Dedicado a todos aquello que no pierden sus esperanzas en mi.
Todo lo que había sucedido durante el tiempo que estuve atendiendo a Greene me dejaron desconcertado. Era indudable que iba a pasar otra noche sin dormir.
Recordaba lo que el tipo aquel me contó, lo de la trampa en que había caído el ex-policía y luego estaba esa alusión sobre lo que hicieron con él. Su risita malvada resonaba en mis oídos. Mis ideas eran un revoltijo, trataba de asociarlo todo; esa reticencia a ser tocado, los dedos quebrados, su pánico a la vista de las tijeras; la inexplicable desesperación que experimentó en el consultorio, sí, ahora podía recordarlo bien, todo se desencadeno cuando se sintió atrapado. Dios, ahora empezaba a entender, su miedo, ese espantoso miedo no podía provenir sino del pasado, de lo que le ocurrió cuando estuvo en manos de sus carceleros. Y no era a mí a quien se aferraba en realidad, sino a la persona que probablemente lo ayudo a salir...eso quería decir que estuvo encerrado... pero... por cuánto tiempo, ¿horas, días? Ya no podía, no quería pensar más.
Durante los días siguientes me mantuve en contacto con Clarise para saber del estado de mi paciente; ella me decía que mejoraba con rapidez, pronto podría volver a caminar. Casi adivinó mis pensamientos cuando me dijo tranquilamente.
- No te preocupes Anthony, estoy cumpliendo al pie de la letra tus indicaciones, normalmente no es fácil de manejar... pero a mi nunca me contraria en nada. Así que lo tengo en cama, pero conociéndolo no aguantará mucho quieto.
- Clarise... bueno, yo... quisiera pedirle que hable con él para que me permita visitarlo, sería bueno que pudiera revisar su herida, además los puntos ya deben ser retirados.
- Anthony, me pones en una situación difícil, no sé si querrá recibirte, es muy reacio a las visitas. Apenas si nos recibe al capitán Jackman y a mí.
- Por favor, puede preguntárselo, me agradaría mucho verlo.
- Bien, bien, está tarde le preguntare. Pero es mejor que no te hagas muchas ilusiones.
No sé qué me impulsaba a querer ayudarle. Qué extraña simpatía me arrastraba hacía Greene desde que lo conocí. Sabía que un gran sufrimiento lo torturaba y se escudaba en su trabajo, en su soledad.
Cuando el pasado nos acecha constantemente, cuando no es imposible librarnos de sus pesadas cadenas y tomamos conciencia que estos recuerdos solo nos envenenan; entonces ha llegado el momento de abandonarlos, porque son como un agobiante lastre que día a día nos va dejando sin aliento, doblándonos la espalda, hasta que de pronto... sin darnos cuenta somos incapaces de erguirnos, y todo recuerdo del cielo y las estrellas ha desaparecido; nuestros ojos solo son capaces de mirar el polvo y las afiladas piedras del camino. El tiempo que dejamos marchar es imposible de recuperar. Los ideales que abandonamos, los abrazos que dejamos de dar, el perdón que se nos queda atrapado entre la lengua y los labios... nada regresa. La vida no nos da tregua, no hay segundas oportunidades, solo es el aquí y el ahora.
Pero quizá existen cosas que no se pueden olvidar con tanta facilidad, heridas profundas que nada puede aliviar. Si él alguna vez me contara qué le atormentaba tanto... si algún día quisiera hacerlo. ¡Greene se había apoderado de mis pensamientos, de mis horas de sueño. Era un intrincado laberinto y yo estaba perdido en el!
Para mi sorpresa, Clarise me llamó después de las 8.00, hora en que solía regresar del Hospital y me dijo algo que de no haber tenido bien sujeto mi plato, de seguro hubiera tirado todo sobre mi recién adquirida alfombra.
- ¡Anthony!, te tengo buenas noticias, tan buenas, que ni yo me las creo. Franz dice que está bien si quieres venir.
- Enseguida voy para allá, ¿quiere que pase por su casa?
- Claro... ¿o es que acaso tú conoces dónde vive?
- ¡Que tonto! Tiene razón.
- Te espero en unos 40 minutos ¿te parece?
- ¡Perfecto!
Estuve en menos de 30 minutos frente al umbral de la puerta de Clarise, la mujer me abrió sorprendida. Estaba arreglándose su castaño cabello. Oh, aquella mujer debió haber sido tan hermosa en su juventud. Si aun ahora pese a los años, que debían ser poco más de cincuenta, casi no había perdido nada de su frescura y de su serena belleza. Me senté en uno de sus cómodos sillones. Todo en aquel lugar me era conocido, desde las diminutas porcelanas que descansaban en la impecable vitrina, hasta el hermoso piano; ella aumentaba sus ingresos dando clases de piano, y es que la pensión que le dejo al morir el esposo apenas si cubrían sus gastos. Todos aquellos que conocíamos esa situación, de alguna forma muy discreta le hacíamos llegar nuestra ayuda.
Cuando estuvo lista casi la arrastre hasta el auto. Ella me miró por el rabillo del ojo, parecía entre extrañada y divertida.
- No necesitamos el auto, está a pocas cuadras de aquí.
- Pero Clarise, está a punto de nevar...y hace mucho frío.
- Siempre me ha gustado la nieve. ¿El frío?, ohhh, apenas si lo siento.
La casa era de construcción antigua, el frente de piedra blanca y pulida; la puerta tenía hermosos tallados, pero a la incierta luz del farol de la entrada difícilmente podía apreciarlos como hubiera deseado. Un pequeño jardín se extendía a lo largo y en medio de este solitario y orgulloso se erguia un roble. La Sra. Taylor buscó en su bolso una pequeña llave y abrió la puerta.
La casa era de construcción antigua, el frente de piedra blanca y pulida; la puerta tenía hermosos tallados, pero a la incierta luz del farol de la entrada difícilmente podía apreciarlos como hubiera deseado. Un pequeño jardín se extendía a lo largo y en medio de este solitario y orgulloso se erguia un roble. La Sra. Taylor buscó en su bolso una pequeña llave y abrió la puerta.
- ¡Franz!, ya estamos aquí.
- Espera, debe estar en su habitación.
Me quede unos instantes a solas y pude observar a mí gusto el salón. Todo estaba impecable. El piso de madera reluciente, los libros ordenados. No habían fotografías, ni adorno alguno, salvo pequeños ceniceros que estaban repartidos por todos lados. Al fondo había un pequeño bar, con muchas botellas de diferentes tamaños y colores. Que agradable me resulto aquella estancia. Me levante a examinar los lomos de algunos de los libros; la gama era tan diversa, iban desde anatomía, química, física, informática, novelas de los más diversos autores. Tenía también una amplia colección de discos compactos, en su mayoría clásicos. Todo era tan caótico como su personalidad. Tenía entre mis manos un tomo de "El retrato de Dorian Gray", no había advertido su presencia, así que me volví sobresaltado cuando escuche su voz detrás mio.
- Deseos ominosos. Hacer cuánto uno ansía, perversiones y maldades sin que estas se reflejen en el rostro, hacerle una jugarreta al tiempo para que nos evite inclinarnos sumisos ante la vejez; todo a cambio de nuestra alma, todos nuestros vicios pesando sobre un cuadro. Fascinante y terrible... ¿Qué cree Douglas?
- Sí... pero prefiero que el tiempo se lleve en su momento lo que tenga que llevarse.
Su mirada de acero no se apartaba de mis ojos, parecía como si estuviera estudiandome, y sin lugar a dudas lo estaba haciendo. Para escaparme de aquella embarazosa situación, le pregunte por su pierna.
- Está bien- me contesto secamente
- ¿Me permite ver su herida?, he traído lo necesario para quitarle los puntos.
Un gesto de fastidio cruzó por sus rostro. Afortunadamente llevaba pantalones holgados y no tuvimos que pasar por ninguna incomodidad. Fui lo suficientemente cuidadoso para tocarlo apenas.
- ¿Quiere algo de beber?
- No se preocupe, no es necesario que...
- ¡Dios, ya vio que estoy bien!, además, está es mi casa y me da la gana de invitarle... ¿qué quiere?
- Un wisky está bien- me apresure a contestar antes que alguna botella volara sobre mi cabeza.
- Me alcanzó el vaso a regañadientes.
Era una situación entre cómica y absurda, los dos estábamos sentados frente a frente con nuestros vasos, sin saber de qué hablar. Saco una cajetilla de uno de sus bolsillos y se puso a fumar tranquilamente. Terminó y enseguida encendió otro y luego otro más. Iba a hacer una observación, pero el brillo de sus ojos fue como advertencia.
- Mis pulmones están hechos una mierda, así que un cigarrillo más o menos... da lo mismo.
- Pero Greene, fumando así empeora las cosas.
- Y quién le ha dicho que yo quiero mejorarlas. ¿Por qué se interesa tanto por mí?
- Quizá porque es usted una especie de rompecabezas, uno puede tener algunas piezas, pero faltan las más importantes- me calle sorprendido de haber expresado sin querer mis pensamientos.
- ¿Y?
- ¡Y nada!
Arrugo el ceño y siguió mirándome, sus ojos eran de una tonalidad poco común. Eran como el color de los trazos que haría un carboncillo en una blanca hoja.
Afortunadamente llegó la Sra. Taylor a liberarme de aquel examen. Era cómo si quisiera leer en lo más profundo de mis pensamientos.
- Te he preparado algo de cenar. Si quieres come ahora mismo para que no se enfrié.
- Gracias Clare- era la primera vez que le oía llamarla así, después le tomo una mano y deposito en ella un beso breve - eres siempre tan buena.
- Gracias Clare- era la primera vez que le oía llamarla así, después le tomo una mano y deposito en ella un beso breve - eres siempre tan buena.
Aquella mujer debía ser excepcional en verdad, con ella parecía otro hombre, quizá el que alguna vez fue. Antes que todo aquel horror lo cambiara.
- ¡Hasta pronto Greene!
- Sí... quién sabe...
5 comentarios:
Rosita, me gusta, me gusta, me gusta.... ya quiero saber que sucederá. Insisto en que todo metal se hace débil ante el fuego... cederá...jejeje.
Qué feliz estoy de estar actualizado en tu casita.
Besos y abrazos
Me gusta la figura de la sra. Taylor como nexo de unión y haciendo de particular lazo conector entre los dos protagonistas, ella es la única que tiene todas esas piezas de las que Douglas carece, y también de las que carece Green con respecto al primero...ah, casi veo las pequeñas chispas que hay entre ambos cuando cruzan palabras y miradas entre ellos. ¿No estará Greene también un poco perdido en los laberintos del insistente doctor?...me encantan los delicados hilos casi invisibles que vas tendiendo entre los personajes...
Enhorabuena, mi Rosa, esto está cada vez mejor...¡intentaré no despistarme en la siguiente publicación!
Otro beso
eres un genio mi Rosita... un abrazote.
¿Y porqué íbamos a perder las esperanzas en tí?, todo lo contrario, aquí nos tienes bien enganchados.
Greene quiere y no puede, algo le frena, pero estoy segura que él lo irá descubriendo poco a poco hasta ganarse su confianza...
Al menos así lo espero.
Esto está al rojo vivo!!!
Besitos preciosa
Me pregunto que estarán haciendo nuestros personajes...
Besitos bella flor
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