No me decidía a marcharme, quería saber a que atenerme definitivamente. Me quedaría hasta que regresará y entonces ya veríamos si se marchaba o no a sus fugas nocturnas. Yo ansiaba que se quedara siempre a mí lado; qué sentido tenían esas salidas y luego el tener que pasar noches terribles en la cárcel, yo no entendía aquello, no podía entenderlo.
Regresó como a las seis y media, tenia el rostro triste y preocupado, no era el mismo hombre que había salido radiante en la mañana, tiró el portafolio a un lado y se dejo caer más que sentarse sobre el sillón, me acerque preocupado a él.
Regresó como a las seis y media, tenia el rostro triste y preocupado, no era el mismo hombre que había salido radiante en la mañana, tiró el portafolio a un lado y se dejo caer más que sentarse sobre el sillón, me acerque preocupado a él.
- ¿Qué pasa Manuel, traes una cara?
- Pasa todo, mira...
Saco del bolsillo de su saco un pequeño lazo color de rosa, estaba atado a un pergamino de papel. Me apresure a abrir la nota; me quede atónito, allí con letras gruesas y burdas estaban escritas unas palabras ofensivas y amenazadoras: "Pronto saldrás de aquí maricón de mierda".
- Pero...qué es esto...
- La verdad amigo mío cuando te dije que alguien sospechaba era más que eso... debe haber algunos homofóbicos en la oficina, no es la primera vez que me hostigan.
- Te refieres a estos insultos y amenazas.
- Eso es lo que me asusta, es la primera vez que recibo algo como esto; antes solo se habían limitado a estropearme los trabajos, no dirigirme la palabra y negarse a trabajar en equipo conmigo, o mirarme con ojos cargados de desprecio y burla, pero nunca algo tan directo y amenazador.
- Pero, no entiendo nada, no me dices que eres ya varias veces el empleado del mes.
- Eso es porque mis superiores valoran mi trabajo, pero no sospechan nada. Gracias a Dios son solo unos pocos, muy pocos los que me molestan; yo les agrado a la mayoría de compañeros. No sé qué ocurriría si los jefes supieran la verdad. Yo me cuido mucho Fran, no hago nada que pueda delatarme... pero no entiendo como estos hijos de puta lo han descubierto.
- ¿Y ahora qué piensas hacer?
- Ser más cauteloso.
- Me imagino que no saldrás más por las noches.
- No, eso no. No podría.
- Entonces yo iré contigo.
- No Fran, yo sé cuan difícil es esto para ti... esta parte de mi vida es solo mía.
- Estas arriesgando demasiado.
- Tal vez, pero es algo con lo que debes aprender a vivir Fran, Raquel también soy yo. Todo esto recién está empezando, aún es tiempo de marcharte y hacer que las cosas sean menos dolorosas para ambos.
Me abrazo con fuerza y me dio un beso breve después entro a su habitación, cuando salio era de nuevo aquella mujer desconocida, vestida con una falda algo corta y tacones altos, sus ojos bellos relucían bajo las capas de rimmel; pero sus labios ya no eran los mismos con todo ese color... eran tan diferentes. La peluca de cabellos castaños, muy parecido a su color natural le caían lacios hasta los hombros, y dos pechos grandes y turgentes completaban su nueva identidad.
Al salir el se acerco para darme un beso, pero instintivamente retrocedí, el me miró con tristeza, se acomodo la cartera y me sonrió.
- Fran... es mejor que no te encuentre cuando regrese... esto, esto no va a funcionar.
Y salió dando un portazo, yo me quede en medio de la habitación maldiciéndome a mí mismo por lo que había hecho; pero era algo que ni siquiera había pensado.
Me pregunte si no tendría razón, si yo era incapaz de vivir con Raquel, cómo continuar, cómo. Sin embargo aquella noche me quede dormitando en el sillón, no podía ni quería moverme hasta verlo llegar. Pasarón las tres de la madrugada y seguía sin aparecer, me debo haber dormido esperando.
- Te refieres a estos insultos y amenazas.
- Eso es lo que me asusta, es la primera vez que recibo algo como esto; antes solo se habían limitado a estropearme los trabajos, no dirigirme la palabra y negarse a trabajar en equipo conmigo, o mirarme con ojos cargados de desprecio y burla, pero nunca algo tan directo y amenazador.
- Pero, no entiendo nada, no me dices que eres ya varias veces el empleado del mes.
- Eso es porque mis superiores valoran mi trabajo, pero no sospechan nada. Gracias a Dios son solo unos pocos, muy pocos los que me molestan; yo les agrado a la mayoría de compañeros. No sé qué ocurriría si los jefes supieran la verdad. Yo me cuido mucho Fran, no hago nada que pueda delatarme... pero no entiendo como estos hijos de puta lo han descubierto.
- ¿Y ahora qué piensas hacer?
- Ser más cauteloso.
- Me imagino que no saldrás más por las noches.
- No, eso no. No podría.
- Entonces yo iré contigo.
- No Fran, yo sé cuan difícil es esto para ti... esta parte de mi vida es solo mía.
- Estas arriesgando demasiado.
- Tal vez, pero es algo con lo que debes aprender a vivir Fran, Raquel también soy yo. Todo esto recién está empezando, aún es tiempo de marcharte y hacer que las cosas sean menos dolorosas para ambos.
Me abrazo con fuerza y me dio un beso breve después entro a su habitación, cuando salio era de nuevo aquella mujer desconocida, vestida con una falda algo corta y tacones altos, sus ojos bellos relucían bajo las capas de rimmel; pero sus labios ya no eran los mismos con todo ese color... eran tan diferentes. La peluca de cabellos castaños, muy parecido a su color natural le caían lacios hasta los hombros, y dos pechos grandes y turgentes completaban su nueva identidad.
Al salir el se acerco para darme un beso, pero instintivamente retrocedí, el me miró con tristeza, se acomodo la cartera y me sonrió.
- Fran... es mejor que no te encuentre cuando regrese... esto, esto no va a funcionar.
Y salió dando un portazo, yo me quede en medio de la habitación maldiciéndome a mí mismo por lo que había hecho; pero era algo que ni siquiera había pensado.
Me pregunte si no tendría razón, si yo era incapaz de vivir con Raquel, cómo continuar, cómo. Sin embargo aquella noche me quede dormitando en el sillón, no podía ni quería moverme hasta verlo llegar. Pasarón las tres de la madrugada y seguía sin aparecer, me debo haber dormido esperando.
Eran como las ocho de la mañana cuando finalmente escuche un taxi pararse frente a la casa, me levante de un salto... era Manuel, el taxista lo venía ayudando a caminar, salí corriendo a la calle; tenía el rostro golpeado y se agarraba uno de los costados, cada paso que daba parecía un suplicio. Le agradecí al hombre y le dije cuánto le debía - Oh, no señor Raquel es una amiga, la ví tirada en la calle, cerca a la "Sunset" la recogi y la traje para aca- Mire al hombre con gratitud y tome a Manuel entre los brazos lo levante y lo lleve a la casa. Lo acomode suavemente en el sillón, corrí al baño a traer algunos medicamentos. Se dejaba curar en silencio, solo las lágrimas hablaban por él.
- Mejor sería que fueramos al hospital, puedes tener algún hueso roto.
- Lo unico roto que tengo es el alma y eso no tiene cura.
- ¿Pero qué paso?
- Ahora no Fran, ahora no, estoy muy cansado y adolorido. Pásame el telefóno debo avisar que no voy al trabajo, cómo me presento con esta cara por Dios.
Le dí un analgésico y lo deje dormir hasta casi el mediodía. Lo desperte para que comiera algo.
- Ayudame a cambiarme por favor.
En su habitación lo ayude a despojarse de todas esas prendas femeninas poco a poco, con suavidad para lastimarlo lo menos posible. Unas medias corridas, un brasiere con relleno, una falda rasgada, una blusa toda ajada y manchada de sangre, y al final un truza de encajes, y aquella peluca castaña. Ahora estaba frente a mí amado; pero no había deseo en mis ojos solo un gran dolor, tenía el cuerpo lleno de moretones, su hermosa boca hinchada, y uno de sus ojos a medio cerrar.
- Quiero bañarme, también me ayudas ¿sí?
Lo ayude a jabonarse, en esos momentos lo sentía como el hijo que jamás tendría, como la madre que cuida a su niño enfermo.
Cuando terminamos lo acoste sobre la cama y lo cubri con algo ligero.
- ¿Quieres comer algo?
- ¿Tú has cocinado?
- Bueno, lo he intentado.
- Eso vale la pena probarse.
Le traje una sopa de arroz y pollo, que tan buena estaba no podía saberlo, pero se la termino toda. No se si lo hizo porque tenía mucha hambre, por no molestarme o de veras estaba buena.
- Ahora ya me quieres contar qué paso.
- Las malditas redadas otra vez. Todas corriamos juntas, pero en un momento yo tropece y me separe del grupo. Luego me dí cuenta que estaba sola, no había ningún poli cerca, estaba por entrar al auto cuando sentí que alguién tiraba de mí, cuando me voltee ví a tres hombres, llevaban una especie de medias oscuras en la cara; entonces empezarón a golpearme y a insultarme... Fran, yo reconoci al menos una de esas voces. Era alguién de la oficina, además la contextura, todo encajaba... no van a parar hasta sacarme de allí, no van a parar.
- Te dije que no fueras, ya no hagas más eso Manuel por Dios te lo ruego.
No me dijo nada, solo cerró los ojos.
- Por qué Fran, por qué nos odian tanto... qué daño les hacemos, en qué los ofendemos.
- Son unos pobres desgraciados, tienen las mentes tan podridas como sus corazones.
- He pedido unos días en el trabajo, me los han dado sin problema. Les he dicho que tuve un accidente con el auto.
Fueron unos días deliciosos tenía a Manuel solo para mí; me olvide de mi familia, de mis amigos, solo ansiaba su compañia. Se curo rápidamente, me enseño entonces su colección de dibujos, todos eran acuarelas y carboncillos, en verdad eran muy buenos. Hizo un pequeño bosquejo mío una tarde, las facciones estaban perfectas, era yo mismo plasmado en una hoja de cartón, pero era solo un lado mío, una mitad, había captado la mitad triste.
- Yo no soy siempre así
- Sí, lo sé, yo mismo no sé porque te he dibujado así.
Al día siguiente se fue al trabajo, yo aproveche para ir a casa y ver cómo estaban mis padres. Todo seguía como siempre, estaban un poco resentidos conmigo, apenas había llegado y casi el mismo día los había vuelto a dejar. Les conte lo de Manuel y que lo había estado cuidando. Eso los dejo más tranquilos, pero al atardecer regrese a casa de Manuel, necesitaba saber cómo le había ido en el trabajo.
Regreso un poco más tarde, como a las ocho, se le veía cansado y por primera vez ví en sus ojos una sombra de amargura y desaliento que me hizo estremecer.
- Las cosas se pintan mal amigo, parecen que se han encargado de difundir el rumor por todos lados, ahora algunos me miran raro, las cosas ya no son como antes. Aún me quedan los compañeros fieles, pero ahora son los menos.
Aquella noche Manuel no salio, solo me pidio que lo abrazara y me quedara a dormir con él.
Yo aprovechaba las mañanas para estar en casa y al atardecer regresaba al departamento de Manuel, me gustaba que me encontrara en la casa cuando llegaba. Pero cada día lo veía peor, más triste y sombrío, apenas si comía.
Hasta que una tarde volvió y se echo en mis brazos llorando, los dos resbalamos hasta caer de rodillas sobre la alfombra, su pena era tan grande que apenas podía tenerse en pie.
- Se acabo Fran, todo se acabo.
- ¿De qué hablas?
- ¡Me echaron del trabajo!, los malditos lo lograron, y yo como un imbécil caí en su juego.
- ¿Qué paso?
- Uno de ellos me tendió una trampa, todo lo habían planeado muy bien. Fue en el ascensor, uno de ellos subío conmigo, yo quise impedirlo pero atajo la puerta y no pude, oprimio el botón para bloquearlo. - Y estas mejor de tú "accidente"- ya lo ves, estoy mejor que nunca le conteste, luego se acerco a mí y me agarró de las solapas - sabes la gente como tú me repugna- entonces no me pongas las manos encima, no quiero "contaminarte" le dije - maldito maricón, ya veo que a ustedes les gusta la violencia- no soy yo quien inició todo esto, jamas los moleste, le conteste mientras forcejeaba por soltarme - te gustaría que te lo hiciera aquí mismo ¿verdad?, seguro que sí - eres un hijo de puta, ya dejáme salir de aqui, le gritaba - no, no te me vas a ir tan fácil... verdad que te gustaría - y se acerco a mí como si fuera a besarme, yo le dí un rodillazo y lo voltee contra la pared del ascensor y le susurre... ¿ y a tí te gustaría?, a que sí, maldito reprimido. En ese momento la puerta del ascensor se abrió. Dios Fran estaban algunos compañeros y lo que es peor dos de los jefes viendo toda aquella escena.
Entonces el muy desgraciado me empujo y empezó a insultarme a decir que yo lo acosaba constantemente y que ahora había pretendido forzarlo.
- Lo unico roto que tengo es el alma y eso no tiene cura.
- ¿Pero qué paso?
- Ahora no Fran, ahora no, estoy muy cansado y adolorido. Pásame el telefóno debo avisar que no voy al trabajo, cómo me presento con esta cara por Dios.
Le dí un analgésico y lo deje dormir hasta casi el mediodía. Lo desperte para que comiera algo.
- Ayudame a cambiarme por favor.
En su habitación lo ayude a despojarse de todas esas prendas femeninas poco a poco, con suavidad para lastimarlo lo menos posible. Unas medias corridas, un brasiere con relleno, una falda rasgada, una blusa toda ajada y manchada de sangre, y al final un truza de encajes, y aquella peluca castaña. Ahora estaba frente a mí amado; pero no había deseo en mis ojos solo un gran dolor, tenía el cuerpo lleno de moretones, su hermosa boca hinchada, y uno de sus ojos a medio cerrar.
- Quiero bañarme, también me ayudas ¿sí?
Lo ayude a jabonarse, en esos momentos lo sentía como el hijo que jamás tendría, como la madre que cuida a su niño enfermo.
Cuando terminamos lo acoste sobre la cama y lo cubri con algo ligero.
- ¿Quieres comer algo?
- ¿Tú has cocinado?
- Bueno, lo he intentado.
- Eso vale la pena probarse.
Le traje una sopa de arroz y pollo, que tan buena estaba no podía saberlo, pero se la termino toda. No se si lo hizo porque tenía mucha hambre, por no molestarme o de veras estaba buena.
- Ahora ya me quieres contar qué paso.
- Las malditas redadas otra vez. Todas corriamos juntas, pero en un momento yo tropece y me separe del grupo. Luego me dí cuenta que estaba sola, no había ningún poli cerca, estaba por entrar al auto cuando sentí que alguién tiraba de mí, cuando me voltee ví a tres hombres, llevaban una especie de medias oscuras en la cara; entonces empezarón a golpearme y a insultarme... Fran, yo reconoci al menos una de esas voces. Era alguién de la oficina, además la contextura, todo encajaba... no van a parar hasta sacarme de allí, no van a parar.
- Te dije que no fueras, ya no hagas más eso Manuel por Dios te lo ruego.
No me dijo nada, solo cerró los ojos.
- Por qué Fran, por qué nos odian tanto... qué daño les hacemos, en qué los ofendemos.
- Son unos pobres desgraciados, tienen las mentes tan podridas como sus corazones.
- He pedido unos días en el trabajo, me los han dado sin problema. Les he dicho que tuve un accidente con el auto.
Fueron unos días deliciosos tenía a Manuel solo para mí; me olvide de mi familia, de mis amigos, solo ansiaba su compañia. Se curo rápidamente, me enseño entonces su colección de dibujos, todos eran acuarelas y carboncillos, en verdad eran muy buenos. Hizo un pequeño bosquejo mío una tarde, las facciones estaban perfectas, era yo mismo plasmado en una hoja de cartón, pero era solo un lado mío, una mitad, había captado la mitad triste.
- Yo no soy siempre así
- Sí, lo sé, yo mismo no sé porque te he dibujado así.
Al día siguiente se fue al trabajo, yo aproveche para ir a casa y ver cómo estaban mis padres. Todo seguía como siempre, estaban un poco resentidos conmigo, apenas había llegado y casi el mismo día los había vuelto a dejar. Les conte lo de Manuel y que lo había estado cuidando. Eso los dejo más tranquilos, pero al atardecer regrese a casa de Manuel, necesitaba saber cómo le había ido en el trabajo.
Regreso un poco más tarde, como a las ocho, se le veía cansado y por primera vez ví en sus ojos una sombra de amargura y desaliento que me hizo estremecer.
- Las cosas se pintan mal amigo, parecen que se han encargado de difundir el rumor por todos lados, ahora algunos me miran raro, las cosas ya no son como antes. Aún me quedan los compañeros fieles, pero ahora son los menos.
Aquella noche Manuel no salio, solo me pidio que lo abrazara y me quedara a dormir con él.
Yo aprovechaba las mañanas para estar en casa y al atardecer regresaba al departamento de Manuel, me gustaba que me encontrara en la casa cuando llegaba. Pero cada día lo veía peor, más triste y sombrío, apenas si comía.
Hasta que una tarde volvió y se echo en mis brazos llorando, los dos resbalamos hasta caer de rodillas sobre la alfombra, su pena era tan grande que apenas podía tenerse en pie.
- Se acabo Fran, todo se acabo.
- ¿De qué hablas?
- ¡Me echaron del trabajo!, los malditos lo lograron, y yo como un imbécil caí en su juego.
- ¿Qué paso?
- Uno de ellos me tendió una trampa, todo lo habían planeado muy bien. Fue en el ascensor, uno de ellos subío conmigo, yo quise impedirlo pero atajo la puerta y no pude, oprimio el botón para bloquearlo. - Y estas mejor de tú "accidente"- ya lo ves, estoy mejor que nunca le conteste, luego se acerco a mí y me agarró de las solapas - sabes la gente como tú me repugna- entonces no me pongas las manos encima, no quiero "contaminarte" le dije - maldito maricón, ya veo que a ustedes les gusta la violencia- no soy yo quien inició todo esto, jamas los moleste, le conteste mientras forcejeaba por soltarme - te gustaría que te lo hiciera aquí mismo ¿verdad?, seguro que sí - eres un hijo de puta, ya dejáme salir de aqui, le gritaba - no, no te me vas a ir tan fácil... verdad que te gustaría - y se acerco a mí como si fuera a besarme, yo le dí un rodillazo y lo voltee contra la pared del ascensor y le susurre... ¿ y a tí te gustaría?, a que sí, maldito reprimido. En ese momento la puerta del ascensor se abrió. Dios Fran estaban algunos compañeros y lo que es peor dos de los jefes viendo toda aquella escena.
Entonces el muy desgraciado me empujo y empezó a insultarme a decir que yo lo acosaba constantemente y que ahora había pretendido forzarlo.
- Fran, todo estaba en mi contra, yo lo tenia contra la pared... quién iba a creerme. El jefe me llamó a la oficina y me pidió que abandonará mi puesto en ese mismo instante, estaba siendo despedido por "conducta inapropiada". Fran, no solo he perdido mi dignidad, sino todos los beneficios laborales, he sido despedido por falta grave. Con este antecedente, en dónde voy a encontrar trabajo, me han perdido amigo, me han perdido.
- Mañana es otro día Manuel, ya pensaremos en algo.
- A la mierda todo, no hay nada que pensar. Ve a tu casa Fran, quiero estar solo, vete por favor.
- No voy a dejarte asi como estas. Estas loco si crees que que me voy a marchar.
- Quedate entonces, yo me largo a la "Sunset", solo allí puedo ser yo.
- No Manuel, no.
Me dió un empujón y se metio a su cuarto, cuando salio me quede sorprendido, siempre había conservado un cierto pudor en sus vestidos; pero ahora iba vestido como una puta. Me puse delante de él para impedirle el paso, pero me dió un puñetazo que me dejo derribado.
No volvio en tres días, lo busque en la "Sunset", y en otras discotecas, pero nada no conseguía dar con él. Cuando finalmente regreso estaba ojeroso y maltrecho, parecía un triste remedo de la propia Raquel. Era evidente que se había pasado los días bebiendo y haciendo barbaridades, porque cuando llego tiro sobre la mesa del comedor un fajo de billetes.
- Mira cuanto dinero, Raquel hace las cosas mejor que yo... desde ahora ella va a mantener a Manuel.
- ¿Qué has estado haciendo Manuel?
Me miro con una sonrisa burlona, mientras se quitaba la peluca y la arrojaba sobre el sillón.
Me miro con una sonrisa burlona, mientras se quitaba la peluca y la arrojaba sobre el sillón.
- Tú qué crees... ¡ vaya que Raquel es muy requerida!
- Manuel ya basta, no tienes que hacer esto, vamonos a otra ciudad, donde nadie te conozca y empezaras de nuevo, eres inteligente y capaz, pronto hallaras un buen empleo.
- Ya no estoy seguro de que Manuel exista. Fran lo amabas a él, ahora solo queda ella, creo que su otra mitad se perdio para siempre. Vete amigo mío, no quiero lastimarte, ya no hay nada... nada.
- ¡Por Dios Manuel!
- Dame las llaves por favor
Le dí las llaves, mientras sus ojos de esmeralda me miraban como si vieran a través de mí, me miraba sin verme.
Pasaron algunos meses, lo busque en vano, parecía que todos los días cambiaba de lugar. Muchos me decían haberlo visto, pero todas las pistas me llevaban a ningun lado. Hasta que una noche nos encontramos frente a frente en una exclusiva discoteca. Vestía bien, pero sus ojos se habían apagado para siempre como su sonrisa, estaba delgado y ojeroso.
- Fran... que bueno verte, vamos te invito unos tragos...ya te digo, a Raquel le va muy bien.
Acepte ir con él, bebía mucho y sonreía constantemente, todos parecían conocerle en aquel lugar. De pronto levanto los ojos y por un instante apareció aquel antiguo resplandor; se apresuro a bajarlos pero a pesar del maquillaje lo ví ruborizarse.
- Que casualidad que llegarás justo hoy... justo este día... será el destino que empuja los pasos.
- ¿De qué hablas?
- Encontrarme con lo único que he amado en mi vida, creo que Dios no me odia tanto despues de todo, he podido verte antes de... y su mano acaricio mi rostro con dulzura.
- ¿Antes de qué?
- Antes de nada, estoy medio borracha, no me hagas caso.
Aquí hace mucho calor voy a la terraza, no te imaginas la vista que hay desde allí, es tan hermoso. Está frente al mar... los atardeceres me gustan tanto, tanto. Tengo muchas pinturas de este lugar en casa, te las regalo todas. Salio casi corriendo y subio por unas escaleras, yo le seguía como podía, en medio de aquel tumulto de gente y esa semioscuridad, cuando alcanzamos la terraza me llevaba unos metros de distancia, se había subido sobre la cornisa.
- ¡Manuel no, no!
Volvió el rostro me sonrió, abrió los brazos y salto... no pude llegar a tiempo.
Volvió el rostro me sonrió, abrió los brazos y salto... no pude llegar a tiempo.
Y se fue sin simular,
y se fue sin señalar,
y se fue sin acusar,
y se fue sin molestar,
y se fue sin un grito ni un lamento, creo que iba contento.
Abajo su cuerpo como una muñeca rota, y el rojo inundándolo todo. Las lágrimas sin dolor me las arrancaba el viento. La gente empezaba a formar un circulo a su alrededor, el morbo de la muerte. Para ellos era solo una baja más.
Oh Manuel Raquel, creo que al fin podrás descansar. No me dijiste adios, solo sonreiste. Y si vas al paraíso guardame un trozo de cielo que yo te llevo la tierra enrrollada en mi pañuelo.
Oh Manuel Raquel, creo que al fin podrás descansar. No me dijiste adios, solo sonreiste. Y si vas al paraíso guardame un trozo de cielo que yo te llevo la tierra enrrollada en mi pañuelo.