13 diciembre, 2008

Epílogo

Durante un año estuve viajando por diferentes partes del país, tratando de olvidar... ¡olvidar!, como si aquello fuera posible. Asistí a diferentes seminarios, conferencias, cualquier cosa que mantuviera ocupado mis pensamientos.
Estaba siempre en contacto telefónico con Clare, ella me mantenía al tanto de lo que ocurría en la ciudad. Tratábamos de evitar hablar de Franz, pero de una u otra forma terminábamos hablando de él.
- ¿Cómo está Franz?
- Sigue con sus casos, día y noche, no se da tregua. Parece que quisiera agotar sus días, ahora me arrepiento tanto de las palabras tan duras que le dije aquella vez. Sabes, trasladaron a la mujer esa, ¿cómo es que se llama?
- Stella Gadner, es fiscal.
- Bueno, no me importa lo que sea, nunca me simpatizó la gata esa. La han mandado a otra ciudad, y creo que Franz ha tenido mucho que ver con eso - sonreí un poco al escucharle decir aquello.
Así continuaron nuestras conversaciones, muchas veces le había dicho que le dijera a alguno de nuestros amigos que le enseñara a usar el MSN, que eso facilitaría nuestras conversaciones, pero ella me decía que ya estaba vieja para aprender esas cosas.
Había transcurrido casi un año desde que me fui de Cavendich, un año de tristeza, un año de ver pasar la vida como si fuera una absurda película... y al caer la noche su recuerdo me perseguía y me atrapaba.
Un día a finales de noviembre, en que nevaba mucho y yo había puesto la calefacción casi al máximo mi móvil sonó repetidas veces, no pude atender rápido porque estaba tratando de alcanzar una gruesa manta de arriba del armario. Era mi amiga, su voz sonaba alterada.
- Tom, vuelve lo más pronto que puedas.
- Me asustas Clare, ¿qué pasa?
- Franz se nos muere, está muy enfermo.
- ¿Tiene los mismos síntomas de la vez anterior?
- No, no Tom. Franz se muere de tristeza. Hace una semana que está encerrado en su cuarto, no quiere levantarse de la cama, no quiere que abra las ventanas, apenas si come un bocado, y cuando le hablo me responde en un murmullo. Si lo vieras, ha adelgazado tanto. Tom se que lo que te estoy pidiendo va más allá de tus fuerzas, pero por el amor que una vez le tuviste... vuelve.
Aquello me dejo clavado al piso, como si de pronto todas las agujas de los relojes se hubieran detenido, como si el alma me fuera a estallar en pedazos. Cogí mi maleta y guarde mis cosas en ella, siempre viajaba ligero porque nunca permanecía demasiado tiempo en ningún lugar, así que no tarde mucho en preparar mi equipaje.
En dos días llegué a Cavendich, Clare me aguardaba con los ojos llorosos en la sala de espera del aeropuerto. Mi dulce amiga, toda la vida no será suficiente para agradecerle tanta bondad. Cogimos un coche de alquiler y literalmente volamos hacía la casa de Franz. Ella nos dejo a solas, era poco lo que podía distinguir en aquella oscuridad, encendí la luz de la lámpara. Clare no había exagerado en absoluto, su aspecto era lamentable, apenas si podía distinguir en aquel hombre delgado y ojeroso a mi amigo. Lo sacudí ligeramente por el hombro.
- ¡Franz!, soy yo Tom.
Levanto los ojos, me miro como si viera una aparición y se abrazó a mí con fuerza como si yo fuera a desaparecer en cualquier momento.
- Nunca pensé que doliera tanto amigo mio. Todos estos meses han sido un tormento.
Le bese la frente una y otra vez.
- Me quedare a tu lado Franz, de la forma que tu quieras.
Me acosté junto a él con su cabeza descansando sobre mi pecho, y su débil respiración sobre mi cuello. Dios, lo tenía de nuevo en mis brazos como amigo, como amante, como hermano... eso ya no me importaba.
Greene se recuperó rápidamente, con una buena alimentación y mi supervisión volvió a ser el hombre que era antes. Retomo sus hábitos; salir a correr, entregarse a sus lecturas, hundirse en sus investigaciones. Sus mejillas tomaron ese tono sonrosado que tanto me gustaba. Pero nada volvió a ocurrir entre nosotros.
Transcurrieron diez largos años, durante ese tiempo vivimos los más extraños eventos; cuando la policía no encontraba pista alguna recurría a mi amigo. Yo lo acompañe en innumerables casos; secuestros, desapariciones, estafas, asesinatos. Y en todos ellos Greene demostró sus admirables facultades.
Su correo siempre estaba repleto de mensajes de agradecimiento. Me mostró uno que apreciaba especialmente.
- ¿Recuerdas a Raúl?
- Claro que sí.
- Lo adopto una buena familia, ahora me escribe desde diferentes partes del mundo. Se ha convertido en un reconocido biólogo.
- Tú salvaste a ese muchacho del infierno al que se quería arrojar.
- No, yo solo le tendí la mano, lo demás fue logro propio - después de un largo suspiro me dijo - Tom, ha pasado tanto tiempo, y ya estoy tan cansado... ya no tenemos veinte años, nos acercamos a los cuarenta.
- Dios, hablas como si fuéramos ancianos.
- No, pero todo este tiempo de persecuciones, muerte y dolor agota. Pienso dejar todo esto, seguiré ayudando a mi querido Jackman como un consejero, pero ya no me involucrare en los casos directamente.
- Entonces debo darte gracias por todo este tiempo compartido a tu lado. Y por todo lo que aprendí de ti.
- ¿Me visitaras? - me dijo Franz.
- Me tendrás aquí todo el tiempo.

"Hace más de diez años que conocí a Franz Greene, nada podía augurar todo lo que iba a vivir al lado de aquel hombre. Aún hoy cuando escribo estas líneas su influencia está presente. Nuestro extraño vínculo para el que no puedo encontrar una definición adecuada; es algo que va más allá de una simple relación de amistad y sin embargo tampoco pasamos esa línea, esa delgada línea que nos separa, que nos detiene de liberar otros deseos que estoy seguro siempre hemos querido dejar en libertad."

Como cada jueves yo iba a su casa y nos sentábamos a recordar nuestras pasadas aventuras con un vaso de wisky. No todas fueron victorias, a veces habíamos errado al seguir las pistas y en más de una ocasión recordábamos riendo alguna anécdota. A menudo salíamos a comer fuera o nos íbamos al cine a ver una película de estreno.
Y como siempre cuando la noche llegaba y debíamos despedirnos, nuestros cuerpos ardían, nuestras manos se buscaban, nos devorábamos uno al otro con las miradas... Y así cada jueves, y así cada semana.
Pero un día cuando había tomado mi abrigo para salir, regrese sobre mis pasos.
- Ya fue suficiente de espera, ya no soporto más este ceremonial en el que tú y yo nos inmolamos. A qué le tememos, a quién tenemos que darle cuenta de nuestras vidas. ¡A nadie Franz, a nadie! ¡Diez años, diez años es demasiado!
- Hay recuerdos que nunca se van... enséñame a olvidarlos - me dijo con un dejo de tristeza.
Franz no había cambiado casi nada en todo ese tiempo, el continúo ejercicio había mantenido la firmeza de su cuerpo, por sus cabellos se insinuaban algunas blancas hebras; pero sus ojos, sus hermosos ojos no habían perdido nada de ese brillo de plata bruñida.
Me acerque a él y con infinita dulzura lo atraje hacía mí, recorrí con mis labios su suave cabello y descendí lentamente, lentamente como desciende un arroyo entre las piedras. Me adueñe de sus amados ojos y sentí el cosquilleo de sus pestañas; su boca me llamaba pero yo quería retrasar el placer de fundirme a ella, seguí avanzando por sus mejillas y ahora sí finalmente atrape sus labios entre los míos, Franz entreabrió los suyos y mi lengua exploro todos sus rincones. Cuando mis besos llegaron a su cuello lo sentí estremecerse entre mis brazos, lo vi luchar por desabrochar los botones de su camisa, pero yo lo detuve.
- No, déjame hacerlo a mí.
Y sin prisas, uno a uno le fui desabotonando la camisa. Las marcas terribles eran casi solo un recuerdo, pero nada de eso me importaba. Mis ojos vagaban por su pecho que subía y bajaba acelerado, sus músculos delineados y el delicado vello que lo cubría. Lo despoje de la camisa y mis labios siguieron errando sin rumbo. Yo me despoje de la mía sin ceremonias, y sentí dichoso sus dedos hundirse en mis espalda, ascender y descender desde mi cuello hasta mi cintura. Sin darnos cuenta habíamos resbalado hasta el suelo, nos aguardaba el tibio calor de la mullida alfombra.
- ¿Tienes miedo, quieres que me detenga?
Nada me respondió, solo me atrajo con más fuerza a su cuerpo. Sabía que debía ir con lentitud, así el deseo me estuviera incendiando las entrañas. Mi amado era como un cervatillo en el bosque de mis manos y mis labios; corría tranquilo y confiado, pero un ruido, una señal de alarma y huiría... tal vez para siempre. El yacía debajo mió, con las mejillas encendidas y los ojos con una mirada anhelante; entonces me atreví a deslizar mis manos hasta su cintura y soltar la correa, el cierre cedió y deslice sus pantalones con suavidad. ¡Que hermoso era Franz, así, desfallecido, entregado! Unos instantes más y ya no hubo prenda alguna entre él y yo. Mis manos y mis labios disputándose la belleza de sus muslos, con un movimiento leve el se colocó sobre mí y pude recorrer las firmes curvas de sus caderas. Oh, como ansiaba que nadie antes las hubiera tocado, como deseaba ser yo el primero que descubría esos encantadores recodos. Y luego su centro, su muerte y mi muerte, su sed y la mía, sus gemidos y los míos, sus te amo y mis para siempre.

Aun hoy lo asaltan antiguas pesadillas, pero pasan pronto, se acurruca entre mis brazos como un niño. Luego cuando sus ojos de plata se cierran, solo entonces yo también me duermo.

Agradecimientos:
Un- ángel
Dalia
Marga
Dark ángel
Ana del Sur
El César del coctel

Porque sin su apoyo y su constancia, difícilmente hubiera podido dar termino a este humilde intento literario. Espero no haberlos defraudado, mi corazón va para todos ustedes.

Agradecimiento especial:
Conan Doyle y su entrañable personaje Sherlock Holmes, a quien conocí en mi juventud y que me ha servido de inspiración.

12 comentarios:

Arquitecturibe dijo...

Wow... soy el primero!! a solo unos minutos del lanzamiento!!!!

Arquitecturibe dijo...

Bueno... la verdad hoy tambien estoy muriendo de tristeza... ni siquiera he querido pararme de la cama.... y encima aqui se dibujó un final... no se... los finales aunque felices tienen su carga nostalgica....
quedo con un sabor delicioso de buena lectura, pero con el aire melancólico de que se termino.
un beso desde mi lejana galaxia.

un-angel dijo...

"su centro, su muerte y mi muerte, su sed y la mía, sus gemidos y los míos, sus te amo y mis para siempre."¡Que precioso!...ay mi Rosa, por un momento había temido que esto no llegara a ocurrir!!!¡Que felicidad!...Con cierto poso de tristeza como decía nuestro amigo Dark Angel,pues tal como ocurre con las buenas historias uno termina por encariñarse con los protagonistas y quisiera saber un poco más de lo que hubo después...pero feliz, sin duda porque aunque todas las barreras que existian entre los dos tardaron en derrumbarse, por fin lo han logrado.
Ha sido una experiencia genial, mi Rosa querida, creo que te has superado a ti misma.
Un beso grande, siempre.

Dalia dijo...

oh amiga! gracias a ti... este relato es perfecto!!!

un abrazo inmenso.

Javier dijo...

Siempre soy el último, pero la falta de tiempo no permite venir antes a leer tus estupendos relatos, además hay que dedicarte un tiempito, jajajajajajajaja

Marga dijo...

Todavía no lo he leído y ya me dá pena...

Regreso enseguida, aixxxxx

Marga dijo...

Se ha terminado y no sé que decir.

Lo he leído dos veces, la segunda muy lentamente, saboreando cada palabra, no deseaba llegar al final.

Como mis dos ángeles, siento mucha tristeza por el final, alegría porque es el final deseado por nosotros, pero también me quedo con ganas de saber más.

...como ansiaba que nadie antes las hubiera tocado, como deseaba ser yo el primero que descubría esos encantadores recodos...

Gracias a tí Rosa, por regalarnos tanto amor, han sido diez años de espera, pero Dios!!! ha valido la pena.

Lo guardaré para siempre, preciosa flor.

Besitos y mil rosas rojas para tí

Marga dijo...

He vuelto a caer!!!

Cada vez que lo leo, es más bonito todavía.

Aixxxxx el amor...

Por cierto:

¡¡¡FELIZ NAVIDAD PINGÜINA!!!

AnCris dijo...

Tal como te prometí, lo imprimí y lo leí, finalmente, en un rincón del subte... ha sido un placer... además, el leerlo en un lugar atestado de desconocidos... no sé, es como que cobra un mayor valor aún: me sentí poseedora de un tesoro invaluable, una historia de profundo y verdadero amor, como no muchos son dichosos de conocer.

Rosi, ha sido un paseo increible andar entre tus renglones torcidos... GRACIAS, MUCHAS, MUCHAS GRACIAS por tu entrega y dedicación.

Un besote muy grande!!!

Ana

El César del Coctel dijo...

Mi respiración estaba alterada, el corazón estaba más veloz de lo normal; gran anciedad... quería llegar, pero cuando me acercaba volvía el temor.

Fue un año de distancia y anduve acongojado; acompañé a Tommy y extrañé a Franz... sonreí cuando trasladaron a la bruja que opacaba las caricias. Y se sumó la llamada de que aumentó el pánico.

Rosita, desbordaste en dulzura que se convirtió en erotismo... es hermoso, muy hermoso... me da mucha nostalgia saber que se ha acabado, pero mi corazón se ensancha por Tommy y por Franz... los siento tan cerca a mí, que los extrañaré mucho. Ya tengo una nueva razón para dedicar suspiros, y eso gracias a tí.

Me siento muy orgulloso y halagado por encontrar mi nombre al final del capítulo... es un privilegio.

Mi Rostia de Fuego, este historia y tu fotma de escribir siguen mostrando lo maravillosa y valiosa que eres. Te envío un gran abrazo y otro más.

Gracias.
Un beso

Ya vuelvo a leerlo de nuevo

El César del Coctel dijo...

En Bogotá son las 23:28; he repetido y vuelvo a repetirte: hermoso, muy.

Tengo sueño, peroestoy feliz... ¿sabes?, como por esas casualidades escucho una canción de Laura Pausini que me gusta mucho y que se ajusta a este último capítulo; escúcha la canción con detenimiento y me dirás: Víveme.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Oh....

Sin palabras...

Bueno si, tengo varias... y es que... Cha... haberme llevado al mundo de Douglas y Greene amiga mia fue lo mejor xD

Pero no creas que esto termina aqui xP... ahora sere yo... este año que viene nuevas sagas se presentan en el HectorIshFicers...n.m Bueno espero sean de tu agrado...