Dedicado a Marga y Pe-jota
Puedes poner tus fichas sobre el tapete en una ruleta y apostar todo al 20 negro, quizá obtengas un "pleno" de 35 a 1. Tal vez, frente a una mesa juegues al poker y saques una "escalera real" o en un tiro de dados te salgan dos seis. Todo esta bien, mientras lo que pongas en juego no sea tu propia vida, porque entonces debes cuidar tus apuestas, pues los minutos, las horas, los días que apuestes nada te los va a devolver.
Tenía 17 años, y la vida me parecía tan larga, los años eternos, la vejez era como un faro distante cuya luz no alcanzaba a rozarme siquiera.
Todo lo quería probar, todo lo quería sentir, la sangre me bullía. Cuando experimente el sexo por primera vez fue una sensación difícil de describir; era el corazón latiéndome con furia, el calor arrebatándome las entrañas y mi sexo perdiéndose en unas profundidades húmedas y suaves, hasta explotar de placer. Entonces repetí esa sensación cuantas veces pude, quería saber si siempre se sentía lo mismo; pero no era así, algunas veces solo me quedaba una silueta femenina durmiendo a mi lado, el sudor pegado a mi cuerpo y un gran vacío apretándome el alma.
Las drogas circulaban en la universidad, como circulaba la cerveza, o los cigarrillos y un día llegaron a mí. Siempre he de maldecir aquel día.
Primero me inicie con las anfetaminas, unos compañeros me las habían recomendado. Sobre todo las usaba cuando debía quedarme hasta tarde estudiando; estas aumentaban mi estado de alerta. En ocasiones me ponía algo agresivo. Pero la sensación de bienestar, me hacía olvidarme de todo. Me sentía capaz de cualquier hazaña. No tenía sueño. Tampoco me sentía fatigado, pesaba horas y horas frente a los libros y a la computadora; sentía que todo lo aprendía más rápido. Casi me podía pasar el día entero sin probar bocado.
Pero me empecé a dar cuenta que los estados de alerta no disminuían y no podía dormir bien, alguien me dijo que probara con los ansiolíticos, que estos me harían dormir y me relajarían, pero todo estaba tan bien en los cursos que no estaba seguro de querer dejarlos, sin embargo la fatiga me estaba matando, Así que recurrí a las conocidas pastillas rosas, celestes o blancas; ovaladas o redondas era igual. Nadie en casa parecía darse cuenta de lo que me ocurría; mi madre ocupada en sus reuniones de ventas, mi padre trabajando en un prestigioso estudio de abogados, solo Clara, la empleada parecía sinceramente preocupada
- Alex, estas tan delgado y ojeroso, qué te sucede hijito, no te ves bien
- Estoy bien
Clari, son los exámenes.
-
Mmmm, no me gusta para nada esa cara, ya otra veces has tenido exámenes y no te he visto así...
- ¡Que no tengo nada coño! ¡Dejame en paz!
La pobre mujer se aparto de mi asustada, estaba tan pálida que me dio lástima.
- Clari, perdona, perdona, estoy un poco nervioso, no volveré a hablarte así nunca más.
Me acerque a ella y la abrace muy fuerte, la conocía desde que era un niño, ella era más madre que la mía propia, siempre encontré en sus brazos cálidos consuelo y calor cuando llegaba llorando de la escuela, sus guisos recién hechos, su ternura humilde. Clara no se merecía ni un reproche mío, nada, nada.
Ella me miró con sus enormes ojos oscuros y revolvió mi cabello, como cuando era un crío.
- Todo está bien mi niño, todo esta bien.
Los ansiolíticos tampoco mejoraban mi estado, me sentía sin ganas de nada, a veces percibía que mi juicio no era del todo correcto al responder las preguntas -mis niveles de concentración habían disminuido notablemente- de los profesores. No tenía ganas de estudiar ni de salir con el grupo a ningún lado, solo deseaba quedarme en casa durmiendo, durmiendo....
En ocasiones la lengua se me trababa al hablar, yo trataba de disimular todo lo que podía; me era imposible escribir una frase en el tablero del ordenador sin equivocarme, y caminaba dando traspiés. Mis amigos empezaron a notarlo y me decían qué era lo que me ocurría, pero solo les respondía que estaba tomado un medicamento que me producía algo de somnolencia.
Fue entonces que aparecieron dos seres en mi vida: uno de ellos pudo ser mi salvación; el otro fue mi condena. Uno era Tess, una chica muy bella de unos 16 años, estaba en la clase de arte.
A pesar de ser tan hermosa, siempre estaba sola, un día me sonrió y me pregunto sin más, si deseaba ver sus pinturas. No sabía por qué razón sus trazos me perturbaban tanto, había en ellas tanta soledad, tanta tristeza; sus tonos favoritos eran el azul, el verde, el gris
violáceo y el negro, nunca una nota de amarillo, naranja o rojo, nunca; sus seres desfilaban como fantasmas de ojos enormes, como seres atormentados en ese mundo terrible.
-
Tess, por qué pintas así... todo tan triste.
- Porque yo provengo de allí, así que si deseas que dejemos de ser amigos, esta bien... yo no me enojare.
- No, no me gustan tus cuadros, pero quisieras que me explicaras por qué son tan lúgubres.
- Hoy no, algún día tú lo descubrirás.
El otro fue Javier, lo primero que hizo fue presentarme a su grupo de amigos, e insistir en invitarme a sus fiestas especiales. Allí se bebía mucho y las drogas circulaban sin ningún control. Javier me tendió un paquete parecía contener un polvo fino y cristalino.
- Es de primera chico, vamos yo te enseño a usarla y estarás en el paraíso
Lo vi sacar el fino polvillo y verterlo sobre un espejo, luego cogió un billete nuevo e inhalo la sustancia.
- Vamos Alejandro, ahora tú, yo te preparo el primero, tú solo lo aspiras.
Me acerque a la mesa y me incline y aspire el polvillo, al principio me produjo una sensación algo dolorosa, pero luego me sentía como nunca en mi vida, tenía ganas de bailar, beber, gritar, cogerme a cuanta chica me pusieran por delante; no me podía controlar, apenas si tengo recuerdos de aquella noche de euforia. Si alguien me hubiera dicho que trepara por el edificio, de seguro lo hubiera hecho. Sentía mi corazón a punto de explotar. Luego de aquella experiencia, todo lo demás había me pareció tan insípido.
Papá me daba regularmente el dinero para pagar las clases, el dinero jamás llegaba a la cuenta de la universidad, todo lo gastaba en comprar nuevas dosis, pero no sé porque razón sentía que cada vez era más corto su efecto y cada día necesitaba meterme más cocaína en el cuerpo.
Tess se daba cuenta de que algo no andaba bien y un día cuando entro a mi habitación de pronto, me vió inhalando el maldito polvo.
- ¿Qué haces Alex, maldita sea, que haces?
- Nada, nada, es algo ocasional, no me va a hacer daño.
- ¿No te va a hacer daño?. Hace meses que no te apareces por la Universidad, y mirate, mirate, cuánto hace que no te aseas, creo que ni siquiera comes. ¿Dónde está Clara?
- Yo... yo la saque de aquí, hace un par de semanas.
- ¿Que hiciste qué?
Tess empezó a darme de golpes, parecía una fiera enfurecida.
- Estúpido, cómo pudiste, cómo pudiste, ella era una mujer buena y tú le importabas más que nada, te sentía como su hijo.
- Pero no lo soy y se estaba entrometiendo mucho.
-Por favor ve a ducharte, luego iremos a comer algo y a limpiar este horror.
Tess me obligo a hacer todo lo que me había dicho, estaba tan bella enmarcada en la ventana, con sus cabellos rubios cayendole por los hombros.
- ¿Y a ti cómo te va?
- Bien, ¿sabes que vendí algunas de mis pinturas? y ahora estoy juntando dinero para montar una galería pequeñita. Debemos buscar a Clara, debes pedirle perdón.
- No Tess, no, deja las cosas así.
-Vamos, llevame a ver tus pinturas
Caminamos unas cuadras hasta donde ella vivía. Cuando entre me quede maravillado, sus cuadros, ... Dios mío, ya no eran grises ni oscuros; ahora destellaban con mil colores, era como si la vida hubiera estallado en ellos.
- ¿Pero que sucedió?
- Una profesora me dijo que tengo mucho talento y que lo estaba desperdiciando en cosas tan tristes, me enseño los verdores de la primavera, la belleza de los mares, los naranjas de los atardeceres, es como si hubiera despertado mi alma dormida.
- Son tan bellos, me alegro mucho por ti Tess
- Lamento no decir lo mismo de ti, Alex... qué estas haciendo de tú vida...
Me quede un rato en silencio, porque ni yo mismo sabía la repuesta, qué estaba haciendo con mi vida... solo sé cada día iba hundiéndome más y más y no encontraba de dónde asirme.
- Tess, ayudame, no sé cómo salir de esto no lo sé.
- Debemos hablar con tus padres, ellos no pueden estar ajenos a lo que te ocurre.
- No, no, ellos me internarían en un centro de rehabilitación....y eso no lo soportaría. Estarían vigilandome todo el tiempo. No Tessi eso no.
- Y qué quieres que hagamos entonces, yo no puedo ayudarte Alex, no sabría como manejarlo. No, hablare con tus padres, ellos no pueden estar como si nada ocurriera.
- Bien, hazlo, pero no te apartes de mí, por favor no me dejes.
- Aquí estaré mi Alex... aquí estaré
Y de pronto bajo los ojos ruborizada, yo la tome entre mis brazos y por primera vez bese sus labios y nos amamos allí mismo, entre bastidores, telas y pinturas. Nos amamos con ternura, con fuerza; hasta que cada rincón de nuestro cuerpo quedo saciado