17 noviembre, 2008

Los renglones torcidos (El comienzo)

Sentí un pequeño escalofrío, las primeras luces de la mañana empezaban a inundar la habitación. Me levanté lo más cuidadosamente que pude para no despertar a mi amigo y me encamine hasta la cocina para preparar algo de desayunar. La espalda me dolía terriblemente, pero aquello no era nada comparado a la tristeza que me había dejado el relato de Franz. Ahora entendía tantas cosas, un rayo de luz había barrido las sombras y ahora conocía en parte los rincones de su alma.
De rato en rato me acercaba a la habitación para ver si despertaba, pero la prueba a la que se había sometido ayer lo había dejado exhausto.
Llamé al Hospital para reportar que llegaría unas horas más tarde, no tenía demasiados pacientes programados, así que no había inconvenientes.
Greene no dejaba de sorprenderme, a diferencia de cualquier hombre que vive solo, en quienes el orden no es precisamente una de sus virtudes. En él parecía una obsesión. La heladera surtida, las alacenas limpias y ordenadas, allí era imposible perder el tiempo buscando algo. Cogí unos huevos, puse la cafetera y saque unas naranjas para preparar un jugo. Estaba tan concentrado en estos quehaceres que no me había percatado que mi amigo me observaba desde la puerta. Una ligera sonrisa le iluminaba el rostro cansado, tenía el cabello revuelto y las mejillas encendidas.
- Debo haber dado un espectáculo anoche, lo siento Tom. Quizá eso... es lo único que no puedo controlar, que se escapa a mi forma de ser habitual. Como te habrás dado cuenta no soy muy dado a expresar mis emociones.
- ¿Anoche?... solo recuerdo que no podías dormir bien, solo eso - ahora le vi sonreír abiertamente.
Cuando vio la mesa servida, su rostro se animo del todo y se sentó rápidamente.
- ¡Jugo de naranja fresco!, huevos revueltos y además café recién hecho... y yo que estoy acostumbrado a beber un café a la carrera y eso me sirve hasta el mediodía en que como algo por ahí.
- ¿Y la heladera?, ¿para qué la tienes llena?
- Oh, de vez en cuando se me da por cocinar algo y me gusta tener todo a la mano.
- ¿Cocinas?
- Bueno, depende de lo que puedas llamar comida. Cuando Clare no puede traerme algo, improviso. Hago lo que puedo, ya probarás algunas de mis especialidades... si te atreves, porque muy buen aspecto no tienen.
Me alegraba verlo de tan buen humor, al final quitarse todo ese dolor de encima le había aligerado el corazón.
- Pues te tomo la palabra.
Nos sentamos a desayunar, su prioridad era comer de prisa cuanto le había puesto. Entre mordisco y mordisco me miraba; me daba la impresión de que deseaba decirme algo pero que no se decidía del todo. Cuando terminamos, saco su cajetilla de cigarros y empezó con la humareda que tanto me desagradaba.
- Muchas gracias, hacía tiempo que no desayunaba tan bien- mientras me decía esto se había levantado y se tumbó en uno de los sillones de la sala.
- Vamos, cualquiera puede preparar unos huevos y café.
- Mmmm, sí, supongo que si. Estoy en una de esas temporadas en que me acomete la peor de las perezas. Y a ti... ¿qué tal te va en el trabajo?
La pregunta me pareció tan extraña y fuera de lugar, nunca antes se había mostrado especialmente interesado en mi trabajo.
- Bien, está bien.
- Esa respuesta me suena a que no estas del todo satisfecho, ¿o me equivoco?
- Bueno, en ocasiones se hace un poco rutinario. Pero aparte de eso no tengo ninguna queja.
- Y si yo te ofreciera trabajar conmigo.
Aquello me dejo sorprendido, sin lugar a dudas debí evidenciar mi sorpresa porque Greene no pudo reprimir una pequeña carcajada.
- ¡Dios!, Tom, parece que te hubiera pedido en matrimonio.
Los colores se me subieron al rostro, si supiera los sentimientos que abrigaba hacía él probablemente no hubiera hecho aquella broma.
- Es que... cómo quieres que trabaje contigo, ni siquiera sé muy bien a qué te dedicas.
- Es un poco difícil de explicar... a veces sucede que muchos criminales, de alguna forma consiguen evadir la ley con argucias, falsos testigos, sobornos, y quedan en libertad. Pues ahí entró yo, me convierto en su sombra hasta que consigo una pista, un pequeño hilo que me guía al final del laberinto. Reuno todas las pruebas y las dejo en manos del fiscal, este se encarga de que vayan donde se merecen. Trato de no dejarme influenciar por el aspecto físico de las personas ni por sus palabras, yo voy mucho más allá. Los gestos, las posturas, la entonación de la voz, las miradas, dicen mucho más. me fijo en cómo visten, los zapatos que traen; el auto que usan, el color; memorizo la marca, el modelo, la matricula. Observo los sitios que frecuentan, de quienes se rodean. Cualquier detalle es importante. Además si algo he aprendido de todo esto es que nunca debe perderse la objetividad, no debe permitirse que los sentimientos o las simpatías influyan en el razonamiento.
De pronto me sentí terriblemente incómodo, si tal era la forma en que podía penetrar en los pensamientos de las personas, entonces... yo no estaba seguro de que tan secretos eran mis sentimientos.
- Y bueno, qué me dices.
- Pero, lo que me propones es una locura, tú eras policía, sabes cómo manejar esas situaciones; pero yo soy médico. ¿Me puedes decir qué haría en ese mundo en el que tú te mueves?
- Bastante. En muchos casos debo investigar asesinatos, entonces se debe examinar el cuerpo, hacer pruebas específicas. Como ves, tengo muchos libros relacionados con medicina, anatomía, química y he echo buen acopio de conocimientos... pero no puedo abarcarlo todo.
- Creo entender lo que necesitas, pero yo soy cardiólogo, no tengo experiencia en esa área. Tendría que hacer una especialización en medicina legal.
- Eres médico, haces diagnósticos basándote en pruebas y exámenes.
- No es tan sencillo como lo planteas, yo no sé nada de leyes.
- El aspecto legal, déjalo por mi cuenta.
-Aún así, se necesitan hacer cursos especiales; criminalística, toxícologia, patología forense, criminología.
- No ignoro nada de eso, pero sé que eres capaz de aprender rápidamente, eso no es un problema. No temas por tus ingresos, si de eso se trata, recibo una buena pensión desde que salí de la policía. Además, mi padre era un empresario exitoso, llegó a hacerse de una importante fortuna. Yo herede esa fortuna a su muerte, así que... digamos que tengo el futuro asegurado.
Lo veía en tan buena disposición para conversar, que no quise perder la oportunidad de enterarme de otros detalles de su vida.
- Háblame un poco de ellos, de tus padres.
Abandono su cómoda postura y se llevó una de las manos hacía los ojos, la dejo allí por unos instantes. Fijo la mirada en el humo que desprendía su cigarrillo y empezó a relatarme su historia; su voz sonaba distinta, más grave y pausada.
- Mi padre siempre fue mesurado en todo; era una persona agradable a su manera, educada y distante. El trabajo era su prioridad, lo veía llegar en las noches, darle un beso breve a mi madre y luego encerrarse en su estudio a continuar con sus análisis financieros. Me dio una esmerada educación, porque decía que era lo mejor que podía darme, y en eso tuvo razón. Me trataba con rigidez, nunca recibí de él un abrazo ni escuche de sus labios una sola palabra que me hiciera pensar que se sentía orgulloso de mis logros. No importaba cuanto me esforzará. Hasta que me acostumbre a su frialdad, y de alguna forma también lo aparte de mi vida.
Mi madre era inteligente, soñadora; pero vivía a la sombra de un roble, y nadie notaba su presencia. De tal forma la había absorbido la poderosa personalidad de mi padre que olvido la propia. Siempre silenciosa, sonriendo dulcemente, resignada a las invisibles cadenas de su destino. Solo para mí reservaba toda su sensibilidad y su sabiduría; de ella aprendí literatura, música, pintura. Con ella íbamos a los museos y galerías, nos hundíamos en las librerías, éramos asiduos de los teatros y cines - mientras me hablaba la mirada de Franz inexpresiva y lejana, me hacía entender cuan profundamente había ahondado en sus recuerdos - sabes Tom, aquellos fueron los mejores años de mi vida. Si de mi padre herede la inteligencia, la fría lógica; de ella herede esa necesidad de las cosas que deleitan el espíritu.
Sus ojos se cerraron y transcurrieron unos instantes sin que hiciera movimiento alguno, como si una mezcla de tristeza y nostalgia lo envolviera. Guarde silencio a su lado, aquellos son instantes sagrados del alma que nunca deben ser interrumpidos. Tuve que apretar los puños para ahogar mis impulsos. Como ansiaba recorrer su rostro con mis labios, para después fundirlos a los suyos en un beso más allá de cualquier condena.
- No todos los recuerdos son malos, ni siempre mirar atrás nos lastima- le dije casi en un murmullo.
Sus ojos me miraban dulces, tranquilos, como nunca antes lo habían hecho.
- Ya no estarás más solo mi amigo... mi Franz. Con el corazón te lo prometo - Greene seguía en silencio, como si una batalla se librara en su interior, lo sabía porque en sus bellos ojos se sucedían las luces y las sombras - Trabajaré contigo. Voy a tomar unos cursos en la Universidad, no pienso hacer la especialización completa, así que solo serán unos meses, medio año a lo más.
Franz alargo su delgada mano hacía mí y la estrechó con fuerza. Sin darnos cuenta nuestras manos se negaban a soltarse, lo hicieron poco a poco, acariciando nuestros dedos, hasta quedar rozándonos apenas con las yemas.
- Así sea mi querido amigo... mi Tom.
Debía ir al Hospital, me aleje de su lado con tantas dudas cómo las que había llegado el día anterior. Greene era un pozo insondable. Sabía nuevas cosas e ignoraba tantas otras; qué había pues estudiado, por qué se hizo policía, qué ganaba él con toda aquella persecución. Y estaba la peor de mis dudas, por qué me pedía que trabajará a su lado... ¿había despertado algún sentimiento nuevo en él? No podía quitarme de la cabeza su mirada, las caricias de sus dedos en los míos.
- ¡Greene, Greene, a dónde me estas llevando... no lo sé!

7 comentarios:

El César del Coctel dijo...

Rosita, qué emocionante pasar por tu casita y encontrar de nuevo un capítulo de tus renglones... la verdad siempre estoy en espera a más.

Y lo vuelvo a decir: Greene ha estado muy solo; la compañía de su amigo le devolverá la sonrisa, la ternura y... sobre todo el amor.

Gracias.
Besos

Marga dijo...

Esas manos...,

Rosa que ternura que tienes escribiendo puñetera!!!

¿Sabes? estaba en un rinconcito de la cocina, ellos no me veían, pero era feliz observándoles, feliz porque van quitándose esas corazas de hierro, feliz porque se han encontrado.

Yo como el coctelero, aquí me quedo esperando más, mucho más.

Gracias preciosa

No tardes demasiado ¿ok?

Te quiero mucho

Dalia dijo...

ah que forma de escribir!!! un encanto!!!

un-angel dijo...

Carajos, estaba comentandote el post de House y no me salía reflejado este...tengo que leerte más despacio, ¿si?....ya sabes como estoy.
Un beso, muy grande, ¡como no!

Javier dijo...

Tienes un gran don para la narrativa, me has tenido enganchado un buen rato leyéndote, y es tardísimo ,mañana tengo que madrugar, aunque ha valido la pena.

Unknown dijo...

Tocaya, muchas gracias por tu visita y por tu cariño, tal vez no me recuerdas, pero yo sí a ti, alguna vez te conocí a través de Un Angel, amiga de Perú, un abrazo muy grande y ya sabes que mi casa es tu casa...

un-angel dijo...

Aaaaaaaaaaaaaaaah, que ternura me han dado esas manos separándose a duras penas...ya ves lo que he tardado en poder leer despacio el capítulo pero hoy domingo lo haré con los dos. Me alegra ver como el hablar con Tom ha aliviado el peso del alma de Greene...
...la ventaja es que ahora no tengo que esperar para leer el capítulo siguiente, jaja...
Un beso, mi dulce Rosa.