31 diciembre, 2008

Resumiendo un año

¡FELIZ 2009!

¡GRACIAS !

Por los amigos que siempre estuvieron a mi lado, en los días grises y en los soleados.


Por aquellos que ya no visitan mi casita, pero que siempre, siempre, espero con los brazos abiertos.


Por aquellos que nunca olvidaremos, porque ya son un trozo de nuestras vidas.


Por los días luminosos que vivi.


Por los días amargos que cada día debo superar y vencer.


Por mi querido House, que trajo un poco de... a ver, eso no sé cómo explicarlo, al fin al cabo House, es House

26 diciembre, 2008

El final de los Harker

Quincey era diferente a los otros vampiros que aun pueblan la tierra; su transito a esa existencia de sombras no había sido por la muerte luego de ser atacado y despojado de su vida como mortal. Fue a través de la sangre contaminada de su madre que adquirió esta condición. Mina fue atacada siendo muy joven, apenas había llegado a los veinte años.
La vida de Harker Morris transcurrió tranquila; entre el temple que su padre le transmitía y la dulce sabiduría de su madre. Respetuoso y aplicado como alumno, noble y generoso como amigo; aquellas eran las cualidades que le habían distinguido durante su trunca vida como estudiante. Jonathan lo veía crecer y su corazón de padre se llenaba de orgullo. De su madre había heredado los ojos azules y de Jonathan el negro azabache de sus cabellos.
Al llegar a los diecinueve años cambios al principio muy sutiles empezaron a operarse en el muchacho, Van Helsing, asiduo visitante de la pareja reparó en aquellos cambios. Los paseos de Quincey al aire libre junto a Mina, cuando el sol resplandecía se fueron haciendo cada vez más escasos, era como si de alguna forma aquella luz lo lastimara. Un atardecer Van Helsing tuvo que cubrirse los ojos para que el dolor de su descubrimiento no lo matara, la sombra del muchacho era tan difusa que parecía ya no existir. Nada de esto pasaba desapercibido para Mina, ya en la época en que ella y sus compañeros dedicaron sus existencias a terminar con el conde había dado muestras de una aguda inteligencia; está unida a su intuición de madre le decía que algo terrible ocurría con su hijo. Solo Jonathan parecía ajeno a todo. Fue un día de abril, el vigésimo de su existencia, cuando el sol se ponía en el horizonte que Quincey lanzó un grito casi inhumano que heló la sangre de los que habitaban la casa de los Harker. Todos corrieron hacía las escaleras, cuando llegaron a la habitación del joven lo encontraron frente al espejo que había detrás la puerta de su armario... ¡su imagen no se reflejaba en este! Cómo describir aquel instante de tristeza y angustia, el infeliz fue a refugiarse en brazos de su madre y de pronto tuvo que apartarse, la delicada cruz que ella siempre llevaba en el cuello le rozo la mejilla, su contacto fue como el de un metal calentado al rojo vivo. No grito, no profirió una palabra, solo las lágrimas resbalando por su rostro eran testimonio del terrible dolor que aquel contacto le había producido.
Jonathan se tomo el pecho y lanzando un gemido cayó desplomado al piso, Van Helsing corrió hacía él, pero su corazón ya se había detenido; había sobrevivido a su estancia en el castillo del abominable conde, al aciago día en que el alma de Mina fue corrompida. Ahora ver a su hijo convertido en lo único que alguna vez odio era demasiado.
El entierro se realizó al atardecer del segundo día de su muerte. Mina ya no lloraba, la delicada mano descansando sobre su pecho y su extrema palidez todo lo decía.
El destino de su hijo se había trazado desde que fue concebido, pero solo ahora se hacía patente. El tiempo se detuvo desde aquel día para Quincey, tendría una juventud eterna, pero comprada al precio de su alma. Pronto el comer o beber le producía repulsión, solo una cosa ansiaba para sobrevivir, la sangre de otro ser vivo; cuando esta necesidad fue apremiante, el muchacho supo que era el momento de dejar atrás todo lo que había amado, su vida como la conoció ya nunca volvería a ser la misma.
Wihelmina Harker sobrevivió solo unos meses a la partida de los dos seres que más había amado, se sumió en la más honda depresión; las puertas de su casa solo se habrían para recibir a su querido amigo Abraham Van Helsing.
- Mina, no es tiempo aún de morir, la muerte es para los viejos como yo.
- Mi buen profesor... ¿acaso se puede vivir sin corazón? El mío está muerto hace mucho, lo que ve es solo un cuerpo que vive porque la naturaleza así se lo impone, y porque no me es permitido dar fin a mis días.
- No hable así Mina, ya una vez me pidió la muerte y yo juré dársela, pero era por salvar su alma, si usted se deja morir...
- Profesor, si supiera algo de Quincey, Dios mío, por lo menos podría tener una noche de sueño.
- Sabe bien que ya muy pocas cosas pueden hacerle daño.
- ¡Condenado!, mi pobre hijo condenado sin haber cometido falta alguna. Dígame profesor, y sea completamente sincero, ¿se convertirá en algo demoníaco como el conde?
- Mina... él ya no pertenece al mundo de los vivos, la bondad trasmitida por Jonathan y por ti atenuaran de alguna forma sus instintos; estoy seguro que nunca matará, pero igualmente sé que la maldad no le será ajena.
Mina tomó la mano del profesor y la beso con ternura.
- Una promesa amigo mío, una promesa.
- Mina, adivino lo que va a pedirme... por amor a Dios... ¡no lo haga!
- Prométame que buscará a Quincey y librará su alma del infierno.
Una gruesa lágrima resbalo por la arrugada mejilla del profesor, y asintió porque la tristeza no le permitía hablar. Vio a Mina sonreír y cerrar sus dulces ojos para siempre.
Pero los años tienen pies ligeros Van Helsing buscó inútilmente al joven, agoto el resto de sus energías hasta carecer de ellas. En su lecho de muerte, solo repetía el nombre de Mina pidiendo su perdón.
Antes de marcharse Quency buscó las hojas mecanografiadas de las que su madre le había hablado. Eran los diarios que sus padres, John Seward y Lucy Westenra habían llevado, así como alguno que otro artículo que los periódicos locales publicaron sobre extraños hechos y que Mina inserto al suyo. En aquellas hojas estaban plasmados todos los horrores, peligros y angustias que aquellos valerosos hombres habían vivido y de los que no estaba excluida su madre.
Se estremeció ante las acciones cometidas por Lucy luego de convertirse en una no muerta; carente de piedad, solo dispuesta a obtener su alimento sin importar hacer presa de pequeños niños. Los sufrimientos de su pobre madre, su corazón se enfurecía al pensar que aquellos odiosos labios se hubieran depositado en su suave cuello para beber de su sangre. El valor de su padre, su entereza, la nobleza de sus sentimientos. Desafortunadamente también encontró información sobre aquellas cosas que podían destruir o detener a seres como él: ahora estaría alerta a las cruces, las hostias consagradas, las balas de plata bendecidas, las estacas en el corazón y las flores de ajo.
Ahora conocía también los poderes que había adquirido; podía cambiar de forma y convertirse en lobo o murciélago; tenía limitado poder sobre los elementos, podía crear niebla a su alrededor para protegerse o invocar tempestades, cruzar el mar durante la marea alta; igualmente podía hacerse obedecer por animales, como los lobos, las ratas, los murciélagos y los mochuelos; podía aparecerse en los rayos de luna en forma de motas de polvo, disminuir de tamaño... y sin embargo no era libre, nada podía hacer hasta que el sol se ocultará.

Todos los personajes mencionados; así como algunos informes necesarios para continuar la historia, pertenecen al escritor irlandés Bram Stoker.

22 diciembre, 2008

¡Feliz Navidad para todos!

Para todos mis queridos amigos, porque para el cariño las fronteras no existen. Tantas veces me he sentido acompañada con solo encender el ordenador y leer sus e-mail o sus comentarios.
¡Mil gracias por todo!, y de nuevo una ¡Feliz navidad!

19 diciembre, 2008

El regreso de Franz Greene

Cierta personita alada que tiene su casa muy cercana a la mía y suspira por el capitán Jack, me pidió que trajera de vuelta a nuestros amigos y los pusiera a resolver un caso que va más allá de toda lógica.

"Todos aquellos que han tenido oportunidad de pasear sus ojos por las páginas de una de las novelas cumbres de la literatura fantástica, Drácula, de Bram Stoker; el demoníaco vampiro que llevo el terror y su sed de sangre a innumerables generaciones en diversas regiones desde su natal Transilvania, hasta su traslado a Londres, han experimentado fascinación y repulsión por el personaje.
En la ciudad londinense tenía una sola finalidad, crear una nueva raza para continuar su horrendo designio. Fue en Londres donde bebió la sangre de las mujeres que amaban los protagonistas: Mina Harker y Lucy Westenra, haciendo su sierva a la primera y convirtiendo en una no muerta a la segunda. Para Lucy, todo concluyo al clavarle la estaca y recobrar la paz de su espíritu, pero para Mina, los martirios continuaron hasta que su esposo Jonathan, y sus leales amigos: John, Arthur, Quincey y Van Helsing, persiguieron y dieron muerte al monstruo. Aparentemente su reinado de sangre y horror había terminado.
Sin embargo, Mina Harker estuvo impura por un tiempo, pues el vampiro le infringió un terrible bautismo obligándola a beber su sangre de una herida que se abrió en el pecho
... y aquella continuo circulando en sus venas. En el aniversario de la muerte de Drácula nació su hijo Quincey Harker Murray, un pequeño que algún día sería el culpable de la lenta agonía de su valerosa madre y de la prematura partida de su padre.
La muerte no engendra sino muerte, la corrupción no engendra sino corrupción y Quincey estaba condenado a convertirse en todo aquello que sus padres quisieron destruir por siempre de la faz de la tierra. Un ser que erraría solitario por los siglos, empujado a buscar lo único de lo que podía alimentarse, maldiciendo una suerte que jamás buscó.
Escondido en casas abandonadas y ruinosas, donde la luz no existe, donde el dulce aroma de las flores es solo un recuerdo, donde el brillo del sol ha sido reemplazado por las sombras y las caricias maternales se han borrado de su memoria. Así se arrastra por los pasillos Quincey, esperando que llegue la noche y a la vez detestándola, para salir en busca de su víctima"

Todo mito nace de una verdad, sin embargo, dónde termina uno y empieza la otra...

Había escrito las últimas líneas de nuestra vida pública, y archivado los muchos casos en que nos vimos envueltos en una carpeta protegida por una clave que solo Greene y yo conocíamos, y que pensé nunca volveríamos a abrir. Franz como yo pensábamos que finalmente podríamos usar nuestro tiempo libre en asuntos más apacibles. Reviviendo los días más felices de su vida, aquellos que paso juntó a su madre; acudiendo a todos los conciertos, obras de teatro y visitando las galerías de arte que se presentaban en la ciudad. Aun era difícil que Greene aceptara nuestra relación frente a terceros, pero yo conocía ese lado de su carácter, y sabía que se obtenía más de él yendo con tranquilidad, dejando que hiciera las cosas a su manera.
Cierta mañana de junio, ambos descansábamos sobre la cama abrazados el uno al otro, sin deseos de levantarnos, amodorrados por el calor y extenuados por una intensa noche de amor. Cuando escuchamos sonar insistentemente el timbre de la puerta. Franz se quito de encima las sábanas y busco entre el revoltijo de nuestras ropas una bata para cubrirse.
- Mmm, ese no puede ser otro que nuestro buen Jackman, y por la urgencia de sus llamados la cosa ha de ser grave. De prisa Tommy, vamos a ver qué le pasa al capitán.
Me desperece como un gato que descansa al sol, y salí tras él cogiendo otra bata a mi paso. Jackman pese a aceptar nuestra relación, todavía se sentía incómodo al tenernos frente a él sabiéndonos desnudos e imaginando lo que habríamos hecho la noche anterior. Su rostro algo regordete se tiño de un ligero rubor.
- ¿Prefiere aguardar a que nos vistamos capitán?
- No, no Franz, es algo urgente. ¡Debes tomar este caso en tus manos!
- Ya sabe que deje eso hace tiempo.
- Pero Franz, esto es inaudito, supera todo lo que hayas echo antes - los ojos de Greene brillaron y de nuevo su cuerpo se tenso ansioso ante la expectativa de una aventura.
- ¿De qué se trata?
- ¡Un vampiro!
- ¡Otra vez un vampiro! - dijo algo desilusionado.
- No, ahora... no se trata de un asesino en serie. Debo contarte los hechos.
- Pues adelante, ¿no quiere una limonada?
- Sí, me vendría bien.
Franz fue a la cocina y regresó con una bandeja y sobre ella una jarra llena y tres vasos que dejo sobre la mesa. Se acomodo en su sillón favorito esperando que Jackman iniciara su relato. Poco a poco había logrado que dejara el hábito de fumar, pero con mucha desilusión de mi parte vi como rebuscaba en el cajón de una mesita que tenía al lado una cajetilla de cigarros; encendió uno e hizo un gesto de apremio al capitán.
- Tú dirás que hay ciertas similitudes en este caso con el anterior que resolviste; se presentan las mismas marcas en el cuello, la pérdida de sangre. Pero está vez no se trata de niños, sino de adultos: hombres o mujeres. Sin embargo, no llega a matar a la víctima, pero las deja en un estado de extrema debilidad.
- Y luego de que se recuperaron, han podido interrogar a alguna de ellas, ¿cómo fue el ataque?, ¿dónde se produjo este?, ¿llegaron a ver a su agresor?
- Espera, espera Franz... hasta el momento solo dos personas han sido atacadas, no tenemos noticias de más víctimas; se trata de una mujer de 25 años y un joven de unos 30 años, por supuesto, no queremos alborotar a la prensa; porque está sigue y seguirá siendo la misma de hace diez años.
- Cierto, pero como le decía, ¿llegaron a decir alguna cosa?
- Ambos coincidieron que el hombre que los atacó era joven, alto, de cabellos claros y facciones agradables... los abordó de la forma más natural, mientras caminaban por la acera a la luz de los faroles. Tanto la joven como el hombre concuerdan en que les llamo la atención la forma extraña en que vestía. Caminaron juntos unos instantes y luego sin saber cómo se habían internado a la zona más oscura del lugar. Ella en un parque y él en una callejón, lejos de toda luz o persona. Resaltan algo... pese a la oscuridad de la noche, porque ambos ataques se produjeron alrededor de la medianoche y era muy difícil distinguir el color de sus ojos... pues, ambos afirman que estos eran rojos y destacaban en la penumbra como dos pequeñas brazas. Declararon que su voz era dulce, al igual que el aroma que se desprendía de su cuerpo, lo vieron inclinarse sobre ellos y sentir el cosquilleo de su aliento sobre sus cuellos... luego ya no recuerdan nada, solo haberse hundido en una especie de sueño cada vez más profundo.
Jackman sonrió al ver el interés que había causado el relato en mi compañero. Pero pronto la sonrisa se congelo en sus labios al ver a Greene levantarse y hundir el cigarrillo en el cenicero que tenía mas cerca.
- Al parecer nuestro "vampiro" es un fanático de Stoker. ¡Vamos Jackman!, puras tonterías. Un traficante y un par de crédulos.
- ¿Pero las incisiones y la pérdida de sangre?
- Sabe que hay gente que trafica con órganos, sangre... hasta neonatos. Eso es algo que puede resolver su gente.
- ¿No te gustaría hablar con ellos?, uno está en el Hospital San Marcos y el otro en la Clínica Americana. Nada pierdes entrevistándolos, te prometo que si tú no ves nada de interés en este caso es porque realmente no lo tiene, y no insistiré más. ¿De acuerdo?
- Humm, de acuerdo.
Jackman salió de la casa con una renovada sonrisa pintada en el rostro, él también conocía bastante a Greene y no ignoraba que nada le apasionaba más a mi compañero que poner en práctica su intelecto.
Lo vi despojarse de la bata, meterse a la ducha y cerrar la puerta. Los días de apacibles paseos y noches apasionadas estaban por acabar; ya me había dicho una vez que cuando tenía un caso entre manos no permitía que nada desviara su atención. Así que tendría que contentarme con uno que otro beso, alguna breve noche de amor o alguna caricia disimulada.
¡Greene había vuelto!

16 diciembre, 2008

El meme

Mi hermano y yo

¿Eres hombre o mujer?: "Yo soy una mujer" de Maggie Carles
Descríbete: Invierno de las "Cuatro estaciones" de Antonio Vivaldi
¿Qué piensa la gente de tí?: "A veces me parece" de Ariztia
¿Cómo describes tu última relación?: "The winner takes is all" de Abba
Describe el estado actual de tu relación: "Esperare" de Armando Manzanero
¿Dónde querrías estar ahora?: "Mediterraneo" de Joan Manuel Serrat
¿Qué piensas del amor?: "El amor después del amor" de Fito Paez
¿Cómo es tu vida?: "Dust in the wind" de Kansas
¿Qué pedirías si pudieses tener un solo deseo?: "A mi manera" de Jacques Revaux
Escribe una frase sabia: "A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota" Madre Teresa de Calcuta

Meme cumplida.

13 diciembre, 2008

Epílogo

Durante un año estuve viajando por diferentes partes del país, tratando de olvidar... ¡olvidar!, como si aquello fuera posible. Asistí a diferentes seminarios, conferencias, cualquier cosa que mantuviera ocupado mis pensamientos.
Estaba siempre en contacto telefónico con Clare, ella me mantenía al tanto de lo que ocurría en la ciudad. Tratábamos de evitar hablar de Franz, pero de una u otra forma terminábamos hablando de él.
- ¿Cómo está Franz?
- Sigue con sus casos, día y noche, no se da tregua. Parece que quisiera agotar sus días, ahora me arrepiento tanto de las palabras tan duras que le dije aquella vez. Sabes, trasladaron a la mujer esa, ¿cómo es que se llama?
- Stella Gadner, es fiscal.
- Bueno, no me importa lo que sea, nunca me simpatizó la gata esa. La han mandado a otra ciudad, y creo que Franz ha tenido mucho que ver con eso - sonreí un poco al escucharle decir aquello.
Así continuaron nuestras conversaciones, muchas veces le había dicho que le dijera a alguno de nuestros amigos que le enseñara a usar el MSN, que eso facilitaría nuestras conversaciones, pero ella me decía que ya estaba vieja para aprender esas cosas.
Había transcurrido casi un año desde que me fui de Cavendich, un año de tristeza, un año de ver pasar la vida como si fuera una absurda película... y al caer la noche su recuerdo me perseguía y me atrapaba.
Un día a finales de noviembre, en que nevaba mucho y yo había puesto la calefacción casi al máximo mi móvil sonó repetidas veces, no pude atender rápido porque estaba tratando de alcanzar una gruesa manta de arriba del armario. Era mi amiga, su voz sonaba alterada.
- Tom, vuelve lo más pronto que puedas.
- Me asustas Clare, ¿qué pasa?
- Franz se nos muere, está muy enfermo.
- ¿Tiene los mismos síntomas de la vez anterior?
- No, no Tom. Franz se muere de tristeza. Hace una semana que está encerrado en su cuarto, no quiere levantarse de la cama, no quiere que abra las ventanas, apenas si come un bocado, y cuando le hablo me responde en un murmullo. Si lo vieras, ha adelgazado tanto. Tom se que lo que te estoy pidiendo va más allá de tus fuerzas, pero por el amor que una vez le tuviste... vuelve.
Aquello me dejo clavado al piso, como si de pronto todas las agujas de los relojes se hubieran detenido, como si el alma me fuera a estallar en pedazos. Cogí mi maleta y guarde mis cosas en ella, siempre viajaba ligero porque nunca permanecía demasiado tiempo en ningún lugar, así que no tarde mucho en preparar mi equipaje.
En dos días llegué a Cavendich, Clare me aguardaba con los ojos llorosos en la sala de espera del aeropuerto. Mi dulce amiga, toda la vida no será suficiente para agradecerle tanta bondad. Cogimos un coche de alquiler y literalmente volamos hacía la casa de Franz. Ella nos dejo a solas, era poco lo que podía distinguir en aquella oscuridad, encendí la luz de la lámpara. Clare no había exagerado en absoluto, su aspecto era lamentable, apenas si podía distinguir en aquel hombre delgado y ojeroso a mi amigo. Lo sacudí ligeramente por el hombro.
- ¡Franz!, soy yo Tom.
Levanto los ojos, me miro como si viera una aparición y se abrazó a mí con fuerza como si yo fuera a desaparecer en cualquier momento.
- Nunca pensé que doliera tanto amigo mio. Todos estos meses han sido un tormento.
Le bese la frente una y otra vez.
- Me quedare a tu lado Franz, de la forma que tu quieras.
Me acosté junto a él con su cabeza descansando sobre mi pecho, y su débil respiración sobre mi cuello. Dios, lo tenía de nuevo en mis brazos como amigo, como amante, como hermano... eso ya no me importaba.
Greene se recuperó rápidamente, con una buena alimentación y mi supervisión volvió a ser el hombre que era antes. Retomo sus hábitos; salir a correr, entregarse a sus lecturas, hundirse en sus investigaciones. Sus mejillas tomaron ese tono sonrosado que tanto me gustaba. Pero nada volvió a ocurrir entre nosotros.
Transcurrieron diez largos años, durante ese tiempo vivimos los más extraños eventos; cuando la policía no encontraba pista alguna recurría a mi amigo. Yo lo acompañe en innumerables casos; secuestros, desapariciones, estafas, asesinatos. Y en todos ellos Greene demostró sus admirables facultades.
Su correo siempre estaba repleto de mensajes de agradecimiento. Me mostró uno que apreciaba especialmente.
- ¿Recuerdas a Raúl?
- Claro que sí.
- Lo adopto una buena familia, ahora me escribe desde diferentes partes del mundo. Se ha convertido en un reconocido biólogo.
- Tú salvaste a ese muchacho del infierno al que se quería arrojar.
- No, yo solo le tendí la mano, lo demás fue logro propio - después de un largo suspiro me dijo - Tom, ha pasado tanto tiempo, y ya estoy tan cansado... ya no tenemos veinte años, nos acercamos a los cuarenta.
- Dios, hablas como si fuéramos ancianos.
- No, pero todo este tiempo de persecuciones, muerte y dolor agota. Pienso dejar todo esto, seguiré ayudando a mi querido Jackman como un consejero, pero ya no me involucrare en los casos directamente.
- Entonces debo darte gracias por todo este tiempo compartido a tu lado. Y por todo lo que aprendí de ti.
- ¿Me visitaras? - me dijo Franz.
- Me tendrás aquí todo el tiempo.

"Hace más de diez años que conocí a Franz Greene, nada podía augurar todo lo que iba a vivir al lado de aquel hombre. Aún hoy cuando escribo estas líneas su influencia está presente. Nuestro extraño vínculo para el que no puedo encontrar una definición adecuada; es algo que va más allá de una simple relación de amistad y sin embargo tampoco pasamos esa línea, esa delgada línea que nos separa, que nos detiene de liberar otros deseos que estoy seguro siempre hemos querido dejar en libertad."

Como cada jueves yo iba a su casa y nos sentábamos a recordar nuestras pasadas aventuras con un vaso de wisky. No todas fueron victorias, a veces habíamos errado al seguir las pistas y en más de una ocasión recordábamos riendo alguna anécdota. A menudo salíamos a comer fuera o nos íbamos al cine a ver una película de estreno.
Y como siempre cuando la noche llegaba y debíamos despedirnos, nuestros cuerpos ardían, nuestras manos se buscaban, nos devorábamos uno al otro con las miradas... Y así cada jueves, y así cada semana.
Pero un día cuando había tomado mi abrigo para salir, regrese sobre mis pasos.
- Ya fue suficiente de espera, ya no soporto más este ceremonial en el que tú y yo nos inmolamos. A qué le tememos, a quién tenemos que darle cuenta de nuestras vidas. ¡A nadie Franz, a nadie! ¡Diez años, diez años es demasiado!
- Hay recuerdos que nunca se van... enséñame a olvidarlos - me dijo con un dejo de tristeza.
Franz no había cambiado casi nada en todo ese tiempo, el continúo ejercicio había mantenido la firmeza de su cuerpo, por sus cabellos se insinuaban algunas blancas hebras; pero sus ojos, sus hermosos ojos no habían perdido nada de ese brillo de plata bruñida.
Me acerque a él y con infinita dulzura lo atraje hacía mí, recorrí con mis labios su suave cabello y descendí lentamente, lentamente como desciende un arroyo entre las piedras. Me adueñe de sus amados ojos y sentí el cosquilleo de sus pestañas; su boca me llamaba pero yo quería retrasar el placer de fundirme a ella, seguí avanzando por sus mejillas y ahora sí finalmente atrape sus labios entre los míos, Franz entreabrió los suyos y mi lengua exploro todos sus rincones. Cuando mis besos llegaron a su cuello lo sentí estremecerse entre mis brazos, lo vi luchar por desabrochar los botones de su camisa, pero yo lo detuve.
- No, déjame hacerlo a mí.
Y sin prisas, uno a uno le fui desabotonando la camisa. Las marcas terribles eran casi solo un recuerdo, pero nada de eso me importaba. Mis ojos vagaban por su pecho que subía y bajaba acelerado, sus músculos delineados y el delicado vello que lo cubría. Lo despoje de la camisa y mis labios siguieron errando sin rumbo. Yo me despoje de la mía sin ceremonias, y sentí dichoso sus dedos hundirse en mis espalda, ascender y descender desde mi cuello hasta mi cintura. Sin darnos cuenta habíamos resbalado hasta el suelo, nos aguardaba el tibio calor de la mullida alfombra.
- ¿Tienes miedo, quieres que me detenga?
Nada me respondió, solo me atrajo con más fuerza a su cuerpo. Sabía que debía ir con lentitud, así el deseo me estuviera incendiando las entrañas. Mi amado era como un cervatillo en el bosque de mis manos y mis labios; corría tranquilo y confiado, pero un ruido, una señal de alarma y huiría... tal vez para siempre. El yacía debajo mió, con las mejillas encendidas y los ojos con una mirada anhelante; entonces me atreví a deslizar mis manos hasta su cintura y soltar la correa, el cierre cedió y deslice sus pantalones con suavidad. ¡Que hermoso era Franz, así, desfallecido, entregado! Unos instantes más y ya no hubo prenda alguna entre él y yo. Mis manos y mis labios disputándose la belleza de sus muslos, con un movimiento leve el se colocó sobre mí y pude recorrer las firmes curvas de sus caderas. Oh, como ansiaba que nadie antes las hubiera tocado, como deseaba ser yo el primero que descubría esos encantadores recodos. Y luego su centro, su muerte y mi muerte, su sed y la mía, sus gemidos y los míos, sus te amo y mis para siempre.

Aun hoy lo asaltan antiguas pesadillas, pero pasan pronto, se acurruca entre mis brazos como un niño. Luego cuando sus ojos de plata se cierran, solo entonces yo también me duermo.

Agradecimientos:
Un- ángel
Dalia
Marga
Dark ángel
Ana del Sur
El César del coctel

Porque sin su apoyo y su constancia, difícilmente hubiera podido dar termino a este humilde intento literario. Espero no haberlos defraudado, mi corazón va para todos ustedes.

Agradecimiento especial:
Conan Doyle y su entrañable personaje Sherlock Holmes, a quien conocí en mi juventud y que me ha servido de inspiración.

10 diciembre, 2008

Lo que Vogle tenía que decir

Jackman, Clare y yo acompañamos a Franz hasta su casa. Estaba mucho mejor y en mi opinión profesional en dos días podía volver a sus actividades. Aconsejarle que lo hiciera con cautela, era algo que sabía bien no escucharía.
- Franz, mañana volveremos a interrogar a Vogle, ¿te sientes con fuerzas para ir?
- Yo me siento bien, pero aquí mis amigos no me dejan mover.
- Todo depende de Tom, solo si él lo aprueba te permitiré estar en el interrogatorio.
- Ya me encargo yo de convencerlo.
Por unos instantes me pareció ver un brillo malicioso en su mirada, pero luego deseche esa idea de mi mente.
Al día siguiente Greene se encontraba tan bien que no puse ningún obstáculo en que fuera hasta la Delegación para intervenir en el interrogatorio de Vogle.
Cuando llegamos, Jackman nos condujo hasta el hombre que nos daría los datos necesarios para cerrar el caso. Era un sujeto de notable apariencia, alto y fornido, los cabellos rubios muy claros le caían en mechones por la espalda. Dos ojos oscuros de mirada penetrante se clavaron en nosotros cuando entramos. Junto a él estaba un hombre de traje y corbata, era el abogado encargado de su caso.
- Capitán Jackman debo decirle que esto es completamente irregular, el señor Greene no tiene autorización alguna para interrogar a mi cliente; tampoco se justifica la presencia de la otra persona que lo acompaña. Haré constar está irregularidad en el juicio - y dirigiéndose a su defendido le dijo - señor Vogle, tiene el derecho de pedir que estas personas se retiren.
- ¿No es ya tiempo de aliviar su consciencia señor Vogle? Sé que usted no cometió los crímenes, sin embargo sabía de ellos. Pero fue usted quien asesino a su hermano - Greene le hablaba con el mismo tono que usaba con los niños y las mujeres.
- ¡No tiene que responder a eso señor Vogle! Recuerde que todo lo que diga puede ser usado en su contra. La señorita Gadner está presente, tenga cuidado con sus palabras.
Cuando menciono aquel nombre Franz y yo miramos a la ventana, allí estaba ella.
- Que más da, usted... ¿cuál es su nombre? - dijo Vogle en un tono sombrío.
- Greene.
- Sí Greene, usted ha dicho toda la verdad. Yo mate a ese demonio que era mi hermano y debían darme las gracias en vez de apresarme.
- Señor Vogle, si cada quién tomará la justicia en sus manos, ya no habría límite alguno. Las leyes no tendrían razón de ser, y nos mataríamos unos a otros. Sería el imperio del caos.
- Me agrada usted Greene.
- Bien, entonces díganos toda la verdad, tal vez exista en ella atenuantes que reduzcan su pena - Franz parecía hablar con simpatía, pero en sus ojos brillaba una chispa de repugnancia.
Vogle se acomodo en la silla, puso las manos esposadas sobre la mesa y empezó su relato.

"Desde pequeños Robert mostró sus inclinaciones al mal, yo creo que el abuelo tuvo mucho que ver en eso; era un borracho, un hombre perverso. Siempre acudían a él cuando había que darle una lección a alguien o quitarlo de en medio, se ufanaba de la brutalidad de sus métodos. A mi me asqueaba todo eso pero a Robert parecía fascinarle, empezó martirizando a los pobres animales que caían en sus manos; siempre que podía yo trataba de salvarlos pero a menudo ya era tarde. Apenas aprendió a leer y escribir dejo la escuela y estoy seguro que todos allí se sintieron felices de librarse de su presencia. Se dedico a leer libros extraños, todo en ellos era muerte y sangre. Un día me dijo que unas voces le habían advertido que debía beber sangre, o de lo contrario moriría en poco tiempo; decía que estas voces lo torturaban día y noche. No sabía bien lo que tenía, pero sin duda estaba volviéndose loco.
Un día descubrí varios cadáveres de perros con el cuello desgarrado, entonces supe que mi hermano empezaba a llevar a cabo lo que me había dicho. Pero la primera vez que encontré un pequeño, se trataba de un niño de la calle, me apresure a salir de casa para denunciarlo, pero me dijo con una mirada terrible - si tú dices algo matare a nuestra madre y no habrá parte de ella que puedas reconocer - entonces callé hasta el día de hoy. Las muertes de esos niños pesarán para siempre sobre mi consciencia como si yo mismo los hubiera asesinado"

- Fue usted quien compareció en el primer juicio, ¿verdad? - le dijo Franz
- Sí, fui yo.
- Por eso el ADN mostraba leves diferencias. Y mientras él cometía sus atrocidades, usted trabajaba en el aserradero a vista de todos. Por eso era imposible culpar a su hermano. Por supuesto que usted no contaría con muchas simpatías en la zona, porque si bien no se había probado nada, usted seguía siendo sospechoso. ¿Y las botas?
- Hacía que se las diera, si la policía le seguía el rastro llegarían a mi y no a él.
- ¿Alguna vez estuvo presente en los crímenes, o vio el arma homicida?
- ¡Jamás señor Greene!, no lo hubiera soportado.
- Pero si soporto que siguiera matando niños con la complicidad de su silencio.
- Ya le dije que era por mi madre.
- Podía haber acudido a la policía, pedir protección para ambos - de dijo Franz con rudeza - ¿Y en cuánto a la muerte de su hermano?
- Había soportado demasiado, ¿hasta cuándo seguiría matando? Cada noche era un martirio, no podía dormir pensando si ya habría raptado otro niño y en esos momentos estaría desangrándolo, quitándole la vida lentamente. Yo conocía dónde se refugiaba, así que me aparecí por allí; el pareció sorprenderse un poco "quería conocer este lugar, y esa arma que has ideado" le dije, él pareció dudar, me miro un buen rato, pero yo seguía manteniendo una expresión tranquila "siempre has odiado todo esto, por qué ahora te interesa" me respondió, yo le di una palmada en la espalda y le dije con todo el entusiasmo que me fue posible "la inteligencia es algo que admiro y tú la tienes" sabía que su punto débil eran los elogios. Así que no dudo más y me llevó hasta el sótano, allí me mostró orgulloso todo lo que había ideado, pero cuando vi las bolsas repletas de sangre y aquel infernal aparato sentí revolvérseme el estómago y llenarme de furia. Subimos, porque dijo que necesitaba algo de su estudio, entonces aproveche para tomar un gran cuchillo de la cocina, cuando regreso lo ataque una y otra vez hasta matarlo; luego baje de nuevo, y cogí las bolsas de sangre las desgarre con el cuchillo y se las arroje encima mientras le gritaba "bebe, bébela ahora maldito monstruo" Había visto como abrió el agujero aquel, volví a cerrarlo y salí corriendo de allí.
- El cuchillo, ¿qué hizo con el cuchillo?
- Lo arroje entre unos arbustos, cerca de allí.
- ¿Y nadie escuchó los gritos, nadie lo vio salir?
- Ese lugar está casi deshabitado, las casa están vacías, por eso mi hermano escogió ese lugar.
La tranquilidad con que Vogle relato su crimen nos hizo pensar que la semilla de maldad estaba en ambos, quizá se había desarrollado en uno más que en otro; pero nadie sabía que oscuros brotes aparecerían en Charles Vogle tarde o temprano y me sentí aliviado sabiendo que probablemente nunca saldría de prisión.
- Hace bien en sentir el peso de esas muertes en su consciencia y ojala este le acompañe por el resto de su vida - Greene se había acercado hasta susurrarle con ferocidad estas palabras en el oído.
Franz toco suavemente el hombro de Jackman para que saliera con nosotros. Una gran fatiga física y nerviosa le hizo buscar el alivio del aire en la calle.
- El hermano era un esquizofrénico... hay detalles que pase por alto, si los hubiera notado a tiempo...
- Franz, haz hecho más de lo que ninguno de nosotros hubiera podido, no soy tan mezquino como para no admitirlo, deja ya de martirizarte. El juicio será pronto.
- No quisiera volver a ver ese rostro frente a mí.
- Pero es muy probable que te llamen como testigo.
Greene agacho la cabeza resignado. Me volvió a entregar las llaves del auto, y se hundió en el asiento, con sus grises ojos perdidos en en horizonte.
Encontramos a nuestra amiga en la casa, siempre que estaba ella, parecía que un viento fresco y perfumado arrastrará todo lo malo. Franz se abrazó a ella como un chiquillo y Clare lo llevó hasta su dormitorio.
- Debe dormir, ha sido demasiado para él - me dijo con voz muy queda.
Clare se fue a la cocina, quería preparar algo especial. Y yo fui a la biblioteca a leer un rato, pero me era imposible concentrarme en nada, todo lo que había experimentado en aquellos días me bastaban para una vida. Estaba perdido en mis pensamientos y no me había percatado del tiempo transcurrido, la voz de Franz me saco de mi letargo.
- Bien, no creas que he olvidado que teníamos una conversación pendiente. ¿Qué fue lo que hablaste con Stella que te molesto tanto?
No pensé que abordaría el asunto tan pronto, no me había dado tiempo para pensar cómo iba a planteárselo. Ya había decidido decirle la verdad, y no me quedaba sino mantenerme en mi decisión.
- Prométeme que vas a estar tranquilo, no quiero tener que volver al hospital contigo medio muerto.
- Es difícil prometer algo así, pero tratare de hacer lo que me pides.
- Al parecer Stella piensa que de alguna forma yo me estoy interponiendo entre ustedes, lo que es absurdo, porque hasta donde sé entre tú y ella no hay nada. Parece que le molesta la intimidad con la que llevamos nuestra amistad. Franz, esto es difícil de decir... pero ella me ha insinuado que estoy tratando de pervertirte.
Yo había esperado cualquier reacción en Greene, que se indignara, que me abrazará y dijera que nada le importaba y que todo estaba bien entre nosotros. Pero lo que dijo me resulto tan doloroso que tuve que sentarme para no caer al piso.
- Me temía que esto pudiera suceder, ¡es esta cercanía nuestra! Si ella ha hecho esos comentarios es porque ya hay rumores en la Delegación, y si Jackman no me ha dicho nada es solo por discreción. No quiero que nadie tenga nada que decir de... nosotros. Tú tienes una reputación tan buena como la mía y está no se gana en un día, pero se puede perder en un minuto. Ya no me parece buena la idea de que vengas a vivir aquí - debió haber advertido las lágrimas que inútilmente trataba de contener, y siguió hablando en un tono más suave - Por supuesto seguiremos trabajando juntos, pero de una forma más abierta, para que nadie tenga nada que murmurar.

"Esta luz que anestesia el remordimiento, renace el deseo...Si pudiese me daba un homenaje. Por matar el miedo soy capaz…Capaz de cualquier delito"

- Y lo que dijiste, los besos, las caricias... ¿todo lo olvidaras por tus prejuicios? Franz, yo no puedo seguir trabajando a tu lado como si nada hubiera ocurrido, ya ha sido bastante duro el tenerte cerca todo este tiempo sintiendo lo que siento...
- Tom, ya te dije lo que pienso - sus ojos de plata hablaban un lenguaje distinto al de su boca; ellos me decían que no me fuera, que me necesitaba, que me amaba.
- ¡Franz tu me amas!
- ¡Ya deja de decir eso!
Me acerque a él y lo tomé entre mis brazos, me olvide de sus palabras, de que podía rechazarme. Si ya nunca iba a volver a tocarlo, quería llevarme impregnado en mí su aroma, el calor de su piel, el sabor de su boca. No me rechazó, por el contrario, me estrecho entre sus brazos y me beso con ternura, de nuevo nuestras manos buscaron febriles el contacto con nuestra piel. Nos besamos hasta perder el aliento, luego él me tomo el rostro, y apoyó su frente en la mía. Vi rodar lágrimas por sus mejillas y cerrar los ojos como si un dolor muy grande lo embargara.
- Es cierto, yo te amo, yo te amo... pero hay cosas que no pueden ser.
Clare salio de la cocina, todo ese tiempo nos habíamos olvidado de ella. Greene enrojeció temiendo que hubiera visto toda aquella escena. Siempre había conocido el lado dulce y amable de la señora Taylor, era la primera vez que escuchaba esa severidad en sus palabras.
- Franz, ¿piensas que estas haciendo lo correcto? Siempre sentí hacía ti un gran cariño y respeto. Tus virtudes eran tan grandes que tus defectos pasaban desapercibidos, pero jamás supe que la hipocresía se hallaba entre ellos. Tu relación con Tom funciona muy bien detrás de las puertas, pero si de enfrentar las habladurías se trata, entonces lo echas de tu vida.
- Clare, por favor...
- No diré nada más Franz, pero estas cometiendo un error.
Salió de la casa dando un portazo.
- Me quedare hasta que termine el juicio, luego me marcharé - le dije con firmeza, aunque por dentro me estaba desmoronando.
- ¿Dónde iras? - me dijo Franz con la voz quebrada.
- ¡Que importa donde vaya!, solo quiero estar lejos de todo esto, lejos de ti.
El juicio se llevó a cabo una semana después, durante todo ese tiempo no vi ni hable con Greene. Volví a verlo el día del juicio, estaba más delgado y ojeroso, se había sentado al lado de Raúl como se lo había prometido. Vogle fue condenado a cadena perpetua, el hombre no se inmutó cuando escucho la sentencia, pero cuando paso frente a Franz lo miró de una manera extraña; me parecía ver gratitud es sus ojos, si aquello era posible.
Hojeaba una revista en el aeropuerto mientras esperaba para abordar mi avión, solo me acompañaban Clare y Jackman, a nadie más le había avisado de mi viaje. Ellos habían ido un instante a comprarme algo de última hora. Levanté la vista y me pareció divisar un abrigo gris entre la gente, era Franz. Se acercó a mí, sus ojos brillaban.
- Ya te vas
- Si, mi vuelo está por salir.
- No me recuerdes con resentimiento, Tommy.
- Nunca podría recordarte así.
Me extendió la mano y yo la tomé entre la mía y como aquella vez nuestros dedos se fueron acariciando hasta separarse. Franz se dio la vuelta y yo me quede de pie mirando como se alejaba y quise morir en ese instante.

"Confusión y desaliento. Un cansancio infinito…Un cansancio infinito…Vértigo. Vértigo. Me dolía mirar…Me dolía mirar"

Versos: Alberto García Alix (gracias a la estupenda entrada de Pe-jota)
Penúltimo Capítulo

07 diciembre, 2008

El vampiro de Cavendich

Habría pasado poco más de una hora cuando el móvil de Franz empezó a timbrar, lo cogí rápidamente. Era Jackman
- Franz, ya levantamos el cuerpo...
- Soy yo capitán
- Tom, ¿y Franz?
- Está dormido
- Bien, dile que venga de inmediato en cuanto despierte, es importante que este aquí.
- Se lo diré capitán, entiendo la situación.
No deseaba despertarlo, estaba tan tranquilo. Lo miré largo rato, sabía bien que si no lo despertaba me iba a odiar por muy buenas que fueran mis intenciones; sin embargo detestaba tener que turbar su paz para llevarlo de nuevo al infierno aquel, enfrentarlo a sus peores pesadillas y quizá hasta poner en juego su salud mental y con ella las extraordinarias facultades de las que estaba dotado. Pero esa era una decisión que no me correspondía tomar, por mucho que quisiera protegerlo. No me quedo más remedio que despertarlo suavemente.
- ¿Qué pasa? - me dijo todavía somnoliento.
- Hace unos minutos llamó Jackman, dice que ya se llevaron el cuerpo.
- ¡Debiste despertarme de inmediato! - me dijo algo molesto.
- Sí, debí hacerlo, lo siento Franz.
- Perdona, sé que lo hacías por mi bien. ¿Qué me has dado? aun me siento un poco "desconectado".
- No te preocupes, los efectos desaparecerán pronto.
- Necesito todos los sentidos bien alertas. Creo que de nuevo tendrás que conducir tú. Te ruego que vayamos rápido, Jackman debe estar desesperado.
Lo tome por los hombros y lo hice mirarme frente a frente.
- Franz, tengo miedo, mucho miedo de cómo pueda afectarte el regresar allá. Si de alguna forma pudiera evitarte todo esto lo haría.
- ¿Acaso crees que no lo sé? Pero no puedo huir para siempre... hoy, mañana, en algún momento tendré que enfrentar mis temores y mejor ahora.
Me puse al volante y el se recostó en el asiento, todo el transcurso del camino se la paso dormitando. Cuando llegamos le di unas palmaditas en el muslo y se despertó del todo.
- Ya estamos aquí - Franz se puso una de las manos sobre los ojos y dio un largo suspiro.
- ¡Vamos Tom!
Jackman nos esperaba impaciente en la puerta de entrada, en cuanto vio a mi amigo se precipitó hacía él con evidentes muestras de alivio.
- Finalmente estas aquí. Mi gente no ha podido descubrir nada, han revuelto todo buscando el mecanismo al que te referías pero sin éxito alguno.
- ¿Y nuestro prisionero?
- Ya ha sido interrogado, bueno, es una forma de decir, porque desde que lo apresamos no ha dicho una sola palabra. Ya se le asignado un abogado.
- Luego le haremos una visita, pero ahora vamos a buscar la forma de abrir ese escondite.
Cuando iba tras una pista se transformaba en otro hombre, todo lo que no estuviera vinculado a lo que buscaba desaparecía de su mente. Desde su mirada gris concentrada, hasta las delgadas manos manipulando sus innovadores artefactos se ponían al servicio de sus fines.
- Observen esto, la escalera de subida no tiene el natural vacío de cualquier otra, allí debe ocultarse la escalera que desciende al sótano del que les hable. Ahora subamos - todos fuimos con él hasta la habitación de Vogle, de pronto sus ojos se iluminaron, sin duda había hallado algo importante - Este reloj, está en una ubicación absurda, la mayoría de personas tienen pequeños relojes en sus veladores, pero no de esas dimensiones y colgados en la cabecera de cama.
Se acerco y abrió la puertecilla de vidrio del artefacto, puso la aguja del minutero en varias posiciones, hasta que al llegar a las once horas, vimos abrirse con estrépito el piso, dejando una ranura suficientemente grande para que entrara un hombre ligeramente inclinado. Todos los que estábamos ahí, incluso el capitán y el resto de los policías no pudimos evitar un estremecimiento al escuchar aquel sonido e instintivamente nos echamos hacía atrás. Solo Franz no se movió, aunque la extremada palidez de su rostro delataba sus sentimientos. Se quedo allí de pie, mirando hacía abajo; el capitán Jackman y yo nos acercamos a él y dirigimos nuestras miradas al fondo, allí reinaba la más completa oscuridad.
- Capitán, que sus hombres esperen arriba, solo bajaremos nosotros tres. Por favor, traiga sus linternas.
El capitán fue a dar órdenes a su gente y por unos instantes me quede a solas con Greene, lo veía respirar con dificultad, todo el temblaba y gruesas gotas de sudor le resbalaban por la frente.
- Franz, no tienes que hacer esto - me cogió la mano y la apretó entre la suya brevemente.
- Si debo y tú mejor que nadie lo sabe.
El capitán también observo la angustia de mi amigo, le puso una mano en el hombro y le dijo algo que no alcance a escuchar. Pero Franz negó con la cabeza, así que pensé que el buen Jackman le estaba aconsejando lo mismo que yo.
Descendimos por la escalera, era de madera y pese al abandono aun conservaba algo de sus antiguos brillos; seguramente aquel sótano fue construido para fines menos siniestros que los que le había dado Vogle. No tardamos en divisar el interruptor. Finalmente estábamos en la guarida del monstruo, la sola idea de saber que en ese lugar había dado fin a tantas vidas lo hacía irrespirable. La habitación estaba repleta de pequeñas mesas de metal y cámaras refrigerantes y en el centro una gran mesa, parecida a las que se utilizan en las cirugías.
Franz se puso unos guantes y empezó a revisar todo lo que había en ellas, de rato en rato sus ojos se levantaban hacía el agujero de la salida, como si temiera que en cualquier instante la tapa se cerrará. Abrió una de las cámaras, estaba casi vacía. Revisó los cajones en ellos encontró bolsas recolectoras, jeringas, varios frascos de ketamina, rollos de la cinta que usaba para amordazarlos. En otras de ellas, había varios juegos de cadenas de todos grosores. Hasta que finalmente halló lo que estaba buscando, el infernal aparato que utilizaba para desangrar a los niños. Se trataba de una especie de encía de metal con puntas afiladas y huecas, similares a los incisivos de un murciélago; adheridas a la delgadísima punta había una fina capa de resina. Los canales de los colmillos terminaban en unas mangueras, que luego se unían para formar una sola conectada a la bolsa recolectora.
- La resina se utiliza mucho en el recubrimiento interior de las latas que contienen alimentos, lo llaman generalmente recubrimiento tipo epoxi. Vogle probablemente la usaba para evitar el contacto directo del metal con la sangre - dijo Franz examinado las puntas del macabro objeto - creo que todo queda explicado capitán... ahora ya pueden bajar sus hombres y clasificar la evidencia - esto último lo dijo casi en un murmullo.
- ¡Capitán, saquémoslo de aquí, pronto!
Entre ambos lo subimos hasta la habitación, había entrado en un paro respiratorio. Le aplique de inmediato reanimación cardio-pulmonar, pero aun no podía sentir su respiración.
- ¡Mi maletín Jackman, está dentro del auto!
Le coloque una mascarilla y la conecte a un pequeño cilindro de oxígeno. Jackman me apoyaba sujetando la mascarilla de acuerdo a mis indicaciones, mientras yo le aplicaba un masaje cardiaco. Finalmente vimos con alivio su pecho subir y bajar. Franz intento moverse, pero lo detuve.
- Franz, has estado unos segundos sin respirar, debes quedarte tranquilo. Ahora voy a controlar tu tensión arterial, hemos llamado una ambulancia, ya viene en camino.
Su presión estaba aun bajo el límite de lo normal, a los pocos minutos llegaron los paramédicos y yo me fui con ellos en la ambulancia. Aquellas fueron las peores horas de mi vida, la sola idea de perderlo me llenaba el alma de una angustia insoportable. Había olvidado por completo mi objetividad como profesional y deje en manos de mis colegas su tratamiento. Solo agradecí que en aquellos segundos vitales hubiera podido mantener la cabeza fría y hacer lo correcto. Después de un rato Clare y Jackman estaban a mi lado aguardando noticias. Como ex-médico del hospital me dieron acceso a cuidados intensivos. Ingrese a la sala y al salir sentí como si el enorme peso que me oprimía se hubiera aliviado.
- ¡Está bien!, no reporta ningún daño por ahora. En la mañana lo pasaran a una habitación. Me quedaré aquí hasta que lo trasladen... hasta que salga de aquí.
- Yo me quedo contigo Tom.
- No es necesario Clare, ve a casa y regresas mañana temprano.
- ¡No, y no me discutas nada! Voy por café.
- Yo debo irme, por desgracia el caso aun no se cierra. Nos falta el último eslabón... escuchar lo que ese hombre tenga que decirnos. Quisiera que Franz este ahí.
- Lo estará
Afortunadamente no se volvió a repetir ningún episodio de PCR, y Franz se reponía satisfactoriamente, fueron muchas las personas que lo visitaron. Entre ellas, tuve que soportar las visitas de Stella durante los cuatro días que estuvo internado. Le traía los diarios y ponía énfasis en los que lo mencionaban. No perdía ocasión para arreglarle la almohada o las ropas, de alguna forma se las ingeniaba para tener siempre las manos sobre él.
- ¿Pero no eras tú la que no querías ver mi nombre envuelto en todo esto? Además, sabes que a mi no me agrada ser noticia de ninguna forma.
Lo importante es que las puebas estan siendo manejadas por los peritos forenses y Jackman; pero todos saben que sin ti no habrían llegado a ningún lado.
- No debes hablar así del capitán, es mi amigo. Sin su fortaleza y el apoyo del Departamento, aun estaría a mitad del camino.
Pero Stella no sabía cuándo callar y siguió llevando sus palabras por la senda equivocada. Dirigió su mirada verde hacía mí y me sonrió desde su asiento.
- Veo que usted Douglas, ha colaborado mucho con Franz. Fue usted quien descubrió la resina en el cuello del niño y confirmo la teoría de que se trataba de hermanos gemelos. Nada mal. Pero creo que por el momento su labor ha terminado, el resto del caso nos corresponde llevarlo a Franz y a mí.
No me paso por alto la omisión que había hecho de mi titulo, llamándome simplemente por mi apellido, y el como había restado importancia a mis aportes con mucha sutileza. Ahora me estaba quitando del camino como si yo fuera un objeto molesto.
- ¿Desde cuándo estimada Stella decides quién trabaja conmigo o quién no?, ¿o tienes la audacia de medir la eficiencia de mis compañeros? Perdona, pero no creo haberte dado ese derecho.
Stella trataba de fingir tranquilidad, pero sus ojos la delataban - tienes razón Franz, a menudo me inmiscuyo más de lo debido en los asuntos de otros, y luego añadió dirigiéndose a mí - te ves muy cansado, ¿quieres tomar un café? - ahora me tuteaba, avanzábamos en confianza a grandes pasos, al menos por parte de ella.
- No gracias, no tengo ganas de tomar nada.
- Insisto, acompáñame por favor.
Me levante y fui tras ella, sería absurdo que continuara rechazando la invitación de la mujer. Iba a su costado en silencio, intentaba replegarme en mi mismo para poder pensar, necesitaba adelantarme a sus juicios, a sus preguntas, para poder contestar a ellas de forma natural. Cuando llegamos a la cafetería fue Stella la que hizo el pedido.
-¿Quieres algo más, algún sándwich?
- No, el café esta bien.
Mientras nos traían el pedido, sentí de nuevo esa mirada escrutadora sobre mí, como si quisiera descubrir algo.
- ¿Quieres mucho a Franz, no es así?
Aquella pregunta era directa, tan inofensiva en su apariencia, que por un instante pensé que estaba dando demasiada importancia a aquella conversación. Baje los ojos por unos instantes, pero después mire serenamente a Gadner.
- Sí, lo aprecio mucho, creo que cualquiera que lo conozca tendría similares sentimientos.
- Al parecer Franz también siente igual... “aprecio” por ti. Eso me parece tan extraño, ¿realmente eres tan especial como él cree?
- No hay nada especial en mí como ve.
- Quizá el te vea como un amigo, pero tú... cómo lo ves tú.
Mis mejillas se tiñeron súbitamente de rojo. Mi temperamento apasionado a menudo es más fuerte que yo, ahora era inútil todo retroceso, nuevamente mi vehemencia me había perdido.
- No entiendo bien su pregunta.
La mujer bajo la voz y se inclino ligeramente hacía mi, me hablaba en un cuchicheo febril, como si deseara hacerme añicos con sus palabras.
- Escúchame bien, soy muy buena en lo que hago y desde hace mucho vengo dándole vueltas a ese asunto entre Franz y tú; pero solo ahora empiezo a verlo claramente.
Sentía deseos de golpearla, me levante furioso y le di la espalda alejándome rápidamente.
- ¡Espera, espera!, o tal vez no te importa llamar la atención, piénsalo, tú perderías más que yo. Ven, vamos a otro sitio más tranquilo, la gente esta empezando a mirarnos.
Mire a mi alrededor y efectivamente encontré algunas miradas puestas en nosotros, sonreí levemente como disculpándome y salí tras Stella.
Finalmente llegamos a los jardines del hospital, ella se sentó en una de las banquetas y con un gesto me invitó a que hiciera lo mismo.
- Dígame, ¿usted tiene algún tipo de relación con Franz?, porque de lo contrario no me explico todo esto - le dije fastidiado.
- Hemos salido varias veces, y pienso que podemos formar una buena pareja.
- ¡Solo eso!, ¿ninguna promesa?, ¿ningún compromiso?, la creía más inteligente señorita fiscal.
Me di la vuelta y la deje sentada perdida en sus pensamientos.
Cuando regrese no podía disimular el gesto de disgusto que tenía en el rostro y que no paso inadvertido para Greene.
- Te ha hecho pasar un mal rato ¿verdad?
- No, no es nada.
- A estas alturas crees que puedes engañarme. Esta vez Stella ha excedido todos los límites. Cuando salga de aquí veré la forma de evitar cualquier contacto con ella. ¿Qué te ha dicho?
- Tonterías, es una mujer caprichosa y posesiva. Piensa que puede tomar todo lo que se le antoje, hasta a las personas.
- Mañana me darán de alta, no la quiero cerca de mí. Le pediré a Jackman que me ayude con esto. Iras conmigo a casa ¿cierto?
- No Franz, es mejor que Clare se quede contigo.
- Pero... ¿por qué?, ahora mismo vas a decirme de qué hablaron con Stella.
Se estaba alterando terriblemente y su respiración volvía a ser irregular, cogí una jeringa y le administre un tranquilizante. Me quede a su lado hasta que se durmió. Me senté en una de las sillas y hundí la cabeza entre mis manos, no podía tener a Franz permanentemente sedado, pero sabía que en cuanto despertara volvería a preguntarme sobre el asunto. Si le decía la verdad se alteraría y si no le decía nada igualmente lo haría. Si me iba a casa con Franz, le daría pie a Stella para continuar con sus insinuaciones o quizá hasta llevar las cosas más lejos. Greene me quería a su lado, y yo ansiaba estar con él, pero ya no sabía qué era lo correcto.
Alguien me dijo alguna vez "que nada hay oculto bajo el sol", entonces debía decirle a Franz la verdad y atenerme a las consecuencias. Jamás pensé que aquella decisión pesaría por largo tiempo en mi vida.

03 diciembre, 2008

Dr. Jekyll y Mr. Hyde

El cansancio debe haberme vencido a mi también, porque desperté en un sillón de la habitación de Franz. El aun dormía, estaba apoyado sobre uno de sus costados, su rostro descansando sobre la almohada, su cabello alborotado y las mejillas sonrosadas; era tan frágil dormido. Como si la poderosa y afinada maquinaria que movía aquel cuerpo descansara también. Mientras lo observaba, sus palabras resonaban una y otra vez en mis oídos, realmente había dicho lo que dijo, o acaso había sido una ilusión.
Cuando lo vi removerse en la cama me aparte rápidamente, no deseaba que me sorprendiera en aquella muda admiración.
- ¡Tom!
- ¿Si? - le dije aparentando despertar recién.
- Cómo hemos podido dormir tanto tiempo, son casi las ocho de la mañana.
- Necesitabas descansar, ayer fue un día agotador.
- Tienes razón, estoy tan cansado, cansado de todas las formas que te puedas imaginar. Este caso me está absorbiendo la vida. Más... son los renglones torcidos y no hay descanso posible.
Me acerque y me senté junto a él en la cama. Lo veía tan abatido, sus ojos brillaban con un fulgor enfermizo. Le toque la frente, no había signos de fiebre, y sin embargo temblaba ligeramente.
- Tom... sé que dije algo anoche, pero no recuerdo bien qué fue.
- Dijiste muchas cosas, además estabas medio inconsciente, entonces, qué importancia puede tener.
- A mi si me importa. ¿Qué dije?
- Nada, murmurabas sobre el caso, eso es todo.
Entrecerró los ojos, su expresión me decía claramente que no me creía absolutamente nada. Pero al parecer no tenía intenciones de seguir insistiendo, lo vi darse la vuelta y comenzar a buscar ropa limpia en su cajón.
- Bien, si tú lo dices así debe ser. Ahora vamos a darnos una ducha ... - parecía azorado por lo que acaba de decir, tenía las mejillas encendidas. - quiero decir, cada quien por su lado... ve a tú habitación - de modo que ahora era "mi" habitación - y yo me quedare aquí.
Me dí la vuelta rápidamente antes de que viera una sonrisa dibujarse en mis labios. Me parecía increíble que aquel hombre intrépido, ingenioso y de notable inteligencia fuera capaz de perder todo su aplomo... ¿ante mí?
Estaba terminando de cambiarme cuando lo vi parado en el umbral de la puerta. Ya estaba vestido. Me observaba con esa mirada suya profunda, turbadora, ansiosa y a la vez dulce, triste, como de un animal herido.
- Cuando vas a cambiar esos grises Franz, todo tu guardarropa es de ese color - dije por decir algo y aliviar la tensión que había entre nosotros.
No dijo nada solo se acerco hasta mí, se despojo del saco y me estrecho con fuerza contra su cuerpo, sus manos buscaban mi piel por debajo de la camisa y sus labios se unieron a los mios en un beso demandante. Suavemente me reclinó sobre la cama, sus dedos trataban de abrir torpemente los botones. Su respiración anhelante explotaba sobre la piel de mi cuello, ahora era yo quien temblaba. Poco a poco me atreví a deslizar mis manos por su espalda, y ascender hasta hundirlas entre sus suaves cabellos. Mi audacia me llevo a dar un paso más y busque también su piel, era tan cálida, tan suave. El no se movió, no se levanto aterrado, no se enojo... la delicia de el peso de su cuerpo sobre el mío, de sus gemidos tan quedos que apenas podía oírlos; nadie antes me había hecho estremecer así. Y no deseaba que la realidad llegara, ahora que lo tenía en mis brazos, rendido al fin...
El teléfono parecía llevar un buen tiempo timbrando. Escuchamos por el altavoz una voz desconocida que le decía a Franz si iba a cancelar la cita de las nueve en el albergue. Greene se levanto de prisa, como el soldado que escucha el sonido de la diana al alba. Me dejó allí tendido, sin aliento, con su aroma danzando en el aire, con los labios ansiando otro beso; uno más Franz, solo uno más, deseaba susurrarle al oído. Pero ya no era mio. Lo vi tomar el teléfono, pero ya habían colgado del otro lado.
- Mi libreta... allí tengo el número del albergue - y salio corriendo rumbo al estudio. Me levante y volví a acomodarme la ropa, parecía que se iba a convertir una constante en mí llevar siempre las camisas arrugadas, y le di alcance.
- No, no señor Wells ha sido un retraso involuntario. Allí estaremos - consulto su reloj - en unos veinte minutos. ¿Pero qué haces allí parado Tom?, ve a sacar el auto mientras terminó de ordenar todo.
- ¿Piensas salir así? - le dije sin poder contener la risa - y luego dices que yo doy la nota cómica en todo esto.
Se miro en el espejo que tenía a un lado de la puerta. La camisa a medio abrochar, la corbata enredada en su cuello desnudo, lo cabellos revueltos. Y el saco probablemente tirado en algún rincón de la habitación. Cerró los ojos realmente desesperado y fue a encerrarse al baño.
- Por Dios, ve a sacar ese maldito auto y quita esa sonrisa burlona de la cara.
- Ya voy, ya voy. ¿Dónde se fueron sus modales señor Greene?
- Al mismo lugar donde te voy a mandar a ti si no te apresuras.
Ahora era yo quien lo esperaba con la llave en el encendido. De nuevo era Greene, el detective impecable y genial.
- ¡Muevete de allí Tom! Si tú conduces llegaremos al atardecer.
Estuvimos exactamente en el tiempo señalado a Wells. El Albergue para Menores de Cavendich, era un edificio antiguo de principios del siglo XX, rodeado de anchos muros que se alternaban con espacios enrejados. Al interior se levantaban grandes pabellones enquistados sobre el verde esmeralda del césped; de trecho en trecho se alzaban hermosas glorietas, que invitaban a refrescarse del sol en verano y leer plácidamente a su sombra. Los inviernos no eran bienvenidos para estas delicadas estructuras; si bien podían brindar algo de abrigo, este era precario y temporal.
Wells era un hombre entrado en años, de mirada franca y gestos amables.
- Pensé que ya no vendría señor Greene.
- Por favor, disculpenos nuevamente.
- Esta bien, uno de los auxiliares lo llevará a la habitación del muchacho, no ha querido hablar con nadie y apenas come.
- Gracias Sr. Wells - le dijo mi amigo, no tardo en aparecer uno de los auxiliares uniformados que nos condujo hasta el lugar.
El jovencito estaba sentado en la cama con la mirada ensimismada en el jardín que veía desde la ventana. Se volvió ligeramente cuando escucho nuestros pasos, pero luego nos dió la espalda como si no nos hubiera visto.
- ¡Raúl!, ese es tu nombre ¿cierto?, al menos el que figura en tus registros.
- Llámeme como quiera, es igual.
- Necesito hablar contigo.
- Pero yo no quiero hablar con usted ni con nadie.
- El tiempo apremia, y estoy seguro que tú sabes más de lo que aparentas.
- Ya le dije que no sé nada.
Franz saco una foto de Vogle y se la mostró a Raúl. El muchacho no pudo disimular un gesto de sorpresa.
- ¿Lo has visto antes verdad?
- No, porque no entiende que no... - Franz le corto la frase, y arrojo otras fotografías sobre una mesa.
- ¡Miralas bien! - Raúl tenía un gesto de espanto en el rostro - quiso volver la cara, pero Franz se lo impidió - ¡No, vas a mirarlas bien! Ese hombre a quién dices no haber visto nunca asesino a todos estos niños, los desangro. Ahora dime de nuevo que no lo has visto antes.
El muchacho se llevó las manos a los ojos y empezó a sollozar. Franz lo había llevado al límite, pero yo conocía bien a mi amigo, y la crueldad no era parte de su personalidad.
- ¡Sí, sí lo he visto! - grito angustiado - me fui con él un par de veces. Esa noche... él me advirtió que no vendría, pero pagaba muy bien y yo fui a esperarle sin que lo supiera. Lo vi sacando algo del maletero del auto, cuando me di cuenta de lo que se trataba tuve que taparme la boca para no gritar. Era un pequeño, estaba tan pálido que asustaba verlo; lo ato al poste de metal con unas cadenas y lo dejo allí. Miró a todos lados, estaba completamente seguro de que nadie lo había visto. Yo estaba paralizado, si ese hombre me veía me mataría. Cuando lo vi alejarse me acerque al niño pero estaba muerto. Al rato escuche a un hombre del vecindario cruzar por ahí y luego dar un grito, me imagino que él daría la alarma a la policía. Cuando quiero puedo hacerme invisible, nadie se dio cuenta que yo había estado todo el tiempo allí. En la mañana quise marcharme, pero me encontré con usted.
- ¿Dónde te llevaba cuando te recogía?
- No recuerdo bien, creo haber visto un letrero que decía Calle Madison. El sitio estaba bien cuidado, con alfombras por todos lados - Franz me dirigió una mirada significativa - Las casas estaban bastante alejadas unas de otras.
- ¿Recuerdas que modelo era el auto o el color?
- No sé, parecía un Honda... el color lo recuerdo bien, era plateado.
- Dime, ¿estarías dispuesto a repetir en un Juicio todo lo que me acabas de decir?
- No quiero terminar atado a un poste.
- Estamos tras él, ya no puede hacerte daño. Además hay un programa de protección a testigos. Tendrás un nombre nuevo, una ciudad nueva, una vida nueva.
El chiquillo miro largamente a mi amigo.
- ¿Es cierto lo que dice?
- Lo es.
- Haré lo que me pide entonces, pero quisiera que me acompañe en el Juicio ese.
- Te lo prometo.
Cuando salimos de la habitación Raúl estaba más tranquilo, y hasta había empezado a comer con apetito de la bandeja que tenía sobre el velador. Aquel día admire profundamente a mi compañero.
El celular sonaba insistente en su bolsillo.
- Es Jackman, tiene los resultados de las investigaciones. Vamos a la Delegación.
Cuando llegamos a la Estación de Policía, Jackman nos condujo de inmediato a su oficina.
- Amigos míos la suerte juega finalmente de nuestro lado. Un vendedor tiene una cinta de seguridad. Vogle no es un hombre que se pierda entre la multitud, compró las botas hace casi dos años en "Hazelbrook Blue", la tienda queda a unos 500 kilómetros de aquí. En cuanto al serrín, eso si es más difícil, los agentes andan todavía en eso, pero creo que ya están sobre la pista correcta. ¿Recuerdas Franz que en uno y solo en uno de los pequeños encontramos rastros de sangre bajo las uñas?
- Cómo no recordarlo.
- Se hicieron exámenes de ADN, pero pese a tener importantes similitudes con el de Vogle, este presentaba variantes que lo invalidaron como prueba en el Juicio. Estos son los resultados de los análisis de los cabellos que me diste. Bien, estos coinciden con los encontrados en la sangre. Creo que esto cae en tu campo Tom, observa estos resultados. Tome la portátil que me extendía Jackman y revise cuidadosamente las imágenes.
- Esto... esto solo puede darse en hermanos... ¡hermanos gemelos!
Era la primera vez que fui yo quien deje a Franz totalmente asombrado. Por unos segundos no fue capaz de articular palabra alguna.
- Hay dos tipos de gemelos los dizigóticos que presentan diferencias genéticas y los monozigóticos como los Vogle, que son genéticamente iguales. Pero existen ciertas discordancias que hacen que uno pueda desarrollar ciertas enfermedades físicas o mentales; es lo que los médicos llamamos código epigénetico, es una información reguladora que no está contenida en el ADN. Se han hecho estudios de como el ambiente o ciertos micronutrientes introducen modificaciones a los genes.
- Me siento como si estuviera recorriendo las frías calles de Londres en busca de los personajes de Stevenson - dijo aun asombrado Franz.
- Púes digamos que es algo así.
- Capitán Jackman, le traemos también noticias, no tan extraordinarias como está, pero si importantes. El jovencito nos contó todo lo que sabía de Vogle, de cualquiera de ellos, podría reconocer la casa donde lo llevó. Debemos actuar rápido, no tiene ni la menor idea que conocemos su escondite y menos aun su secreto.
El móvil de Jackman interrumpió nuestra conversación. El capitán puso el altavoz para que todos pudiéramos escuchar la información.
- Capitán, encontramos el aserradero, está entre Lanyon y Utterson, a unos 100 kilómetros de la tienda donde compro las botas. Tenemos identificado al sujeto, trabaja allí como operario. Pedimos instrucciones.
El capitán miro cómo interrogando a Greene, este le hizo un signo afirmativo con la cabeza.
- Procedan a detenerlo, rodeen el área, utilicen armas no letales, muerto no nos sirve de nada.
- Capitán, yo saldré para Madison, es ahora o nunca. Necesito a sus mejores hombres. ¡Un mapa capitán, pronto!, Greene y Jackman estaban inclinados sobre el mapa discutiendo sobre las rutas de escape que podría tomar Vogle y cómo bloquearlas. Todas las patrullas cercanas a la zona fueron informadas y estas se lanzaron a bloquear los caminos. El móvil del capitán volvió a sonar, todos esperábamos ansiosos las noticias.
- Objetivo neutralizado. Nos dirigimos hacía Cavendich.
- Bien hecho, teniente.
Yo pensaba que aquella noticia entusiasmaría a Franz, pero por el contrario tenía el ceño más arrugado y los labios apretados.
- ¿Pero qué pasa Franz no te alegra esta captura? - le dije extrañado.
- Creo que hemos atrapado al pacífico Dr. Jekyll, pero el perverso Mr. Hyde sigue libre - nos dijo mientras se colocaba el chaleco antibalas y el resto del uniforme.
Todos los hombres con Greene a la cabeza, salieron rumbo a Madison.
- Tom, ¿quieres venir conmigo realmente? por nada del mundo quisiera exponer tu vida a peligro alguno.
- ¿No es para esto que me has preparado durante meses? Yo no tengo miedo Franz, si podemos atrapar a ese infernal hombre me sentiré satisfecho.
- ¡Ese es mi Tom! Sube rápido y ponte esto - me dijo, mientras tiraba sobre mis rodillas uno de los chalecos.
El muchachito iba en el asiento trasero custodiado por dos agentes. Era tal cual lo había descrito Raúl, un barrio silencioso con grandes casas, aisladas las unas de las otras.
- Estamos cerca - le escuchamos decir con voz temblorosa a nuestro amiguito.
- Bien Raúl no debes tener miedo, pronto está pesadilla terminará para ti.
Solo tranquilízate... ¿reconoces la casa?
- Sí, es aquella, la verde de cerco blanco.
- Ahora quédate con los agentes, no te muevas de su lado.
El escuadrón había rodeado sigilosamente la casa; fue Greene quien forzó la puerta, de inmediato lo rodearon el resto de hombres, yo entre ellos. Lo primero que nos hizo retroceder fue un hedor insoportable. Todos los agentes se dispersaron por la casa. Sentí la mano de Greene cerrarse sobre mi muñeca.
- Arriba Tom, el olor viene de arriba.
Subimos a toda prisa, el espectáculo era estremecedor, a pesar de los años transcurridos, aún no puedo borrar la tremenda impresión que me dejo aquella visión. En el centro de la habitación que debía ser la suya, estaba tendido Vogle. Las facciones eran casi irreconocibles por el avanzado estado de descomposición y por las brutales cuchilladas que le cubrían el rostro y el cuerpo. Toda la habitación estaba llena de sangre, aquello era anormal.Franz se había apartado de mi lado y buscaba una de las últimas piezas para completar el caso.
- ¡Aquí Tom, mira esto!
Eran bolsas de las que se utilizan en lo hospitales para almacenar sangre, todas habían estado perfectamente refrigeradas y codificadas, pero ahora estaban todas revueltas y la mayoría de ellas rotas. A eso se debía la excesiva cantidad de sangre en la habitación.
- ¡La sangre de los niños! - dije acongojado.
- Sí Douglas, la sangre de los niños.
De pronto sus ojos repararon en una alfombra de color canela que se extendía frente al televisor. Recortó con una tijerilla algunas fibras.
- De seguro son similares a las que encontramos en la muñeca del niño, recuerdas que dije que en su momento jugarían su papel. Era aquí dónde cometía sus crímenes.
- ¿Quién piensas que lo mataría?
- La novela de Stevenson deja la interrogante, no se sabe si Hyde se apodera finalmente y por completo del Dr. Jekyll o aquel logra de alguna forma sobreponerse a sí mismo en el último momento. Pues aquí la interrogante esta respondida, Jekyll se ha librado para siempre de su odioso doble. Por favor amigo mió, que abran las ventanas, el aire es aquí irrespirable.
Apenas había dicho esto cuando cayo desmayado a mis pies. Lo acomodamos en uno de los sillones de la habitación, poco a poco fue saliendo de su letargo, abrió los ojos, en ellos se agazapa un terror como nunca antes le había visto, ni siquiera aquella vez en que me contó su terrible historia.
Los hombres regresaron para informar al capitán Jackman, no habían encontrado rastro alguno del lugar donde se dedicaba a sus macabros actos. Debía existir en algún lado de la casa algo parecido a un laboratorio con todos los implementos para desangrar a sus victimas, las cadenas, las cintas que usaba de mordaza.
- La casa tiene un sótano - le escuchamos decir a Franz, todos nos volvimos hacía él, estaba mortalmente pálido, tenía la mano apoyada en una de las paredes como si en cualquier momento fuera a perder el equilibrio - observen el rombo sobre el que descansa el cadáver, el diseño de flores del lado que mira hacía usted capitán, no sigue el mismo patrón. Se acercó y nos señalo el dibujo al que se refería, miren aquí las hojas siguen una natural curvatura... pero de pronto, la armonía se rompe. La ranura es imperceptible y no la hubiera notado salvo por ese detalle. Debe tener algún mecanismo que la abre, capitán quizá sus especialistas deban hacer todo lo necesario antes de levantar el cuerpo, mientras permanezca allí es imposible hacer nada más. Por favor déme un par de horas
- Ve Franz, yo te llamaré.
Cuando llegamos al auto me dio las llaves - conduce tú por favor, ahora no puedo - y recostó la cabeza sobre la ventanilla.
- ¿Qué te sucede Franz?
- Tom, debo bajar a ese lugar... y no se si pueda. No quiero, Dios, no quiero hacerlo. ¿Es que mis antiguos fantasmas no van a dejarme nunca en paz? Si bajo allí temo perder el control, casi lo hice hace un rato. Temo que mis miedos puedan más que mi raciocinio.
Entendí hasta qué punto Greene había forzado su mente y su cuerpo para solucionar el caso, y ahora que finalmente le daba término, estaba a punto de derrumbarse. Sin duda recordaba su encierro en aquel inmundo agujero y todo lo que experimento el tiempo que estuvo en el; la sensación de asfixia, el sentir que jamás saldría de allí.
Cuando llegamos, dio algunos pasos y volvió a desplomarse sobre el piso. Lo levante como pude y abrí la puerta a duras penas. Lo deposite suavemente sobre uno de los sillones, le afloje el nudo de la corbata y las ropas, puse sus piernas sobre unos almohadones y espere unos segundos a que recuperará la consciencia. Lentamente su respiración se fue normalizando y abrió ligeramente los ojos.
- Franz, debes dejar esto. Estas exigiéndote más allá de tus fuerzas, ¿acaso quieres terminar en un hospital?
- No ahora, jure que así se me fuera la vida en ello lo terminaría. Además tengo una promesa pendiente con Raúl.
- ¡Franz!, vas a matarte y si a ti te pasa algo... yo
- ¿Tanto te importo?
No le conteste nada solo le bese poniendo mi alma en aquel beso. Busque unos tranquilizantes leves en mi maletín y se los ofrecí con un poco de agua.
- Toma esto, solo dormirás un poco. Te doy mi palabra que si Jackman llama te despertare - Alargo su mano y tomo las pastillas.
- Confió en ti Tommy, siempre...
El medicamento fue haciendo su efecto, después de un rato dormía tranquilamente.
Levante los mechones que caían sobre su frente y acaricie su rostro.