Dan entró y se arrojo en mis brazos, y yo lo estreche largamente; nos deslizamos hasta el piso y nuestros dolores se fundieron como lo hicieron nuestras lágrimas. Yo no le pregunte nada, sabía que el hablaría cuando sintiera ganas de hacerlo. Recuerdo su cabello suave y castaño entre mis dedos, el suave olor del perfume que usaba, sus brazos fuertes ciñendome, su pecho apretado al mío y nuestros corazones latiendo casi al unísono.
Lloro hasta quedarse dormido, con suavidad me deslice de entre tus brazos y subí a mi habitación para traer unas mantas y una almohada. Estaba tan rendido, que no sintió nada mientras le acomodaba lo mejor posible sobre la alfombra. Me recoste en el sillón y me quede observándolo, admirando cada rasgo de su bello rostro; ni aún las huellas del llanto ni la barba de dos días lo alteraba... me quede mirándolo hasta quedarme también yo dormida.
En la mañana aún seguía dormido, me pregunte cuántas noches habría pasado en vela, qué dolor tan grande lo había puesto en aquel estado. Me levante y fui de puntillas hasta la cocina a preparar algo para desayunar.
- Elisa, no tienes que hacer eso... vamos déjame hacerlo a mí.
- ¿A ti? Por nada del mundo, ustedes los hombres lo ponen todo patas arriba.
- Yo no, te lo aseguro. Te apuesto que se más de cocina que tú.
- ¿Ah sí?, a ver... sorprendeme con algo.
Y vaya que me sorprendió en un instante había preparado una ensalada de frutas, jugo y unas tostadas que sabían a gloria. Cuando terminamos, con la misma rapidez recogió todo y la cocina quedo aún más limpia y ordenada.
Cuando terminaba de guardar el último plato notó que lo miraba en silencio.
- Creo que te debo una explicación, por lo de ayer, siento haber llegado así.
- No, eso no importa, pero qué sucedió, estabas realmente mal.
- Siempre me sientan mal las mentiras y alguien a quien amaba mucho me mintió... me estuvo engañando todo el tiempo.
- Oh... cuanto lo siento, le amabas mucho por lo que veo.
- Más de lo que yo mismo pensaba. Ya me lo habían advertido y en el fondo es como si ya lo supiera, pero en estas cosas uno siempre quiere pensar que todos están equivocados y haces oídos sordos a tu propia conciencia. Hasta que un día la realidad te golpea como una bofetada. Le vi besándose apasionadamente ...
La voz se le quebró y dos gruesas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Me acerque a el y con dulzura le limpie el rostro. Sus ojos se quedaron largamente en los míos, sentí deseos de besar sus cálidos labios, pero algo me detuvo y solo atine a tomar su cabeza entre mis manos y besarle la frente.
- Dan, qué puedo decirte que alivie tu pena, nada, nada. Yo misma sé bien que no existen palabras que puedan aliviar un gran dolor. Solo el tiempo, el tiempo va poco a poco haciéndolo más tolerable... hasta que llegue el momento en que ya no lástima más y se convierte solo en un recuerdo.
Desde aquel día Dan y yo nos hicimos inseparables, apenas nos dejábamos de ver para ir a nuestros respectivos trabajos, pero al atardecer ya estábamos buscándonos. Parecíamos dos perros abandonados que de pronto hubieran hallado un dueño. Juntos hacíamos nuestras compras de la semana, más bien para llenar mi despensa porque Dan siempre cenaba en casa y muchos veces se quedaba a dormir, después de habernos visto una serie de películas que el traía de su casa o alquilaba; no necesitaba preguntarme, si le gustaban a él, daba por seguro que también me agradarían.
Nos llegamos a conocer tan profundamente que nos bastaban una mirada, una sonrisa, un gesto para entendernos... fue entonces que me dí cuenta que estaba irremediablemente enamorada de Dan. Enamorada de su sonrisa, del color de sus ojos, de su ternura, de sus gestos, de cada cosa que aprendía de él; nunca nadie me había hecho sentir lo que Dan me hacía sentir, era como si yo fuera lo más hermoso e importante sobre la tierra. Daniel me convenció que nada era imposible si uno hacía las cosas de corazón, todo se podía conseguir: escalar la montaña más alta, cruzar a nado el océano. Por el valía la pena vivir cada día. El parecía sentir lo mismo que yo, sus ojos relucían cuando me miraba y siempre me acariciaba el cabello y me decía que era lo más hermoso que había tocado. Y sin embargo, había algo extraño en toda nuestra relación, si el me amaba como yo a él... por qué nunca había intentado besarme o hacer el amor conmigo, le había dado, mil ocasiones para ello, pero el solo me abrazaba me daba un beso en la mejilla y seguíamos viendo la televisión.
Una noche no llegó a nuestra habitual cita diaria, y luego fueron dos, y a la siguiente semana apenas si lo vi dos días. ¿Qué estaba pasando?, ¿acaso había regresado su amor del pasado?
Uno de aquellos días se apareció con otro muchacho, de su edad y casi tan atractivo como el, estaba feliz, sonreía como hacía tiempo no le veía sonreír. Me dijo que su nombre era Marcos. Y Marcos comenzó a formar parte de nuestras veladas. Sentía que aquel chico empezaba a desagradarme, tenía celos, unos celos terribles. Marcos me estaba robando poco a poco Dan; suyas eran ahora sus bromas y su sonrisa, suyas sus cenas especiales, suyas las noches de películas, suya su mirada verde. Yo no entendía nada, que ciega, que absurdamente ciega.
Lo único que quise desde ese momento era recuperar a Dan e iba a aplicar todo lo que él mismo me había enseñado. Siempre había renunciado a todo al primer obstáculo, pero esta vez no sería así; yo amaba a Daniel y ninguna amistad por grande que fuera iba a interponerse entre nosotros.
Y la realidad llegó, justo como Dan la había descrito... como una bofetada, sin previó aviso.
Ambos teníamos llaves de nuestras casas. Aquella tarde había decidido que si no pasaba ahora, no pasaría nunca, así que después de pasarme toda la mañana en un Spa y de ponerme el vestido mas sexy que tenía, fui a buscarle. Tantas noches le había soñado durmiendo entre mis brazos, sintiendo el calor de sus besos en cada rincón de mi cuerpo y yo recorriendo el suyo. La casa estaba en silencio, me imagine que estaba en su habitación repasando algunos de sus libros; abrí la puerta con la confianza que nos teníamos, la sonrisa se congelo en mis labios, sentí que mis ojos se abrían por la sorpresa y sin yo quererlo se me llenaban de lágrimas. Allí en la cama estaba Dan, mi Dan, abrazado al otro muchacho; ambos completamente desnudos, las delgadas sábanas apenas los cubrían. Me dí la vuelta y salí corriendo, nada me importaban las pistas que cruzaba sin mirar, las gentes con las que tropezaba, todo parecía una pesadilla: y yo solo quería correr, alejarme de aquel lugar, poco importaba dónde fuera.
Al poco rato sentí que alguien corría tras de mí, era Dan. Estaba vestido de cualquier manera, tenía las mejillas rojas y la respiración agitada por la carrera. Me sujeto por una mano, yo trate de soltarme pero fue inútil, caí de rodillas sobre el pavimento y deje que los sollozos me ahogaran; no recuerdo cómo llegamos a casa, solo sé que me encontré en la sala acomodada sobre uno de los sillones.
- Dios, Elisa, al fin reaccionas, estaba por llamar al médico. Pero... pero, no entiendo nada, qué paso allá arriba, por qué te pusiste así.
- ¿Cómo querías que me pusiera Dan? Yo... yo te amo, te amo, ¿es qué no te has dado cuenta?
Bajo los ojos y se llevo las manos a la cabeza con desesperación, luego se arrodillo frente a mi y apoyo su cabeza en mi regazo, sentí la tela de mi vestido humedecerse, el estaba llorando, llorando abrazado a mis piernas.
- Elisa... Elisa, cómo pudo pasar esto, yo... yo pensé que tu sabías como soy, creí que Mariela o tu madre te lo habían comentado, por eso jamás imagine que sintieras algo por mí.
- Pues no, nunca nadie me dijo nada... y mira ahora, te debo parecer tan estúpida.
- Nadie que ame me parece estúpido, como no me he dado cuenta de todo esto... cómo he podido dejar que ocurriera. ¡Perdoname Elisa, por favor perdoname!
Su dolor me desarmó, al final debía reconocer que jamás hubo de parte de el insinuaciones, ninguna caricia especial, ninguna palabra de amor, nada. Era yo quien me había creado todo un mundo de ilusiones y ahora estaban todas rotas, regadas en el piso y no había manera de repararlas.
- ¿Perdonarte? qué tengo que yo que perdonarte. Has sido lo mejor que jamás me ha ocurrido, llenaste de alegría y de luz cada espacio de mi vida, me hiciste sentir que soy bella e importante... solo en algo fallaste, no siempre se puede lograr todo lo que uno se propone... no siempre. Dan te quiero mucho, como jamás pensé que podría amar a alguien, pero esto no puede ser. Yo quiero que estes bien y si Marcos es tu felicidad entonces se muy feliz por ti y por mí.
Esa fue la última vez que hablamos, yo me marche un tiempo a vivir con mi hermana. Tenía que curar las heridas, tenía que tratar de olvidar. Y fueron muchas tardes de lágrimas, muchas noches de agonía; pero como ya lo dije antes, el tiempo todo lo cura, cierra las heridas, calma el dolor. Y un día de invierno después de casi dos años regrese, sentía nostalgia de mi ciudad, de mis antiguos amigos, de Dan. El y Marcos me esperaban en el aeropuerto, me alegro verle tan contento, cualquier sombra de dolor se había borrado de su rostro, sus ojos brillaban como estrellas; entonces no tuve la menor duda de que era feliz. En cuanto pude deshacerme de mi equipaje corrí hasta él, me levanto del piso y nos abrazamos con fuerza, luego alargue mi mano hacía Marcos y lo abrace también, cómo no querer a la persona que le había devuelto la alegria al hombre que una vez ame tanto...ahora compartimos los tres las noches de cine, las salidas al pequeño bar, las deliciosas comidas de Dan. Debo confesar que el amor no se esfuma tan pronto, que aún lloró algunas noches, pero me basta escucharlos reír, verles darse un beso breve y tierno... entonces subo a mi habitación abrazo a mi almohada y sonrió.