban las cámaras refrigerantes y en el segundo funcionaba el área administrativa. Cuando el médico forense en jefe supo que mi amigo estaba allí fue a saludarlo y personalmente nos condujo a una de las grandes y frías habitaciones.
- Este es el cuerpo del pequeño - nos dijo abriendo uno de los gabinetes - les hemos dicho a los padres que necesitábamos hacer una prueba final, desean llevarse el cuerpo de su hijo, nos ha costado mucho que accedieran a esto.
- Se lo agradezco doctor Maxell, pero usted sabe bien que nada de lo que hago es sin una razón justificada. Solo una hora - me dirigió una mirada como para que aprobara su afirmación, yo asentí con la cabeza - y esos pobres padres podrán llevarse al niño.
El pequeño tenía una palidez anómala, los miembros inferiores ligeramente contraídos, tenía unos arañones muy ligeros en las pantorrillas, casi imperceptibles. Sabía que todo esto ya lo habían hecho los médicos del lugar, pero Franz insistía en que repitiera las pruebas, no sé que esperaba que yo viera que los demás no habían visto.
Las muñecas presentaban laceraciones, de pronto me llamo la atención un minúscula fibra incrustada en la piel, tome un portaobjetos y la puse bajo el microscopio, era lana.
- Observa esto Franz.
- Esto pertenece a una alfombra con seguridad.
- Por el color y el hundimiento en la carne, el niño estuvo encadenado mucho antes de ser asesinado.
Volví a ver ese brillo en sus ojos, nada bueno le esperaba a Vogle si Franz lo atrapaba; y yo deseaba que fuera así.
El resto del cuerpo estaba intacto, hasta que llegamos al cuello. En la parte derecha del mismo, sobre la misma yugular se veían dos incisiones, separadas por unos cinco centímetros entre ellas, lo suficientemente profundas para rasgar la piel y llegar a la vena misma. Por la laceración de los bordes el objeto punzante debía haber sido introducido con fuerza. Tome una muestra de una de las heridas con un hisopo.
- ¿Y? - me dijo anhelante Franz.
- ¡Esto es resina!
- Bien Tommy, creo que ya podemos dejar en paz a está familia, ya vimos todo lo que había que ver. Ahora debemos revisar las ropas.
Maxell nos llevó a otra habitación, saco una bolsa etiquetada con el nombre del muchacho. Greene se puso unos guantes y empezó a revisar prenda tras prenda.
- Restos de polvo en la parte trasera y las piernas del pantalón, rastros de herrumbre en la espalda de la camisa. La tela de ambas es barata. Tomaré una muestra de la tierra y el serrín de las suelas de las zapatillas. ¿Qué más había doctor Maxell? - el médico nos alcanzó otra bolsa sellada - Algunos centavos, cartas con dibujos y de nuevo la cinta que usa de mordaza el criminal. Esto no nos dice mucho, solo corrobora lo que ya sabemos. ¿Y en cuánto al narcótico usado?
- Se trata de ketamina.
- Es un sedante que también se usa en animales, ¿verdad?
- Si, por ello no es muy difícil de conseguir. Se puede comprar en una veterinaria.
Nos retiramos y agradecimos al doctor Maxell. Apenas habíamos salido a la calle cuando el móvil de Franz empezó a timbrar con insistencia.
- Es Jackman, hallaron el Honda.
Cuando llegamos al lugar Jackman nos esperaba, nuevamente se había acordonado el lugar.
- Franz, te esperábamos. Nadie ha tocado nada.
Divise la silueta perfecta y los ojos verdes de Stella, pero Franz estaba tan ansioso en empezar su tarea que ni siquiera noto su presencia. Todos mirábamos absortos trabajar al brillante detective. Examinó el área alrededor del auto, el exterior, las llantas; luego revisó minuciosamente el interior. Conforme iba haciendo todo esto acumulaba pequeñas bolsas para almacenar evidencias.
- Hay pequeñísimas manchas de sangre en el asiento posterior. Las Harley-Davidson de nuevo se hacen presentes, no hay muchos lugares dónde vendan esas botas, es importante visitarlos todos; estas tiendas tienen registros, cámaras de seguridad... algo encontraremos. El serrín, capitán Jackman, debemos averiguar de dónde proviene, es de un tono claro, muy fino, casi parece polvo. El auto no ha salido de la ciudad, no hay polvo ni salpicaduras. Ah, y me olvidaba de lo más importante... un par de cabellos, cortos y oscuros, estaban en el respaldo del asiento del conductor, sin duda pertenecen a Vogle. ¿A nombre de quién está registrado este auto?
- Está a nombre de William Spencer.
- Un auto robado, lógico.
- Efectivamente, Spencer denunció su robo hace dos semanas. Franz, cuando encontramos al niño, Vogle se hallaba fuera de la ciudad a cientos de kilómetros.
- ¡Eso es imposible!
- Dame las muestras Franz, haré que las analicen en el laboratorio. Te mantendré informado de los resultados.
- Prepararé un informe de todo lo realizado hoy para usted. Tome esto capitán Jackman - y le extendió un pequeño tubo, dentro estaba la brizna de lana que habíamos encontrado - esto también jugará su papel en el caso.
Apenas mi amigo se dio la vuelta cuando Jackman ya había hecho un despliegue de órdenes para que sus hombres se lancen tras las pistas que Greene había indicado.
Mi amigo conducía en silencio rumbo a su casa, iba absorto en sus pensamientos. Pero el desaliento y el cansancio eran evidentes en su rostro - creo que lo mi anonimato ya no tiene sentido, todo el departamento sabe que estoy en el caso - me dijo disimulando un bostezo.
- Estas agotado, déjame manejar a mi - le dije, pero negó con la cabeza y siguió conduciendo.
- Pero Jackman y Stella dispondrán de las pruebas. Estoy volviendo a repetir todo lo que hice la primera vez, y sin embargo... todo es diferente.
No entendía muy bien qué quería decir. Cuando finalmente llegamos, me tiró las llaves para que guardara el auto, mientras él abría la puerta.
- Me voy a casa, mañana muy temprano estaré aquí.
- Preferiría que no te vayas.
Cerré los ojos un instante, la razón me gritaba que debía irme, que nada bueno resultaría si me quedaba a su lado. Pero quién puede ser coherente cuando se ama. Y amar a un hombre como Greene no era sencillo, todo en él era diferente, complicado, brillante.
- ¿Te quedaras Tommy? - volvió a insistir
- Bien, me quedaré.
Nunca he visto a alguien tan infatigable como Franz. Preparó el informe. Lo veía revisar en su portátil archivo tras archivo, hacer comparaciones de fotografías que tenía almacenadas. Podía haberse pasado toda la noche investigando y fumando sin parar, de no ser porque el cansancio lo venció y se quedo dormido sobre el escritorio. Me asustaba despertarlo después de la desagradable experiencia que tuve la primera vez que lo hice, pero necesitaba descansar unas horas y ese no era el mejor lugar para hacerlo.
- ¡Franz, Franz!- le susurre bajito, abrió los ojos ligeramente y se volvió a recostar sobre los brazos - ve a acostarte.
- No quiero, déjame aquí. Mañana debemos hablar con el muchacho... el que encontramos en el depósito...
- Estás durmiéndote, vamos, no seas niño.
Se levantó de mala gana y casi se arrastró hasta su habitación, se arrojo sobre la cama tal como estaba. Le quite los zapatos y le puse una manta encima. Sus hermosos labios entreabiertos despertaron en mí una mezcla de ternura y deseo. Me incline sobre él y lo bese suavemente.
- Yo también te amo Tom... - dijo entre sueños y se quedo profundamente dormido.

28 noviembre, 2008

Angeles, amistad y Torchwood

¡FELIZ CUMPLEAÑOS ANGELITO!


Tú eres lo mas lindo de mi vida
Aunque yo no te lo diga,
aunque yo no te lo diga

Si tú no estas yo no tengo alegría
Yo te extraño de noche
Yo te extraño de día.


Tú eres como el sol de la mañana
Que entra por mi ventana
Que entra por mi ventana

Tú eres de mi vida la alegría
Eres sueño en la noche
Eres ritmo en mis días

Tengo el corazón contento


El corazón contento
Y lleno de alegría

Tengo el corazón contento
El corazón contento
Desde aquél momento
En que llegaste a mí
Y doy gracias a la vida
Y le pido a Dios que no me faltes nunca.

Y AHORA TU REGALO


Tu cumpleaños es en realidad mañana, pero ya no me pude aguantar las ganas, además yo misma cometí autosabotaje.

La canción la entonaba Marisol

25 noviembre, 2008

Douglas entra en acción II

Este fue el primer caso que enfrentamos juntos Greene y yo, difícilmente podré olvidarlo. Después de aquel vinieron muchos otros, pero pienso que ninguno llegó a calarme tan hondo y hacerme entender las palabras que una vez me dijo acerca de todo lo retorcido que puede albergar el alma del hombre.

En la mañana ya estaba en su casa, lo encontré en su pequeña biblioteca estudiando unos recortes de diarios y haciendo anotaciones en su libreta electrónica. Cuando me vio enrojeció vivamente, pero se repuso con rapidez y me hizo una seña para que me acercará a la mesa donde él estaba.
- Antes de entrar en el asunto sería bueno que leyeras algunos de estos artículos, quiero que formes tú propia opinión, luego te daré otros detalles, que por supuesto, no manejaba la prensa.
Me senté en uno de los sillones y me puse a leer uno tras otros los recortes. Cuando terminé con ellos un sentimiento de horror y repugnancia me embargaban por completo. Levante mis ojos interrogando a Greene.
- Pues ese monstruo salió libre, se consideraron las pruebas insuficientes. Un fracaso que nunca me perdonaré. En vano busque algún punto débil que echara abajo todo, nunca lo pude encontrar.
Su rostro se había puesto pálido, y sus ojos refulgían con el mismo brillo aterrador que ya le había visto una vez. Apretaba los puños, hasta que los descargo sobre la mesa, una y otra vez haciendo saltar todo lo que estaba sobre ella.
- Eso ocurrió hace poco más de un año y es de las pocos casos que no pude llevar a buen término - me arrojo otros recortes muy estrujados - mira esos, son de hace unos días. La pesadilla empieza de nuevo, pero te juró Tom, que así se me vaya la vida en ello, está vez no se me escapará.
Mire los recortes, seguían el mismo patrón de los crímenes de hace un año. Cuerpos de niños entre cinco y nueve años, encontrados en algún parque solitario o edificio abandonado. Siempre aparecían atados y desprovistos casi por completo de sangre.
- Franz, esto es... es espantoso.
- Bien, hay un detalle que ningún periódico menciona, porque nosotros nos guardamos bien de evitar que saliera a la luz pública. Los pequeños presentaban unas incisiones en el cuello, como mordidas. La idea de algún animal quedo descartada, estamos en el centro de la ciudad, es imposible que la presencia de un animal salvaje pasará desapercibida; además los predadores destrozan. Los cadáveres estaban intactos, pero... dónde estaba la sangre entonces. Revisé cada centímetro del lugar donde fueron hallados los cuerpos, encontré huellas de botas, del tipo Harley-Davidson. Habían adheridos a la cinta que uso para cubrir la boca de los niños partículas casi invisibles de serrín. El tiempo que llevaban muertos hasta que fue dada la alarma, era casi siempre el mismo, unas ocho horas. Los forenses hallaron rastros de narcóticos en la escasa sangre que les quedaba. Los agujeros por donde parecía haber salido la sangre eran profundos, los bordes abiertos y lacerados. Ninguno de los muchachos mostraba ningún otro signo de violencia.
- En un lugar abandonado es posible que ese sujeto se dedicará a su macabra labor, pero en un parque, es difícil que no fuera visto por alguien. Un policía, un corredor solitario, alguna pareja.
- Sí, tienes razón Tom. Por eso y por el tiempo transcurrido pienso que los crímenes fueron cometidos en otro lugar. No le tomaría más de unos minutos atar los cuerpos.
De pronto escuchamos el timbre de la puerta sonar repetidas veces, pese a que por mi profesión estoy acostumbrado a los sobresaltos, aquel sonido repentino me hizo saltar de mi sillón. Era el capitán Jackman, iba acompañado de una joven de cabellos oscuros y ojos de un verde muy claro; me hacía recordar la mirada profunda y escrutadora de los felinos, era alta y esbelta, vestida con la propiedad de una ejecutiva. De inmediato sus bellos ojos buscaron a Greene y fue a saludarle, le dio un beso en la mejilla que casi rozaba sus labios.
- Tom, ella es Stella Gadner, de la Oficina de la Fiscalía - me presento Franz.
- El es mi compañero, el doctor Anthony Douglas.
Me alargo su mano delicada y bien cuidada, su hermoso cabello castaño le caía en ondas sobre sus hombros. Me miró como estudiándome, una sonrisa coqueta se pinto en sus labios.
- Mucho gusto Dr. Douglas, me alegra mucho que sea usted hombre y no mujer.
Sonreí ante la observación de la joven, y recordé las palabras de Clare.
- Y por qué dice usted eso señorita fiscal.
- Oh, por favor, que horrible suena eso, dígame Stella. Bueno, es que no hubiera soportado otra mujer trabajando al lado de Franz.
- ¿A sí?, ¿y por qué razón?
- Mmmm, es demasiado pronto para confidencias no cree Tony.
- Tom
- ¿Tom?, qué tiene que ver ese diminutivo con su nombre.
- No siempre las cosas tienen que ceñirse a lo supuestamente correcto.
Su mirada era fascinadora, así debían mirar las serpientes antes de saltar sobre su presa. Se alejo de mí y fue a ponerse al lado de Franz. No dejaba de observar cada uno de sus movimientos, sus caricias casuales sobre el brazo de mi amigo.
De pronto escuche a Franz soltar una maldición, muy pocas veces, ni en los momentos más críticos lo había escuchado expresarse de forma incorrecta.
- Tom... ¿qué haces allí sentado? ¡Ven aquí! Mira las noticias frescas que nos trae el buen capitán Jackman. Lee la primera plana de "El Tiempo", y está otra de "La Gazeta". Publicidad para el asesino y complicaciones para nosotros.
Me acerque a leer las portadas que me indicaba, en una de ellas decía: "El vampiro de la calle Cavendich regresa", en el otro se leía en letras rojas: "Cobra vida el personaje de Stoker"
- Por Dios, pero que titulares más absurdos. Quién puede pensar en la existencia de vampiros en pleno siglo XXI.
- Por supuesto que no Tom, pero la prensa siempre le dará a la gente lo que busca. Esto es obra de Andrew Vogle, pensar que estuve a punto de mandarlo a purgar cadena perpetua...
- Pero, todo eso parece caer en el terreno de la psiquiatría.
- No, no.
- Pero se le hicieron algún tipo de estudios me imagino, resonancias magnéticas, tomografías para saber si existían o no cambios estructurales en el cerebro que justificaran su comportamiento.
- Todo ello se hizo. Todo negativo.
- Y a pesar de ello lo dejaron en libertad.
- Se trata de un hombre extremadamente inteligente. Se registró toda su casa, no se encontró absolutamente nada. Recorrí todos lo aserraderos cercanos sin ningún resultado. Además cuando se cometían los asesinatos él se hallaba a kilómetros del lugar y con testigos que aseguraban haberlo visto por horas en un determinado sitio, personas completamente confiables.
El veterano policía se acercó hasta mi amigo y puso una de sus regordetas manos sobre la delgada de mi amigo. En su mirada había un profundo respeto.
- Franz, sé que ya no trabajas para la policía y que no estas obligado a nada. Pero si tomas este caso te lo agradeceré. Confidencialmente te haré llegar toda la información necesaria. Sé que Stella no se opondrá a ello - Jackman miró a la joven con gran seriedad.
- Debería capitán, debería. Hace solo unos meses que fui asignada aquí, este caso debe ser manejado por un agente oficial, de lo contrario las pruebas carecerán de validez.
Franz se acercó a ella y la tomó amablemente del brazo, y luego su mano ascendió suavemente hasta su hombro.
- Mi trabajo es extraoficial Stella, y todo lo que averigüe se lo entregaré al capitán; mi nombre no será mencionado en absoluto. Para la ley yo no existo.
La abogada lo miró fijamente por varios segundos. Su mirada verde clavada en la gris de Greene.
- No sé como tomar esas últimas palabras, espero que no se conviertan en: la ley no existe para mí. Estoy arriesgando mucho Franz, pero me puedo ufanar de no haberme equivocado nunca cuando confié en alguien.
- Y no lo harás conmigo, pero ten cuidado Stella.
- Lo tendré Franz, lo tendré. ¿Tienes algo de beber?, creo que me lo merezco.
- Espera, enseguida te traigo algo.
Sabía que Franz era condescendiente con ella, pero no podía evitar apretar entre mis dedos un lapicero que había cogido de su mesa, hasta sentir que iba a destrozarlo. Detestaba sus ojos de gata que va tras el ratón con la seguridad de atraparlo. No espero a que mi amigo le trajese la copa sino que lo siguió hasta la cocina, desde donde estaba podía ver inclinar su elástico cuerpo sobre el de Franz tratando de robarle un beso; por lo visto aquella familiaridad entre ellos no era cosa nueva. Green trataba de apartarla con delicadeza, hasta que ella lo rodeo con sus brazos y lo beso apasionada, mi amigo le correspondía el beso.
La voz de Jackman me hizo apartar la mirada de la escena entre aquellos dos.
- Es agresiva la muchacha ¿eh? Una verdadera gata, y nuestro Green se va a convertir en su ovillo de lana.
- ¡Green no es ningún estúpido para convertirse en el juguete de nadie!
- Dios Tom, mi intención no fue burlarme de él, sabes cuanto lo aprecio. Fue una mala broma, solo deseo que no este tan solo.
Finalmente nos pudimos librar de la presencia de Stella y Jackman. Toda la habitación estaba impregnada de su perfume.
- Que mujercita tan antipática. ¿Tendremos que verla muy seguido?
- No, afortunadamente creo que no - y me sonrió maliciosamente - pero a veces tenemos que hacer pequeñas concesiones para obtener un beneficio mayor. A mi no me gusta engañar, pero tengo que estar en buenas relaciones con Stella.
- ¿Y hasta dónde vas a llevar esas "relaciones", te vas a acostar con ella?
- No, y no pienso hacerlo, tú aun no conoces ese aspecto de mi personalidad. Cuando tengo un caso entre manos, concentro todas mis facultades físicas y mentales en este. Pero... ¿qué es esto Tom, me parece que estas celoso?
- Oh, déjate de tonterías - lo fulmine con la mirada.
Lo vi sonrojarse y morderse los labios para evitar reírse.
- Vas a ser un excelente compañero, le pones a todo una nota risueña. En medio de todo este horror me has arrancado una sonrisa.
- ¿Así que te parezco gracioso?- cogí uno de los mullidos almohadones y se lo lancé a la cabeza - a ver si esto te parece gracioso.
Por un momento me miró desconcertado, la sonrisa se borro de sus labios y vi dibujarse un gesto de disgusto en su rostro. Cogió el almohadón y me lo arrojo a la cara.
- ¡No vuelvas a hacer eso Tom! - me grito realmente disgustado.
Pero yo tenía ganas de probar hasta dónde llegaba su paciencia, además quería vengarme un poco por la atención que le había dado a la presumida aquella. Recogí el cojín del suelo y volví a lanzárselo con fuerza. Avanzo hacía mi enojado, sus mejillas ardían y tenía los puños apretados. Por un momento me arrepentí de mi absurdo juego, y tuve deseos de salir corriendo. Pero me plante frente a él, con un gesto de desafío, me tomó de la camisa y me sacudió un poco - te dije que no hicieras eso - luego me arrojo sobre el sillón, pero no había calculado que uno de mis pies estaba enredado en uno de los suyos. Así que fuimos a caer juntos en el mueble, nos quedamos unos instantes sintiendo nuestros cuerpos, nuestros corazones. Yo no me movía, no iba a forzar nada, no ocurriría cosa alguna que él no quisiera; fue entonces cuando sentí sus labios rozar levemente los míos hasta tomarlos entre los suyos por completo. Sus manos se enlazaron entre mis cabellos mientras su boca seguía buscando ansiosa la mía. Había mantenido los ojos cerrados desde que empezó a besarme; pero cuando los abrió había en ellos miedo y dudas, rodó sobre su costado y se quedo sentado con la cabeza inclinada hacía atrás, buscando alguna respuesta en el techo. Esta vez no hubo gritos, ni disculpas, solo silencio... y ya no sabía si aquello era mejor o peor.

21 noviembre, 2008

Douglas entra en acción I

Nada he dicho sobre mi persona a lo largo de este viaje al pasado. Soy hijo de padres de esa nueva clase surgida a fines de los años sesenta; una clase nacida de los cambios económicos y sociales. Las reformas del Estado habían barrido con los terratenientes, sus injusticias y sus tierras regadas con el dolor del campesinado y las habían puesto en manos de estos. Pero por desgracia, era un pueblo indebidamente preparado, sin la tecnología ni los conocimientos necesarios para el aprovechamiento eficiente de sus tierras. Cada quién trataba de sobrevivir apelando a los usos y costumbres de sus ancestros. Lo que pudo ser una de las reformas más importantes del país, se convirtió en el más estruendoso fracaso.
Se iniciaron las migraciones a las grandes urbes, la gente empujada por el hambre busco en las capitales las oportunidades de sobrevivir, de estudiar, de forjarse un futuro; cosas que sus olvidados pueblos no les ofrecían. Las metrópolis se vieron inundadas de provincianos. Ciudades que no estaban preparadas para la afluencia masiva de personas, tuvieron que abrir sus puertas a regañadientes. Cualquier lugar era bueno para vivir, colocar unas barricadas y luchar como fieras por defender el espacio obtenido; ya fuera en grandes extensiones de tierra que nadie reclamaba, cerros, espacios junto al mar o a los ríos.
Mis padres llegaron en esos grupos de gente que buscaba un futuro, se afincaron en la Metrópoli más importante del país y se dejaron la piel de las manos trabajando de lo que fuera; siempre decían que las generaciones venideras debían heredar todo aquello que a ellos les fue negado.
Así crecí en un hogar donde la ociosidad no existía. No teníamos en abundancia, pero si lo suficiente para vivir sin angustias. Mi padre coincidía con el de Franz en afirmar que la educación lo era todo, la mejor arma para sobrevivir. Y fue así como me vi estudiando en una de las mejores Universidades de Medicina del país. No era de naturaleza excepcionalmente brillante, pero está carencia la suplía con largas noches de estudio. Me gradué, hice feliz a mis padres y sentí orgullo de mis logros. No pasó mucho tiempo para que uno de mis profesores me propusiera una vacante en San Marcos. El resto es ya conocido. 1

Los meses transcurrieron rápidamente, como predijo Greene no me fue difícil aprobar los cursos. Una mañana recibí su llamada diciéndome que teníamos una importante tarea. La perspectiva de la aventura, de ver en acción a mi querido amigo y de poner en práctica mis recién adquiridos conocimientos, hacía que mi corazón latiera con fuerza. Contrariamente a mis costumbres casi volé hasta la casa de Franz. Hacía algún tiempo él me había dado un duplicado de sus llaves y yo las de mi departamento, así que abrí la puerta y me lo encontré terminando de guardar unas brillantes pistolas en su estuche.
- ¿Y cuál es la misión... a dónde vamos?
- Pero, pareces un niño al que le han prometido llevar al parque de diversiones. ¿Tú crees que te voy a exponer así por que si al peligro? Afuera no es un juego Tom, y debes estar listo para afrontarlo. Sé medir a la gente, eres hombre bondadoso y tranquilo; pero también posees un temple que ni tú mismo conoces.
- Y bien, qué vamos a hacer entonces.
- A practicar un poco de tiro mí amigo. Ya estas entrenado mentalmente, ahora te hace falta el entrenamiento físico, mejorar tus reflejos.
Observó mi cara alicaída. En mis locos sueños ya me veía persiguiendo criminales, corriendo a velocidades extremas en el auto, derribando puertas y virando con el arma a todos lados.
- Tom, Tom... a veces no sé si hago bien en meterte en todo esto.
-Yo quiero acompañarte, como ves aprendo con facilidad.
- Bien, pero recuerda que quizá, en algún momento debas dispararle a alguien e ir en contra de tus principios. ¿Aún deseas continuar?
- Sí, estoy resuelto. Pero está arma solo se disparará en un caso extremo.
Fueron algunas semanas de visitas diarias al Campo de Tiro de la Policía, mi técnica mejoraba día a día, mis reflejos se fueron afinando. Claro que no tenía la destreza de Franz, pero yo veía en su mirada que estaba contento con mis avances. Unos ligeros golpes en mi hombro me hacían saber que estaba haciéndolo bien. Debo confesar que el entrenamiento físico no fue tan excitante como el anterior; levantarme casi de madrugada a correr o ir al gimnasio, practicar mil maniobras de escape o formas de allanar una casa, me dejaban en un estado lamentable, sobretodo para alguien que como yo llevaba una vida más bien sedentaria . Al final de cada noche terminaba agotado, casi llegaba a rastras hasta mi departamento; mientras que a Franz, apenas parecía cansarle todo aquel desborde de ejercicio.
Estábamos en el pequeño jardín delantero de su casa, tirados sobre el suave césped, dejando que el tibio sol nos relajara antes de darnos un baño. Yo había cogido mi maletín para marcharme, cuando sentí la mano de Greene sujetarme.
- Por qué no te quedas a almorzar, también puedes ducharte aquí. ¿Recuerdas que tengo una habitación adicional completamente independiente?, ahí te puedes acomodar y descansar; quédate siempre que quieras, además ahora que realmente empecemos a trabajar juntos, creo que será más cómodo para ambos. Yo también me voy a dar un baño y después- su rostro adquirió un aspecto risueño- te sorprenderé con uno de mis guisados. ¿De acuerdo?
- Bueno, gracias a Dios soy médico y el Hospital se encuentra cerca, digo, por lo de tus guisos - lo vi reír divertido.
El baño estaba impecable como todo en aquella casa, me preguntaba de dónde sacaba tiempo para limpiar o tenía alguna persona que se encargaba de esos menesteres; pero yo había estado en su casa en horarios y días diferentes y jamás había visto a nadie.
El agua resbalaba tibia por mi cuerpo llevándose el cansancio y el pegajoso sudor con ella. Era una sensación absolutamente placentera, tanta que en un momento perdí el equilibrio, debido quizá al exceso de agua jabonosa en el suelo de la ducha, instintivamente quise cogerme a un estante, pero lo único que logre fue arrastrarlo en mi caída. La sangre resbalaba desde mi frente debido al golpe. Franz debió escuchar el ruido y correr presuroso hasta el baño. Una incomodidad tremenda se apodero de mí, no deseaba que mi amigo me viera sin nada encima.
- Estoy bien, estoy bien, un simple resbalón.
- ¿Estas seguro?
- ¡Que sí!
Pero Greene noto la sangre en mis dedos, los que seguramente manche al tocarme la frente lastimada. Abrió la cortina por completo y me examinó rápidamente, pude darme cuenta que él tampoco estaba vestido, una bata a medio cerrar era lo único que lo cubría.
- Mira nada más cómo te has puesto.
Me ayudo a incorporarme, y se quedo mirándome, en el gris de sus ojos veía dilatarse sus pupilas, su pecho subir y bajar agitadamente. Se acercó ligeramente, cogió una toalla y la envolvió a mi cintura.
- Sujétate fuerte de mí, no vayas a volver a resbalar.
Puse uno de mis brazos alrededor de su cuello, y para ganar estabilidad, al salir lo estreche con el otro fuertemente por la cintura. Aquella situación estaba llevando al límite la capacidad de controlar mis deseos. Su piel caliente, su aliento en mi hombro, su aroma turbador. Sentía mi cuerpo estremecerse en contra de mi voluntad. Todo estaba fuera de control.
- Siántate, voy por unas gasas - me decía, pero su voluntad y sus piernas no parecían responderle, estaba de pie frente a mí observándome de una forma que me hacía perder la poca sensatez que me restaba.
Volvió a acortar la distancia entre nosotros, alargo su mano y con una caricia casi etérea, fue recorriendo mi cuello, mis hombros, delineando mis pectorales, bajando dulcemente por mi vientre. De pronto se detuvo como si un rayo lo hubiera alcanzado, hizo un movimiento hacía atrás y me dio la espalda sin decir nada. Regresó después de unos minutos, y dejo un botiquín sobre el lavabo - Allí está todo lo que necesitas, vístete rápido, ya hablaremos mañana - y volvió a salir sin mirarme.
- ¡Franz! espera...
- ¡Vete, vete de aquí! - me grito con aspereza, pero debió notar mi rostro desconcertado y pesaroso, entonces suavizó su tono - perdona Tom, perdona. Ve a casa y descansa ha sido un día difícil.
Se acercó para ayudarme con la herida pero lo rechace. El salió y cerró la puerta tras de sí. Me vestí todo lo rápido que pude, tomé mis cosas y salí dando un portazo. No podía detener las lágrimas, ni esa sensación de que algo se nos desgarra por dentro, la herida en la frente tampoco dejaba de sangrar. Preso de aquella angustia recorrí el trecho que separaba la casa de Greene de la de nuestra amiga; poco me importaban las miradas curiosas de las gentes que se cruzaban conmigo.
Ella estaba ocupada arreglando uno de sus rosales, cuando me vio dejo a un lado sus tijeras de podar y corrió hacía mí. Yo me abrace a ella como lo hubiera hecho con mi madre y deje que todo el dolor me inundará.
- ¡Tom, vamos adentro!
Me hizo recostar en uno de sus sillones y atendió mi herida. Me ayudo a cambiarme la sudadera manchada de sangre. Y luego se quedo frente a mí con su mirada dulce y triste.
- ¿Quieres que te traiga algo de beber?
- Nada, nada Clare. Todo es inútil... sabes qué se siente cuando parece que finalmente has llegado a la cima y de pronto, das un paso en falso... y caes, duele mucho, y... ya no estas seguro si quieres intentar subir de nuevo.
- Si realmente quieres alcanzar esa cima, pues acostúmbrate a caer no una sino diez veces. Pero cuando llegues, verás que todos esos golpes, raspaduras y llagas valieron la pena.
- Clare, yo no sé si tú entiendes...
- Tom, soy una mujer vieja y he vivido el doble de tus años. Nada tienes que explicarme, muy pocas cosas pueden sorprenderme, salvo la muerte. ¿Amas a Franz, verdad?
La naturalidad y lo repentino de su pregunta me hicieron mirarla aturdido.
- Tan transparente soy... entonces él... los demás.
- Eres transparente para quién miré sin prejuicios, y de esos no hay muchos; además no te importe lo que otros puedan pensar, se fiel a lo que sientes no hay otra forma de estar en paz. En cuánto a Franz, ya no sabe en qué ni en quién creer. Pero siente por ti algo que ni él mismo quiere confesarse, tú lo has convertido en otro hombre y eso lo asusta porque lo hace vulnerable.
Clare me tomo el rostro con sus rugosas manos y acercó su frente a la mía.
- El también te ama Tom, él también te ama. Pero no sé cuanto tarde en admitirlo, tampoco sé cuanto puedas esperar tú. Dicen que el tiempo todo lo cambia; las montañas se desgastan, las joyas pierden su brillo, las ideas que ayer nos entusiasmaron hoy nos parecen triviales... Pero pienso que aquello que echo fuertes raíces, eso no cambia nunca, permanece inmutable.
Tomé con inmensa ternura una de sus manos y la lleve hasta mis labios y deposite en ella un beso lleno de admiración y respeto.
Debí quedarme dormido porque cuando abrí los ojos ya empezaba a atardecer. A mi lado, sobre una mesita estaba una fuente con unos panecillos y un tazón de sopa caliente, engullí todo de prisa porque no comía nada desde la mañana.
- ¿Quieres algo más?
- No, con esto me basta Clare.
Me levante y tome mis cosas para marcharme a casa, la escuche entonces decir mi nombre con una solemnidad que me hizo mirarla fijamente.
- Aun llevas amargura en la mirada. Quiero contarte algo, me parece que es importante que lo sepas. Conozco a Franz desde sus épocas en la Academia de Policía, por ese entonces no había mujer alguna que se le resistiese ni oportunidad que él no aprovechará, pero nunca supe de hombre alguno en su vida. Y así fue hasta que ocurrió "aquello". El piensa que ignoro todo, pero no es así Tom, sé bien lo que le hicieron esos bastardos. No lo juzgues con ligereza, porque sí para ti esto es duro, para él debe ser una agonía.
Asentí con la cabeza, le di un beso y salí en busca de mi auto. Mientras conducía no podía dejar de pensar en Franz, en las palabras de Clare, en mí mismo. Yo siempre supe que no encajaba en esos absurdos roles sexuales que la sociedad impone. Recordaba los voluptuosos "juegos" con los compañeros de la facultad, las veces en que me lanzaba a las calles en busca de sexo casual. La disciplina que me impuse al ingresar al Hospital.
Cuando llegué arroje mis llaves sobre la mesa, la cabeza me dolía terriblemente. No sabía si era por el golpe o por la tensión de las últimas horas. No tenía deseos ni de desvestirme para meterme en la cama, solo me hundí en mi mullido sillón y cerré los ojos para olvidarme de todo.
Empezaba a adormilarme cuando el timbre del teléfono me sobresaltó. Era Franz.
- Tom, ¿estas bien?
- Sí Franz, pero muy cansado, me duele mucho la cabeza.
- Perdóname por favor, tú no merecías que te hablara así.
- Ya no importa.
- Tenemos un caso, es importante...
- Mañana estaré temprano en tu casa. Buenas noches... mi Franz.

1. Breve anotación de Anthony Douglas

17 noviembre, 2008

Los renglones torcidos (El comienzo)

Sentí un pequeño escalofrío, las primeras luces de la mañana empezaban a inundar la habitación. Me levanté lo más cuidadosamente que pude para no despertar a mi amigo y me encamine hasta la cocina para preparar algo de desayunar. La espalda me dolía terriblemente, pero aquello no era nada comparado a la tristeza que me había dejado el relato de Franz. Ahora entendía tantas cosas, un rayo de luz había barrido las sombras y ahora conocía en parte los rincones de su alma.
De rato en rato me acercaba a la habitación para ver si despertaba, pero la prueba a la que se había sometido ayer lo había dejado exhausto.
Llamé al Hospital para reportar que llegaría unas horas más tarde, no tenía demasiados pacientes programados, así que no había inconvenientes.
Greene no dejaba de sorprenderme, a diferencia de cualquier hombre que vive solo, en quienes el orden no es precisamente una de sus virtudes. En él parecía una obsesión. La heladera surtida, las alacenas limpias y ordenadas, allí era imposible perder el tiempo buscando algo. Cogí unos huevos, puse la cafetera y saque unas naranjas para preparar un jugo. Estaba tan concentrado en estos quehaceres que no me había percatado que mi amigo me observaba desde la puerta. Una ligera sonrisa le iluminaba el rostro cansado, tenía el cabello revuelto y las mejillas encendidas.
- Debo haber dado un espectáculo anoche, lo siento Tom. Quizá eso... es lo único que no puedo controlar, que se escapa a mi forma de ser habitual. Como te habrás dado cuenta no soy muy dado a expresar mis emociones.
- ¿Anoche?... solo recuerdo que no podías dormir bien, solo eso - ahora le vi sonreír abiertamente.
Cuando vio la mesa servida, su rostro se animo del todo y se sentó rápidamente.
- ¡Jugo de naranja fresco!, huevos revueltos y además café recién hecho... y yo que estoy acostumbrado a beber un café a la carrera y eso me sirve hasta el mediodía en que como algo por ahí.
- ¿Y la heladera?, ¿para qué la tienes llena?
- Oh, de vez en cuando se me da por cocinar algo y me gusta tener todo a la mano.
- ¿Cocinas?
- Bueno, depende de lo que puedas llamar comida. Cuando Clare no puede traerme algo, improviso. Hago lo que puedo, ya probarás algunas de mis especialidades... si te atreves, porque muy buen aspecto no tienen.
Me alegraba verlo de tan buen humor, al final quitarse todo ese dolor de encima le había aligerado el corazón.
- Pues te tomo la palabra.
Nos sentamos a desayunar, su prioridad era comer de prisa cuanto le había puesto. Entre mordisco y mordisco me miraba; me daba la impresión de que deseaba decirme algo pero que no se decidía del todo. Cuando terminamos, saco su cajetilla de cigarros y empezó con la humareda que tanto me desagradaba.
- Muchas gracias, hacía tiempo que no desayunaba tan bien- mientras me decía esto se había levantado y se tumbó en uno de los sillones de la sala.
- Vamos, cualquiera puede preparar unos huevos y café.
- Mmmm, sí, supongo que si. Estoy en una de esas temporadas en que me acomete la peor de las perezas. Y a ti... ¿qué tal te va en el trabajo?
La pregunta me pareció tan extraña y fuera de lugar, nunca antes se había mostrado especialmente interesado en mi trabajo.
- Bien, está bien.
- Esa respuesta me suena a que no estas del todo satisfecho, ¿o me equivoco?
- Bueno, en ocasiones se hace un poco rutinario. Pero aparte de eso no tengo ninguna queja.
- Y si yo te ofreciera trabajar conmigo.
Aquello me dejo sorprendido, sin lugar a dudas debí evidenciar mi sorpresa porque Greene no pudo reprimir una pequeña carcajada.
- ¡Dios!, Tom, parece que te hubiera pedido en matrimonio.
Los colores se me subieron al rostro, si supiera los sentimientos que abrigaba hacía él probablemente no hubiera hecho aquella broma.
- Es que... cómo quieres que trabaje contigo, ni siquiera sé muy bien a qué te dedicas.
- Es un poco difícil de explicar... a veces sucede que muchos criminales, de alguna forma consiguen evadir la ley con argucias, falsos testigos, sobornos, y quedan en libertad. Pues ahí entró yo, me convierto en su sombra hasta que consigo una pista, un pequeño hilo que me guía al final del laberinto. Reuno todas las pruebas y las dejo en manos del fiscal, este se encarga de que vayan donde se merecen. Trato de no dejarme influenciar por el aspecto físico de las personas ni por sus palabras, yo voy mucho más allá. Los gestos, las posturas, la entonación de la voz, las miradas, dicen mucho más. me fijo en cómo visten, los zapatos que traen; el auto que usan, el color; memorizo la marca, el modelo, la matricula. Observo los sitios que frecuentan, de quienes se rodean. Cualquier detalle es importante. Además si algo he aprendido de todo esto es que nunca debe perderse la objetividad, no debe permitirse que los sentimientos o las simpatías influyan en el razonamiento.
De pronto me sentí terriblemente incómodo, si tal era la forma en que podía penetrar en los pensamientos de las personas, entonces... yo no estaba seguro de que tan secretos eran mis sentimientos.
- Y bueno, qué me dices.
- Pero, lo que me propones es una locura, tú eras policía, sabes cómo manejar esas situaciones; pero yo soy médico. ¿Me puedes decir qué haría en ese mundo en el que tú te mueves?
- Bastante. En muchos casos debo investigar asesinatos, entonces se debe examinar el cuerpo, hacer pruebas específicas. Como ves, tengo muchos libros relacionados con medicina, anatomía, química y he echo buen acopio de conocimientos... pero no puedo abarcarlo todo.
- Creo entender lo que necesitas, pero yo soy cardiólogo, no tengo experiencia en esa área. Tendría que hacer una especialización en medicina legal.
- Eres médico, haces diagnósticos basándote en pruebas y exámenes.
- No es tan sencillo como lo planteas, yo no sé nada de leyes.
- El aspecto legal, déjalo por mi cuenta.
-Aún así, se necesitan hacer cursos especiales; criminalística, toxícologia, patología forense, criminología.
- No ignoro nada de eso, pero sé que eres capaz de aprender rápidamente, eso no es un problema. No temas por tus ingresos, si de eso se trata, recibo una buena pensión desde que salí de la policía. Además, mi padre era un empresario exitoso, llegó a hacerse de una importante fortuna. Yo herede esa fortuna a su muerte, así que... digamos que tengo el futuro asegurado.
Lo veía en tan buena disposición para conversar, que no quise perder la oportunidad de enterarme de otros detalles de su vida.
- Háblame un poco de ellos, de tus padres.
Abandono su cómoda postura y se llevó una de las manos hacía los ojos, la dejo allí por unos instantes. Fijo la mirada en el humo que desprendía su cigarrillo y empezó a relatarme su historia; su voz sonaba distinta, más grave y pausada.
- Mi padre siempre fue mesurado en todo; era una persona agradable a su manera, educada y distante. El trabajo era su prioridad, lo veía llegar en las noches, darle un beso breve a mi madre y luego encerrarse en su estudio a continuar con sus análisis financieros. Me dio una esmerada educación, porque decía que era lo mejor que podía darme, y en eso tuvo razón. Me trataba con rigidez, nunca recibí de él un abrazo ni escuche de sus labios una sola palabra que me hiciera pensar que se sentía orgulloso de mis logros. No importaba cuanto me esforzará. Hasta que me acostumbre a su frialdad, y de alguna forma también lo aparte de mi vida.
Mi madre era inteligente, soñadora; pero vivía a la sombra de un roble, y nadie notaba su presencia. De tal forma la había absorbido la poderosa personalidad de mi padre que olvido la propia. Siempre silenciosa, sonriendo dulcemente, resignada a las invisibles cadenas de su destino. Solo para mí reservaba toda su sensibilidad y su sabiduría; de ella aprendí literatura, música, pintura. Con ella íbamos a los museos y galerías, nos hundíamos en las librerías, éramos asiduos de los teatros y cines - mientras me hablaba la mirada de Franz inexpresiva y lejana, me hacía entender cuan profundamente había ahondado en sus recuerdos - sabes Tom, aquellos fueron los mejores años de mi vida. Si de mi padre herede la inteligencia, la fría lógica; de ella herede esa necesidad de las cosas que deleitan el espíritu.
Sus ojos se cerraron y transcurrieron unos instantes sin que hiciera movimiento alguno, como si una mezcla de tristeza y nostalgia lo envolviera. Guarde silencio a su lado, aquellos son instantes sagrados del alma que nunca deben ser interrumpidos. Tuve que apretar los puños para ahogar mis impulsos. Como ansiaba recorrer su rostro con mis labios, para después fundirlos a los suyos en un beso más allá de cualquier condena.
- No todos los recuerdos son malos, ni siempre mirar atrás nos lastima- le dije casi en un murmullo.
Sus ojos me miraban dulces, tranquilos, como nunca antes lo habían hecho.
- Ya no estarás más solo mi amigo... mi Franz. Con el corazón te lo prometo - Greene seguía en silencio, como si una batalla se librara en su interior, lo sabía porque en sus bellos ojos se sucedían las luces y las sombras - Trabajaré contigo. Voy a tomar unos cursos en la Universidad, no pienso hacer la especialización completa, así que solo serán unos meses, medio año a lo más.
Franz alargo su delgada mano hacía mí y la estrechó con fuerza. Sin darnos cuenta nuestras manos se negaban a soltarse, lo hicieron poco a poco, acariciando nuestros dedos, hasta quedar rozándonos apenas con las yemas.
- Así sea mi querido amigo... mi Tom.
Debía ir al Hospital, me aleje de su lado con tantas dudas cómo las que había llegado el día anterior. Greene era un pozo insondable. Sabía nuevas cosas e ignoraba tantas otras; qué había pues estudiado, por qué se hizo policía, qué ganaba él con toda aquella persecución. Y estaba la peor de mis dudas, por qué me pedía que trabajará a su lado... ¿había despertado algún sentimiento nuevo en él? No podía quitarme de la cabeza su mirada, las caricias de sus dedos en los míos.
- ¡Greene, Greene, a dónde me estas llevando... no lo sé!

14 noviembre, 2008

Dying changes eveything



Por fin se estreno ayer el primer capitulo de la quinta temporada de House MD, debo decir que en este episodio nuestro brillante médico muestra aún más crudeza al momento de decir la verdad, sobretodo con Trece. Hay una secuencia en que menciona su enfermedad delante de todo el equipo. Luego le hace entender que sí la misma le hace perder su objetividad como médico, tiene muchas puertas para marcharse. La forma en que aborda a Wilson, tampoco es de lo mejor: le dice que ya fue suficiente de duelo, y cuando se entera de que va a renunciar, lo único que se le ocurre decirle es que es un idiota al echar por la borda su carrera. Y por último lo chantajea con abandonar a su paciente si él no acepta quedarse, y realmente cumple su palabra. El equipo hace todo lo que está en sus manos por diagnosticar y salvar a la paciente. Finalmente Trece parece haber encontrado la respuesta en un linfoma y recibe tratamiento de quimio. La Dra. Hadley (verdadero nombre de Trece), parece proyectar en la paciente sus anhelos ahora que sabe que padece de Huntington y su calidad de vida empeorará, le aconseja que viva a plenitud, que haga lo que realmente desea. Pero su paciente le dice que "no todos tienen alas", y que se siente bien con la vida que lleva.

Pero aparece House y echa por tierra el diagnóstico de Trece, y con la "delicadeza" que lo distingue clava una inyectable en la pierna de la paciente y concluye que padece de una forma de lepra (lopromatosis difusa) que debió de haberse contagiado en los muchos viajes que hace con su autoritaria jefa. Esto parece un poco forzado, el que llegue así de repente y sin mayores examenes concluya con lo que tiene la paciente. Ese no es el House obsesivo y brillante que conocemos. Pero la parte por la que el episodio se lleva las creces, es la escena final, la conversación entre House y Wilson. House reconoce su parte de culpa en la muerte de Amber y le pide perdón por ello, pero sorprendemente Wilson le dice que el no lo culpa por la muerte de su novia.

- No fue tú culpa.
-¿Estamos bien entonces?
- No estamos bien, Amber no es la razón por la que me marcho. Yo no quería decirte esto, quería... quería como siempre protegerte. Lo cual es un problema. Tú vas derramando miseria porque es lo único que puedes sentir. Manipulas a la gente porque no puedes soportar cualquier relación verdadera. Y lo he permitido por... años. Y después los juegos, las borracheras, las llamadas por telefóno a medianoche Soy yo quien debía haber estado en ese autobús... no, deberías haber estado tú solo. Si algo he aprendido de Amber es que debo cuidarme.Ya no soy tú amigo House, ni siquiera estoy seguro de que lo haya sido.

Quizá no sea exactamente el dialogo, pero esto es en esencia. Las palabras son duras, terribles viniendo de Wilson, que siempre estuvo a su lado, su amigo incondicional. En verdad son para sacudir a cualquiera; ni siquiera House con todo su sarcasmo, con todo lo que siempre pregona de que nada le importa, permanece impasible. Se queda de pie, viendo como su amigo se aleja por el pasillo con la última caja de sus pertenencias en uno de los brazos.

09 noviembre, 2008

Los renglones torcidos (La cadena se cierra)

Tengo el sueño ligero, y a pesar de estar profundamente dormido cualquier ruido, por leve que sea me despierta. Algo parecido a un sollozo me llegaba de lejos, agudicé los oídos, no me equivocaba. Ahora escuchaba claramente unos gemidos ahogados que venían de la habitación de Franz, todos mis sentidos se despertaron y corrí a ver qué le pasaba. Estaba sumido en una pesadilla espantosa, al juzgar por su rostro convulso y sudoroso. Me acerque a él y lo sacudí suavemente para despertarlo, pero seguía murmurando entre sueños, aquellas mismas palabras que ya le había escuchado antes - Sácame de aquí, por favor sácame de aquí... que nadie entre... no quiero que nadie me vea así- su angustia me era insoportable, así que lo sacudí con fuerza por los hombros.
- ¡Despierta Franz, despierta!
Aterrado vi como sacaba con sorprendente rapidez un arma de bajo su almohada y la apuntaba hacía mí. Me quede paralizado, el pareció volver a la realidad y arrojó el arma a un costado.
- Tom, nunca, nunca vuelvas a hacer eso. Pude haberte hecho daño, pude hasta matarte- se cubrió los ojos con las manos y reclino su cabeza hasta dejarla descansar sobre su pecho.
- Franz, ¿no crees que es tiempo de hablar, dime qué sucedió?
- No, no me hagas revivir todo eso.
- ¿Alguien sabe lo que paso?
- Solo el capitán Jackman, fue él quien me rescato. A él le debo la vida y su leal silencio... ni siquiera Clare sabe a ciencia cierta lo que me ocurrió, solo tiene sospechas, pero ninguna certeza.
- Amigo mío, ya has probado mi lealtad y el gran... - no sabía cómo definir lo que sentía por Greene, así que pronuncie lo que pensé era más coherente - aprecio que te tengo, deja de atormentarte. Sabes que haría lo que fuera por librarte de esos malos recuerdos. Confía en mí.
- ¡Confiar!, el confiar me llevó a algo peor que la misma muerte.
- Entonces de nada han servido estos meses de conocernos - me aparte de su lado con una tristeza que me era imposible ocultar.
Volvió a cerrar los ojos, no sabía si para ordenar sus recuerdos, o para buscar las palabras con las que negarse a hablar sin dañar nuestra amistad.
- Tráeme algo de beber, algo fuerte, muy fuerte.
Le serví un wisky, al menos era lo más fuerte que encontré en el bar. Le tendí el vaso y se bebió el contenido de un solo trago.
- Prométeme que lo que le te voy a contar se ira contigo a la tumba. Y después, no harás alusión alguna a nada de esto nunca más. Su rostro adopto un gesto severo y sombrío; era como cuando la naturaleza se sume en un completo silencio antes de desatar la tempestad.
- Arthur era mi compañero en el departamento de policía, siempre salíamos juntos para hacer las investigaciones. Era en apariencia el mejor camarada que se podía tener; ameno, inteligente, siempre dispuesto a hacer justicia. Sabíamos de una conocida discoteca donde las drogas; desde la cocaína hasta el éxtasis circulaban entre los adolescentes. Las sospechas sobre el distribuidor estaban plenamente comprobadas, yo me había encargado de cerrar muy bien las redes alrededor de él para que no tuviera forma de escapar. Era un hombre astuto y no fue fácil acorralarlo, con todo el dinero que tenía podía comprar el silencio o la complicidad de quién quisiera; sabíamos que uno de los nuestros era su informante. Pero Tom -Franz se estremecía tan visiblemente que empecé a reprocharme el haberle casi obligado a recordar - yo con toda la inteligencia de la que me jacto, no vi, o no quise ver... que el enemigo se sentaba todos los días a mi lado a charlar y beber café.
Aquel día fuimos al lugar donde se haría el canje, soy muy bueno adoptando disfraces, lo hago al punto de transformarme en cuerpo y alma en lo que quiero representar. Yo me había infiltrado como un proveedor importante, y estoy seguro que nunca hubieran descubierto el ardid... si Arthur - sus ojos adquirieron tal odio que por un instante sentí temor de Greene; qué Furias vivían dentro de él, agazapadas, listas a tomar venganza - si ese maldito no me hubiera delatado. Por supuesto no estábamos solos, teníamos el apoyo de la policía anti-drogas, pero Arthur repentinamente se volvió contra mí y me tomo como rehén, les gritaba a todos que si se atrevían a acercarse acabaría conmigo. Yo les pedía que dispararan... pero no me hicieron caso. Me arrastro hasta el fondo del almacén abandonado, allí me sentí sujetado por otras manos, no tenía escapatoria, sentía el olor a podredumbre pegarse a mi nariz, aquel sitio debía servir de basurero. Seguíamos corriendo, siempre con el arma hundida en mi espalda. Por unos instantes salimos de nuevo a la calle, debimos atravesar todo el almacén. Un auto nos esperaba con el motor encendido, sentí un golpe fuerte en la cabeza y luego nada - Greene se levanto repentinamente de la cama donde había estado sentado y comenzó a dar vueltas por la habitación.
- Ya no sigas Franz, te estas alterando demasiado, Dios mío, como he podido llevarte a esto.
- No, tú querías saberlo todo, pues lo vas a saber, vas a escucharme hasta el final. Sírveme más wisky, o mejor trae toda la botella, y coge otro vaso para ti, puede que necesites beber algo antes que termine.
Si había conocido lo mejor de Greene ahora me estaba mostrando su lado más oscuro, ese que nunca hubiera querido ver.
Traje la botella y el vaso adicional, aunque no sentía ningún deseo de beber.
- Sírvete Tom, sírvete y bebamos a la salud de la traición, de la crueldad, de lo más ruin que se esconde en el alma del hombre.
Era tal la desazón que me envolvía que ni siquiera tenía fuerzas para levantar la botella, fue él mismo quien lleno mi vaso hasta el borde.
- Vamos, bebe, bebe que lo mejor de la historia viene ahora - su voz sonaba terrible, en ella se mezclaba el odio y el dolor- bebe por mi muerte, porque en esos días una parte de mí murió.
Cuando desperté estaba echado sobre un piso duro, todo estaba a oscuras, pero me bastaron algunos pasos para medir las escasas dimensiones de mi prisión. Todo hedía a tierra húmeda. El aire que entraba junto con un hilillo de luz por sobre mi cabeza era muy escaso, apenas si podía respirar. ¿Acaso me habían enterrado vivo?, la única salida que tenía estaba fuera de mi alcance, las paredes eran lisas, no había bordes de los cuales asirme. La desesperación empezó a adueñarse de mí, recordé las oraciones que alguna vez me enseño mi madre y las musite. De pronto se abrió una puerta que ni siquiera había notado por la pesada oscuridad, y de nuevo me vi arrastrado por un pasadizo. Me llevaron hasta una habitación pequeña y mugrienta, las ventanas estaban sucias de polvo, allí me esperaba el mismo hombre al que estuve a punto de atrapar junto a otros tres que reconocí como los mismos que estaban en el almacén.
El guapo teniente Greene, vaya, ahora no luces tan bien. Sabes, me has fastidiado por mucho tiempo, una y otra vez has metido tus sucias manos en mis asuntos. He perdido mucho dinero por tú culpa, pero no siempre se gana. Y yo tendré el enorme placer de oírte gritar y ver cómo te arrastras pidiendo piedad, pero nadie la tendrá. No dijo nada más, pero mientras sus hombres me sostenían, me golpeo hasta cansarse Estuve preso tres días, por tres días me torturaron... - mi pobre amigo se había arrinconado en una esquina de la habitación, sus brazos rodeando con fuerza sus rodillas, el rostro escondido sobre sus piernas - durante cada día fui forzado por ellos, hasta sentir que ya no tenían nada más que envilecer. Luego me abandonaron en aquel inmundo hueco, cuando vi cerrarse la pequeña abertura por dónde me entraba un poco de luz y aire me resigne a morir. No sé cuánto tiempo paso pero ya empezaba a experimentar los horrores de la asfixia, en vano trataba de asirme a la paredes, me arrancaba las uñas en mis intentos. Iba a morir y de qué forma - Greene levantó la cara, la tenía encendida e inundada de lágrimas, se limpió el rostro y siguió con su terrible relato - fue allí que llegó Jackman, él fue el primero en descender, yo le rogaba que me sacara de allí, comprendió la situación y escuche su voz autoritaria pidiendo una ambulancia, me acomodo las ropas y me cubrió con su abrigo. Nadie sabrá de esto Greene, le doy mi palabra. Ya no recuerdo más, desperté en el hospital, con el buen capitán a mi lado. Renuncie a mi cargo y desaparecí para el mundo.
La idea de la muerte se instaló en mi mente, una y otra vez la ejecutaba en mi imaginación con todo detalle, nada podía fallar. Si iba a pegarme un tiro, ahorcarme, o abrirme las venas; todo debía ser perfecto, no debía quedar ni la más mínima posibilidad de salvarme. Careciendo de familia, todo cuanto poseía lo dejaba a Clarise.

"Existe algo de grande y espantoso en el suicidio. Las caídas de muchas personas no son peligrosas, son como la de los niños que caen tan cerca del suelo que no se hacen daño; mas cuando un gran hombre se estrella, ha de venir de muy alto, haberse elevado hasta los cielos... ¿Cuan implacables han de ser los huracanes que le fuerzan a pedir la paz del alma a la boca de una pistola?" 1

El arma descansaba sobre mi sien, había quitado el seguro y mi dedo estaba a punto de presionar el gatillo, cuando sentí un tirón a mis espaldas, la bala fue a incrustarse en la pared. De un manotazo Jackman me obligo a soltar la pistola y la lanzó lo más lejos que pudo. ¿Pero qué haces Franz, qué haces? me grito agitándome como si durmiera y quisiera despertarme. Durante días no dejo de vigilarme, me obligó a ingresar a un programa de terapia y cuando no podía tenerme cerca me ponía al cuidado de Clare. Poco a poco salí de ese otro agujero más negro y más hondo que aquel otro. Pero sabes Tom, no se sale ileso de algo así. El olvido no existe, quedan las huellas para recordártelo.
Estaba como en un trance, se quitó las ropas. Tenía parte del torso cubierto de cicatrices. Cerré los ojos y empecé a sollozar. Yo mismo lo había obligado a recordar todo ese horror y ahora estaba pagando el precio. Sentía que las piernas no podían sostener mi peso, pero hice un esfuerzo y arranque de la cama una de las sábanas, me acerque a él y lo cubrí.
- Perdóname Franz, perdóname- le pedía entre sollozos - nunca más repetirás esto a nadie, ni escucharas nada de mis labios mientras viva.
Lo ayude a vestirse de nuevo, como si fuera un niño pequeño. A pesar del daño que le habían causado, Franz seguía siendo hermoso. La belleza de su desnudez me turbaba los sentidos. Tal vez fuera infame de mi parte pensar esto en medio de tanta tragedia, pero no debo omitir nada.
Permanecimos unos instantes eternos abrazados en silencio, luego se soltó suavemente, se dirigió a su cama y se dejo caer sobre ella, agotado y sudoroso, como si hubiera corrido un gran trecho; y en cierta forma lo había hecho, una carrera a lo más lóbrego de sus recuerdos.
- Me quedare contigo, no voy a dejarte solo está noche- le dije, pero Greene no me contestó - ¿prefieres que me vaya? - interprete su silencio como una respuesta afirmativa y me iba a levantar de la cama donde me había sentado, cuando su mano se aferró a mi brazo.
- No te vayas.
Apoyo su cabeza en mi regazo, y yo me acomode como pude en el respaldar de la cama. Mientras observaba como se iba durmiendo poco a poco y todo vestigio de angustia desaparecía de su rostro, comprendí finalmente que mis sentimientos tenían un nombre.

1. Fragmento de "La piel de zapa" de Honoré de Balzac

07 noviembre, 2008

Los renglones torcidos (Más eslabones)

Siempre que los turnos me lo permitían y que Clarise estaba dispuesta a acompañarme me aparecía por la casa de Greene. Ya no podía alegar el pretexto de la pierna, porque yo mejor que nadie sabía que estaba perfectamente bien. Así que empecé a fingir interés en su amplia colección de novelas. Debo confesar que soy un hombre más vinculado a lo estrictamente científico y nunca había experimentado ningún gusto especial en la lectura de novelas o poemas. Sin embargo, lo que en un principio fue mera simulación, se fue convirtiendo en un verdadero placer. Era Greene quien me recomendaba las obras, pero era tan celoso con sus libros, que en un principio no permitió que ninguno de sus "compañeros" salieran de casa. Pero yo era fiel en el cumplimiento de las fechas en que debía devolverlos y cuidadoso en extremo con ellos. Así que empezó a prestármelos de buen grado.
La manera en que se va forjando una amistad es algo inexplicable; qué hace que dos personas encuentren afinidades insospechadas, cómo se crean lazos tan fuertes que trascienden el tiempo, qué hace que lleguen a conocerce tan profundamente que las palabras casi sean innecesarias.
Nos volvemos de alguna forma dependientes de esa amistad; nos entristecemos si alguna sombra cruza su mirada; si la alegría decide acampar en sus labios, en los nuestros hace su hogar, y si algún atisbo de peligro le acechara nada nos detendría en acudir a su llamado, dónde y a la hora que fuera.
Nuestras charlas se fueron haciendo cada vez más amenas, lo único que me incomodaba era la humareda en que me envolvía, con sus eternos cigarrillos; aquel hombre parecía saber un poco de todo, bien podía mencionar los más representativos pintores del expresionismo o del romanticismo musical expresado en la melancolía de los nocturnos y valses de Chopin, así como citar pasajes de los más importantes novelistas. Tratar de las primeras culturas: Sumerios, Caldeos, Griegos; de la gloria y caída del gran Imperio Romano, de la Revolución francesa o de las grandes guerras; de los horrores, miserias y destrucción que dejan a su paso.
Tampoco le era desconocido lo relacionado a la astronomía; el sistema solar y lo que está más allá, nebulosas, galaxias, gigantes rojas y enanas blancas, agujeros negros cuya densidad absorbe hasta la propia luz.
Pero lo que conocía de manera más profunda era todo lo relacionado al mundo criminal; sabía de los casos más sonados de décadas atrás o los más recientes, la tecnología moderna parecía no tener secretos para su mente privilegiada. Era observador en extremo, me sorprendía las deducciones que de tales observaciones obtenía. En más de una ocasión me preguntaba si no era el mismísimo Sherlock Holmes, que de alguna forma se había escapado de las páginas de su creador.
Sus conversaciones eran tan fascinantes que no me daba cuenta del transcurrir del tiempo, y no era raro que en ocasiones nos sorprendieran las primeras luces de la mañana.
En muchas ocasiones no lo encontraba en casa, entonces daba por hecho que había salido a una de sus investigaciones. Sin embargo, todavía existían cosas a las que no aludía jamás, y yo no me atrevía a forzar ninguna confidencia. Me bastaba su agradable compañía.
Aun recuerdo la sorpresa que tuve la primera vez que lo vi aparecer por el hospital. Como era habitual en él vestía de gris y negro, estaba a un lado de la entrada fumando y observando distraidamente a las personas. Yo había terminado de ordenar mis cosas y luego de marcar mi tarjeta, mis ojos se encontraron con lo de él.
- ¡Franz!, pero qué te trae por aquí.
- Clare quiere que vayamos a su casa, ha preparado algo especial.
- ¿Especial?.. qué tiene de especial hoy.
- Pero... en verdad no sé cómo obtuviste el diploma de médico con esa memoria. Cómo es posible que no recuerdes ni cuándo naciste.
No pude evitar echarme a reír, la cara de mi amigo entre risueña y enojada, termino por sucumbir a mi risa; y de pronto estábamos riéndonos los dos en la puerta del hospital, olvidándonos de todo a nuestro alrededor. Era la primera vez que veía a Greene reír así, nunca tuve mejor regalo de cumpleaños en mi vida que el de esa noche de junio.
- Deja tu auto en el estacionamiento, el mio es más rápido.
- Tú manejas a lo loco, que son cosas distintas.
- Oh, hazme caso, no quiero encontrar la comida fría. Mira que Clare se ha esforzado mucho, y yo he puesto mi granito de arena.
- ¿Tú?, me vas a decir que tú has cocinado.
- ¡No!, yo he colaborado... en... ya lo verás, no voy a arruinar la sorpresa.
Mientras se acomodaba el cinturón de seguridad, me quede observándole largamente. ¿Podía ser este hombre que ahora me preparaba sorpresas el mismo que hace unos meses estaba dándome de puñetazos? Siempre sabía cuando mis ojos estaban sobre él, en realidad, no se le escapaba la observación de nadie; por eso resultaba imposible seguirle. Se volvió sonriendo, no me ruboriza confesar que aquellos ojos ejercían sobre mí una fascinación casi sobrenatural, cuando estos se clavaban en los mios como dos dagas de plata no había cosa en el mundo que no hubiera hecho por Greene. Puso una de sus manos sobre mi rostro, su contacto era cálido y suave; pero la caricia se fue tan pronto como había llegado.
- No cambies Tom- ese era el extraño diminutivo que le había dado a mi nombre- no permitas que nada ni nadie te cambie, ni siquiera yo. Eres un buen hombre, y un buen amigo.
Yo tome sus manos entre las mías, las palabras se me atropellaban por la emoción.
- Para mí, merecer tu amistad es más de lo que... eres la mejor persona que he conocido- sin pensarlo me arroje a sus brazos, él me retuvo unos segundos, pero después me separó con cierta brusquedad- perdona, no soy bueno para esto- me dijo un poco confuso.
El resto del tiempo, apenas si cruzamos alguna palabra; creo que en el fondo se arrepentía de haber llevado tan lejos, según sus parámetros, sus muestras de afecto hacía mí. Afortunadamente al llegar a la casa de Clare, volvió a ser el mismo de antes. La mesa estaba servida para cuatro personas. Al poco rato salio de la cocina el capitán Jackman llevando una botella de vino, aquel policía me despertaba una gran simpatía, tal vez porque sabía cuanto apreciaba a mi amigo. Me quede extasiado en la belleza de la vajilla, los bordes brillaban como oro recién pulido.
-Era de su madre- me susurro Clare- hacía tanto tiempo que no la veía, es en verdad hermosa... muy hermosa.
Esa era "la sorpresa" que había reservado para mí. Había removido sus más dulces recuerdos para ofrecérmelos aquella noche. Podía imaginar con cuánto cariño y cuidado conservaba cada una de esas piezas, porque las manos de su madre las habían tocado tantas veces, hasta dejar un poco de sí en ellas.
Jackman se retiro cerca de la medianoche y Clare no quería marcharse hasta dejar todo en orden, pero entre Greene y yo la convencimos de que dejara todo tal como estaba, ya nos ocuparíamos nosotros de lavar la vajilla.
Las noches empezaban a ser cálidas y el camino que hicimos para acompañar a nuestra amiga hasta su casa fue sumamente placentero. La fragancia a jazmín y hierba fresca, las calles solitarias y silenciosas, la tenue luz de los faroles, las casas con sus oscuras ventanas. Era como si el mundo entero durmiese y solo nosotros dos veláramos.
- Es tarde Tom, ¿quieres qué te lleve a casa o te sirve bien uno de los sillones?
- Estoy cansado y tengo mucho sueño, tú debes estar igual. Así que no pienso ir a ningún lado.
Cuando llegamos se apresuró a entrar en su habitación, trajo unas mantas y un par de almohadas y rápidamente improviso una cómoda cama para mí.
- Tom... yo tengo ciertas "peculiaridades", quizá te parezca que me porto como un niño, pero tengo mis razones para actuar así. Es imposible que pueda conciliar el sueño si las luces de la habitación no están encendidas y la puerta abierta. Me es insoportable estar en espacios cerrados. No siempre fui así... solo, desde... no importa, nada de eso importa ya.
Aquella última frase parecía decirla más para sí mismo que para mí.
- No tienes que darme ninguna explicación Franz, está es tu casa.
Me miró como si saliera de un ensueño, y luego de darme las buenas noches se alejo a su dormitorio. Aquello era un tormento, siempre que parecía que finalmente iba a hablarme de esa parte de su vida que me era desconocida se detenía. Pero el azar o el destino hicieron que aquella noche averiguara más de que habría imaginado.

03 noviembre, 2008

Los renglones torcidos (El primer eslabón)

Dedicado a todos aquello que no pierden sus esperanzas en mi.

Todo lo que había sucedido durante el tiempo que estuve atendiendo a Greene me dejaron desconcertado. Era indudable que iba a pasar otra noche sin dormir.
Recordaba lo que el tipo aquel me contó, lo de la trampa en que había caído el ex-policía y luego estaba esa alusión sobre lo que hicieron con él. Su risita malvada resonaba en mis oídos. Mis ideas eran un revoltijo, trataba de asociarlo todo; esa reticencia a ser tocado, los dedos quebrados, su pánico a la vista de las tijeras; la inexplicable desesperación que experimentó en el consultorio, sí, ahora podía recordarlo bien, todo se desencadeno cuando se sintió atrapado. Dios, ahora empezaba a entender, su miedo, ese espantoso miedo no podía provenir sino del pasado, de lo que le ocurrió cuando estuvo en manos de sus carceleros. Y no era a mí a quien se aferraba en realidad, sino a la persona que probablemente lo ayudo a salir...eso quería decir que estuvo encerrado... pero... por cuánto tiempo, ¿horas, días? Ya no podía, no quería pensar más.
Durante los días siguientes me mantuve en contacto con Clarise para saber del estado de mi paciente; ella me decía que mejoraba con rapidez, pronto podría volver a caminar. Casi adivinó mis pensamientos cuando me dijo tranquilamente.
- No te preocupes Anthony, estoy cumpliendo al pie de la letra tus indicaciones, normalmente no es fácil de manejar... pero a mi nunca me contraria en nada. Así que lo tengo en cama, pero conociéndolo no aguantará mucho quieto.
- Clarise... bueno, yo... quisiera pedirle que hable con él para que me permita visitarlo, sería bueno que pudiera revisar su herida, además los puntos ya deben ser retirados.
- Anthony, me pones en una situación difícil, no sé si querrá recibirte, es muy reacio a las visitas. Apenas si nos recibe al capitán Jackman y a mí.
- Por favor, puede preguntárselo, me agradaría mucho verlo.
- Bien, bien, está tarde le preguntare. Pero es mejor que no te hagas muchas ilusiones.
No sé qué me impulsaba a querer ayudarle. Qué extraña simpatía me arrastraba hacía Greene desde que lo conocí. Sabía que un gran sufrimiento lo torturaba y se escudaba en su trabajo, en su soledad.
Cuando el pasado nos acecha constantemente, cuando no es imposible librarnos de sus pesadas cadenas y tomamos conciencia que estos recuerdos solo nos envenenan; entonces ha llegado el momento de abandonarlos, porque son como un agobiante lastre que día a día nos va dejando sin aliento, doblándonos la espalda, hasta que de pronto... sin darnos cuenta somos incapaces de erguirnos, y todo recuerdo del cielo y las estrellas ha desaparecido; nuestros ojos solo son capaces de mirar el polvo y las afiladas piedras del camino. El tiempo que dejamos marchar es imposible de recuperar. Los ideales que abandonamos, los abrazos que dejamos de dar, el perdón que se nos queda atrapado entre la lengua y los labios... nada regresa. La vida no nos da tregua, no hay segundas oportunidades, solo es el aquí y el ahora.
Pero quizá existen cosas que no se pueden olvidar con tanta facilidad, heridas profundas que nada puede aliviar. Si él alguna vez me contara qué le atormentaba tanto... si algún día quisiera hacerlo. ¡Greene se había apoderado de mis pensamientos, de mis horas de sueño. Era un intrincado laberinto y yo estaba perdido en el!
Para mi sorpresa, Clarise me llamó después de las 8.00, hora en que solía regresar del Hospital y me dijo algo que de no haber tenido bien sujeto mi plato, de seguro hubiera tirado todo sobre mi recién adquirida alfombra.
- ¡Anthony!, te tengo buenas noticias, tan buenas, que ni yo me las creo. Franz dice que está bien si quieres venir.
- Enseguida voy para allá, ¿quiere que pase por su casa?
- Claro... ¿o es que acaso tú conoces dónde vive?
- ¡Que tonto! Tiene razón.
- Te espero en unos 40 minutos ¿te parece?
- ¡Perfecto!
Estuve en menos de 30 minutos frente al umbral de la puerta de Clarise, la mujer me abrió sorprendida. Estaba arreglándose su castaño cabello. Oh, aquella mujer debió haber sido tan hermosa en su juventud. Si aun ahora pese a los años, que debían ser poco más de cincuenta, casi no había perdido nada de su frescura y de su serena belleza. Me senté en uno de sus cómodos sillones. Todo en aquel lugar me era conocido, desde las diminutas porcelanas que descansaban en la impecable vitrina, hasta el hermoso piano; ella aumentaba sus ingresos dando clases de piano, y es que la pensión que le dejo al morir el esposo apenas si cubrían sus gastos. Todos aquellos que conocíamos esa situación, de alguna forma muy discreta le hacíamos llegar nuestra ayuda.
Cuando estuvo lista casi la arrastre hasta el auto. Ella me miró por el rabillo del ojo, parecía entre extrañada y divertida.
- No necesitamos el auto, está a pocas cuadras de aquí.
- Pero Clarise, está a punto de nevar...y hace mucho frío.
- Siempre me ha gustado la nieve. ¿El frío?, ohhh, apenas si lo siento.
La casa era de construcción antigua, el frente de piedra blanca y pulida; la puerta tenía hermosos tallados, pero a la incierta luz del farol de la entrada difícilmente podía apreciarlos como hubiera deseado. Un pequeño jardín se extendía a lo largo y en medio de este solitario y orgulloso se erguia un roble. La Sra. Taylor buscó en su bolso una pequeña llave y abrió la puerta.
- ¡Franz!, ya estamos aquí.
- Espera, debe estar en su habitación.
Me quede unos instantes a solas y pude observar a mí gusto el salón. Todo estaba impecable. El piso de madera reluciente, los libros ordenados. No habían fotografías, ni adorno alguno, salvo pequeños ceniceros que estaban repartidos por todos lados. Al fondo había un pequeño bar, con muchas botellas de diferentes tamaños y colores. Que agradable me resulto aquella estancia. Me levante a examinar los lomos de algunos de los libros; la gama era tan diversa, iban desde anatomía, química, física, informática, novelas de los más diversos autores. Tenía también una amplia colección de discos compactos, en su mayoría clásicos. Todo era tan caótico como su personalidad. Tenía entre mis manos un tomo de "El retrato de Dorian Gray", no había advertido su presencia, así que me volví sobresaltado cuando escuche su voz detrás mio.
- Deseos ominosos. Hacer cuánto uno ansía, perversiones y maldades sin que estas se reflejen en el rostro, hacerle una jugarreta al tiempo para que nos evite inclinarnos sumisos ante la vejez; todo a cambio de nuestra alma, todos nuestros vicios pesando sobre un cuadro. Fascinante y terrible... ¿Qué cree Douglas?
- Sí... pero prefiero que el tiempo se lleve en su momento lo que tenga que llevarse.
Su mirada de acero no se apartaba de mis ojos, parecía como si estuviera estudiandome, y sin lugar a dudas lo estaba haciendo. Para escaparme de aquella embarazosa situación, le pregunte por su pierna.
- Está bien- me contesto secamente
- ¿Me permite ver su herida?, he traído lo necesario para quitarle los puntos.
Un gesto de fastidio cruzó por sus rostro. Afortunadamente llevaba pantalones holgados y no tuvimos que pasar por ninguna incomodidad. Fui lo suficientemente cuidadoso para tocarlo apenas.
- ¿Quiere algo de beber?
- No se preocupe, no es necesario que...
- ¡Dios, ya vio que estoy bien!, además, está es mi casa y me da la gana de invitarle... ¿qué quiere?
- Un wisky está bien- me apresure a contestar antes que alguna botella volara sobre mi cabeza.
- Me alcanzó el vaso a regañadientes.
Era una situación entre cómica y absurda, los dos estábamos sentados frente a frente con nuestros vasos, sin saber de qué hablar. Saco una cajetilla de uno de sus bolsillos y se puso a fumar tranquilamente. Terminó y enseguida encendió otro y luego otro más. Iba a hacer una observación, pero el brillo de sus ojos fue como advertencia.
- Mis pulmones están hechos una mierda, así que un cigarrillo más o menos... da lo mismo.
- Pero Greene, fumando así empeora las cosas.
- Y quién le ha dicho que yo quiero mejorarlas. ¿Por qué se interesa tanto por mí?
- Quizá porque es usted una especie de rompecabezas, uno puede tener algunas piezas, pero faltan las más importantes- me calle sorprendido de haber expresado sin querer mis pensamientos.
- ¿Y?
- ¡Y nada!
Arrugo el ceño y siguió mirándome, sus ojos eran de una tonalidad poco común. Eran como el color de los trazos que haría un carboncillo en una blanca hoja.
Afortunadamente llegó la Sra. Taylor a liberarme de aquel examen. Era cómo si quisiera leer en lo más profundo de mis pensamientos.
- Te he preparado algo de cenar. Si quieres come ahora mismo para que no se enfrié.
- Gracias Clare- era la primera vez que le oía llamarla así, después le tomo una mano y deposito en ella un beso breve - eres siempre tan buena.
Aquella mujer debía ser excepcional en verdad, con ella parecía otro hombre, quizá el que alguna vez fue. Antes que todo aquel horror lo cambiara.
- ¡Hasta pronto Greene!
- Sí... quién sabe...