02 diciembre, 2012

Cartas desde ningún lado


02/12/2012

Mi querida Celia,
Amiga mía, estoy cansada, tú mejor que nadie entiende este cansancio, este hastío de todo y de todos.
Se acerca el día en que debo someterme a esa maldita operación y no estoy tranquila, ¡no, no lo estoy!, tengo miedo, mucho miedo. La primera vez tenía a tanta gente a mi lado; mi madre, mi hermana, mi prima... estaba en una clínica, ahora tengo que enfrentar esto sola y en un hospital del estado, creo que en la mayoría de países como el nuestro la atención no es del mejor nivel, pero la operación es necesaria y no tengo los recursos para pagar una clínica privada. Así que debo respirar hondo y seguir, "dame valor para afrontar las cosas que no puedo cambiar"
En la última entrevista que tuve con el médico, todo fue tan vago... no sabía los resultados de la tomografía, ¿cómo podía ser esto posible? Yo quería indagar más, saber mi verdadero diagnóstico, pero me dio la impresión que evadía el hablarme claramente. Hasta ahora no sé a ciencia cierta que tengo, si se trata de otro mioma inofensivo o hay algo más devorándome por dentro. Sabes, me dijeron que ya verían cuando estuvieran en la cirugía, cuanto de mi era necesario descartar... como si mi cuerpo se tratara de una despensa en la que empiezas a desechar aquello que ya está vencido. ¡Los odie en ese momento!, que Dios me perdone pero fue así, porque no pueden decir la verdad de las cosas, ¿acaso piensan que voy a desmoronarme, que voy a hacer una escena?. Hace mucho dije que no me asusta la muerte, me asusta el cómo se muere. Morir con dignidad... alguien dijo que no existe dignidad en la muerte, pero yo no quiero ser un estorbo, una carga para nadie. Para mí no existe nada más terrible que el no poder valerme por mi misma, el tener que recurrir a otros para las cosas más íntimas, más privadas; no poder moverte con tus propios pies ni para ir al baño; esperar a que alguien te asee, te de la comida y si esta de buenas te acerque a la ventana a ver el sol o a dar un paseo en una silla de ruedas.
Yo he vivido ese dolor con mi abuela y con mi tía, sé que por mucho que uno ame, también se cansa y llega un momento que la paciencia se termina yendo... ¿dónde se va? no lo sé, solo puedo asegurarte que llega un momento en que estas tan agotada, tan cansada de todas las formas posibles que le ruegas a Dios que todo termine. Porque no existe nada más frustrante, más amargo que ver desaparecer la lucidez en ese ser que una vez fue tu compañera, tu confidente, y con la que discutiste muchas veces porque no quería dejarte ir a alguna fiesta o te reñía por no ayudar con la limpieza. Y luego de la lucidez, ver como la vida se va yendo de a poco de sus ojos, de su cuerpo... hasta que un día miras y sabes que ya no volverá más, porque antes que cualquier médico te lo diga, tú de alguna forma ya lo sabes.
Mi tío Germán, el hermano de mi tío está muy enfermo. Era un hombre fuerte, independiente, incapaz de pedir ayuda a nadie... y ahora tener que verle sentado en un sillón, incapaz de moverse sin ayuda pero aun conservando toda su lucidez es... no creo que hay palabras para describir este sentimiento. La última vez que fui a visitarle fue tan doloroso, quisiera no tener que ir más, pero eso no está bien porque en  esos minutos que puedo hablarle de cualquier cosa para distraerle siento que le hacen bien. Hace un par de semanas fuimos con mi hermano y sus hijos y el se rió tanto... y me alegre mucho.
Celia, todo se ha complicado tanto, tanto. La tía que vive con nosotros tampoco se encuentra bien, me parece que ha entrado a la fase inicial de lo que podría ser demencia senil. Está empezando a confundir los tiempos; al anochecer piensa que es de día y viceversa, a veces habla sola o te dice cosas sin sentido. Creo que va siendo tiempo que alguien se ocupe de ella. Tiene una nieta, y dos hijos, Dios quizá te parezca una persona malvada y egoísta, pero como ya te dije estoy tan cansada... ni siquiera sé lidiar conmigo misma.
No he vuelto a llamar a mi madre después de la segunda vez, sé que tú no estás de acuerdo, que piensas que debo seguir intentándolo, pero lo siento mi princesa, si ella no quiere verme más, si ni siquiera puede detenerse a pensar que yo tampoco estoy sana... ¿qué puedo hacer? Solo quisiera decirle que si, tiene razón al decir que fue un error engendrarme, decirle que yo nunca le pedí venir a este mundo.
Ya ni siquiera tengo mis relatos para aferrarme a algo; porque escribir era mi salvación, la cuerda que ataba para no volar a ningún lado. Leo mis historias inacabadas  y me siento incapaz de continuarlas; mi unicornio azul esta vez sí me ha abandonado indefinidamente. ¡Por Dios compañero azul, vuelve a mi lado!, no me dejes con las hojas esparcidas por doquier, pálidas como la muerte frente a mí, vuelve a llenarlas de esas palabras que solías susurrarme al oído y que solo yo era capaz de entender.
¡Vuelve amigo mío!, afuera esta oscuro, y frío y triste... el aire solo me grita palabras sin sentido y es como si al tocarte los labios te dejara un beso amargo. Torna a mí, te lo ruego, la realidad no me agrada... quiero perderme contigo en esas fantasías que tejíamos juntos.
Dicen que escribir es como una catarsis para ayudarnos a sacar el dolor o lo que sea que nos impide seguir... debo escribir pues para seguir.

Te quiero compañera de mis días blancos y mis días grises... perdón, pero hoy no tengo nada alegre que escribir.