04 febrero, 2012

El Horla


West Greenwich
Rhode Island
3.00 a.m.

Un hombre joven corre por las calles, esta sudoroso y agotado. Sus facciones reflejan un terror extremo, cada zancada le es más penosa debido al agotamiento y al estado de excitación mental en que se encuentra, constantemente mira hacía atrás y lanza alaridos angustiados. Las luces de las casas empiezan a encenderse, las personas se asoman a sus ventanas alarmadas al escuchar los gritos del hombre; muchos lo reconocen, se trata de Holstein un conocido agente de aduanas. Algunos de los vecinos se lanzan tras sus pasos, las mujeres se quedan envueltas en sus batas, apoyadas en el dintel de sus puertas, temblando por el viento helado que llega desde el mar, pero más aún por el terrible espectáculo del que son testigos.
-  ¡Que  alguien me ayude, por amor de Dios, que alguien me ayude! ¡El me persigue! – sus gritos rompen el silencio de la apacible ciudad portuaria.


Uno de los tipos lleva una potente linterna, con ella barre la oscura playa por la que corre el enloquecido hombre, sus ojos se abren al máximo intentando ver al perseguidor… ¡nadie!, no ve a nadie aparte de Holstein. De pronto se percata que este tiene un arma en la mano derecha, el joven se detiene; el también lo hace, se vuelve hacía los demás haciéndoles señas para advertirles del peligro… luego mira espantado como el infeliz se coloca el arma sobre la sien y aprieta el gatillo. Un estallido, luego silencio. El agente aduanero yace en el piso mientras un charco de sangre se va formando alrededor de su cabeza. El resto de los vecinos van llegando al lugar, pero de inmediato se detienen, sus labios se abren en un gesto de sorpresa, de algunas de las gargantas se escapa un gemido de horror, ven a su amigo caer aparatosamente al piso como si hubiera sido empujado por alguien dotado de una gran fortaleza, la linterna que llevaba en la mano rueda hasta detenerse a los pies de uno de los espectadores. Se dispersan tratando de encontrar al culpable, sin embargo no divisan a ninguna persona por los alrededores. Alguien se acerca al hombre caído, este yace sobre uno de sus costados, lo vuelve suavemente, un gesto de espanto se dibuja en su rostro, retrocede hasta perder el equilibrio. El sujeto tiene parte del cráneo destrozado, al igual que el brazo izquierdo; pareciera que hubiera sido sujetado por el mismo hasta fracturarle los huesos, arrojándolo luego contra al pavimento con una fuerza brutal.



Estoy esperando ansioso a Scully, como todas las mañanas reviso mi correo, no siempre tengo la suerte de toparme con algo que logre interesarme, pero lo que he encontrado hoy consigue llamar mi atención. Es un caso del Departamento de Policía de West Greenwich, en el estado de Rhode Island… debo reconocer que ese nombre no me trae recuerdos muy agradables; la última vez que estuve allí no recordaba ni cómo había ido a parar hasta allá, termine acusado de homicidio doble y sumergido en un grave trastorno mental. Scully nunca volvió a mencionar nada sobre aquello, pero sé que piensa que el someterme a aquel método agresivo para desenterrar mis recuerdos pudo dejarme secuelas duraderas.
La memoria de Samantha siempre está conmigo, quizá pierda la vida o la cordura en esta búsqueda por saber qué ocurrió con ella realmente, pero es un riesgo que estoy dispuesto a asumir. Empiezo a perderme en los recuerdos de las situaciones a las que me ha llevado esta búsqueda; el "Fumador" esta siempre detrás de mis pesadillas, arrastrándome a donde su retorcida mente ha deseado, al punto de ya no saber dónde terminan las mentiras y empieza la verdad. Tampoco puedo olvidar a Roche y su juego cruel, yo lo puse en prisión. Al hacer su perfil me involucre con él,  me hundí en las profundidades de su mente, pero al hacer esto es se estableció un nexo entre nosotros. El vio lo vulnerable que era a los recuerdos de Samantha y los utilizo en mi contra. Asesino a dieciséis niñas, recortaba un corazón de tela de sus vestidos a modo de trofeo… me estremezco al pensar que pudo haber un corazón más en su monstruosa colección por mi culpa, pero yo lo encerré en un lugar del que no podrá volver jamás, lo conduje al lugar al que pertenecía… ¡el infierno!
De un puntapié sobre el escritorio aleje la silla de este. He hundido la cabeza entre mis brazos, mis ojos y mi mente se han apartado del caso que tengo delante… ¡Samantha!, ¿sabré algún día qué fue de ti realmente?, podré alguna vez encontrar esa paz que me es tan esquiva, porque de alguna forma yo me siento culpable por lo que ocurrió, era tu hermano mayor quien debía protegerte… y ese maldito día me quede paralizado… paralizado viendo como desaparecías de mi vida.
Siento una mano delicada apoyarse sobre mi hombro con ternura, conozco ese contacto de memoria, esa fortaleza sin palabras que solo ella puede darme…Scully.
- ¿Te encuentras bien Mulder? – puedo sentir sus ojos azules clavarse en mi, por unos instantes no puedo hablar, ella apoya su cabeza sobre mi espalda y me rodea con uno de sus brazos. La tibieza de su cuerpo me reconforta, me trae a la realidad, me devuelve el aire.
- Estoy bien Scully, solo algo cansado, anoche dormí muy poco – le miento, aunque sé que mis mentiras no funcionan con ella. Veo su figura menuda trasladarse hacía el computador y observar atentamente el archivo que he dejado abierto.
- ¡Rhode Island!, ahora entiendo porque estas así.
- Ya paso, fue solo un… un mal recuerdo.
Respiro hondo y me acerco hasta ponerme junto a ella, muy cerca, levanto mi brazo para mostrarle algo en la pantalla y es casi como si la estuviera estrechando. La agente no hace ningún movimiento por apartarse de mi, es más, nunca lo ha hecho. Desde que empezamos a trabajar juntos mi cercanía no parece disgustarle. Ambos hemos buscado a menudo los brazos del otro, nuestras manos. Nuestros labios han descansado sobre una mejilla, en nuestras frentes, nunca donde realmente quisiéramos. Es como si tuviéramos un acuerdo tácito que nos frena.
- Dos hombres muertos. Un suicidio y… – ¿qué es esto Mulder?
- ¿Por qué piensas que los de West Greenwich me enviaron esto?, si no hubiera nada extraño no pensarían en “Spooky”. Nos necesitan allá, subiré a hablar con Skinner, quiero que me asigne este caso. Tienes una cita con… – verifico el nombre del tipo muerto por fracturas varias – Thomas Adler, dueño de un pequeño condominio para veraneantes, 42 años, casado, tres hijos. Infórmate de las circunstancias de su muerte, tendrás mucho en qué pensar mientras hablo con el jefe.
Me observa con ese gesto suyo a mitad de camino entre el interés y el disgusto. Pero al ponerse a leer el informe se esfuma de su rostro todo rastro de molestia y pronto esta sumergida en la lectura, ni siquiera se ha dado cuenta que he tomado mi chaqueta para dirigirme al despacho del Director Adjunto.
No es tarea sencilla ganarse el respeto de Skinner, como tampoco lo es conseguir que yo confíe en alguien. Sé bien que al conocernos se mostraba reacio a aceptar mis creencias en sucesos paranormales y la existencia de entidades extraterrestres. Sin embargo, en más de una ocasión me ha salvado el pellejo en todos los sentidos, sacrificando su carrera… e incluso su integridad. Scully y yo mismo dudamos alguna vez de su lealtad hacía nosotros, pensábamos que era una ficha más en el tablero del “Fumador” pero a lo largo de todo este tiempo que hemos trabajado bajo su supervisión nos ha demostrado lo contrario. Es un hombre severo, reacio a dejarse convencer con facilidad; incapaz de mostrar sus sentimientos, ha creado un muro inexpugnable a su alrededor para proteger sus más profundos miedos… Solo una vez me dejo traspasar ese muro, me dejo entrever que tras esa fachada de severidad, existía un hombre cuyos recuerdos lo atormentaban, alguien que lidiaba con un matrimonio hecho pedazos, que se negaba a aceptar el hecho de que se estaba enfrentando a algo que iba más allá de lo que su mente racional se lo permitía; él y Scully son bastante parecidos en eso.
Debe ser bastante duro para un hombre disciplinado como Skinner lidiar conmigo. Un agente que constantemente hace desacato de las normas y reglas, incluso rompiendo en algunos casos la ley. Que se permite acusar a la dirección del FBI de esconder la verdad, y se infiltra en cuantas instalaciones secretas puede. Vivo poniendo su paciencia al límite cuando termino siendo investigado por mi comportamiento, suspendido o hasta detenido en más de una ocasión.
Kimberly, su asistente personal, me mira llegar y esboza una media sonrisa, debe estarse preguntado: ¿Y ahora con qué extravagante historia vendrá el agente Mulder? O tal vez tratando de ponerse en guardia para enfrentar alguna “tormenta perfecta”.
- ¿Sabe si me puede recibir el director Skinner?
- Esta bastante ocupado preparando unos informes. Pero veré qué puedo hacer.
Abandona su silla, mientras se acomoda con gracia la falda, da unos ligeros golpes en la puerta y una voz algo exasperada le responde desde el otro lado. Kim ingresa dejándola ligeramente abierta, lo suficiente para ver y oír lo que ocurre al interior del despacho de mi superior. Las cosas no se pintan bien, la pobre asistente intenta sin éxito disculparse por su interrupción.
- Le dije claramente que no deseaba que me pasara ninguna llamada, mucho menos estoy en disposición para recibir a nadie – escucho la voz tajante de Skinner – ingreso a la habitación sin muchas ceremonias, un poco para salvar a Kim de la situación y otro tanto porque sé que es ahora o nunca.
- Disculpe señor, yo insistí en hablar con usted, no es culpa de su asistente – los ojos oscuros del Director Adjunto dejan de mirar a Kimberly y se clavan furiosos en los míos. Tengo que apelar a mi expresión de: “haga lo que haga no me voy a mover de aquí” para conseguir desarmarlo, él sabe bien que cuando me propongo algo nada consigue desviarme de mi objetivo.
- ¿Qué quiere ahora agente Mulder?, tengo mucho trabajo y poco tiempo – recién tomo consciencia de mi silencio y de que estoy sujetando con fuerza el expediente que tengo en mis manos – ¿Y?… – pregunta impaciente.
- Necesito que me autorice para investigar un caso, dos hombres muertos en West Greenwich.
- ¿Cómo se entero del caso? – su mirada se ha suavizado un poco, mientras extiende su mano para recibir el file – puede retirarse Kimberly, gracias.
La mujer le sonríe gentilmente y se desliza como una sombra hasta la puerta cerrándola tras de si.
Skinner esta concentrado en la lectura del expediente le observo caminar hasta su escritorio y apoyar el documento sobre este, mientras que con la mano libre acerca su silla al mismo. Luego de unos minutos levanta la mirada y me observa en silencio por unos instantes.
- Un suicida, otro hombre que parece haber sido arrollado por un camión… hasta aquí parecería un caso que cae dentro de la jurisdicción de cualquier Departamento de Policía… hasta que uno empieza a leer las declaraciones de los testigos – sigue hablando sin quitarme los ojos de encima – es aquí donde el asunto cae en su “jurisdicción” ¿no es así agente Mulder?
- Sí señor, hay hechos difíciles de explicar. Quién o qué perseguía a Holstein hasta llevarlo al suicidio; cómo derribaron a Adler, quién lo hizo estaba dotado de una fuerza brutal hasta el punto de dejar su masa encefálica regada en la arena de la playa. Los testigos afirman no haber visto absolutamente a nadie.
- Era de madrugada y estaba bastante oscuro, un hombre bien camuflado bien pudo pasar desapercibido.
- Adler llevaba una linterna potente, podía iluminar a varios metros del camino. Además el asesino, luego de presenciar la muerte del agente de aduanas, lo lógico era que huyera antes de que el grupo de personas que estaba siguiéndolos lograra alcanzarlo… para qué matar a Adler, eso carece de sentido.
- Es posible que  Adler lograra verle el rostro, que pudiera reconocerlo…
- Sigue sin tener sentido para mi, además esta esa energía poco común.
- ¿La agente Scully ya vio esto? – apoya la frente sobre la palma de la mano, sus dedos pulgar y medio presionando ligeramente sobre sus sienes. Ha visto mucho, pero aún se resiste a aceptar una respuesta que no pueda basarse en la razón. Es la misma lucha de siempre – se levanta ligeramente para alcanzar el teléfono – Kimberly, dígale a la agente Scully que necesito hablar con ella – Me imagino que ya tiene usted una teoría sobre todo este asunto.
- Es demasiado prematuro para eso, tengo que revisar el lugar, entrevistar a los testigos, recoger evidencias que solo yo puedo encontrar… porque nadie más las esta buscando.
Se pone de pie y se ubica frente a mí, pareciera que deseara hurgar en mis pensamientos. Se pasea inquieto por la oficina, vuelve a sentarse y apoya su mano sobre la barbilla.


- Y sin embargo insisto en que ya tiene algo en mente.
- Podría tratarse de un Horla – veo dibujarse en su cara un gesto de extrañeza.
- ¿Un qué?
- Un Horla, es un ser mitológico, sus apariciones se remontan a muchos siglos atrás, en algunas poblaciones de los pueblos europeos en la Edad Media, y más recientemente parece haber migrado a Sudamérica, específicamente a Río de Janeiro en Brasil. Y de alguna forma ha llegado hasta aquí. Ya antes se han registrado casos similares en New Hampshire, Connecticut, Maryland, Delawere  y New Jersey, todas zonas costeras.  Deja a su paso una estela de muerte y destrucción.
- ¿Qué es exactamente un Horla, dónde reside su poder? –  sus ojos me observan expectantes. Debo confesar que me agrada despertar la curiosidad en alguien que se niega a creer en lo sobrenatural, aunque la experiencia no le sea ajena.
- En un ser invisible y diabólico. La leyenda dice que se alimenta de la fuerza vital de sus víctimas dejándolas casi aniquiladas, sin fuerzas… además, bebe exclusivamente agua y leche – Skinner me miro desconcertado.
- ¿Leche? – Repitió acercándose su rostro al mío, creo que pensaba que era una de mis bromas - ¿Le parece eso gracioso Mulder, hay dos personas muertas?
- ¿Acaso me estoy riendo señor? Hay muchas más víctimas, ya le hable de los otros lugares donde lo han... "visto". Eso es lo que pude averiguar.
Iba a empezar a explicarle cuando unos golpes nos volvieron a la realidad. Skinner no pudo evitar una mueca de incomodidad, sin duda le había fascinado mi relato – ¡Adelante!
Era Scully, siempre tan segura e impecable, con su cabello rojizo cayéndole sobre una mejilla.
- Señor, me necesitaba usted.
- Ya veo que se ha tomado su tiempo agente Scully, también debe estar intrigada con esas extrañas muertes – Aquí su compañero me narraba una historia bastante interesante, estaba a punto de decirme lo que según él podría explicar lo ocurrido con esas personas, vamos agente Mulder, siga donde se quedo, luego podrá poner al tanto a su compañera sobre el Horla.
Scully, sentada a mi lado se volvió a mirarme intrigada levantando una de sus cejas, con ese gesto tan suyo. Se apartó el cabello del rostro y de nuevo poso los ojos en nuestro jefe.
- Siento haber interrumpido señor.
- No, en absoluto, fui yo quien la mando llamar, lástima que se haya perdido la mayor parte de la historia…  pero de seguro está guardando lo mejor  para el final, ¿no es así agente Mulder?
- Su instinto de supervivencia lo ha mantenido vivo a través de todos estos siglos. El nunca desembarca en ningún lugar si no es llamado y esa es la condena para quien lo trae. Se creerá una especie de huésped, libre de ir y venir por los lugares que frecuenta su anfitrión… hasta que es percibido por este. Ese es el principio del fin. Los habitantes de los pueblos huyen de sus casas aterrados, abandonan sus trabajos, creyéndose poseídos por seres invisibles.
- ¿Desembarca?, qué quieres decir con eso Mulder – me pregunta Scully.
- Al parecen este ser, solo puede llegar de un lugar a otro transportándose sobre el agua, específicamente sobre el mar  – a estas alturas Skinner estaba a un paso de creer que deliraba, porque no dejaba de mirar a mi compañera interrogándola si daba crédito a lo escuchaba o si pensaba que mi razón estaba peligrando de nuevo.
El sonido de su teléfono nos hizo pegar un salto involuntario a todos. El Director Adjunto se volvió y tomo el auricular enojado, pronto su expresión paso del enojo a la sorpresa y de allí al más absoluto desconcierto. Cuando colgó se quedo unos segundos en silencio cómo reponiéndose de lo que fuera que había escuchado.
- Era del Departamento de Policía de West Greenwich. Al parecer se ha desatado una especie de paranoia colectiva. La gente esta abandonando sus casas. Nadie se atreve a salir a las calles. Dicen que algo ronda por ahí, la propia voz del Jefe de Departamento sonaba... alarmada, por decirlo de alguna forma.
- Y no lo culpo, es responsable de la seguridad de esa gente que parece estar fuera de control – comento Scully.
- No… había algo más en su voz… había miedo. Agentes, haré los arreglos para que viajen de inmediato a Rhode Island.
Teníamos el caso, y teníamos el apoyo de nuestro superior. Nos estábamos retirando cuando la voz de Skinner nos detuvo.
- Espere agente Scully, quiero hablar con usted en privado – le hice un saludo y me retire del despacho.
Qué tenía que decirle a ella que yo no podía escuchar. Mi compañera me lo dirá después… o es posible que no. Bajo a mi oficina, tengo algunas cosas que verificar antes de partir.
Estoy enterrado entre los papeles que se amontonan en mi escritorio y no me he dado cuenta en qué momento había llegado Scully, me sobresalte un poco al levantar la vista y encontrarla de pie con los brazos cruzados con el expediente en una de sus manos.


- Ya me contó Skinner sobre ese personaje que según tú teoría esta causando  pánico en Greenwich… un Horla – la ataje antes de que continuara hablando.
- Bueno, ya sabes a qué nos enfrentamos entonces… ¿solo de eso quería hablarte Skinner? – desvía la mirada y la hunde en el afiche que tengo detrás de mí: “I want to believe”, eso debe estar ansiando con todas sus fuerzas, creer en las cosas que ha escuchado de nuestro superior y las que yo dije después.
- ¿De qué otra cosa podía querer hablar conmigo?
- De que te encargaras de frenarme cuando sea necesario. Desde que Goldstein me sometió a ese tratamiento no se fían de mí.
- ¿Tratamiento?, lo que hizo ese hombre fue usarte de conejillo de indias, estuvo a punto de matarte. Me alegra que termine sus días en prisión – tuvo a delicadeza de no mencionar que había estado a punto de dispararle a ella misma – Y no es cierto lo que dices, sabes que tus convicciones son mi fortaleza, en cuanto a Skinner, solo puedo decirte que le importas más de lo que piensas.
Me quede sin palabras, ¿qué podía decir?, repetirle tal vez lo que le dije una vez cuando el mundo se nos venía encima, no solo porque cerraban los expedientes X, sino sobretodo porque nos obligaban a separarnos. Su raciocinio y su ciencia me han mantenido integro, ella me hizo una persona honesta. Somos un equipo, sin ella soy la mitad de nada. Sin fuerzas ni deseos para seguir.
- Perdóname Scully, eso no ha sido justo – tome su mano que descansaba sobre el escritorio y la acerque suavemente hacia mi, acunándola entre mis brazos, hundiendo mi rostro en sus suaves cabellos. Ella se quedo unos instantes sin hacer ningún movimiento, podía sentir su respiración suave sobre mi pecho, como quisiera tenerla siempre así. No sé cuánto tiempo paso hasta que la sentí moverse ligeramente para apartarse de mi lado, puso una de sus manos en mi mejilla y luego me dio unos golpecitos en el hombro.

 

- Debemos darnos prisa, tengo que ir a casa a recoger algunas cosas, son unas ocho horas de viaje – consulto su reloj – es cerca de mediodía, si partimos en una hora estaremos llegando al anochecer.
- Hubiera preferido llegar antes de que oscurezca. Sabes, desde los tiempos más remotos de la humanidad, la noche ha sido el momento propicio para los sucesos inexplicables. Los católicos afirman que la oscuridad tiene una hora de máxima fuerza, la llaman “la hora del diablo”. Casi todas las religiones de la humanidad asocian la luz con el bien, con el poder de Dios, y su opuesto, la oscuridad, con el mal. Esa oposición entre la oscuridad y la luz es, en definitiva, la eterna lucha entre el bien y el mal. Tu eres católica Scully, debes entender esto mejor que yo.
- Me imagino que esa “hora de máxima fuerza”, la “hora del diablo”, como dices, es a las tres de la madrugada.
- ¿Por qué a las tres?
- Esta hora es elegida precisamente porque es una especie de reto a la divinidad, ya que representa el lado negativo, se supone que el tres representa a la Divina Trinidad y que Jesús murió en la cruz a las tres de la tarde, a la edad de 33 años. Si las tres de la tarde es el lado positivo, las tres de la mañana es el lado negativo.
- ¿Tú crees en eso?
- Creo en que existe el mal, pero no en forma de demonios, este reside en la mente de las personas. Todo el tiempo trabajamos con asesinos en serie, capaces de cometer las acciones más aberrantes.
- Scully, sé que vas a buscar la manera de refutar lo que digo con tu lógica, buscaras la forma de explicar todo con la ciencia… pero hay cosas que van más allá de lo racional. No tengo claro a qué nos vamos a enfrentar, solo lo que las leyendas nos cuentan. Guiándome por ellas puedo afirmar que este es un ser poderoso, cómo luchar contra lo que no ves… cómo saber de qué forma llegó aquí, quién lo “invito” y cómo deshacernos de él.
- Mulder, veo que estas bastante influenciado por esa historia, estas llegando a conjeturas apresuradas; aún debo hacer la autopsia de los cuerpos, debemos evaluar las declaraciones de los testigos… alguien dice haber “visto” algo y otro dice experimentar lo mismo, "folie à deux", ¿recuerdas? Quizá esto se haya convertido en un "folie à plusieurs".
- ¿Locura de muchos?… ¡pero tu viste aquel ser! – ella se dirigió a la salida en silencio, solo al llegar a la puerta se detuvo un instante, apoyo la mano sobre el marco y se quedo observando la habitación, para luego fijar su mirada en el pasillo.
- Mulder, siempre esta oscuro aquí.
- Estamos en el sótano Scully.
- Sí, a veces quisiera olvidar que trabajamos en la oscuridad. Nos vemos  en media hora.
Son las doce y media, acomodamos nuestras cosas en el maletero, y me ubico en el asiento del conductor.
- Tomaremos la 16 th St NW, y seguiremos por New York Ave. Podemos hacer una parada en Maryland para comer algo – ella parece no estar escuchándome, está como sumida en sus pensamientos.
- ¿Scully, estas bien? – reacciona cómo alguien que despierta de un sueño leve.
- Estoy bien, solo quiero llegar allá lo más pronto posible.
- ¿Antes de que las fuerzas que se esconden en la oscuridad nos atrapen? Esas “fuerzas” en las que no crees, por supuesto – le digo a manera de broma. Mi observación no parece haberle hecho ninguna gracia. Pongo la llave en el encendido y piso el acelerador, tenemos varias horas de camino por recorrer.


Oficina Central del FBI
Washington DC
12.30 p.m.

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