23 julio, 2008

Lejana tierra mía

Para Julio César
Fue en 1932 cuando ocurrió el encuentro de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel. Los Estudios Paramount encontraban algunos problemas para sus argumentos; así que Gardel pensó en Le Pera para que se hiciera cargo de los textos y guiones, como de las canciones. Y Así fue que Le Pera, se convirtió en una febril máquina de escribir. Películas olvidables con canciones inolvidables. Una treintena de piezas junto a Gardel.
Fue el poeta, olvidado o menospreciado, siempre a la sombra del genial Gardel y sin embargo el destino le otorgó un lugar secundario, glorioso y sombrío al mismo tiempo.
Una anécdota de los primeros encuentros compositivos entre Gardel y Le Pera cuenta que el cantor se quejaba de que el letrista no "captaba su estilo". "Tenés que escribir a mi medida", le dijo Gardel. Le Pera tomo la queja con humor: "Carlos, vos no necesitas un letrista. Necesitás un sastre".
Hay otro anotación importante que hace Anibal Troilo en 1970: "Gardel era un tipo inteligente. Y un síntoma de esa inteligencia es haber recurrido en el exterior a una pluma como la de Alfredo Le Pera. Estaba solo, rodeado de franceses primero, y de norteamericanos luego. Esa gente podía perderlo. Los dos hacen una trampa portentosa: conservan lo nuestro en un ambiente completamente extranjero"

Cabe anotar que Alfredo Le Pera nace en junio de 1900 en Cidade Jardim, San Pablo, Brasil. Sus padres inmigrantes del sur de Italia, quisieron "hacer la América" en San Pablo, pero el destino los llevaría a radicarse en el barrio porteño de San Cristóbal.

Datos: "El Clarín" Mariano del Mazo

LEJANA TIERRA MÍA

Letra: Alfredo Le Pera
Música: Carlos Gardel

Lejana tierra mía,
bajo tu cielo
bajo tu cielo,
quiero morirme un día
con tu consuelo
con tu consuelo.
Y oír el canto de oro
de tus campanas
que siempre añoro;
no sé si al contemplarte al regresar
sabré reír o llorar.

Silencio de mi aldea
que sólo quiebra
la serenata
de un ardiente Romeo
bajo una dulce
luna de plata;
en un balcón florido
se oye el murmullo
de un juramento
que la brisa llevó con el rumor
de otras cuitas de amor.

Siempre está
el balcón
con su flor
y su sol...
Tú no estás, faltas tú,
¡Oh, mi amor!

Lejana tierra mía,
de mis amores,
cómo te nombro;
en mis noches sin sueño,
con las pupilas
llenas de asombro.
Dime, estrellita mía,
que no son vanas mis esperanzas;
bien sabes tú que pronto he de volver
a mi viejo querer.



Diecisiete años a la espalda eran muy pocos y demasiados para un muchacho que como yo, quería abrir las alas y volar muy alto. Que cansado estaba de servir mesas, lavar los trastos y llevarme a sus casas a los clientes que se pasaban de copas. Y es que todos nos conocíamos ahí, y aquel era el un restaurancito que más parecía una segunda casa para todos los del barrio. Mi padre era quien lo llevaba con aplomo y con un entusiasmo envidiable; nunca parecía cansado, ni triste. Desde que murió mi madre, hace ya como diez años, se dedico con más ahinco al lugar. Y el ajetreo de los clientes, el traer y llevar tragos y meriendas se fue convirtiendo en su razón de vivir. Y yo era... no sé bien qué era yo... si su empleado, su hijo, su compañero o la sombra de mi madre; porque por "desgracia", yo se la recordaba todo el tiempo, y es que solo hacía falta echarme una ojeada para saber que era el hijo de Malena, la hermosa Malena.
Fue una tarde, tirado en la cama, después de una agotadora jornada, que perdí la rienda de mis sueños y me remonte más lejos que nunca. Ese día decidí que ya estaba cansado de platos y guisos, que yo ansiaba algo más, que yo amaba el pianito de mi madre que tocaba a escondidas... porque siempre que mi padre me escuchaba, las lágrimas brotaban de sus ojos a su pesar.
Ella me había enseñado mucho sobre música, y es que doña Malena, venía de una buena familia venida a menos, de esmerada crianza; ella me enseño mucho más que lo que aprendí en todos los años de escuela. Me enamore de las melodías que sus deditos largos y blancos arrancaban al instrumento y así... guarde mi sueño, hasta el día en que pudiera dejarlos volar, alto, muy alto.
Cuando le hable a mi padre de mi desición de marcharme a Francia para estudiar música, su rostro se puso muy pálido, no hubo un reproche de sus labios, tampoco una sonrisa. Me miró largo rato, con sus pupilas grises y se dio la vuelta sin decirme una palabra.
La mañana que partí estaba solo, con mis pocas pertenencias que cabían bien en una pequeña y gastada maleta y con todos los ahorros que había reunido para aquel día.
El bullicio de la gente, los abrazos, las despedidas; todo me llenaba de tristeza. Recordé a Estela, una novia que tenía que nunca me hablo de uniones eternas, me amaba así, con la fuerza de sus años, sin vanos juramentos ni falsas promesas. Espere un rato en el andén por si aparecían mi padre o ella. Pero el pregonero dio el último aviso... y tuve que subirme de prisa a mi vagón de tercera, acomodarme en mi asiento y dejar caer las lágrimas para no ahogarme de pena.
El tren empezaba a marchar con su ruido infernal, entonces... fue entonces que alcance a ver a mi padre, llevaba de la mano a Estela... corrieron hasta alcanzar mi ventana, yo la abrí prontamente. Me echo un paquetito sobre las rodillas y sonrió tristemente. Estela cogió mi mano y me dejo unos papeles en ella.
- Si alguna ves podés, volvé hijo mío.
- No me olvidés Marcos, no me olvidés.
Y las palabras se perdieron en el ruido de las máquinas, en los gritos de la gente, en el frío de la mañana. Abrí el paquetito, eran mis empanadas preferidas, y en el fondo, bien envuelto en un papel, sus ahorros. Apreté el papel contra mi corazón, fue cuando comprendí cuanto me amaba mi padre. Los papeles de Estela estaban plagados de manchones, yo adivinaba sus lágrimas en ellos; todas eran palabras de buenos deseos, me decía que me amaba, pero que amaba mucho más mi felicidad.
Los principios fueron duros; dormir en las plazas, comer lo que buenamente conseguía de algunos compatriotas, hacer de todo un poco para ganarse unos francos. Pero yo sabía que no era uno más, sabía que llevaba algo en mí. Así, en unos meses, ya tocaba en algunos bares y cosa rara, la gente no seguía charlando, como si yo fuera parte del mobiliario. Todos se quedaban en silencio al escucharme. Había muchos que venían de mi tierra, y cuando les tocaba un tango y cantaba para ellos... mal disimulaban una lágrima... ¿quién no añora la tierra en que nació?
Así, fui escalando, paso a paso, agarrándome con las manos y las uñas a cada oportunidad; dejando trozos de piel en las ásperas piedras. Llegue a prestigiosas Escuelas, estudie con afamados maestros.
Han pasado veinte años, desde que llegue a París, ahora doy conciertos en los teatros más selectos. Las revistan se pelean por un reportaje mío, las mujeres me persiguen. He conseguido cuanto he querido y más. Cada mes religiosamente le envío un giro a mi padre. Intercambiamos algunas cartas, algunas llamadas; en esos días especiales como Navidad y los cumpleaños. Me dice que Estela sigue sola, que nunca se ha querido casar, que cuida de él como una hija.
Pero el destino traza sus propios caminos y un día mis pasos me llevaron de nuevo por aquellos pueblecitos donde un día empecé... alguien tocaba una canción acompañado por un bandoneón... Yo me dije: pero... si yo conozco esa canción... oh, lejana tierra mía, cómo te extraño, cómo me golpea el pecho las ansias de volverte a ver.
Veinte años ya es mucho, que es un soplo la vida y quizá ya no encuentre lo amado cuando decida volver. Quiero ver el parpadeo de las de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno... quizá sean las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor... pero el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar...y aunque el olvido, que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guardo escondida una esperanza humilde que es toda la fortuna de mi corazón.
Lejana tierra mía, hoy preparó mis maletas y vuelvo a respirar tu aire, a caminar bajo tu cielo azul. Hoy vuelvo a ver a mi padre... y a mi Estela, mi estrellita que no ha sabido olvidarme... como tampoco yo la olvide.

10 julio, 2008

Adios mi querida Sandy


Sandy fue mi amiga por dos años, juntas compartimos muchas cosas. Nuestra pasión por Tolkien y Star War, ella era una fanática, tenía algunas réplicas de navecitas y todo.
Hace unos meses le diagnosticaron cáncer al estomágo, cuando la operaron descubrieron que ya el tumor había tomado gran parte de los otros organos y ya no habia nada que hacer.
La visite tanto como me fue posible, recuerdo la última vez que la cuide, yo soy un poco nerviosa, así que me la pasaba pendiente de ella, por sí necesitaba algo. Ya estaba muy débil para conversar, pero a pesar de todo seguía manteniendo su espiritu fuerte y luchador y estoy segura que nunca se rindió, hasta que al final la muerte le gano la partida.

Sandy, no se si hay un lugar a dónde vamos después de este mundo, solo quiero que donde estes finalmente estes tranquila, libre de las malditas inyecciones de morfina, de depender de los demás para todo, de los malestares. Quiero que me perdones porque no te visite lo suficiente, porque a veces prefería quedarme en casa.
Nunca pudimos regresar a la playa como queríamos... pero esperame, en algún momento yo estaré contigo y volveras a ser esa chica bonita y risueña que siempre fuiste y esa es la imagén que de tí quiero guardar.

PD. Sandy es la chica de casaca.

03 julio, 2008

A mi Colombia bella, a mi Dark

FELICIDADES COLOMBIA!!!!!!
FELICITACIONES SR. PRESIDENTE ALVARO URIBE.
AL FINAL LA LIBERTAD HA LLEGADO