29 mayo, 2008

Tadzio

Cada mañana, antes que la bella Aurora
extienda sus rosados brazos
y abra las puertas purpúreas para que Helios
descienda a la tierra en sus fogosos caballos.

Antes de que la última estrella se extinga en el cielo.
Los pasos me llevan a la desierta playa,
donde mi antigua silla de madera espera,
me aguarda solitaria y fiel frente al mar

Porque el día no es día,
no respiro,
el corazón agoniza,
la sangre se vuelve hielo en las venas,
nada tiene color ni sentido.
Hasta que tú apareces
ajeno a mi pasión tardía,
llegas despacio, besando la arena con tus pies descalzos.

Y entonces, mis manos tiemblan
la sangre se enciende
el corazón emprende un galope furioso.

Me reclino lento, muy lento,
en mi antigua silla de madera
apoyada siempre al borde de los nunca.

Y te admiro, ¿será posible tanta armonía?,
¿que escultor inspirado te tallo en mármol de Paros?
Y luego una Venus conmovida
te insuflo la vida, como a la doncella de Pigmalión.

"Aunque no tuviera el mar y la playa,
permanecería aquí mientras tú no te fueras"

Empiezo en tus rizos de oro,
Oh, dichoso el viento que puede acariciarlos
sin miedos ni sonrojos.
Tus ojos bellos le disputan el tono al mismo mar,
tus labios perfectos estan teñidos de suave rosa.
¿Eres acaso Narciso, Eros, Jacinto o Ganímedes reercanado?

Desciendo por tu cuello esbelto,
Y llego a tu pecho,
tu suave vello brilla a las primeras luces del sol,
Oh, quién pudiera dormir en ese pecho
muriendo y renaciendo en cada latido.

Aparto un instante los ojos,
una fiebre me abrasa
se extiende por mi vientre, por mis piernas.

Mi mirada ha de arder,
no me mires bello mancebo,
no me mires ahora,
no me mires nunca.

Llego a tu vientre liso,
a la curva súblime de tus caderas,
a tus muslos suavemente moldeados.

Y de pronto, levantas tímido la mirada
y como una daga la clavas en mí...
y sonríes, sonríes como si adivinaras mis deseos,
sonríes como si quisieras el beso que arde en mis labios,
sonríes como si quisieras yacer en mis brazos,
sonríes como si quisieras entregarte a mi arrebato.

¿Por qué sonríes así?
¿No sabes acaso que has transtornado mi razón?

"No debes sonreír así,
No se debe sonreír así a nadie"

Tadzio, estoy muriendo,
y sin embargo, no tengo miedo,
susurran que la peste corre por toda Venecia,
murmuran que la muerte toca todas las puertas,
musitan que todos los turistas están huyendo.
La ciudad hiede a podredumbre,
y callan, ocultan, esconden sin escrúpulo alguno,
callan por codicia.
Pero yo sé, y sin embargo no me muevo.

¿La muerte?, qué es la muerte...
un instante, un suspiro, un despertar a otro tiempo.

Muero con los ojos en tu dulce figura,
eres lo último que ven mis pupilas desgastadas.

Tadzio... ¿me recordaras?.
No,
eres muy joven y los jóvenes olvidan pronto.

Para un amigo que nos regalo una entrada, que me regalo la lectura de una novela hermosa.

27 mayo, 2008

Adorablemente insoportable

Gracias a la recomendación de un buen amigo, tuve hace un par de semanas la oportunidad de apreciar está estupenda serie.

"Es que nosotros pensamos al médico como detective y al programa como un what done it , en el que semana a semana, en lugar del asesino, buscamos descubrir la identidad de la enfermedad que está matando al paciente de House. Por eso hace las cosas que hace: porque sólo le importa la verdad."

Ficha técnica:

Título Original: House
Creador: David Shore
Producción Ejecutiva: Paul Attanasio, Katie Jacops, Davis Shore y Bryan Singer
Estudio: Universal
Género: Drama
Fecha de estreno en USA: 16 de noviembre de 2004
Lugar de rodaje: Los Angeles


Gregory House (Hugh Laurie), es un médico especialista en nefrología y enfermedades infecciosas del hospital Universitario Princenton -Plaisboro de New Jersey que se desempeña en el departamento de diágnosticos. Dueño de una personalidad bastante particular; detesta el trato directo con los pacientes, es extraordinariamente inteligente, cínico, ególatra, adicto a la vidocaina, misántropo y toca excelentemente el piano. Diariamente debe lidiar con su propio sufrimiento físico (dolor en una pierna causada por una trombosis, lo que le obliga a hacer uso de un bastón y abusar de los calmantes), esta lucha parece agudizar su brutal honestidad.

James Wilson (Robert Sean Leonard)
Es médico con especialidad en oncología. Es el alterego de House; disciplinado y respetuoso de las normas. Además es el único amigo de House, por lo que se permite en algunas ocasiones cuestionar sus razonamientos; soporta todas sus bromas y maltratos


Eric Foreman (Omar Epps)
Es un neúrologo inteligente y forma parte del equipo de House, en algún momento renuncia, pero luego vuelve a integrarse; porque reconoce que pese a su difícil personalidad House es un médico brillante. Tiene un pasado como delincuente juvenil, quizá por ello es el encargado de la investigaciones más difíciles y menos éticas.

Robert Chase (Jesse Spencer)
Especialista en cuidados médicos intensivos (intensivista), proveniente de una familia rica, hijo de un afamado reumátolo. Parece que en un principio fue seminarista, pero luego estudio medicina para complacer a su padre. House lo saco del equipo porque pensaba que ya había aprendido todo lo que tenía que aprender. Es ambicioso y oportunista.

Allison Cameron (Jennifer Morrison)
Inmúloga, tampoco forma ya parte del equipo de House y ahora es Jefa de Urgencias. House admitio que la había contratado porque era muy bonita. Mientras formaba parte del equipo, quería ser reconocida por su jefe por su capacidad y no por su fisico, para ella las relaciones interpersonales son fundamentales, por eso pese a la admiración que siente por este, no puede comprender sus maneras frías.



Lisa Cuddy (Lisa Edelstein)
Directora del hospital y endocrinóloga, debe enfrentar la manera poco ortodoxa de House de llevar los casos médicos; sin embargo, se niega a despedirlo porque lo considera el mejor médico del hospital y uno de los mejores médicos diagnosticadores del mundo. Parece que en algún momento existió alguna de relación entre ellos.

Lo que David Shore dice acerca de su personaje:

"Cuando nos llegó su tape, que por cierto grabó en el baño de un hotel en Africa, estábamos preocupados por que House fuera un personaje imposible de interpretar. Vimos muchísimos actores, varios de ellos muy famosos, pero él (Hugh Laurie) fue el primero en hacer que lo que estaba escrito en la página cobrara vida."

"Sólo hay un momento en el que verdaderamente se puede confiar en House: cuando uno se está muriendo", confiesa desde Los Angeles el guionista David Shore acerca de su más famosa creación.

"Es que House dice todo lo que querríamos decir y no nos animamos. Y creo que hay algo heroico en una persona a la que no le importa lo que la gente piensa de ella. Es un héroe y una persona horrible a la vez, y Hugh Laurie sabe cómo asegurarse de que nunca olvidemos que es un ser humano"

"En la tercera temporada quisimos poner en práctica una idea latente desde el primer capítulo: a la larga o a la corta, House se meterá con quien no debe y entonces no habrá talento ni ingenio capaz de salvarlo. Después de todo, es un verdadero imbécil. Así que se nos ocurrió enfrentarlo con un policía, interpretado por David Morse, que es una especie de anti-House. Es tan obsesivo y competente como él en su trabajo y hará lo que sea para lograr su objetivo: meterlo preso".

Y, a la hora de revelar cuál fue el modelo en el momento de crear al irrepetible Gregory House, Shore -quien es canadiense, abogado y confiesa no saber "absolutamente nada" de medicina- sorprende citando no ya a los grandes médicos televisivos de su país, sino a otro solitario obsesionado con la capacidad de buena parte del mundo de engañar a los demás y a sí mismo: Sherlock Holmes. "No es coincidencia: se llama House en lugar de Holmes (juego de palabras, en inglés, entre «casa» y «hogar») y su mejor amigo se llama Wilson en vez de Watson -enumera-. Ambos son adictos a una droga y tocan un instrumento. Sé que a la gente le encanta coleccionar las alusiones que deslizamos a lo largo de los capítulos. Sherlock Holmes es una inspiración para mí y para todos aquellos que creen que hay ya demasiada emoción y poca razón en la TV."

Algunas frases de Gregory House:

(a un paciente)' "...¿Preferiría un médico que le coja la mano mientras se muere o uno que le ignore mientras mejora? Aunque yo creo que lo peor sería uno que lo ignore mientras se muere..."

(House al encontrar en el laboratorio a la doctora Cameron muy afectada) "Qué cosa más triste, una centrifugadora descalibrada. A mí también me dan ganas de llorar".

(Después de anunciar a una paciente que tiene un tumor de 12 kilos) "Alégrese, es el récord de la clínica".

(Los médicos que atienden a un político deciden abrirle el cerebro) "Será difícil, lo sé, porque los políticos tienen la costumbre de no llevarlo puesto".

(Cameron se fija en que lleva un bastón nuevo) "Sí, el de la tienda me dijo que adelgazaba: rayas verticales".

(Los médicos dicen a House que puede que le amputen una pierna y él se niega en redondo) "Me gusta mi pierna, está conmigo desde que era un niño".

(La directora del hospital va tras House para anunciarle algo) "¡No quiero acostarme contigo nunca más! La primera vez fue lamentable, porque seas mi jefa no utilizarás mi cuerpo".

(House lleva al hospital a un condenado a muerte para ocuparse de su dolencia): "Tengo que dejarlo nuevecito para que el Estado lo mate, ¿soy yo o a alguien más le parece una ironía?".

(Chase pregunta por qué es él quien tiene que ir a investigar a la prisión): "Como eres tan mono, los reclusos serán más cariñosos contigo".

(Su equipo le pregunta por qué va a arriesgar la vida de una niña con una nueva operación): "Es que Wilson quiere darle otro año de vida para despedirse de su mamá. Debe ser tartamuda, la pobre".

(El equipo habla con admiración de un médico que lucha contra la tuberculosis en África): "Ni siquiera es un médico de verdad, éste es un telemaratón con patas".

(House, tras ver el expediente de un paciente que acaba de ingresar): ¿Usted es Taddy? Me encanta el nombre, si alguna vez tengo un perro…

(Foreman pregunta a House si ha leído la historia de un paciente): "La empecé, pero los personajes me parecían muy bidimensionales".

(Chase ha cometido un grave error y Stacy pregunta a House por qué no lo ha despedido): "Me gusta su pelito".

(House prohíbe practicar sexo a una joven que no demuestra tener muchas luces y ella le pregunta durante cuánto tiempo): "Por el bien de la especie, se lo prohibiría para siempre".

(Wilson llama a House, y le recrimina que nunca recarga su móvil): "¿Se recargan? Y yo comprándolos nuevos".

(Al entrar en su casa pregunta con cara de asco a qué huele y Wilson le contesta que a pimientos rellenos): "¿Rellenos de qué, de mierda?"

(Un paciente empieza a ver todo "azul"): "Ver azul es un efecto secundario de la viagra, según el prospecto. Me da por leerlos, como soy médico..."

Datos:
Wipedia
Whikiquote
Página oficial de "House"
Diario "La Nación" Dolores Graña

20 mayo, 2008

La aventura del sexto joven desaparecido 2da. entrega

Cuando nos apeamos del tren un coche nos aguardaba, nos vimos atravesando rápidamente el trecho que nos separaba de la enorme edificación que conformaba la universidad, albergando en sus entrañas miles de mentes que administrarían el futuro de la vieja Inglaterra. No pude dejar de sentir una cierta reverencia al contemplar el magnífico edificio.
Un mozo se acerco y nos abrió la portezuela con una reverencia, luego fuimos puesto en manos de otro sirviente que nos condujo al alojamiento del renombrado doctor. Aquel empleado parecía la personificación de la diligencia y la discreción, apenas un saludo había salido de sus labios, y luego silenciosamente nos llevo a través de salas y corredores, atravesamos un hermoso jardín hasta que finalmente nos dejo a las puertas de un pequeño y elegante chalet, paso nuestras tarjetas y pronto fuimos introducidos al estudio del brillante pensador.
El doctor era un hombre delgado, de patillas largas, mirada azul y dura. Iba impecablemente vestido, cuando entramos levanto la vista de unos papeles que tenía sobre el escritorio y con un ademán nos indicó que tomáramos asiento. Sus maneras era frías pero corteses.
- Señores, sé el asunto que vienen a tratar, y les digo que por desgracia, ninguna información puedo ofrecerles que les ayude a esclarecer la desaparición del joven Laurents. Debo comunicarles que me encuentro profundamente afectado con este penoso asunto. Este joven se destacaba particularmente del resto de los alumnos; despertaba simpatías en cualquiera que lo tratara. Oh, mister Holmes, nunca antes había ocurrido algo parecido durante el largo tiempo que llevo al frente de la universidad y este asunto puede afectar el prestigio de la misma.
- Seremos breves doctor, solo deseamos contar con su autorización para hacer algunas investigaciones al interior de la universidad, como es lógico; todo esto se hará con la mayor discreción, no es nuestro deseo armar ningún escándalo.


- Tienen entonces mi autorización, deseo que ese joven aparezca. Le ruego que ponga en juego todas las facultades de las que viene precedido y de con el paradero de Laurents.
- Cuente con ello, no solo por el bienestar del muchacho sino porque mi propio prestigio está en juego. Es un caso completamente nuevo para mí y debo confesarle que aquí se mueven aguas más profundas de lo que a simple vista parece.
- ¿Es que ya tiene alguna hipótesis ?
- Aquí mi buen amigo Watson, podrá decirle que siempre me muestro reacio a adelantar comentarios hasta que tengo todos los hilos en la mano. Pero, sí, aguas profundas y tenebrosas se mueven alrededor de este joven, y yo he de poner hasta mi último esfuerzo por librarlo de ellas.
- Me asustan sus palabras mister Holmes. ¿Acaso pueden verse amenazados otros de los estudiantes?, sí es así, por favor dígamelo, que yo pondré las medidas necesarias. Comprenderá usted que la seguridad de esos jóvenes esta bajo mi responsabilidad.
Las palabras del ilustre hombre estaban cargadas de emoción y de sincera preocupación, la dureza de sus ojos se había esfumado y en ellos solo se veía agazapado un profundo temor. Holmes se acerco hasta el hombre y colocó una de sus delgadas manos sobre el brazo del profesor, y sus grises ojos adquirieron una solemnidad que le había visto en muy pocas ocasiones.
- No tema mi estimado doctor, este el el último golpe que se descarga. Sus estudiantes están seguros.
El caballero estrechó la mano de mi compañero con una mezcla de respeto y gratitud; parecía imposible que aquel hombre afamado por su carácter huraño y severo, hubiera abandonado por completo sus costumbres. Y por un breve instante, esos segundos en que Holmes abandonaba al razonador y dejaba libre al hombre; su mirada se suavizo, y sus labios esbozaron una sonrisa de simpatía.
Aquel fue el breve dialogo que se produjo entre aquellos hombres y hasta el día de hoy, pese a los años transcurridos, aún recuerdo con emoción esa mañana de noviembre.
- Mi querido amigo, le recomiendo que se dedique a visitar los muchos lugares de interés que ofrece este lugar. Por ahora no le necesito, ya nos reuniremos al mediodía para merendar algo y luego marcharemos para visitar a Douglas, aunque sospecho que no seremos visitas de su agrado. Tengo ahora mucho material por investigar
Me quede pues libre por unas horas, qué podía hacer sino aprovecharlas visitando esta intrincada mezcla de arquitectura, torres y agujas que se elevan al cielo como queriendo demostrar el sentido que hay que dar al conocimiento y las ciencias. Aquello era un bullicio de estudiantes, recorriendo el lugar en busca de sus aulas y lugares de investigación. El primer lugar que atrajo mi atención fue la reconocida Bodleian Library, con su precioso techo artesonado; sus brillantes estantes repletos de libros y manuscritos auténticos, de siglos pasados; pulidas mesas y sillas para los lectores. Una parte de esta se encuentra en la Tower of the Five Orders llamada así porque está ornamentada en sentido ascendente, con columnas de cada uno de los cinco órdenes de la arquitectura clásica. Y a un lado del salón, enmarcado sobre un atril el siguiente juramento que cualquiera que desee acceder a un libro debe hacer:

Juro no sacar de la Biblioteca, ni marcar, modificar o dañar de modo alguno, ningún volumen, documento u otro objeto perteneciente a esta biblioteca o bajo su custodia, o dañarla bien sea por el fuego o la llama, y no fumaré en la Biblioteca, y prometo obedecer todas las normas de la Biblioteca.



Mi siguiente visita me llevó al hermosísimo jardín botánico de Kew, rodeado de árboles, flores y un césped suave y primorosamente cuidado, situado en el corazón mismo de la universidad. Finalmente llegue hasta los comedores del Christ Church, con su amplia escalera central, sus ventanas de arcos sobre los decorados de madera y sus largas mesas. El tiempo corre veloz y ya casi había olvidado a Holmes y el trágico motivo que nos había traído a Oxford, cuando sentí una mano sobre mi hombro, me volví sobresaltado y descubrí el rostro taciturno de Holmes.
- Ya veo querido amigo que usted a aprovechado el tiempo mejor que yo.
- Por su aspecto veo que no ha avanzado mucho en el caso.
- Por el contrario Watson, he hecho muchas averiguaciones, y creo que debemos visitar sin más dilación a ese tal Douglas. Pero hemos de ser cuidadosos, porque ese tipo hila fino, pero yo hilo más fino aún.
El lector debe recordar el caso de Charles Augustus Milverton, y como en aquella ocasión la vista de aquel hombre le inspiraba a mi compañero una profunda repulsión por la crueldad con la que chantajeaba a sus víctimas. En está ocasión pronunció el nombre de Godfrey Douglas como si le quemara los labios, su boca se había curvado en un gesto del más profundo desprecio. Sus puños apretados eran muestra de la emoción que lo embargaba.
- Debemos movernos rápido Wartson, he enviado un par de telegramas y sin duda ya Lestrade y sus hombres de Scotland Yard deben estar listos cuando lleguemos. Ojalá sigan mis instrucciones al pie de la letra o el pez se escapará de la red y eso sería terrible. Usted perdonará, pero no tenemos tiempo para meriendas, luego nos echaremos algo al estomágo en el comedor del tren. Ya revise el itinerario, en unos diez minutos sale uno para la City. De prisa Watson, de prisa, allí está el coche que nos trajo.
- Buen hombre, una libra si nos lleva a la estación en menos de diez minutos.
En un momento nos vimos corriendo para alcanzar el tren, se me hacía difícil seguir el paso rápido y elástico de mi compañero, pero me había contagiado su desasosiego, y yo corría tras él como podía.
Al cabo de unos minutos ya estábamos ubicados en nuestro compartimento. Mi amigo continuaba en silencio, pero la rigidez de su cuerpo y la fijeza de sus ojos, me hacían adivinar que algo muy grave ocupaba sus pensamientos.
- ¡Por vida mía Watson!, ¿no puede ir este armatoste más rápido?
- Pero, qué ocurre Holmes, desde que abordamos en tren no ha dicho una sola palabra.
- Ese joven Watson, ese joven está en un peligro mortal... y aún más. ¡Si no llegamos a tiempo no me lo perdonaré jamás!
- Deme alguna pista de lo que ocurre, sus palabras no me dicen nada.
- Debí haber relacionado los hechos con más rapidez, existía un patrón, pero lo hechos ocurrían en lugares sin relación alguna. ¿Qué nexo podía haber entre un caso ocurrido hace tres años en Amsterdam; y luego otro hace dos años en Viena; un tercero en Roma hace exactamente un año y medio; y otros dos ocurridos aquí en Londres, en un espacio entre un año y seis meses?
- ¿De qué habla Holmes, qué casos son esos?
- !Raptos Watson, raptos! Nunca fueron resueltos. No habría reparado en ellos, si no hubiera estado una y otra vez un hombre mezclado en ellos, de forma muy sutil, tan sutil, que si no fuera por el infortunado Albert, jamás hubiera podido establecer el vínculo que unía las desapariciones. Siempre se deslizaba el nombre de alguna dama, como para desviar la atención, en todo caso podía atribuirse el alejamiento del joven a una fuga de tipo amoroso. Solo que cada vez que se mencionaba al entorno del joven, se hablaba de un hombre muy agradable... podía ser Marcelo o Vincent, o Godfrey pero las características físicas eran siempre las mismas.
- ¡Por Dios! ¡Douglas!
- ¡Exacto!, Douglas. Se relacionaba con los jóvenes, los atraía con su cautivante personalidad... todos eran muchachos hermosos Watson. Unos meses de amistad y luego desaparecían sin dejar rastro. Por supuesto él se dejaba ver por un tiempo, para desaparecer después, sin que nadie sospechara.No hace falta tener una mente muy lúcida para imaginarse con que propósito mantenía a los jóvenes cautivos. Y luego tenía que callarlos, no podía dejarlos libres para que luego lo acusaran frente a un tribunal de sodomía. Las cartas que tan oportunamente conservó mister Laurents, y que he encontrado muy bien escondidas entre las pertenecias que guarda en la universidad, serán las pruebas concluyentes para enviarlo a la horca.
Cuando alcanzamos la estación del tren, Holmes salto fuera con agilidad y rápidamente cogimos un coche de alquiler.
- Pronto llegaremos Watson, que todas las fuerzas del Bien y la Justicia nos acompañen para salvar a ese muchacho no solo del daño físico sino del moral. Esta vez Douglas ha cometido un error y lo sabe. Antes fueron estudiantes extranjeros o de pueblos lejanos, jóvenes que nadie echaría en falta por mucho tiempo; pero esta vez sus ojos se pusieron en alguien conocido y con un padre que iba a mover cielo y tierra para hallar a su hijo. Dudo que haya podido tocar al joven, debe estar planeando deshacerse de él y huir.
Mientras hablabamos el coche corría a todo lo que daban los caballos a Regent Street, pronto nos apeamos en el 391; era una casa elegante que no se destacaba de las otras que ocupaban la populosa calle. Un hombre se acerco a nosotros, reconocí al inspector Lestrade.
- La casa está rodeada, los hombres están lo suficientemente lejos para no ser vistos pero no tanto como para actuar si las cosas se ponen negras.
- ¿Ha visto algún movimiento en la casa, alguien ha salido o entrado?
- Nada se ha movido allí.
- ¡Ahora Lestrade, que sus hombres cierren todas las salidas, usted, Watson y yo iremos por delante! ¡Vamos, las pistolas listas!
Un par de fuertes policías echaron la puerta abajo, todos nos metimos dentro como una tromba. Todo estaba en silencio, los guardias subieron al segundo piso, para volver al poco rato. Nada, no había rastro del infortunado muchacho ni de su carcelero.
Cómo podría describir la decepción de mi amigo, se dejo caer más que sentarse en uno de los sillones y se cubrió el rostro. De pronto su mirada se fijo en algo que parecía ser visible solo para él. Entonces, todos reparamos en la alfombra, entremezclado con los dibujos de la misma habían rastros de sangre, el rostro de Holmes se encendió, y de nuevo me hizo recordar al sabueso que encuentra el husmillo perdido. Se lanzó al suelo y estuvo con los ojos pegados al mismo, el rastro lo llevó hasta la cocina. Esta era una habitación amplia, aparte de los estantes que guardaban los cacharros, solo había una pequeña mesa redonda de madera y unas sillas a su alrededor; pero lo que llamó nuestra atención fue que al costado de uno de los estantes había una gran mancha de sangre fresca con la forma de una mano, el rastro de sangre seguía hasta la puerta trasera y terminaba en un pequeño invernadero. Mi amigo se abalanzó hacía el estante, forcejeo por todos lados, tiró al suelo platos y cacharros, hasta que de pronto al mover una palanca habilmente disimulada, el estante cedió moviendose a un costado. Una escalera oscura y descuidada llevaba hasta una pequeña habitación completamente cerrada, solo una pequeña hendidura permitía entrar un poco de aire. Nada había en ella solo una vieja cama de metal y sobre ella, cubierto solo por una manta el joven Laurents.

Estaba demacrado y apoyaba su bella cabeza sobre la pared. Sus ojos parpadearon cuando la luz de las linternas lo alumbro. No mostraba ni alegría, ni terror, en su azul mirada.

- Afuera hay un hombre muerto Holmes, tiene una herida en un costado, debe haber muerto desangrado.

- Sí, es Douglas. Ya hablaré con usted Lestrade, ahora por favor, déjeme a solas con el muchacho. No Watson, no se vaya, quedese conmigo.
Está fue la primera y la última vez que vi a Holmes con una ternura que parecía imposible en aquel hombre de maneras frías y reservadas; cuya existencia parecía ser toda raciocinio sin corazón, él que tan enemigo era de cualquier manifestación de sentimientos, estaba ahora medio arrodillado delante del muchacho.
- ¿Se encuentra usted bien jovencito, nadie lo ha lastimado?
El muchacho lo miro detenidamente, los ojos se le llenaron de lágrimas y sin pensarlo le echo los brazos al cuello, mientras sollozaba. Holmes lo estrecho entre los suyos, acariciando torpemente sus rubios cabellos. Creo que en esos momentos fue el padre que nunca sería.
- Esta golpeado, ese bruto lo ha golpeado mucho ¿verdad?... pero, él no...
- No, no señor, yo no lo deje. Me amenazó de todas formas, no he comido desde el día que me encerró aquí. Solo me dejaba algo de agua, me obligo a desvestirme. Siempre que se acercaba yo luchaba con todas mis fuerzas y terminaba golpeándome. Pero yo sabía que aquella situación no iba a prolongarse por mucho tiempo, yo me debilitaría y pronto ya no podría resistirme. Así que saque uno de los barrotes de la cama, estaba muy vieja y no fue difícil soltarlo. Y hoy cuando de nuevo vino a atormentarme... me defendí, forcejeamos, y él mismo termino por hundirse el arma. Yo solo quería herirlo para poder escapar.
El joven de nuevo se refugió en los brazos de Holmes llorando como un niño perdido a mitad de la noche. Esta de más decir que todas mis simpatías eran para el pobre muchacho y no me averguenza reconocer que me alegre que una justicia superior a la humana hubiera alcanzado a un ser tan malvado como aquel.
- Es un joven valiente. Ahora procuré levantarse, eso es, despacio. Watson, haga el favor de revisar a nuestro amigo en su calidad de médico, luego veremos de conseguir algo de ropa y comida. Pronto lo devolveremos a su padre que tanto lo ha echado de menos y ya verá como poco a poco está horrenda pesadilla quedará atrás y usted volverá a ser el joven alegre e inteligente que siempre ha sido.

Cuando salimos al invernadero vimos el cuerpo de Douglas que yacía sobre unas cortinas teñidas de sangre, las que seguramente había arrastrado al caer, a su costado, cerca de su brazo, aún estaba el objeto que le había acarreado la muerte.
Encontramos algunas ropas del propio Douglas para vestir al joven, y lo sacamos de aquel espantoso lugar. El encuentro con su padre fue emotivo, con mucha dificultad pude disipar el nudo que se iba formando en mi garganta. Observe de reojo a Holmes y vi que sus ojos brillaban mientras una sonrisa tranquila le iluminaba el delgado rostro.

- Vamos mi querido Watson, nuestro trabajo aquí ha terminado. Le he dejado al inspector Lestrade los lugares donde se alojó Douglas, allí debió tener escondrijos similares. Por desgracia, los cuerpos de los otros jóvenes deben yacer allí, los infelices no tuvieron la suerte de mister Laurents.

- Solo tengo algo que no alcanzó a comprender, si Laurents hirió a su captor en el escondrijo, cómo se explica la marca ensangrentada de la mano, y por qué razón camino hasta el salón y luego, herido como estaba regresó hasta el invernadero.

- Aquí mi buen Watson entramos al terreno de las especulaciones, conociendo su naturaleza cruel, cerro el escondite para evitar que el muchacho escapara, fue allí donde dejo impresa la huella de su mano, sin saber que nos estaba dando una valiosa pista. Aún herido, pero con la suficiente fuerza, fue hasta la sala para buscar el arma que tenía guardada en una gaveta, regreso hasta el escondite para matar a su víctima, pero las fuerzas lo abandonaron, camino unos pasos y se desplomó. ¿le parece que encaja bien todo esto?

- Perfectamente, estoy seguro que todo ocurrió tal como lo describe.

Salimos en silencio con la seguridad que el amor de aquel padre pronto disiparía los últimos nubarrones de la limpia mirada del joven. Aspire el frío aire invernal, pero por alguna razón, mientras caminaba con Holmes hasta nuestras habitaciones en Baker, el aire me pareció más puro.


Ilustraciones: Sidney Paget
Fotos: Vista de la Universidad de Oxford, Bodleian Library, Las aventuras de Sherlock Holmes, Granada TV
Albert Laurents: Jude Law

11 mayo, 2008

La aventura de los jovenes desparecidos 1era entrega


Tal vez, está sea uno de retos más difíciles que me haya propuesto. Todos conocen mi admiración por la obra de Doyle, en lo relacionado a la creación del personaje de ficción más querido para mí.
Emprendo un pequeño relato, en donde tratare de situar al personaje en las calles de Londres de finales del siglo XIX, envuelto en uno de sus intrincados casos, donde se pone en juego todo su poder de observación y deducción.

Era una tarde brumosa de fines de noviembre, el fuego de la chimenea chisporroteaba haciendo agradable aquella fría tarde de invierno. Holmes estaba sentado sobre el sillón echo un ovillo, una gruesa manta le cubría los hombros. Sus ojos grises estaban perdidos, ausentes. En aquellas ocasiones me parecía que si bien su cuerpo estaba frente a mí, su vigoroso espíritu vagaba por intrincados caminos. En esos momentos yo no me atrevía a hacerle ninguna observación, bien sabía que sin duda estaba meditando en algunos de sus casos y que cualquier intromisión en sus pensamientos, solamente podía causarle una gran irritación. De cuando en cuando daba una gran chupada a su pipa, ese era el único signo de vida que daba en aquellos momentos.

- Es por demás Watson, estoy forzando una delicada máquina como es el cerebro a trabajar sin los suficientes datos. Es mejor esperar que nos llegue más información, tener algo en que apoyar las muchas hipótesis que he venido barruntando durante toda la tarde y que Ud. ha sido tan amable de no interrumpir. ¿Qué saca en claro de estas palabras? Diciendo esto arrojo sobre la mesa un papel. La carta estaba escrita en un papel de excelente calidad, la caligrafía era exquisita, y los términos en los que se expresaba el autor de la misma solo podían corresponder a una persona de buena educación.

Estimado Mr. Holmes

Sé de las notables facultades que lo distinguen y que gracias a ellas ha llevado a buen termino innumerables casos. Por ello recurro a Ud. no en mi calidad de político, sino en la de padre angustiado, es mi deber salvar a mi único hijo de una mala influencia. Espero tenga a bien recibirme en sus habitaciones esta tarde a las 7.00. Le ruego absoluta reserva en nombre de todo aquello que es sagrado para Ud.

Afectuosamente suyo

Sir Edgar Laurents

- Pues veo un padre desesperado, quizá el muchacho esta metido en el juego o relacionado con alguna dama de dudosa reputación.

- No, no Watson, los temores de este caballero son de otra índole. Observe Ud. como la caligrafía pese a ser impecable, conforme va escribiendo, se va tornando más ilegible... eso muestra una gran agitación nerviosa. Vea con cuanta vehemencia me pide discreción. Ese joven debe estar enredado en algún asunto grave... pero si no me equivoco ya tenemos al mismísimo mister Laurents aquí, sientese Watson y escuchemos qué tiene que contarnos este distinguido caballero.

Un elegante coche se había detenido frente a nuestra puerta y pronto escuchamos unos pasos agitados ascendiendo por las escaleras. La puerta se abrió y por ella ingreso un hombre enfundado en un grueso abrigo. Estaría frisando los cincuenta años, pero su rostro de facciones agradables le imprimían un aire juvenil. El cabello debió de haber sido en tiempos de un hermoso rubio, ya que todavía conservaba mucho de el en su melena que empezaba a encanecer. La mirada firme e imperiosa; los labios apretados y la cuadrada barbilla, revelaba al hombre acostumbrado a ser obedecido. Nos miro alternativamente a uno y a otro, luego avanzó con la mano extendida hacía mi compañero, unos instantes después sentía en mi mano el apretón de la suya, delgada y suave.

- Tome asiento Sir Laurents, y haga el favor de relatarnos, qué es lo que lo preocupa tanto de su hijo; hasta el punto de abandonar su trabajo y no regresar desde ayer a su casa.

Sir Laurents lo miro sorprendido, mientras yo hacía lo propio. A pesar del tiempo transcurrido al lado de Holmes, este nunca dejaba de sorprenderme.

- Oh, es elemental Sir Laurents, deduzco que no ha regresado Ud. a su casa porque a pesar de estar pulcramente vestido, he podido notar que el cuello de su camisa esta deslucido, además sus botas muestran huellas de barro seco, lo que no hubiera ocurrido si la doncella las hubiera limpiado. Ud. trabaja en el Foreing Office y por lo general, los empleados del lugar, aún los de mayor rango, suelen llevar consigo un portafolio con el sello de la Oficina. No veo que Ud. traiga nada, por lo tanto no se ha presentado a trabajar el día de hoy.

- Tiene razón mister Holmes, desde ayer en la tarde no he descansado. Ahora su ayuda es más apremiante todavía, cuando le escribí la carta nada me hacía presagiar que esa era la última mañana que estaba viendo a mi hijo... ha desaparecido, desde ayer no sé nada de él.

De pronto aquel hombre acostumbrado a refrenar sus emociones, se abandono a ellas. Se acerco a Holmes y sujetandole las manos se puso a sollozar. Aquel espectáculo me resultaba doloroso, lo levante suavemente del suelo, mientras me apuraba en buscar el brandy. Cuando hubo bebido un gran sorbo, pareció recuperar la cordura.

- ¡Dios mío!, perdonen todo esto, es que no conozco la paz desde que Albert desapareció. Oh, yo sé que no se marcharía así por voluntad propia. El me quería mister Holmes, quizá se rebelara algunas veces, pero sé que él no me causaría este pesar. Emplee todo lo que sea necesario para encontrarlo; dinero, hombres, carruajes, lo que necesite lo pongo a su disposición. Poco me importa quedarme sin un penique, de qué me sirve el dinero si no puedo tener a mi querido hijo.

- Calmese mister Laurents, por ahora solo necesito datos. Por favor Watson, sirvale un poco más de brandy.

Ya antes he hecho notar al lector que cuando quería, Holmes podía ejercer un efecto casi hipnótico sobre la otra persona. Se acerco a nuestro cliente y poniendo una de sus delgadas manos sobre el hombro, le hablo en un tono tranquilizador.

- Yo haré lo que este en mis manos por encontrar a su hijo. ¡Se lo prometo!

Aquellas palabras parecieron obrar magia en nuestro hombre, sus facciones dejaron de tener aquel rictus doloroso y su respiración poco a poco volvió a la normalidad.

- Que Dios lo bendiga por ello mister Holmes, su palabra me basta. Ahora pregunteme todo lo desee que yo tratare de ser lo más preciso posible.

- Bien, muy bien Sir Laurents, la desesperación no es buena consejera, no nos permite pensar con claridad. Ahora tenga la bondad de relatarme todo lo sucedido.

Nuestro cliente se paso una de sus delgadas manos sobre su frente blanca y despejada como para ordenar sus ideas. Holmes se reclino sobre su sillón y adoptó aquella postura que en el significaba la más intensa concentración. Se recostó sobre su sillón juntando la yema de los dedos y entrecerrando los ojos.


- Empezaré por decirle que soy viudo desde hace unos cinco años, es decir, Albert era apenas un adolescente cuando su madre murió. Ambos quedamos muy afectados, sin embargo, aquella desgracia sirvió para unirnos profundamente. No había hecho alguna de su vida que él no me confiase, es un muchacho de naturaleza alegre y confiada... en eso se parece mucho a su desaparecida madre. Pronto ingreso a la escuela de leyes y no tardó en mostrarse como un alumno aventajado, pero sobretodo muy estimado entre sus profesores y compañeros. Todo marchaba muy bien y el futuro no podía mostrarse más prometedor para mi muchacho hasta que apareció en su vida un tal mister Godfrey Douglas, aquel hombre fue la nube negra que empaño el horizonte de nuestras existencias. Este hombre es mayor que Alfred, debo confesar que es un hombre desde todo punto de vista agradable; tiene un rostro agraciado, procede de una buena familia y ha viajado mucho, esto unido a una excelente educación, hacen de él un hombre cuya conversación es siempre interesante; no creo que nadie pueda resistirse al hechizo de su voz suave y melodiosa cuando narra sus anécdotas, y mucho menos a ciertos toques de humor que sabe agregar en la cantidad y en el momento justos. Fueron muchas las veces que Douglas frecuento nuestra casa y pronto su presencia se hizo en ella habitual. Nada había que reprochar a este hombre... y sin embargo, había algo en él que no terminaba de agradarme, será esa intuición que había desarrollado por el íntimo trato con mi hijo, pero algo me decía que ese hombre tenía sus secretos, y que estos no eran buenos.

- ¿Había alguna razón que le hiciera pensar así?

- No sabría decirle con exactitud mister Holmes, pero había algo en la forma en que miraba a mi hijo que no me agradaba. Además muchas veces, al pasar por la puerta de la biblioteca, sin que ellos notaran mi presencia, lo veía tomarse demasiadas libertades con Albert.

Holmes abrió los ojos ante aquella observación, sus pálidas mejillas se encendieron y hecho el cuerpo hacía adelante clavando sus grises y penetrantes ojos en nuestro visitante.

- ¿Libertades? ¿A qué se refiere, qué tipo de libertades?

Sir Laurents se ruborizo, por un momento pareció sentirse muy agitado, se revolvió en su asiento y sus ojos se fijaron por unos segundos en la alfombra. Se retorcía las blancas manos, por unos instantes temí que le acometiera de nuevo un ataque, pero el buen hombre respiro profundamente, cerró los ojos como quien ya ha tomado una resolución difícil y siguió su relato.

- Esto es para mí muy difícil mister Holmes, pero sé que no debo ocultarle nada. En fin, en esas ocasiones en que le comento que pasaba yo por la biblioteca, pues... encontraba a Douglas de pie al lado de mi hijo con un brazo rodeando sus hombros y con el rostro muy cercano al de este, mientras leían algo; otras veces estaban sentados uno frente al otro, enfrascados en una amena conversación, todo eso era muy normal, sin embargo las manos de aquel hombre estaban apoyadas suavemente sobre las piernas de Albert; cierta vez lo vi acariciando el rostro de mi muchacho. Aquello podía parecer simples gestos amistosos, pero había algo en la forma que adoptaban sus caricias que me inquietaban. Como ya le comente Albert es un joven sumamente confiado, a veces rayando en la ingenuidad, por eso pienso que él no encontraba nada de anormal en la conducta de su amigo. Pero desde que fui testigo de aquellas familiaridades, la presencia de Douglas en mi casa dejó de ser agradable; se me hacía violento hablar a mi hijo de ello, además cada vez que le insinuaba algo en contra de aquel hombre se mostraba irritado. Pronto note que su carácter dulce y amable iba cambiando, ahora respondía con acritud a cualquier observación que le hacía sobre su comportamiento. Aquel vínculo que me unía a él se iba deteriorando poco a poco; ya apenas hablaba conmigo y se mostraba cada vez más huraño. Aquel cambio no eran suposiciones mías, su entorno en la universidad también lo notaba. Finalmente termine por prohibir las visitas de aquella mala sombra, mi hijo no pareció inquietarse con aquella desición mía, por el contrario, parecía que hasta me lo agradecía. Yo notaba que había desaparecido de sus azules ojos esa sombra que parecía enturbiarlos, volvía a ser el joven que siempre había sido. Todo parecía volver a la normalidad hasta la tarde de ayer, que marcho a la universidad muy de mañana y ya no lo volví a verlo más.

- ¿Es su cochero quién lo lleva habitualmente?

- Sí, James siempre lo esperaba con los caballos enganchados muy temprano y lo dejaba a las puertas mismas de la universidad, luego al atardecer Albert lo esperaba para emprender el camino de regreso.

- ¿No noto este nada anormal en su joven amo?

- No, por el contrario, le pareció que iba tan animado como de costumbre.

- ¿Y al dejarlo, no vio a nadie, o algo que llamara su atención?

- En absoluto, James siempre espera verle cruzar las puertas antes de marcharse. El asegura que lo vio entrar. Nada extraño observo, todo era el habitual movimiento de los jóvenes y el bullicio de sus risas y conversaciones.

- ¿Aparte de Douglas tenía su hijo alguien que atrajera su atención especialmente?

- Oh, sí, me hablaba mucho de una señorita Elsie, nunca menciono el apellido. Pero me comento que era hermana de uno de sus compañeros. Sé que esta joven le interesaba mucho porque siempre que me hablaba de ella los colores se le subían al rostro y no había virtud sobre esta tierra de la que no estuviera dotada la bella Elsie.

- ¿Sabe si tenían correspondencia?

- No podría asegurarlo, pero pienso que sí, muchas veces había visto a mi hijo apurarse en guardar unas cartas en cuanto nuestro criado las colocaba en la canastilla que tenemos en el estudio.

- Eso resulta algo extraño, si tenía tanta confianza con Ud. no tendría porque ocultarle que se escribía con la señorita es cuestión.

- Oh, mister Holmes, eso era ya demasiado íntimo para que mi hijo lo compartiera conmigo.

- Y sin embargo... permitáme aclarar un punto Sir Laurents, si al parecer su hijo se había librado de la influencia de mister Douglas, entonces, por qué en su carta sigue haciendo alusión a esta.

- Unos dos días antes de que desapareciera y después de que volviera de la universidad, lo vi salir de forma apresurada. James se acerco para recibir ordenes, pero Albert le dijo que iba cerca y no necesitaba el coche.

- ¿No hizo ninguna referencia hacía al lugar dónde se dirigía?

- El no sabía que yo había visto todo y no tenía porque darle explicaciones a James. Había algo de extraño en aquella repentina salida que no pude evitar seguirle. Cuál sería mi sorpresa cuando en un claro del camino vi aparecer al mismísimo Douglas. Extendió sus brazos hacía Albert cuando lo vio acercarse, pero este lo rechazo suavemente. Conversaron por unos minutos, mi hijo se mostraba friamente cortez, y no dejaba de mirar el camino. Douglas le había tomado una de las manos y no dejaba de estrecharla entre las suyas, aquello y la naturaleza de lo que debía estar diciendole al muchacho lo hacía ruborizar. Entonces libro su mano y con una sonrisa nerviosa se alejo rápidamente hacía la casa. Yo tuve que correr para evitar que me viera, cuando regreso me hallo comodamente sentado en mi estudio revisando unos papeles. No esperaba verme tan repentinamente porque involuntariamente dio un respingo, todavía llevaba el rostro encendido y sus ojos evitaban los míos. - papá, creí que estarías en tu habitación - me dijo con un temblor en la voz que nunca antes le había escuchado. - ¿recién llegas de clases ? - le pregunte, - No, no, llegue hace un rato, solo salí a dar una vuelta, hoy ha sido un día complicado. No te importa si me voy a recostar, me siento un poco cansado - le respondí que podía descansar todo lo que necesitara. Cuando bajo a cenar ya se había serenado, pero yo que le conozco bien, sabía que algo lo turbaba profundamente. Fue en ese momento que decidi escribirle a Ud.

- Bien, creo que ya nos ha contado suficiente mister Laurents. No tendrá incoveniente en recibirnos mañana en la tarde en su casa.

- Por supuesto que no, Ud. y su amigo seran bien recibidos en cualquier momento.

- Un momento sir Larents, ¿conoce la dirección de mister Douglas? Y si fuera tan amable, podría proporcionarnos alguna foto del joven Albert.

- Claro que sí, siempre llevo una en mi cartera. La dirección de Douglas es Regent Street 391, al menos esa dirección figuraba en su tarjeta.

- Gracias Sir Laurents, puede marcharse tranquilo. Mañana en la tarde le tendremos alguna noticia.

Nuestro distinguido cliente se puso de pie, nos hizo una inclinación y salio de la habitación. Pronto escuchamos el traqueteo de los caballos alejándose por la calle.

Holmes reclinado sobre el sillón no se había movido y nada comentó sobre aquel inusual caso que había venido a entrometerse en nuestras vidas.

- Por vida mía Watson que he de confesarle que nunca antes maneje un caso de está índole, ese tal Douglas me parece que tiene costumbres bastantes particulares. ¿Cómo anda su clientela mi querido amigo, se podrá pasar unos días sin Ud.?

- Oh, claro que sí, Stanford puede muy bien hacerse de ella mientras yo no estoy disponible.

- Bien, entonces empezaremos por darnos un paseo por la respetable y antigua universidad de Oxford, y luego nos daremos una vuelta por Regent street; me interesa averiguar todo lo que pueda de este mister Douglas. No estaría de más dar con el paradero de miss Elsie.
Nos desayunamos rápidamente y antes de las nueve ya estabamos en la estación de Paddigton en un compartimento de primera clase con destino a Oxford .

Mientas Holmes estaba sumido en sus pensamientos, con eso rostro de granito inescrutable, acometiendo a su pipa de arcilla; yo disfrutaba del agradable paisaje conforme nos acercabamos a la majestuosa universidad. No pude evitar sentir un sentimiento de grandiosidad; hermosa, solidamente construída; y recordar la cita de Matthew Arnold que las había calificado como: "La ciudad de las agujas de ensueño".

- Vaya Watson, veo que Ud. no pierde el tiempo, hace un buen rato que sus ojos no dejan de admirar la arquitectura del edificio, y comparto la opinión de Arnold, en realidad es la ciudad de las agujas de ensueño

- Creí que Ud. meditaba. Cómo ha podido saber pués que justamente pensaba en eso.

- Oh amigo basta ver sus brillantes ojos fijos, ajenos a todo el resto del edificio para recordar a Arnold. ¿Ha revisado algo más de la arquitectura?. Como edificio viejo que es, ha de guardar más de una maraña de recovecos y escondrijos, a los que sería útil volcar nuestra atención

- Pués, no es precisamente sobre arquitectura sobre lo que me estado informando. He leído solo sobre muchas riñas e intrigas, cosas que siempre ocurren cuando esta en juego el poder.

- Cierto, muy cierto mi querido Watson, nada es más daniño como el poder puesto en malas manos. Pero si no me equivoco ya hemos llegado. Ojalá el ilústre doctor ... tenga a bien recibir a estos humildes visitantes.

El lector sabrá perdonar ciertas omisiones, pero todo ello se debe al pedido extricto de las autoridades universitarias de no ver mezclados sus nombres en ningún asunto escandaloso.

Armonía y belleza en sepia


Fotógrafo nacido en Toronto Cánada. Su carrera profesional comienza en París en 1983, donde realiza diversos documentales fotográficos sobre temas sociales. Su primera exhibición, 'Timewaves', se inauguró en 1992 en el Museo del Elíseo de Suiza. Desde 1992 ha realizado 34 expediciones a Birmania, Sri Lanka, Etiopía, Kenia, Namibia o la Antártida, entre otros destinos, para fotografiar las relaciones entre humanos y animales salvajes. Los 10 años de viajes han dado como resultado la exhibición 'Ashes and Snow', más de 100 fotografías de elefantes, ballenas, orangutanes, cocodrilos, jaguares, ibis y águilas posando junto a niños y adultos. «Mi bestiario expresa no sólo el mundo a través de los ojos humanos, sino también de los de los animales», afirma.
Gregory Colbert es un fotógrafo que trabaja a su ritmo. O, mejor sería decir, al ritmo de la naturaleza. No le gusta sentirse presionado por las horas y los minutos, razón por la que se niega definitivamente a usar reloj. Tampoco carga celular y nunca consulta internet. Lo suyo es perderse en el ambiente y esperar durante días o meses hasta tener enfrente una imagen que le robe la respiración. "El momento ideal para hacer una toma es cuando estás tan impresionado por lo que ves, que dejas de respirar".
"Mi trabajo puede definirse como un bestiario y mi interés es explorar esas relaciones, que considero místicas. Los humanos aparecen con los ojos cerrados porque me interesa enfocarme en la mirada de los animales. Sus expresiones son las protagonistas y los hombres o niños que están presentes se guían por ellas", comenta el fotógrafo canadiense, quien inició su carrera profesional en 1983, cuando realizó en París diversos reportajes sobre temas sociales. No obstante que las fotografías, impresas en color sepia, no han sido retocadas por ningún medio digital, es difícil que el espectador acepte, al menos en un primer acercamiento, que son absolutamente reales. Por su belleza y manejo de la luz, más de uno asegura que se trata de fotomontajes o que han sido sometidas a un programa digital. Nada de eso. La placa en la que un elefante recostado en el suelo "escucha" atento la lectura de un niño, es tan real como aquella en la que un leopardo observa el horizonte, mientras un niño desnudo permanece a su lado en posición fetal.



Pero si duda cabe, Colbert muestra además tres videos que grabó al momento de realizar las fotografías. De la convivencia entre estos animales y los humanos, dice Colbert: "Esa relación te brinda humildad: la naturaleza es un poema y nosotros somos tan pequeños, que sólo representamos unas cuantas estrofas. Con los cachalotes hubo una especie de danza. Y eso inspira a la gente. A fin de cuentas, ese es el trabajo del artista". "Hace millones de años que la Tierra habla. Y yo quiero continuar ese diálogo con mi cámara..." El Museo Nómada es un recinto diseñado por el arquitecto japonés Shigeru Ban, quien en 2004 construyó casas con bloques de tierra para las víctimas del tsunami que vivió Sri Lanka.Su estructura es desmontable y está armada con contenedores de barco, columnas de cartón revestido de impermeabilizante y una cortina de 12 metros de largo elaborada con bolsas de té. El museo -que inició sus actividades en Nueva York- ha sido desmontado para viajar a California, Tokio, México y posteriormente Brasil.

En realidad son imágenes que dejan sin aliento, la completa armonía de la naturaleza humana y animal que emanan las fotografías, parecen el sueño hecho realidad, de que alguna vez todos los seres puedan vivir en paz. Las fotografías nos envuelven en un sosiego y una tranquilidad, que difícilmente puede ser traducida en palabras. Pocas veces el trabajo de un fotógrafo me ha conmovido de una forma tan profunda.
A continuación les brindo algunas de sus fotografías con la seguridad que la belleza de las mismas capturara su atención por mucho tiempo.






Datos: "La Crónica" y "El Mundo" de México.
Agradecimientos especiales a Marga.

06 mayo, 2008

Gracias a la vida

Tenía que exorcisar mis demonios y lo he hecho, ahora me siento mejor. Si queridos amigos solo yo tengo las respuestas y por negra que sea la noche, siempre amanece.
Gracias Marga y Javier, gracias por su amistad, por estar siempre aquí. Ya no más cosas negras y tristes, ya fue suficiente.

Y ahora...¡Viva la vida!!!!!!!!, ¿me acompañan a merendar?.