29 enero, 2008

Manuél Raquel (Final)

No me decidía a marcharme, quería saber a que atenerme definitivamente. Me quedaría hasta que regresará y entonces ya veríamos si se marchaba o no a sus fugas nocturnas. Yo ansiaba que se quedara siempre a mí lado; qué sentido tenían esas salidas y luego el tener que pasar noches terribles en la cárcel, yo no entendía aquello, no podía entenderlo.
Regresó como a las seis y media, tenia el rostro triste y preocupado, no era el mismo hombre que había salido radiante en la mañana, tiró el portafolio a un lado y se dejo caer más que sentarse sobre el sillón, me acerque preocupado a él.
- ¿Qué pasa Manuel, traes una cara?
- Pasa todo, mira...
Saco del bolsillo de su saco un pequeño lazo color de rosa, estaba atado a un pergamino de papel. Me apresure a abrir la nota; me quede atónito, allí con letras gruesas y burdas estaban escritas unas palabras ofensivas y amenazadoras: "Pronto saldrás de aquí maricón de mierda".
- Pero...qué es esto...
- La verdad amigo mío cuando te dije que alguien sospechaba era más que eso... debe haber algunos homofóbicos en la oficina, no es la primera vez que me hostigan.
- Te refieres a estos insultos y amenazas.
- Eso es lo que me asusta, es la primera vez que recibo algo como esto; antes solo se habían limitado a estropearme los trabajos, no dirigirme la palabra y negarse a trabajar en equipo conmigo, o mirarme con ojos cargados de desprecio y burla, pero nunca algo tan directo y amenazador.
- Pero, no entiendo nada, no me dices que eres ya varias veces el empleado del mes.
- Eso es porque mis superiores valoran mi trabajo, pero no sospechan nada. Gracias a Dios son solo unos pocos, muy pocos los que me molestan; yo les agrado a la mayoría de compañeros. No sé qué ocurriría si los jefes supieran la verdad. Yo me cuido mucho Fran, no hago nada que pueda delatarme... pero no entiendo como estos hijos de puta lo han descubierto.
- ¿Y ahora qué piensas hacer?
- Ser más cauteloso.
- Me imagino que no saldrás más por las noches.
- No, eso no. No podría.
- Entonces yo iré contigo.
- No Fran, yo sé cuan difícil es esto para ti... esta parte de mi vida es solo mía.
- Estas arriesgando demasiado.
- Tal vez, pero es algo con lo que debes aprender a vivir Fran, Raquel también soy yo. Todo esto recién está empezando, aún es tiempo de marcharte y hacer que las cosas sean menos dolorosas para ambos.
Me abrazo con fuerza y me dio un beso breve después entro a su habitación, cuando salio era de nuevo aquella mujer desconocida, vestida con una falda algo corta y tacones altos, sus ojos bellos relucían bajo las capas de rimmel; pero sus labios ya no eran los mismos con todo ese color... eran tan diferentes. La peluca de cabellos castaños, muy parecido a su color natural le caían lacios hasta los hombros, y dos pechos grandes y turgentes completaban su nueva identidad.
Al salir el se acerco para darme un beso, pero instintivamente retrocedí, el me miró con tristeza, se acomodo la cartera y me sonrió.
- Fran... es mejor que no te encuentre cuando regrese... esto, esto no va a funcionar.
Y salió dando un portazo, yo me quede en medio de la habitación maldiciéndome a mí mismo por lo que había hecho; pero era algo que ni siquiera había pensado.
Me pregunte si no tendría razón, si yo era incapaz de vivir con Raquel, cómo continuar, cómo. Sin embargo aquella noche me quede dormitando en el sillón, no podía ni quería moverme hasta verlo llegar. Pasarón las tres de la madrugada y seguía sin aparecer, me debo haber dormido esperando.


Eran como las ocho de la mañana cuando finalmente escuche un taxi pararse frente a la casa, me levante de un salto... era Manuel, el taxista lo venía ayudando a caminar, salí corriendo a la calle; tenía el rostro golpeado y se agarraba uno de los costados, cada paso que daba parecía un suplicio. Le agradecí al hombre y le dije cuánto le debía - Oh, no señor Raquel es una amiga, la ví tirada en la calle, cerca a la "Sunset" la recogi y la traje para aca- Mire al hombre con gratitud y tome a Manuel entre los brazos lo levante y lo lleve a la casa. Lo acomode suavemente en el sillón, corrí al baño a traer algunos medicamentos. Se dejaba curar en silencio, solo las lágrimas hablaban por él.
- Mejor sería que fueramos al hospital, puedes tener algún hueso roto.
- Lo unico roto que tengo es el alma y eso no tiene cura.
- ¿Pero qué paso?
- Ahora no Fran, ahora no, estoy muy cansado y adolorido. Pásame el telefóno debo avisar que no voy al trabajo, cómo me presento con esta cara por Dios.
Le dí un analgésico y lo deje dormir hasta casi el mediodía. Lo desperte para que comiera algo.
- Ayudame a cambiarme por favor.
En su habitación lo ayude a despojarse de todas esas prendas femeninas poco a poco, con suavidad para lastimarlo lo menos posible. Unas medias corridas, un brasiere con relleno, una falda rasgada, una blusa toda ajada y manchada de sangre, y al final un truza de encajes, y aquella peluca castaña. Ahora estaba frente a mí amado; pero no había deseo en mis ojos solo un gran dolor, tenía el cuerpo lleno de moretones, su hermosa boca hinchada, y uno de sus ojos a medio cerrar.
- Quiero bañarme, también me ayudas ¿sí?
Lo ayude a jabonarse, en esos momentos lo sentía como el hijo que jamás tendría, como la madre que cuida a su niño enfermo.
Cuando terminamos lo acoste sobre la cama y lo cubri con algo ligero.
- ¿Quieres comer algo?
- ¿Tú has cocinado?
- Bueno, lo he intentado.
- Eso vale la pena probarse.
Le traje una sopa de arroz y pollo, que tan buena estaba no podía saberlo, pero se la termino toda. No se si lo hizo porque tenía mucha hambre, por no molestarme o de veras estaba buena.
- Ahora ya me quieres contar qué paso.
- Las malditas redadas otra vez. Todas corriamos juntas, pero en un momento yo tropece y me separe del grupo. Luego me dí cuenta que estaba sola, no había ningún poli cerca, estaba por entrar al auto cuando sentí que alguién tiraba de mí, cuando me voltee ví a tres hombres, llevaban una especie de medias oscuras en la cara; entonces empezarón a golpearme y a insultarme... Fran, yo reconoci al menos una de esas voces. Era alguién de la oficina, además la contextura, todo encajaba... no van a parar hasta sacarme de allí, no van a parar.
- Te dije que no fueras, ya no hagas más eso Manuel por Dios te lo ruego.
No me dijo nada, solo cerró los ojos.
- Por qué Fran, por qué nos odian tanto... qué daño les hacemos, en qué los ofendemos.
- Son unos pobres desgraciados, tienen las mentes tan podridas como sus corazones.
- He pedido unos días en el trabajo, me los han dado sin problema. Les he dicho que tuve un accidente con el auto.
Fueron unos días deliciosos tenía a Manuel solo para mí; me olvide de mi familia, de mis amigos, solo ansiaba su compañia. Se curo rápidamente, me enseño entonces su colección de dibujos, todos eran acuarelas y carboncillos, en verdad eran muy buenos. Hizo un pequeño bosquejo mío una tarde, las facciones estaban perfectas, era yo mismo plasmado en una hoja de cartón, pero era solo un lado mío, una mitad, había captado la mitad triste.
- Yo no soy siempre así
- Sí, lo sé, yo mismo no sé porque te he dibujado así.
Al día siguiente se fue al trabajo, yo aproveche para ir a casa y ver cómo estaban mis padres. Todo seguía como siempre, estaban un poco resentidos conmigo, apenas había llegado y casi el mismo día los había vuelto a dejar. Les conte lo de Manuel y que lo había estado cuidando. Eso los dejo más tranquilos, pero al atardecer regrese a casa de Manuel, necesitaba saber cómo le había ido en el trabajo.
Regreso un poco más tarde, como a las ocho, se le veía cansado y por primera vez ví en sus ojos una sombra de amargura y desaliento que me hizo estremecer.
- Las cosas se pintan mal amigo, parecen que se han encargado de difundir el rumor por todos lados, ahora algunos me miran raro, las cosas ya no son como antes. Aún me quedan los compañeros fieles, pero ahora son los menos.
Aquella noche Manuel no salio, solo me pidio que lo abrazara y me quedara a dormir con él.
Yo aprovechaba las mañanas para estar en casa y al atardecer regresaba al departamento de Manuel, me gustaba que me encontrara en la casa cuando llegaba. Pero cada día lo veía peor, más triste y sombrío, apenas si comía.
Hasta que una tarde volvió y se echo en mis brazos llorando, los dos resbalamos hasta caer de rodillas sobre la alfombra, su pena era tan grande que apenas podía tenerse en pie.
- Se acabo Fran, todo se acabo.
- ¿De qué hablas?
- ¡Me echaron del trabajo!, los malditos lo lograron, y yo como un imbécil caí en su juego.
- ¿Qué paso?
- Uno de ellos me tendió una trampa, todo lo habían planeado muy bien. Fue en el ascensor, uno de ellos subío conmigo, yo quise impedirlo pero atajo la puerta y no pude, oprimio el botón para bloquearlo. - Y estas mejor de tú "accidente"- ya lo ves, estoy mejor que nunca le conteste, luego se acerco a mí y me agarró de las solapas - sabes la gente como tú me repugna- entonces no me pongas las manos encima, no quiero "contaminarte" le dije - maldito maricón, ya veo que a ustedes les gusta la violencia- no soy yo quien inició todo esto, jamas los moleste, le conteste mientras forcejeaba por soltarme - te gustaría que te lo hiciera aquí mismo ¿verdad?, seguro que sí - eres un hijo de puta, ya dejáme salir de aqui, le gritaba - no, no te me vas a ir tan fácil... verdad que te gustaría - y se acerco a mí como si fuera a besarme, yo le dí un rodillazo y lo voltee contra la pared del ascensor y le susurre... ¿ y a tí te gustaría?, a que sí, maldito reprimido. En ese momento la puerta del ascensor se abrió. Dios Fran estaban algunos compañeros y lo que es peor dos de los jefes viendo toda aquella escena.
Entonces el muy desgraciado me empujo y empezó a insultarme a decir que yo lo acosaba constantemente y que ahora había pretendido forzarlo.
- Fran, todo estaba en mi contra, yo lo tenia contra la pared... quién iba a creerme. El jefe me llamó a la oficina y me pidió que abandonará mi puesto en ese mismo instante, estaba siendo despedido por "conducta inapropiada". Fran, no solo he perdido mi dignidad, sino todos los beneficios laborales, he sido despedido por falta grave. Con este antecedente, en dónde voy a encontrar trabajo, me han perdido amigo, me han perdido.
- Mañana es otro día Manuel, ya pensaremos en algo.
- A la mierda todo, no hay nada que pensar. Ve a tu casa Fran, quiero estar solo, vete por favor.
- No voy a dejarte asi como estas. Estas loco si crees que que me voy a marchar.
- Quedate entonces, yo me largo a la "Sunset", solo allí puedo ser yo.
- No Manuel, no.
Me dió un empujón y se metio a su cuarto, cuando salio me quede sorprendido, siempre había conservado un cierto pudor en sus vestidos; pero ahora iba vestido como una puta. Me puse delante de él para impedirle el paso, pero me dió un puñetazo que me dejo derribado.
No volvio en tres días, lo busque en la "Sunset", y en otras discotecas, pero nada no conseguía dar con él. Cuando finalmente regreso estaba ojeroso y maltrecho, parecía un triste remedo de la propia Raquel. Era evidente que se había pasado los días bebiendo y haciendo barbaridades, porque cuando llego tiro sobre la mesa del comedor un fajo de billetes.
- Mira cuanto dinero, Raquel hace las cosas mejor que yo... desde ahora ella va a mantener a Manuel.
- ¿Qué has estado haciendo Manuel?
Me miro con una sonrisa burlona, mientras se quitaba la peluca y la arrojaba sobre el sillón.
- Tú qué crees... ¡ vaya que Raquel es muy requerida!
- Manuel ya basta, no tienes que hacer esto, vamonos a otra ciudad, donde nadie te conozca y empezaras de nuevo, eres inteligente y capaz, pronto hallaras un buen empleo.
- Ya no estoy seguro de que Manuel exista. Fran lo amabas a él, ahora solo queda ella, creo que su otra mitad se perdio para siempre. Vete amigo mío, no quiero lastimarte, ya no hay nada... nada.
- ¡Por Dios Manuel!
- Dame las llaves por favor
Le dí las llaves, mientras sus ojos de esmeralda me miraban como si vieran a través de mí, me miraba sin verme.
Pasaron algunos meses, lo busque en vano, parecía que todos los días cambiaba de lugar. Muchos me decían haberlo visto, pero todas las pistas me llevaban a ningun lado. Hasta que una noche nos encontramos frente a frente en una exclusiva discoteca. Vestía bien, pero sus ojos se habían apagado para siempre como su sonrisa, estaba delgado y ojeroso.
- Fran... que bueno verte, vamos te invito unos tragos...ya te digo, a Raquel le va muy bien.
Acepte ir con él, bebía mucho y sonreía constantemente, todos parecían conocerle en aquel lugar. De pronto levanto los ojos y por un instante apareció aquel antiguo resplandor; se apresuro a bajarlos pero a pesar del maquillaje lo ví ruborizarse.
- Que casualidad que llegarás justo hoy... justo este día... será el destino que empuja los pasos.
- ¿De qué hablas?
- Encontrarme con lo único que he amado en mi vida, creo que Dios no me odia tanto despues de todo, he podido verte antes de... y su mano acaricio mi rostro con dulzura.
- ¿Antes de qué?
- Antes de nada, estoy medio borracha, no me hagas caso.


Aquí hace mucho calor voy a la terraza, no te imaginas la vista que hay desde allí, es tan hermoso. Está frente al mar... los atardeceres me gustan tanto, tanto. Tengo muchas pinturas de este lugar en casa, te las regalo todas. Salio casi corriendo y subio por unas escaleras, yo le seguía como podía, en medio de aquel tumulto de gente y esa semioscuridad, cuando alcanzamos la terraza me llevaba unos metros de distancia, se había subido sobre la cornisa.
- ¡Manuel no, no!
Volvió el rostro me sonrió, abrió los brazos y salto... no pude llegar a tiempo.
Y se fue sin simular,
y se fue sin señalar,
y se fue sin acusar,
y se fue sin molestar,
y se fue sin un grito ni un lamento, creo que iba contento.
Abajo su cuerpo como una muñeca rota, y el rojo inundándolo todo. Las lágrimas sin dolor me las arrancaba el viento. La gente empezaba a formar un circulo a su alrededor, el morbo de la muerte. Para ellos era solo una baja más.

Oh Manuel Raquel, creo que al fin podrás descansar. No me dijiste adios, solo sonreiste. Y si vas al paraíso guardame un trozo de cielo que yo te llevo la tierra enrrollada en mi pañuelo.

28 enero, 2008

Manuel Raquel (2da. parte)

El año se convirtió en cuatro; yo seguía manteniendo comunicación con Manuel, al principio nos comunicabamos por el MSN casi a diario, esto duro como un año, después poco a poco nos fuimos distanciando, no sé bien quién se alejo de quién. Yo me conectaba a las horas acostumbradas, si el estaba en conexión manteníamos una charla breve, siempre parecía tener prisa, me decía que lo había cogido en mal momento y que había quedado en salir con unos amigos, Al tercer año fue peor, apenas si intercambiamos algunos e-mails una vez al mes, pero nunca me contaba nada personal, solo que seguía en el trabajo, que todo estaba bien. Después solo silencio... e-mails sin contestar, nunca estaba conectado. Preguntaba al resto de los chicos por él, pero todos me decían que se había mudado de la casa de su madre y que casi no lo veían y que sabían tanto como yo de él. Todo aquello me parecía tan extraño, es que acaso se había olvidado ya de nuestra amistad... y de ese amor que decía tenerme.
Había encontrado un excelente trabajo y había reunido un buen dinero y pensé que ya era tiempo de volver, añoraba mi patria, mis amigos, añoraba a Manuel. Una tarde de febrero en que nevaba mucho presente mi renuncia y empece a hacer mis maletas para volver.
Allá nevaba y aquí el sol resplandecía calentándome el alma, Mis padres y mis amigos estaban allí, todos... menos Manuel.
La casa estaba mucho mejor organizada ahora, con el dinero que había podido mandarles a mis padres habían hecho algunos arreglos. El jardín estaba verde y bien cuidado, los claveles disputaban en belleza con las rosas y las hortensias; toda eso no podía venir sino de la mano de mi madre.
Cuando subimos me quede atónito, mi viejo cuarto se había convertido en un estupendo dormitorio con sala de estar, televisor, equipo de sonido y computador...
- Sabíamos que alguna vez volverías... y aquí esta todo esperándote.
- Pero, pero el dinero era para ustedes para que los gastaran en lo que les diera la gana.
- Pues, esto es lo que nos dio la gana y lo hemos hechos con mucho gusto hijo.
Los abrace con fuerza, y le agradecí a la vida por haberme permitido por alguna vez tomar una buena desición.
- Vamos Amelia, vamos a traer unos refrescos para los chicos, deben tener tanto que contarse.
Martín se había casado hacía un año con Leornor, Pedro seguía con Lidia, Antonio hacía mucho que había roto con Daniela, ahora salía con Laura. Escuche con paciencia todas sus historias amorosas y les relate a grandes rasgos las mías. Nada serio, amores de unos meses después nada. Pero la pregunta que me quemaba los labios desde que llegue al Aeropuerto y no vi a Manuel, era saber de él.
- ¿Y Manuel... qué es de Manuel?
Todos callaron, se miraron unos a otros sin saber que contestar. Aquel silencio hizo que un frió me inundará el pecho como quién esta a punto de recibir una mala noticia.
- Hace unos tres años que Manuel se marcho de aquí... él, bueno tú ya sabes... su madre terminó encontrándolo con otro chico. Desde ese día ya nada fue igual entre ellos, y nuestro amigo pensó que era el momento de dejar todo atrás. Se fue en silencio, no se despidió de nadie ni de su propia madre, simplemente desapareció... hace solo unos días supimos algo de el, sigue trabajando en el banco, pero... no sé cómo decirte esto... hay quienes dicen que lo han visto frecuentar las discotecas de ambiente... vestido de mujer.
Cerré los ojos y sentí que todo me daba vueltas, tuve que sentarme en la cama para no caer al suelo.
- Caramba Fran, no pensé que te ibas a poner así.
- Estoy bien, un poco impactado, pero estoy bien... y saben a qué discotecas va, me gustaría tanto verlo como sea que este ahora.
- Amigo de eso no sabemos nada.
- Yo lo encontraré.


Me tomo un mes encontrarlo, yendo a cuanta discoteca me daban noticia, desde las más exclusivas hasta las de mediana categoría. Lo encontré en una de estas últimas, estaba bebiendo en la barra con otros travestis, todos reían a carcajadas y Manuel parecía quien llevaba el coro en todo aquel barullo.
Me quede mirándole largo rato, había cambiado tanto, ya no era más el chiquillo hermoso que deje hace cuatro años, ahora era una dama atractiva de cabellos largos y castaños; llevaba mucho maquillaje encima tanto que de no ser por sus ojos de esmeralda nunca lo hubiera reconocido. Debió darse cuenta de que no le quitaba los ojos de encima porque se levanto de la barra y se acerco hasta mí con un par de cervezas en la mano.
- Qué tanto miras, quieres beberte una cerveza conmigo o qué...
De pronto las botellas cayeron de sus manos, la sonrisa se le borro del rostro y sus ojos se abrieron inmensos y tristes. Me tomo del brazo y me saco de allí, dos lágrimas negras rodaban por sus mejillas.
- ¿Tú?...tú, pero que coño haces aquí. Por qué has venido.
- Llegue hace un mes y me he pasado todo este tiempo buscándote, eramos buenos amigos, los mejores ¿lo recuerdas?. Yo quería tanto verte, saber que había sido de ti, hacía tanto que cortaste toda comunicación.
- Yo... yo no quería que me vieras así, al menos no de esta manera.
Uno de los muchachos salio afuera iba tambaleándose un poco, con un ajustado vestido negro que acentuaba su delgada figura.
- ¿Quién es ese Raquel? algún pesado, avisanos y llamo al resto de las chicas y le damos una buena paliza.
- No Fanny, es un amigo de la infancia al que no esperaba volver a ver nunca más. Pero es como dice la canción "La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida". Vámonos de aquí, vamos a mi departamento allí podemos conversar.
Yo lo seguí sin oponer resistencia, yo lo seguiría a dónde el me llevara... así fuera al infierno.
El departamento resultó ser un sitio agradable, en una bonita zona de Miraflores; con muchos parques, y álamos enormes que el viento sacudía. Un aroma de azahar inundaba todo el aire, aspire aquel perfume y me sentí relajado, tranquilo, en paz.

El lugar era agradable, una sala pequeña pero bien arreglada, el comedor no era de grandes dimensiones, pero en cada adorno, pocos por cierto, se notaba buen gusto.
La cocina estaba bien equipada, como para alguien a quien le gusta cocinar... el resto de la casa no lo conocía aún.
- Pero que estupendo sitio has conseguido, todo está tan bien dispuesto, un decorador no lo hubiera hecho mejor
- Y si, cada quien tiene sus talentos, este es el mío... sabes, además pinto, es mi pasión... lo hago siempre que puedo. Esperame aquí, ya vuelvo.
Se tardo unos minutos cuando regreso era de nuevo Manuel, mi viejo amigo, con su cabello castaño corto, sin maquillaje y vestido con unos vaqueros y una camisa que le sentaban muy bien.
- Quieres beber algo, tal vez un poco de vino o una cerveza.
- El vino me vendría bien.
Cuando regreso traía una bandeja con dos copas de vino y algunos bocadillos, nos sentamos como aquella vez, frente a frente en su sillón y nos quedamos mirando largamente, trataba de encontrar aquellos ojos puros y brillantes, pero ya no estaban más; en su lugar había una mirada triste, cansada y algo dura.
- Y cómo te ha ido en Cánada todo este tiempo
- Bien, muy bien. En verdad si no fuera por la nostalgia que sentía por todo esto me hubiera quedado trabajando aún.
- ¿Tanta era la nostalgia que sentías?
- Pues sí, por mi familia, por los amigos...y por ti.
- ¿Me extrañabas...?
Cuando dijo esto bajo los ojos y una lágrima furtiva resbalo por su tersa mejilla. Yo me acerque y con suavidad recogí entre mis dedos aquella gotita de agua salada.
- Y a ti cómo te ha ido... ya veo que has cambiado bastante... no te reconocí con todo esa indumentaria y el maquillaje, solo por los ojos supe que eras tú.
- Ya te habrán contado que peleamos con mamá, ella no se imaginaba nada y una tarde regreso más temprano de lo habitual y me descubrió con Daniel; no estábamos haciendo nada... solo nos besábamos; cogio al pobre Daniel por los hombros y lo saco a empujones de la casa y a mí me cayeron un par de bofetadas... después comenzó un largo discurso entre lágrimas y gritos histéricos... que qué estaba haciendo con mi vida, que por qué le hacía esto, que en qué me había fallado... después de ese día casi no me hablaba más que para lo indispensable. La situación se hizo insoportable, así que una madrugada empaque mis pocas cosas y me fui, así, sin más.
- Y dónde fuiste
- Aquella primera noche dormí en un parque, después con mis ahorros alquile una habitación... y allí me quede unos meses hasta que las cosas comenzarón a mejorar. Gracias a Dios, en el Banco nadie sospecha nada y conservo mi trabajo... en las mañanas soy el correcto y educado Manuel Valencia al atardecer cuando el sol se oculta y las sombras caen soy Raquel Zanelli.
- Me dejas... yo no sabía, bueno sabía que las mujeres no eran lo tuyo, pero que te transformaras en una...
- Pues sí, ya no recuerdas que una vez te dije que estaba en el cuerpo equivocado.
- Y estas seguro que en el banco nadie sospecha
- Quizá, pero nadie me ha probado nada, además soy un excelente empleado... ya van tres meses seguidos que me eligen el empleado del mes, así que no tienen motivos para despedirme. Ahora hagamos un brindis, por nuestro reencuentro, por la felicidad de verte de nuevo.
Nuestras copas tintinearon, yo me bebí la mía de un solo trago, de nuevo me invadía esa sensación de que había demasiada intimidad entre nosotros... y que cualquier cosa podía ocurrir.
- Vaya que tienes sed... te sirvo otra copa
- Sí, por favor, mejor trae la botella.
- Vaya... ¿estamos con ganas de emborracharnos eh?
Regreso con la botella y más bocadillos. A la tercera o cuarta copa, sentía un calor abrasador, la cabeza un poco ida, como si mi mente y mi cuerpo andarán por caminos distintos.
El me quito la copa de la mano y se acerco a mí, de nuevo sentía su aliento cálido sobre mi rostro, empezó a besar mi frente con dulzura, con unos besos suaves y tiernos, después beso mis ojos y luego fue resbalando por mis mejillas hasta llegar a mis labios que lo esperaban ansiosos... entonces olvide mis prejuicios, mi opción sexual mis escrúpulos y tome sus labios entre los míos y lo bese apasionado; tome su rostro entre mis manos y lo bese por todo el rostro y de nuevo regrese a su boca. La ropa empezaba a estorbarnos, como dos fieras nos deshicimos de ella, rompiendo botones, arrancando jirones de ropa... todo lo que deseamos era vestirnos uno en la piel del otro, nos acomodamos sobre la alfombra; derrochamos toda nuestra reserva de pasión como si el mañana no existiera, no quedo un solo espacio de su cuerpo ni el mío sin explorar. La ternura y los besos se nos escapaban como manantiales inagotables... nuestra respiración agitada nuestros cuerpos enlazados... ni él ni yo deseamos que la mañana llegará, jamás antes había sentido esa locura en los sentidos, el corazón latiendo fuerte como si se fuera a desgarrarme la piel... "eras tú Manuel, eras tú lo que siempre había buscado".
La mañana nos encontró enlazados, cansados y satisfechos... tu me mirabas sonriendo, yo te cogí por la nuca y de nuevo te devore a besos.
- Esto no me lo esperaba Fran... no me lo esperaba, pero bendito sea Dios por esta noche.
- Yo tampoco, solo me deje llevar, por primera vez fui yo mismo.
- ¿Y lo haz hecho con otros hombres?
- Jamás, solo con mujeres... solo tú me haces perder la razón.
Sonreíste y te ruborizaste a la vez. Te reclinaste de nuevo sobre la alfombra y me atrajiste hacía tí; me diste un beso tierno y luego te sentaste y me invitaste a hacerlo también.
- Fran, yo te amo desde el día en que te lo confesé y casi saliste corriendo... pero yo soy como soy, no voy a cambiar mi forma de vida, no es fácil. Todo el tiempo me insultan; es irónico, los mismos que frecuentan las discotecas, no son mas que unos pobres reprimidos.... los amigos me dicen que cada día estoy peor.
Pero ya no quiero que me digan lo que debo hacer, lo que es correcto o no. No entiendo por qué tengo que estar dándole a todo el mundo explicaciones de lo que hago o dejo de hacer. A mi no me importan el qué dirán.... porque la verdad a nadie le interesan tus tristezas. Solo me cuido en el trabajo, no deseo perderlo de lo contrario no sabría de qué vivir. pero las noches son mías ese soy yo... es lo quiero ser... yo soy Raquel.
No sé qué en ira a parar la locura esta que hemos cometido, pero... si tu crees que puedes vivir con dos personas que sin embargo son la misma pues adelante, sino, mejor es tener el recuerdo hermoso de esta noche y seguir nuestros caminos.
- Decirte algo ahora me es imposible, no sé... yo te amo, creo que siempre te he amado, pero dejarte ir por las noches a hacer sabe Dios qué... es demasiado.
- Fran yo no hago nada malo; no me prostituyo ni me drogo si es lo que te preocupa, solo nos juntamos con la chicas, hacemos un poco de chongo, coqueteamos con los clientes, bebemos alguna copa con ellos y nada más... lo que hagan las demás no es mi asunto. Sabes, en ocasiones metemos mucho jaleo y algún vecino llama a la policía y entonces a correr, porque una noche en la cárcel es espantosa. A veces los polis quieren que les hagas algún "favorcito" para dejarte ir... pero eso me asquea, prefiero quedarme y pasar la noche en la celda. Los putos vecinos han logrado que cada cierto tiempo se hagan redadas, ya no nos divertimos como antes.
¿La cárcel Manuel?
- Sí, a eso es lo que más miedo le tengo, a veces los policías te confunden con las putillas que andan por ahí y en ocasiones intentan forzarte...La voz de Manuel se quebró y empezó a llorar sin parar, los sollozos lo ahogaban, parecía que su pena era inmensa.
- ¿ Manuel alguien te hizo daño?
- No me preguntes nada.
Lo tome por los hombros y lo obligue a mirarme a los ojos, en ellos había vergüenza y miedo.
- ¡Si, si, si! Un par de veces, te obligan a hacer cosas sucias... yo quisiera morirme en esos momentos. Por eso ahora ya no hacemos escándalo, nadie quiere pasar una noche en el infierno.
- ¿Quienes, quienes, dime quienes han sido?
- Deja de ser iluso, qué vas a hacer, darle de golpes a un policía porque abusaron de un marica. No puedes hacer nada Fran, nada.
- Ya no frecuentes más esos sitios.
- No has entendido nada... yo no soy esto que ves... soy la mujer con la entraste a está habitación.
Me quede en silencio mirando las copas vacías de vino, la alfombra desordenada, las huellas de nuestro amor sobre ella.. yo quería a Manuel no a Raquel... cómo dividirlas si son una sola; como amar a uno y no querer nada con la otra.
Mi cabeza era un remolino, no sabía qué decir, no tenía qué decir. Manuel pareció entender mi confusión, se levanto y me miró unos instantes.
- Voy a darme una ducha, debo ir al trabajo, puedes quedarte si quieres un rato... a pensar... o salir huyendo como antes.
- No voy a huir, solo déjame pensar... debo detener este torbellino que tengo en la cabeza. Me quedare un rato, no tengo deseos de ir a casa ni de ver a nadie.
- Esta bien, quedate todo lo que quieras.
Que guapo estaba con su terno oscuro y su corbata de un ligero azul, su cabello bien peinado y su rostro varonil, nadie que le viera por la calle podría sospechar nada.
- Dame un beso
Se inclinó sobre mí y me dio un beso largo y profundo.
- Quizá nos veamos a la noche.
- Si, quizá...quizá

23 enero, 2008

Adios Heath

Estoy en el trabajo y en un momento de descanso pase por el blog del Ángel, Dios mío, busque la noticia en otros blogs y lo encontré donde Dalia, Pon, Un lazo a Heath Legder. No yo no quería pensar que era verdad... y aún no lo puedo creer.
Ahora no tengo fuerzas ni ganas para nada, agradezco que mi compañera me haya dejado un rato a solas.... ahora puedo desahogarme un poco de esta pena.
Mi Ennis, siempre te recordare con tú sobrero echado sobre los ojos, tus palabras medio musitadas, tu mirada esquiba y tu sonrisa de medio lado.
Perdón... estoy demasiado triste.

20 enero, 2008

Manuel Raquel

Inspirada en "Raquel Manuel" de Tam Tam go

Era un invierno, hace ya unos diez o doce años, aquel día en el barrio se armó un barullo, como siempre que llegan vecinos nuevos. Se aparco junto a la pequeña casa que había estado tanto tiempo en venta una camioneta pequeña, detrás iba un auto conducido por una señora, a pesar de los años se notaba que debía haber sido toda una belleza en sus tiempos, tenía en su mirada un algo de dulce y apacible; como quien no lleva remordimientos ni rencores en el alma, a su lado iba un chiquillo de unos diez años muy bien puesto y peinado, tenía los mismos ojos de su madre, en realidad se parecía mucho a ella, era un muchacho muy apuesto.
Al ver que se trataba de una mujer sola, algunos vecinos se ofrecieron a ayudarle en la mudanza, la mujer les agradeció con una enorme sonrisa, mientras los adultos se afanaban en bajar y acomodar caja y muebles; los chiquillos del barrio rodeamos a nuestro nuevo vecino, pero el pobre nos miraba con ojos asustados y como si quisiera que la tierra lo tragará.
- Vamos, chico, cuál es tu nombre. Te aseguro que aquí no nos comemos a nadie...así que deja esa cara de susto.
El muchacho nos miro con sus enormes ojos claros y con un carraspeo respondió.
- Me llamó Manuel, Manuel Valencia.
- ¿Y de dónde vienes?
- De Trujillo, era muy lindo allá, pero el trabajo de mamá no rendía y decidió venirse a la capital.
- ¿Y tú papá?
El muchacho enrojeció terriblemente, bajo los ojos y entre sus espesas pestañas una lágrima se quedo enredada.
- El... bueno, el tuvo que viajar a la tierra de mis abuelos a trabajar, hace mucho que no lo veo.
- Ya, ya no te pongas triste, ya vas a ver lo bien que lo vas a pasar aquí. ¿Te gusta el fútbol; aquí jugamos todos los días después de la escuela, en un descampado que esta a unas cuadras.
El se quedo en silencio, con la mirada baja. Entonces pudimos observarlo a nuestro gusto. Iba tan bien vestido que parecía sacado de una revista de ropa para niños, toda su ropa estaba impecable, su cabello castaño claro bien peinado, sus uñas limpias; además tenía una cara demasiado bonita para ser un hombre. Nos limitamos a mirarnos unos a otros con cierta malicia.
- Bueno Manuel, nos vamos a jugar un partido... no quieres cambiarte y venir a jugar con nosotros.
- No, gracias. Debo ayudar a mamá.
- Hay un montón de gente con ella, ni se va a dar cuenta que no estás.
- En verdad, hoy no, estoy un poco cansado por el viaje, pero se los agradezco, han sido muy gentiles conmigo.
Todos nos miramos, nadie en el barrio hablaba de esa forma tan correcta, nos encogimos de hombros y cogiendo nuestra pelota nos fuimos a jugar. Yo me retrase un poco, me daba un poco de lástima dejarlo allí solo, apoyado sobre su auto sin atinar qué hacer... el maletero estaba abarrotado de cosas.
- ¿Quieres que te ayude un poco?
- No, no es necesario, anda ve a jugar con tus amigos, hace un día muy bonito para que lo pierdas bajando bultos.
- Pero yo quiero hacerlo, anda, déjame ayudarte.
Al fin sonrió, desde que llego no lo había visto sonreír, tenía una sonrisa bonita; dientes blancos y parejos enmarcados en unos labios finos y sonrosados.
- A propósito me llamo Francisco, pero todos me dicen Fran; así me puedes llamar tú también.
- Esta bien Fran, sabes todo esto es mío... no sé que sacar primero.
- Vamos a llevar todo adentro, ya tu madre debe haber decidido cuál es tú habitación...¿qué te parece si lo llevamos todo para allá?
Desde aquel día no convertimos en inseparables, eramos lo mejores amigos. Y desde aquel día supe que un lazo indestructible nos uniria para siempre. Algo que no sabía definir pero que me acompañaría siempre.
Con el tiempo los chicos se fueron dando cuenta que Manuel era diferente a nosotros, había mucho de femenino en él. Jamás quiso jugar con el grupo, parecía no encontrarle ningún sentido a correr tras una pelota, en medio del barro, porque el jardinero del lugar solía regar a conciencia el lugar para que no fuéramos a molestar, pero eso era por completo inútil; igual nos íbamos a revolcar y terminabamos hechos más de lodo que de piel. Cuando volvíamos, divisabamos a Manuel desde su ventana concentrado en sus estudios, nos miraba y nos hacía un gesto de saludo con la mano.
Poco a poco se fue quedando solo, ya muchos chicos empezaban a hacer bromas sobre él; solo quedamos Antonio, Pedro, Martín y yo fieles a su amistad y a su extraña manera de ser. Pero era yo el más cercano a él, su madre siempre me permitía subir a su habitación, previó baño, todo era inmaculado en aquella casa, podía pasar mi dedo por cualquier repisa y no encontrar ni una sola mota de polvo.
Entonces me sentaba sobre su cama y nos poníamos a conversar de cualquier cosa. El siempre sonreía, pero era una sonrisa triste y amarga, yo sabía bien que en la escuela también lo habían empezado a molestar. Es que era esa manera suya tan extremadamente educada (jamas había oído salir un juramento de sus labios), limpia, delicada... yo nunca antes había visto a un muchacho actuar así.
Recuerdo un día especialmente terrible en que tuvimos que apelar a todas nuestras fuerzas para ayudar a nuestro dulce Manuel. Fue una tarde de junio el viento soplaba llevándose las amarillentas hojas que caían de los árboles, el cielo era plomizo y triste... tan triste como siempre suele ser en los meses de otoño e invierno, ni una pincelada azul... gris, todo gris. Siempre suele ser igual hasta que llega la primavera, y sobretodo el verano y entonces es como si la vida empezara de nuevo.
Aquel día íbamos los cuatro a buscar a Manuel para irnos al cine, cuando de pronto escuchamos unos chillidos, alguien suplicaba que lo dejaran en paz; reconocimos la voz de nuestro amigos, corrimos adentrandonos entre los arbustos. Un grupo de muchachos rodeaban a Manuel que estaba tirado sobre el suelo; entre todos intentaban ponerle un traje rosa, lleno de bobos y lazos. Nos arrojamos sobre ellos, reconocimos a varios chicos de la escuela; emprendimos a patadas y puñetazos contra todos, hasta que desistieron y decidieron marcharse.
- Pero por qué se enojan tanto, sí ese trajecito es lo que mejor le viene a su amiguita... a la "Manuelilla".
Todos rompieron a reír y se fueron murmurando cosas desagradables sobre nuestro amigo. Ayudamos a levantarse a Manuel del piso, el pobre estaba con la ropa hecha trizas y todo magullado. No paraba de llorar, mientras intentaba deshacerse del estúpido traje.
- Pero hombre, deja de llorar, por qué no te defendías, al menos unos cuantos puñetazos hubieras podido repartir.
- Yo no peleo nunca, yo no sé pelear... yo no sirvo para nada..
Lo llevamos a casa, allí le hicimos bañarse, me extrañaba que estuviera tanto rato sin salir del baño.
- Pero qué pasa Manuel es que te has ahogado en la tina o qué
-Es que está toalla es muy pequeña... y.... me da vergüenza
- ¿Vergüenza?, pero si estamos entre hombres, ya dejate de tonterías y sal de una buena vez.
Cuando salio finalmente llevaba una diminuta toalla atada a la cintura... su piel clara resplandecía, tenía las formas delicadas, parecía una muchacha más que un chico con toda aquella belleza. Todos nos quedamos unos instantes sin saber qué decir, sin poder apartar los ojos de aquella piel suave y hermosa, de aquel cabello húmedo que se pegaba a su rostro, de aquellos ojos de esmeralda... recién empezábamos a descubrir la intensidad de la sensualidad, de nuestros deseos y aquello visión nos perturbo a todos. Tratamos de disimular, le arrojamos una toalla grande y la ropa que debía ponerse. Pero seguíamos sin apartar los ojos de aquel cuerpo desnudo, era un sentimiento nuevo; las curvas de sus caderas, los pectorales que empezaban a dibujarse en su pecho y su vientre plano.. el no nos miraba pero parecía como si disfrutara de nuestra admiración. Finalmente se vistió, le ayudamos a curar los raspones. Jamás le contamos a nadie, ni siquiera entre nosotros comentamos nunca lo que habíamos sentido aquel día, pero yo veía las mismas ansias pintadas en los rostros de mis compañero, así que no me avergonzó sentirla... ese día supe que ya no eramos más niños.


La adolescencia empezaba a apoderarse de nuestros cuerpos, ya no eramos más chiquillos corriendo y saltando sin preocuparnos de nada, ahora las muchachas eran nuestra prioridad; y muchos presumían de haber perdido ya su virginidad, en realidad no sabíamos si creerles o no... todo era un carnaval de alardes. Yo aún conservaba la mía y no me importaba asegurar lo contrario. Pedro andaba con una rubita, Lidia, muy simpática que se reía de todo, a mi me parecía algo tonta, pero me cuidaba bien de guardar mis opiniones; Antonio era el más afortunado de los cuatro, salía con una chiquilla, Daniela, de cabellos oscuros, ojos azules y un cuerpo que quitaba el aire de solo mirarla. Martín andaba tras una muchachita algo feucha pero muy inteligente, parecía saber de todo, pero nunca alardeaba de sus conocimientos y siempre estaba dispuesta a ayudar a quien se lo pidiera, de las tres Leonor, era mi favorita. Yo me la pasaba con Manuel yendo al cine o invitando a algunas chicas a salir o a bailar a las discos; pero yo me daba cuenta que Manuel accedía a esto último más por complacerme que porque realmente le gustará. Su ocasional acompañante terminaba aburriéndose terriblemente; apenas si le hablaba y bailaba algunas piezas a duras penas, se refugiaba en su botella de cerveza. A menudo le veía mirarme desde su rincón con una intensidad que me desconcertaba.
Un día me invito a ver una película a su casa, su madre había salido a dar unas clases, así que estábamos completamente solos en casa. Mirábamos una película de acción, con un tipo que hacía mil acrobacias sin despeinarse ni sudar. De pronto Manuel apago el televisor y se acomodo frente a mí en el sillón.
- Fran... yo tengo que decirte algo, ya no puedo con esto, me está matando. Aunque creo que tú ya te has dado cuenta que yo soy algo diferente al resto.
- Y... un poquito, no sé... pero tú sabes que eso no me importa, a mí me gusta mucho tu compañía.
Manuel se acerco un poco más a mí y yo empecé a sentir un cierto azoramiento, no sabía por qué pero temía continuar en aquella intimidad.
- Fran, a mí no me gustan las chicas... a mi me agradan los muchachos; esto no es de ahora, lo sé desde que tengo uso de razón... ¡Por Dios, te has puesto pálido!
- Manuel, los chicos y yo siempre te creíamos algo "delicado", pero esto... esto, es una sorpresa.
Entonces Manuel puso una de sus blancas y suaves manos sobre la mía y la apretó suavemente. Yo me sentía paralizado no atinaba a moverme. El acarició mi rostro con su otra mano y suavemente atrajo su rostro hacía el mío; podía sentir su respiración y su fresco aliento sobre mi rostro, fue entonces cuando sentí sus labios sobre los míos; con dulzura me besaba hasta que su lengua tibia empezó a acariciarme por dentro de la boca,buscando la mía, sus manos vagaban por mi espalda tratándome de desprenderme de la camiseta, fue entonces que reaccione.
- No, no Manuel...¿qué haces?
- Yo te quiero Fran, te quiero desde aquel día que te quedaste conmigo a bajar los bultos del auto el día que llegue, te quiero porque siempre estás a mi lado y me defiendes y nunca me has cuestionado. Fran... yo, yo te amo. Toda mi vida he vivido este error de la naturaleza, llevar un cuerpo de hombre una mujer en la mente.
- Fran yo te quiero, pero no así... Manuel, Manuel... que difícil es esto, yo nunca quise hacerte pensar lo que no era. Claro que me agradas muchísimo y te amo, pero como se ama a un hermano... yo no puedo quererte de otra manera.
Manuel se levanto y se fue a la cocina en silencio, regreso con dos botellas de cerveza y el rostro inundado de lágrimas.
-Perdona, no quisiera hacerte sentir mal pero no puedo evitar llorar; no sé, tenía alguna esperanza, siempre eras tan dulce conmigo. Vamos brindemos por nuestra amistad... aún tengo eso...¿verdad?
-Siempre la tendrás Manuel, siempre.
Lo abrace con fuerza y nos pusimos a llorar juntos. Nunca más volvió a tocar el tema.
Tuve que alejarme un tiempo del país había obtenido una beca por un año, estudiaba Sociología, y viajaba mucho. Cada vez veía menos a Manuel, pero lo sentía sin rumbo, había conseguido un trabajo administrativo en un banco... pero cada vez le costaba más disimular su verdadera esencia. Aquella doble vida lo estaba arruinando.
El día que me marche estaba alegre y soleado. Mis padres, familiares y amigos fueron a despedirme; allí estaba él con los ojos llenos de lágrimas, me abrazo con fuerza, yo tuve que desprenderme disimuladamente de sus brazos.
- No quisiera que te fueras... Dios sabes que no quiero que te vayas, pero así deben ser las cosas, escribeme siempre que puedas, no me olvides.
- Anda chico que solo es un año, no me voy para siempre.
- Un año son muchos días... demasiados.
- Cuidate Manuel, prometeme que no harás locuras. ¡Prometelo!
En ese momento empezaron llamar a los pasajeros para que aborden el vuelo... y no pude escuchar su promesa.

Continuara...

05 enero, 2008

Lothlórien


Lothlórien, Lothlórien... cuando termine el invierno en mis tierras; cuando la nieve se funda bajo mis pies, cuando las primeras flores broten y los animales despierten de su sueño. He de preparar mi equipaje, será ligero... nada tengo, nada llevo conmigo, salvo mis libros amados. Pan de lembas para el camino, agua cristalina del Andurín y una canción dulce y suave que tararear para acompañarme los pasos.

Lothlórien, Lothlórien... quiero llegar pronto a tus tierras, antes que acabe su estación final, vuestro último invierno, y todos se marchen a los Puertos Grises. Que la Dama Blanca me deje residir en su reino. - Oh, bella Señora permite a un viajero abrumado descansar en tus dominios - Donde ningún mal lo alcanza, donde todo resplandece con una luz que mis pobres palabras no pueden describir. Nada es imperfecto en Lórien, en esta tierra de hierba siempre fresca y fragante. Aquí se duerme en paz arrullado por el canto de los hermosos elfos, con el viento susurrando entre las hojas melodías dulces para acompañar sus canciones que hablan de tiempos remotos; de doncellas amadas por valerosos hombres de años cortos, de alianzas antiguas y poderosos señores y de todo cuanto es bello.

Hoja, rama, agua y piedra; así serán mis vestiduras, del color y la belleza de todo lo que les es amado a la luz del crepúsculo de Lothlórien.
Y algún rumor de un mar lejano me cerrara los ojos, junto con el canto lastimero de unas aves marinas ya olvidadas.

Quiero habitar en un mallorn, hacer mi morada en lo alto de estos árboles de plateada corteza y follaje de oro, y descansar de tanto miedo, dolor, tristeza y amargura... todo quedara atrás. En la corriente del río he de lavar mis pesados bultos, todo quedara limpio. Y resplandecerá blanco y sublime como si naciera de nuevo, sin pasado, sin futuro, sin tiempo, sin prisas.