03 diciembre, 2009

Jueves


La canción en la que está inspirada está historia pertenece al grupo "La oreja de van Gogh" que fue escrita a raíz de los acontecimientos ocurridos el 11 de marzo de 2004 en España. En mi opinión, no es un canto al dolor o a la tristeza, es un canto a la esperanza y al amor.
No es de mi autoría, pertenece a un querido amigo, Héctor, que la adapto para unos personajes conocidos por todos los que han visitado este espacio.

El viento frío corre recio, y un hombre de edad madura se encamina hacía el estacionamiento de taxis para tomar uno. Es alto y algo desgarbado, no viste con la pulcritud que le correspondería a alguien de su profesión; sin embargo resulta atractivo con la barba de tres días y sus ojos azules de mirada penetrante. Parece discutir consigo mismo mientras camina apoyado en un bastón de bruñida madera.
- Si, supongo que esto es mejor que un montón de prostitutas en mi apartamento… si he de perder el tiempo que sea en una estúpida convención.
Mientras Gregory House se dispone a tomar el taxi, una mujer ajetreada se lo gana y con una mirada despectiva lo barre y suelta una risita cínica.
- ¡Soy invalido! - le grita al momento de levantar su bastón y enseñárselo - de igual forma ese trasero no merece contonearse por la calle- termina murmurando.
- ¿Por qué no intenta tomar el tren?- le dice el amable portero del hotel- igual lo lleva al Centro de Convenciones
- ¿Cómo sabe usted a dónde voy?
- Tiene bastón, una carpeta con un Logo del Medical Center… y una actitud muy petulante… usted debe ser el doctor Gregory House.
Aparentando indiferencia, avanza unos pasos hacía el sur, pero el portero le dice:
-¡Doctor!, esta usted tomando el camino equivocado…
- “Lo único que me faltaba esta mañana”- piensa, con total apatía da la vuelta y se dirige a la estación de trenes.
- Vaya que es un hombre orgulloso - musita el portero- igual pudo esperar el siguiente taxi- una sonrisa aparece en su rostro una vez que el médico se ha perdido de vista.
En el comedor del hotel entre tanto ajetreo, una figura inmóvil, pasiva, se hace notar, frente a él un sobre amarillo mate con su nombre escrito, en una de las esquinas el logo pomposo de un despacho de abogados y un poco más abajo la firma del que hasta hace poco era el abogado de ambos.
-No pienso abrirlo - se decía, aunque sus ojos cafés reflejaban como la duda lo carcomía.
El café hace rato que se había enfriado, al primer sorbo el doctor James E. Wilson recupera la noción del tiempo, sabe lo que escuchara en la convención, no es nada nuevo para él, nada interesante en realidad, pero igual trata de convencerse que puede llenar su cerebro de datos sobre su especialidad y así dejar de pensar en ese sobre grande y amarillo.
Se levanta y casi sin darse cuenta traía el sobre en la mano junto con su abrigo, ¿por qué no se le olvidaría sobre la mesa donde desayunaba? Eran inicios de marzo y el invierno quería hacerse notar en sus últimos días de agonía, de su maletín saca una bufanda y un gorro… el sol brillaba, pero el aire aún era helado. Al cruzar la puerta de la estación notó con gran desilusión que su tren se había ido, miró su reloj y con gran desesperanza se resigno a abordar otro que no era el que lo llevaría directo a su destino y tendría que hacer escala en otro lado, pero después de todo no era tan malo, al menos podría contemplar el paisaje invernal de la ciudad.
Wilson aparentaba ser un hombre sereno, tranquilo… pero si alguien ganaba su confianza, se mostraba como realmente era. A pesar que le disgustaba el bullicio prefería los trenes a un auto particular.
El tren estaba abarrotado, House hábilmente logra deslizarse hacía el ultimo asiento disponible.
- ¡Oiga! - le dice una mujer mayor - ¡Era el último!
- Si, es una suerte que lo hallara - le contesta cínicamente.
- Deje que lo ocupe alguien que lo necesite, señor - le reprende la anciana.
- Si puede usar tacones señora, - dice al momento de señalarle los zapatos con su bastón- creo que soportara el viaje… ah… además soy lisiado- concluye mostrándole el bastón.
- Pudo tomar un taxi… ¿Por qué no tomo uno?
-¿Y perderme el maravilloso paisaje? Por cierto, ¿sabe restar?, ¿nota la diferencia entre .50c y $10 dls.? Yo si, es casi un combo de McDonal’s
Indignada la señora se da la vuelta y se resigna a viajar de pie.
- ¡Oye tú! - dice House dirigiéndose a un hombre de unos 30 años que viaja sentado cerca a la señora- ¿Tienes problemas al respirar?
- Si… ¿por… qué lo pregunta?
- Resulta que soy médico, y para matar el rato me entretengo diagnosticando a la gente… ¿Te duele la pierna derecha?
- Si - contesta con preocupación…
- No quiero alarmarte, pero te vendría bien caminar por el vagón, estar sentado cuando se esta por sufrir una embolia no es bueno…
Intrigado y asustado el hombre toma su portafolio y camina hacía otro vagón. La mujer mayor con gracia toma el asiento recién desocupado y con una sonrisa agradece a su extraño salvador.
- Oh, no me agradezca, lo hice mas por mí que por usted, no quiero arriesgarme a que me golpee con su bolso.
Con gran indiferencia toma una de las revistas especializadas que carga y se pone a leer. A simple vista parece un citadino cualquiera, una gabardina gris a medio abrochar, una boina de igual color, pantalones de mezclilla con tenis deportivos, un saco azul y una camisa sin planchar, Su barba rayaba entre una mala rasurada y un chiste mal hecho por la genética.
En la siguiente estación la mayoría baja y pocos suben, nada interesante para House salvo por un tipo que entra al tren disculpándose con una señora que le piso el pie.
-“Interesante”- piensa- “Alguien se disculpa por recibir un pisotón, es casi como decir: Oh, siento mucho haber puesto mi pie para evitar que la suela de su zapato tocara el sucio piso del anden… ¿Quién en su sano juicio hace eso?” Al observarlo detenidamente, House recae en los pequeños detalles; un abrigo que combina con su sombrero y su bufanda, corbata combinada con sus calcetines, zapatos pulcros, rayando en la obsesión, y ropa perfectamente planchada.
Por mas que lo intentaba, House no dejaba de pensar en esta persona, pero era tiempo de llegar a su destino, el centro de convenciones, aquel lugar sería su suplicio durante las próximas 6 horas… en realidad eran 8, pero logró reducirlas gracias a lo que él considera su don, la constante rebeldía a ser puntual. Para su sorpresa, el sujeto de su atención baja junto con él, House decide guardar alguna distancia, no sabía por qué, pero presentía que irían al mismo lugar; con recelo House lo mira llegar a la entrada principal del centro de convenciones, así que acelera el paso para darse a notar… Wilson repara en que alguien mas va entrar detrás de él, sin prestar especial interés mantiene la puerta abierta por cortesía.
- Alguien tiene que decirle que la amabilidad esta sobrevalorada - murmura House, al verle seguir su camino dentro del edificio.
- La conferencia empezó desde las 8:00 am. Dr. … - dice la recepcionista, buscando el gafete de identificación.
- Oh, lo siento - dice House sacando la tarjeta de su bolsillo- mira… si hubiera llegado puntual hoy, el resto esperaría que lo hiciera todos los días.
Una sonrisa que raya en el cinismo se deja ver en sus labios mientras se aleja caminando lentamente por el amplio pasillo del edificio.
Durante el almuerzo, por todos los medios como su pierna se lo permitía, Greg buscaba al sujeto del tren. Estaba en su naturaleza, era un hombre curioso, deseoso de saber las respuestas, de resolver las dudas, y el derroche de amabilidad que vio en la mañana lo tenia perplejo.
El sobre amarillo era una maldición para él, ya sabía lo que contenía, así que no había necesidad de abrirlo, pero muy dentro pensaba que si no lo abría las cosas dejarían de suceder… que, quizás, no lo perdería todo. Totalmente decidido toma su taza de café y se levanta de la mesa del restaurante, mira desafiante al sobre y lo toma con desprecio dirigiéndose a la salida.
La búsqueda parece infructífera, y la pierna le duele terriblemente, para colmo de males, el vicodin se había quedado en el sofá de su habitación. Rendido House toma asiento en la última mesa, por unos instantes solo puede concentrarse en el dolor, pero al girar la cabeza lo ve venir y aunque bien pudo haberlo saludado para llamar su atención (considerando que un tipo amable nunca despreciaría un saludo) lo único que se le ocurre es poner su bastón a modo de que Wilson tropiece, pero este solo da una zancada y esquiva el obstáculo. La cara que pone House es como para reír... y él mismo lo sabe.
Al caer la tarde el frío se pone intenso y un poco de aguanieve se deja caer, James se enfunda en su abrigo y sale del edificio para tomar el tren. El tema de la conferencia del día es acerca de los nuevos métodos para afrontar la depresión en los pacientes de cáncer, nada nuevo, así que no valía la pena meditar en el asunto. Una sensación extraña lo embargaba, con total indiferencia dejo pasar el directo… algo en él deseaba retrasar lo mas posible la llegada a su frío y solitario cuarto de hotel. Así que decidió dirigirse al tren por la misma ruta larga que había tomado en la mañana. A punto de cerrarse la puerta, Wilson consigue entrar y se sienta justo dos filas delante de House. Intrigado aún, este se dispone a abordarlo, cualquier cosa serviría, un saludo, una alusión sobre el horrible clima, incluso un comentario sarcástico de esos que le salen tan bien, podrían ser el motivo para iniciar una conversación. De pronto algún comentario sobre él, sobre su exceso de gentileza o quizás sobre ese sobre tan grande que carga… una pequeña broma para romper el hielo. Pero algo lo detuvo, de pronto perdió la confianza, tal vez por que comparo su propia apariencia con la de él, ¿cómo alguien tan desaliñado se presentaría como médico? De repente, sus comentarios sarcásticos dejaron de parecerle inteligentes y bien elaborados ¿Alguien tan amable gustaría del sarcasmo y la ironía? Pero a qué venía todo eso, quizá la pregunta mas importante que cruzó por su mente fue el por qué quería causar una buena impresión, nunca antes le había importado lo que los demás pensaran e incluso estaba seguro de que ese hecho no había cambiado, pero frente a este amable sujeto sentía la necesidad de causarle una buena impresión. Aun mayor era su inquietud por seguir ignorando el nombre del doctor y tener que llamarlo el “tío que desborda Amabilidad”.
Ese día pudo deducir que era oncólogo al verlo entrar a la conferencia que hacia alusión al cáncer después del almuerzo. También especuló que, al menos, no tenía una pareja estable dado que no había sortija ni un celular que sonará insistentemente a todas horas… Aunque igual, eso podía significar que su pareja no le prestaba suficiente atención… pero si era eso, su amabilidad se reduciría de un don a algo enfermizo y obsesivo. La meditación tuvo que terminar al momento en que el tren llego a la estación en la cual James bajaba. Una vez más, House se quedó con la curiosidad insatisfecha.
Esa noche, en la recepción del hotel, un grandioso piano decoraba el ambiente, House no pudo evitar el deseo de sentir las teclas bajo sus dedos. Se acercó hasta este y dejo que su mano acariciara la superficie pulida, acercó una silla y empezó a tocar. Cerró los ojos, inspirado quién sabe de dónde… las notas salían con una magnifica armonía, y una sonrisa sincera asomaba en su delgados labios.
Era el segundo día de la convención, pero igualmente al doctor House le importo poco llegar tarde, además, esa noche después de su soberbia exposición como pianista la vigilia se hizo presente. A mitad del camino, en la estación en la cual el tren hacia parada, House no dejaba de mirar de reojo a quienes abordaban y, aunque no esperaba verlo, sus ojos brillaron al verlo subir.
Su mirada lo siguió hasta su asiento, dos filas delante de él. Noto que si miraba el reflejo de la ventana podía ver su perfil, algo que resultaba imposible estando posicionado atrás.
Recordaba que la noche anterior no había podido dormir bien, así que había aprovechado el insomnio para hacer algo que no había hecho nunca antes. Sin saber por qué, se dedicó a planchar la muda de ropa que utilizaría ese día: un pantalón negro y una camisa azul. Por primera vez había dejado los tenis en el closet y unos zapatos formales y lustrosos tomaban su lugar. Llevaba otro saco, el cual combinaba con el pantalón y finalmente un abrigo sin arrugas que le cubría del frío. House aún no podía creer lo que había hecho… ¿Tan importante era causarle una buena impresión? ah, pero como le dolía admitir que este pequeño cambio de imagen le gustaba.
De reojo echaba pequeños vistazos al reflejo en la ventana. La mirada perdida, un poco desilusionada del joven llamó su atención… era obvio que no la estaba pasando bien. Entonces le vio dar un bostezo, sin duda él también había pasado una mala noche; House sabía que esto podría convertirse en la oportunidad que buscaba, un comentario sobre la vigilia podía dar pie a una conversación, quizás, incluso tomar un café juntos para despabilarse un poco. Como si se sintiera observado Wilson alzó la mirada, e instintivamente se vuelve hacia el reflejo de la ventana, al hacerlo nota unos ojos azules que lo observan, pero que al momento de fijarse en ellos, estos se cierran inmediatamente, como tratando de evitar la mirada, así que James suspira y aparta la mirada hacía la otra ventana.
“Esto fue increíble”- piensa House - “y realmente tonto”
Nuevamente la confianza que había logrado reunir se disipó como partículas de polvo flotando en el aire. En ese momento se sentía increíblemente pequeño. Miro su mano derecha con atención… estaba sudorosa y temblaba un poco. El día de conferencia transcurrió como el anterior, sin interés para ninguno de los dos. Wilson estaba perturbado, ya ni escuchar parlotear a alguien en la convención le servía para evitar pensar en ese sobre amarillo, necesitaba algo para distraerse. Así que antes de dirigirse a la estación, pasó por la librería que se hallaba a la vuelta del edificio de convenciones.
- Si gusta, puede dejar sus cosas en el mostrador - le dijo la joven recepcionista.
La librería estaba prácticamente vacía, Wilson podría estar a sus anchas en los pasillos, leyendo contraportadas y revisando los libros. Nada le impedía pasearse sin tapujos en la sección de poesía, sin tener que estar al pendiente de las miradas de otros.
Pocos minutos después, Gregory House llegó también a la librería, nuevamente había seguido al amable médico manteniendo una distancia prudente, al posar la vista en el mostrador reconoce inmediatamente los objetos que se hallan sobre este. Disimuladamente se acerca para mirar de reojo el gran sobre amarillo; un brillo apareció en su mirada, ¡por fin pudo averiguar el nombre! Sin embargo, al analizarlo más detenidamente se hizo una idea del resto de la situación. La mirada incómoda de la joven del mostrador lo distrajo un momento, la situación se puso tensa, era obvio que la chica lo había advertido.
- Señor, ¿Lo puedo ayudar en algo?
- No, en realidad no… parece que eres muy joven y probablemente me meta en líos legales - nuevamente la sonrisa cínica se dibujó en su rostro, mientras la muchacha se ruborizaba, House dio la vuelta y se dispuso a salir.
Por el vitral, desde afuera, House trato de buscar a Wilson, y al hallarlo se concentró en su expresión impasible mientras leía un libro, lo único que alcanzaba a distinguir de este era el apellido BECKER con letras doradas, al fijarse nuevamente en el otro médico notó algo que no había visto, una sonrisa dibujada en su rostro. Sin proponérselo, él también sonreía - “Así que te llamas James Evan Wilson”- pensó House mientras caminaba por la calle rumbo a la estación.
Inmerso en la lectura, Wilson tuvo que volver en sí al momento de concluir el poema que leía, nuevamente se había retrasado, pero había valido la pena. Al salir de la librería, el crepúsculo pintaba de violetas y azules la nieve del suelo y como si del mismo poema se hablara, una parvada de golondrinas alzaron el vuelo desde un árbol cercano, anunciando así la pronta llegada de la primavera.
Con libro, maletín y sobre en mano, Wilson se dirigió a toda prisa a la estación. Al llegar al anden poca gente estaba esperando, al pensar que el otro tren también lo había dejado se resigno a esperar el siguiente. Muy cerca a él un hombre de cabello entre gris y rubio, con ojos azules y un abrigo oscuro esperaba el tren al igual que él, tenía una expresión distraída pintada en el rostro. Con algo de recelo, pero sin prestarle mayor atención, Wilson logro musitar un saludo. Mientras tanto House no conseguía siquiera iniciar algo que pudiera llamarse conversación.
Y como los trenes de la estación, el silencio iba y venía entre los dos. House estaba más que decidido a hablarle hoy ¿Qué por qué a él? Finalmente lo sabía: de tanta gente en esa aburrida convención no pudo hallar a nadie tan interesante como aquel hombre, un bonachón tan distinto a él, con una situación difícil, de la cuál seguramente, ni él mismo hubiera afrontado con tal estoicismo.
Esta vez en lugar de ocupar el asiento de siempre, ocuparía el que esta enfrente del que generalmente solía ocupar, esta vez no se conformaría con mirarle la cara de reojo o en un simple reflejo. Nuevamente comenzó a preparar la posible situación, cómo iniciaría la conversación, cómo lograría que se sincerara con él. Así que de algún modo tenía que lograr recuperar su confianza.
Otro día más, otro día gris y aburrido... al llegar a la estación donde Wilson solía abordar el tren, este no aparece. Simplemente no estaba allí, Greg se puso nervioso; quizá era posible que ya hubiera regresado, que pensara que este último día de la convención no valía la pena, que era más importante intentar recuperar a su esposa, o de pronto se había rendido y se había lanzado a una noche de juerga para ahogar sus penas… No, eso no era posible, quizás House fuera un imbécil al tratar a las personas, pero podía captar pequeños detalles que revelaban la actitud de estas, y por lo poco que sabía de Wilson todo lo anterior se volvía improbable.
El tiempo de espera en la estación estaba por terminarse, Greg se acercó a la puerta con la esperanza de que Wilson apareciera. Justo en el momento que el tren cerraba sus puertas el otro apareció en el andén, agitado y con el rostro encendido por la carrera, sin pensarlo House detuvo las puertas con su bastón, lo que dio tiempo para que subiera.
Todavía con la respiración agitada, Wilson se sienta e intenta relajarse, de inmediato House ocupa el asiento de al lado. James había pasado por alto la acción del extraño hombre y de darle las gracias. Tal vez los escenarios mentales son fáciles de imaginar, pero los hechos reales cuestan trabajo. Tras 5 minutos de silencio, Wilson saca su recién adquirido libro y empieza a leer. Para no quedarse en atrás, House toma una de sus revistas y finge leer, entonces así podría al menos sacar un tema de conversación; pero no podía evitar que su mirada fuera una y otra vez a su compañero de asiento, este, al verse insistentemente observado lanza un suspiro, un suspiro de aquellos de resignación al saber lo incomodo que será viajar con un tipo como ese al lado.
Nuevamente sus miradas se cruzan pero esta vez Wilson no la aparta, así que House cierra los ojos y al abrirlos los dirige hacia su revista. Algo en su compañero de viaje se le hacía familiar a James, pero él no era tan curioso como House, así que retomó su lectura. Cansado ya de ceder a su cobardía House comenzó la plática:
- Dr… Jam…es.. Wil…son - dijo con palabras entrecortadas.
- ¿Perdón? - contestó el otro al no entender bien la frase; House no lo creía, había hecho el tonto frente a él.
La frase “trágame tierra” le venía bien, pero lo hecho, hecho está, no había más que terminar la plática.
- Dr. James Wilson ¿No se llama así?
- ¿Le conozco de algún lado?
- Bien, pues, vaya… Igual soy doctor… Gregory House… - dijo, mientras le extendía la mano. No sabía explicarse la razón de su nerviosismo… ni siquiera sabía que más podía decir.
- Ah… ¿No me diga que también esta en la convención?
- Si, ya sabe… esos decanos y sus ideas… Bien pareciera que lo único que quieren es librarse de uno…
La plática transcurrió sin problemas… House había logrado su cometido, y Wilson no hallaba motivos para ser reservado con él. De hecho, conforme la conversación avanzaba parecía que llevaran años de conocerse. Y los temores de Greg se esfumaron, a menudo se interrumpían en su afán de hablar; eran como aquellas personas que no hablan con otras por largo tiempo y de pronto al hallarse con alguien dispuesto a escucharlos se desatan en un cálido torrente de palabras.
Ese día, el último de la convención, fue tan distinto. Ambos habían simpatizado mutuamente, durante las conferencias discutían datos y estadísticas y, cuando se presentaba la oportunidad, se daban el lujo de criticar a los decanos y demás doctores. Wilson parecía entender el humor sarcástico de House, incluso agregándole algunos detalles. Durante el almuerzo ambos se quejaron de lo que sus respectivos hospitales hacían mal y cada uno se reía de los errores que había cometido el otro.
Al finalizar el día, se pusieron de acuerdo para beber unos tragos. Habían visto un bar agradable y se dirigieron hacía allá; después de dos tragos, los temas triviales se agotaron Y Wilson llevó la plática a lo personal.
- Ese sobre que no dejo- mencionó - lo manda el abogado de mi esposa, son los papeles del divorcio.
- ¿Estuviste jugando sucio y temes que te quite la mitad de tu salario? - le contesta House, la familiaridad ya se había hecho presente.
- No… bueno, mas bien ambos, los dos nos jugamos sucio… yo la descubrí primero con otro y pensé que si le revelaba mi aventura, el perdón sería reciproco…
- Pero ella te mandó a la…
- Si, así de lejos me mandó
-Todo el mundo miente - agregó House - fuiste un idiota al confesarle.
Wilson agachó la mirada, las palabras de House, aunque fuertes, no dejaban de ser ciertas.
- ¿Tu igual mientes?
-Todo el mundo lo hace, sería muy egocéntrico de mi parte excluirme de esa afirmación - respondió después de terminarse su trago- Entre mas pronto firmes esos papeles, mas rápido te libraras de ella.
House se alejó de la barra, dejándole a Wilson la cuenta (quien diría que con el transcurrir de los años esa sería la constante) Finalmente ambos se dirigieron a la estación. El último tren que los llevaría a su destino recién llegaba. Solo ellos dos lo abordaron y en la siguiente estación los pocos pasajeros que aún permanecían en el tren, bajaron es la estación. Estaban solos.
Nuevamente el silencio se hizo presente, pero esta vez no fue por lo incomodo de la situación o por timidez, simplemente los temas de conversación se habían agotado por ese día.
Poco antes de llegar a la estación donde Wilson bajaba, este rompió el silencio.
- ¿Sabes, House? No te conocía hasta esta mañana, pero algo en ti me resultaba familiar
- Tal vez, notabas mi presencia en el tren y en la convención.
- Si… tal vez era eso o que no podía hacerme el desentendido ante tus miradas y en que dejabas una distancia prudente mientras me seguías - Wilson dibujo una sonrisa burlona en su rostro, mientras que House se quedó en silencio y agachó la mirada.
- Seguro fue eso - musitó finalmente.
- Cada mañana - continuó Wilson - quién sabe por qué razón, rechazaba el tren que me llevaba directo de mi hotel al centro de convenciones y esperaba este, que tomaba un trayecto más largo.
- ¿Y? - preguntó sarcásticamente House.
- Y... me ha hecho bien conocerte.
El tren se detuvo y Wilson bajó. Al continuar su recorrido House se quedó meditando, pensando en las palabras del que ahora ya podía considerar algo muy cercano a un amigo. La convención había terminado, era momento de partir.
A diferencia de los días anteriores, muy temprano se dirige a la estación de trenes, a lo lejos escucha la despedida del portero del hotel. Al llegar al andén, solo le queda esperar, quizá él aparezca; al poco tiempo la presencia de alguien junto a él lo hace volverse. Es James Wilson, con su maleta de viaje y su sonrisa de niño.
- Llegas tarde- le dice
- Esta vez no hay prisa - contesta Wilson- lo que me sorprende es que tú llegues puntual.
- Solo te dejaste llevar por un comentario que dije.
- Eso y el hecho que llegaras tarde todos los días de la convención.
El tren llega, ambos lo toman, esta vez el viaje será más largo, ambos se dirigen a Nueva Jersey, House había logrado convencerlo, sin mucho esfuerzo en realidad, que tenía mayores oportunidades de desarrollarse profesionalmente en el Princenton. Guardan el equipaje y se sientan juntos, Wilson junto a la ventana y House, por motivo de su pierna, junto al pasillo.
El camino es largo y poco a poco, el sueño se va apoderando de Greg que comienza dormitar, pronto su amigo también cae rendido y recarga su cabeza en el hombro de House.
Un sonido chirriante los despierta a ambos, en una curva para tomar el túnel el tren ha perdido sus luces. Wilson toma la mano de House en busca de apoyo, en total oscuridad, mientras que este busca a tientas el rostro de su amigo, al sentirlo nota como el otro lo recarga sobre su palma y siente caer una lagrima… El tiempo parece detenerse, hacía tanto que no daba una muestra de ternura que en un principio se siente confuso, sabía que James necesitaba de él en esos instantes, lo único que pudo hacer fue abrazarlo con fuerza, reclinando su cabeza sobre su pecho y dejando que sus largos dedos se enredaran entre sus suaves cabellos. Igualmente sabía que un beso sería inapropiado, una amistad duraría para siempre, una relación acabaría con todo, House lo sabía, Wilson lo sabía…
- House - dice Wilson al momento de soltarse
- ¿Si?
- Te quiero - finaliza.
House suspira como si se tratara del último soplo de su corazón y una sonrisa aparece en su cara justo en el mismo momento en que el tren sale del túnel y la luz del sol entra por la ventana.
- "Al fin llegaste, después de esperar por tanto tiempo, al fin llegaste" - piensa House mientras su mano se posa con delicadeza sobre la de James.

"Fue sin querer... es caprichoso el azar. No te busqué, ni me viniste a buscar. Tú estabas donde no tenías que estar; y yo pasé, pasé sin querer pasar. Y me viste y te vi entre la gente que iba y venía con prisa...Tanto tiempo esperándote..."



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo amiga mia, estoy tan contento por esto... Jejeje... muy bueno. Un final muy agradable.

Te quiero mi Ross!!!

El César del Coctel dijo...

Mi Rosita, tú sabes que yo no veo TV y que por supuesto no veo a House... además sabes que lo que se de House es por lo que escribes... y también sabes lo mucho que me gusta.

Este relato es un joya... está lleno de ternura, de nostalgia, de suspiros, de risas y...mmm.... me ha gustado muchísimo...
... ¿lo escribió Héctor?...

Gracias a los dos
Besos y abrazos

Dalia dijo...

hasta que por fin pude leer esto. me interrumpieron como mínimo 3 veces, pero valió la pena esperar.

Querida Rosita, ya sabes como amo tus historias, así que solo puedo decir... gracias una vez más.