11 mayo, 2008

La aventura de los jovenes desparecidos 1era entrega


Tal vez, está sea uno de retos más difíciles que me haya propuesto. Todos conocen mi admiración por la obra de Doyle, en lo relacionado a la creación del personaje de ficción más querido para mí.
Emprendo un pequeño relato, en donde tratare de situar al personaje en las calles de Londres de finales del siglo XIX, envuelto en uno de sus intrincados casos, donde se pone en juego todo su poder de observación y deducción.

Era una tarde brumosa de fines de noviembre, el fuego de la chimenea chisporroteaba haciendo agradable aquella fría tarde de invierno. Holmes estaba sentado sobre el sillón echo un ovillo, una gruesa manta le cubría los hombros. Sus ojos grises estaban perdidos, ausentes. En aquellas ocasiones me parecía que si bien su cuerpo estaba frente a mí, su vigoroso espíritu vagaba por intrincados caminos. En esos momentos yo no me atrevía a hacerle ninguna observación, bien sabía que sin duda estaba meditando en algunos de sus casos y que cualquier intromisión en sus pensamientos, solamente podía causarle una gran irritación. De cuando en cuando daba una gran chupada a su pipa, ese era el único signo de vida que daba en aquellos momentos.

- Es por demás Watson, estoy forzando una delicada máquina como es el cerebro a trabajar sin los suficientes datos. Es mejor esperar que nos llegue más información, tener algo en que apoyar las muchas hipótesis que he venido barruntando durante toda la tarde y que Ud. ha sido tan amable de no interrumpir. ¿Qué saca en claro de estas palabras? Diciendo esto arrojo sobre la mesa un papel. La carta estaba escrita en un papel de excelente calidad, la caligrafía era exquisita, y los términos en los que se expresaba el autor de la misma solo podían corresponder a una persona de buena educación.

Estimado Mr. Holmes

Sé de las notables facultades que lo distinguen y que gracias a ellas ha llevado a buen termino innumerables casos. Por ello recurro a Ud. no en mi calidad de político, sino en la de padre angustiado, es mi deber salvar a mi único hijo de una mala influencia. Espero tenga a bien recibirme en sus habitaciones esta tarde a las 7.00. Le ruego absoluta reserva en nombre de todo aquello que es sagrado para Ud.

Afectuosamente suyo

Sir Edgar Laurents

- Pues veo un padre desesperado, quizá el muchacho esta metido en el juego o relacionado con alguna dama de dudosa reputación.

- No, no Watson, los temores de este caballero son de otra índole. Observe Ud. como la caligrafía pese a ser impecable, conforme va escribiendo, se va tornando más ilegible... eso muestra una gran agitación nerviosa. Vea con cuanta vehemencia me pide discreción. Ese joven debe estar enredado en algún asunto grave... pero si no me equivoco ya tenemos al mismísimo mister Laurents aquí, sientese Watson y escuchemos qué tiene que contarnos este distinguido caballero.

Un elegante coche se había detenido frente a nuestra puerta y pronto escuchamos unos pasos agitados ascendiendo por las escaleras. La puerta se abrió y por ella ingreso un hombre enfundado en un grueso abrigo. Estaría frisando los cincuenta años, pero su rostro de facciones agradables le imprimían un aire juvenil. El cabello debió de haber sido en tiempos de un hermoso rubio, ya que todavía conservaba mucho de el en su melena que empezaba a encanecer. La mirada firme e imperiosa; los labios apretados y la cuadrada barbilla, revelaba al hombre acostumbrado a ser obedecido. Nos miro alternativamente a uno y a otro, luego avanzó con la mano extendida hacía mi compañero, unos instantes después sentía en mi mano el apretón de la suya, delgada y suave.

- Tome asiento Sir Laurents, y haga el favor de relatarnos, qué es lo que lo preocupa tanto de su hijo; hasta el punto de abandonar su trabajo y no regresar desde ayer a su casa.

Sir Laurents lo miro sorprendido, mientras yo hacía lo propio. A pesar del tiempo transcurrido al lado de Holmes, este nunca dejaba de sorprenderme.

- Oh, es elemental Sir Laurents, deduzco que no ha regresado Ud. a su casa porque a pesar de estar pulcramente vestido, he podido notar que el cuello de su camisa esta deslucido, además sus botas muestran huellas de barro seco, lo que no hubiera ocurrido si la doncella las hubiera limpiado. Ud. trabaja en el Foreing Office y por lo general, los empleados del lugar, aún los de mayor rango, suelen llevar consigo un portafolio con el sello de la Oficina. No veo que Ud. traiga nada, por lo tanto no se ha presentado a trabajar el día de hoy.

- Tiene razón mister Holmes, desde ayer en la tarde no he descansado. Ahora su ayuda es más apremiante todavía, cuando le escribí la carta nada me hacía presagiar que esa era la última mañana que estaba viendo a mi hijo... ha desaparecido, desde ayer no sé nada de él.

De pronto aquel hombre acostumbrado a refrenar sus emociones, se abandono a ellas. Se acerco a Holmes y sujetandole las manos se puso a sollozar. Aquel espectáculo me resultaba doloroso, lo levante suavemente del suelo, mientras me apuraba en buscar el brandy. Cuando hubo bebido un gran sorbo, pareció recuperar la cordura.

- ¡Dios mío!, perdonen todo esto, es que no conozco la paz desde que Albert desapareció. Oh, yo sé que no se marcharía así por voluntad propia. El me quería mister Holmes, quizá se rebelara algunas veces, pero sé que él no me causaría este pesar. Emplee todo lo que sea necesario para encontrarlo; dinero, hombres, carruajes, lo que necesite lo pongo a su disposición. Poco me importa quedarme sin un penique, de qué me sirve el dinero si no puedo tener a mi querido hijo.

- Calmese mister Laurents, por ahora solo necesito datos. Por favor Watson, sirvale un poco más de brandy.

Ya antes he hecho notar al lector que cuando quería, Holmes podía ejercer un efecto casi hipnótico sobre la otra persona. Se acerco a nuestro cliente y poniendo una de sus delgadas manos sobre el hombro, le hablo en un tono tranquilizador.

- Yo haré lo que este en mis manos por encontrar a su hijo. ¡Se lo prometo!

Aquellas palabras parecieron obrar magia en nuestro hombre, sus facciones dejaron de tener aquel rictus doloroso y su respiración poco a poco volvió a la normalidad.

- Que Dios lo bendiga por ello mister Holmes, su palabra me basta. Ahora pregunteme todo lo desee que yo tratare de ser lo más preciso posible.

- Bien, muy bien Sir Laurents, la desesperación no es buena consejera, no nos permite pensar con claridad. Ahora tenga la bondad de relatarme todo lo sucedido.

Nuestro cliente se paso una de sus delgadas manos sobre su frente blanca y despejada como para ordenar sus ideas. Holmes se reclino sobre su sillón y adoptó aquella postura que en el significaba la más intensa concentración. Se recostó sobre su sillón juntando la yema de los dedos y entrecerrando los ojos.


- Empezaré por decirle que soy viudo desde hace unos cinco años, es decir, Albert era apenas un adolescente cuando su madre murió. Ambos quedamos muy afectados, sin embargo, aquella desgracia sirvió para unirnos profundamente. No había hecho alguna de su vida que él no me confiase, es un muchacho de naturaleza alegre y confiada... en eso se parece mucho a su desaparecida madre. Pronto ingreso a la escuela de leyes y no tardó en mostrarse como un alumno aventajado, pero sobretodo muy estimado entre sus profesores y compañeros. Todo marchaba muy bien y el futuro no podía mostrarse más prometedor para mi muchacho hasta que apareció en su vida un tal mister Godfrey Douglas, aquel hombre fue la nube negra que empaño el horizonte de nuestras existencias. Este hombre es mayor que Alfred, debo confesar que es un hombre desde todo punto de vista agradable; tiene un rostro agraciado, procede de una buena familia y ha viajado mucho, esto unido a una excelente educación, hacen de él un hombre cuya conversación es siempre interesante; no creo que nadie pueda resistirse al hechizo de su voz suave y melodiosa cuando narra sus anécdotas, y mucho menos a ciertos toques de humor que sabe agregar en la cantidad y en el momento justos. Fueron muchas las veces que Douglas frecuento nuestra casa y pronto su presencia se hizo en ella habitual. Nada había que reprochar a este hombre... y sin embargo, había algo en él que no terminaba de agradarme, será esa intuición que había desarrollado por el íntimo trato con mi hijo, pero algo me decía que ese hombre tenía sus secretos, y que estos no eran buenos.

- ¿Había alguna razón que le hiciera pensar así?

- No sabría decirle con exactitud mister Holmes, pero había algo en la forma en que miraba a mi hijo que no me agradaba. Además muchas veces, al pasar por la puerta de la biblioteca, sin que ellos notaran mi presencia, lo veía tomarse demasiadas libertades con Albert.

Holmes abrió los ojos ante aquella observación, sus pálidas mejillas se encendieron y hecho el cuerpo hacía adelante clavando sus grises y penetrantes ojos en nuestro visitante.

- ¿Libertades? ¿A qué se refiere, qué tipo de libertades?

Sir Laurents se ruborizo, por un momento pareció sentirse muy agitado, se revolvió en su asiento y sus ojos se fijaron por unos segundos en la alfombra. Se retorcía las blancas manos, por unos instantes temí que le acometiera de nuevo un ataque, pero el buen hombre respiro profundamente, cerró los ojos como quien ya ha tomado una resolución difícil y siguió su relato.

- Esto es para mí muy difícil mister Holmes, pero sé que no debo ocultarle nada. En fin, en esas ocasiones en que le comento que pasaba yo por la biblioteca, pues... encontraba a Douglas de pie al lado de mi hijo con un brazo rodeando sus hombros y con el rostro muy cercano al de este, mientras leían algo; otras veces estaban sentados uno frente al otro, enfrascados en una amena conversación, todo eso era muy normal, sin embargo las manos de aquel hombre estaban apoyadas suavemente sobre las piernas de Albert; cierta vez lo vi acariciando el rostro de mi muchacho. Aquello podía parecer simples gestos amistosos, pero había algo en la forma que adoptaban sus caricias que me inquietaban. Como ya le comente Albert es un joven sumamente confiado, a veces rayando en la ingenuidad, por eso pienso que él no encontraba nada de anormal en la conducta de su amigo. Pero desde que fui testigo de aquellas familiaridades, la presencia de Douglas en mi casa dejó de ser agradable; se me hacía violento hablar a mi hijo de ello, además cada vez que le insinuaba algo en contra de aquel hombre se mostraba irritado. Pronto note que su carácter dulce y amable iba cambiando, ahora respondía con acritud a cualquier observación que le hacía sobre su comportamiento. Aquel vínculo que me unía a él se iba deteriorando poco a poco; ya apenas hablaba conmigo y se mostraba cada vez más huraño. Aquel cambio no eran suposiciones mías, su entorno en la universidad también lo notaba. Finalmente termine por prohibir las visitas de aquella mala sombra, mi hijo no pareció inquietarse con aquella desición mía, por el contrario, parecía que hasta me lo agradecía. Yo notaba que había desaparecido de sus azules ojos esa sombra que parecía enturbiarlos, volvía a ser el joven que siempre había sido. Todo parecía volver a la normalidad hasta la tarde de ayer, que marcho a la universidad muy de mañana y ya no lo volví a verlo más.

- ¿Es su cochero quién lo lleva habitualmente?

- Sí, James siempre lo esperaba con los caballos enganchados muy temprano y lo dejaba a las puertas mismas de la universidad, luego al atardecer Albert lo esperaba para emprender el camino de regreso.

- ¿No noto este nada anormal en su joven amo?

- No, por el contrario, le pareció que iba tan animado como de costumbre.

- ¿Y al dejarlo, no vio a nadie, o algo que llamara su atención?

- En absoluto, James siempre espera verle cruzar las puertas antes de marcharse. El asegura que lo vio entrar. Nada extraño observo, todo era el habitual movimiento de los jóvenes y el bullicio de sus risas y conversaciones.

- ¿Aparte de Douglas tenía su hijo alguien que atrajera su atención especialmente?

- Oh, sí, me hablaba mucho de una señorita Elsie, nunca menciono el apellido. Pero me comento que era hermana de uno de sus compañeros. Sé que esta joven le interesaba mucho porque siempre que me hablaba de ella los colores se le subían al rostro y no había virtud sobre esta tierra de la que no estuviera dotada la bella Elsie.

- ¿Sabe si tenían correspondencia?

- No podría asegurarlo, pero pienso que sí, muchas veces había visto a mi hijo apurarse en guardar unas cartas en cuanto nuestro criado las colocaba en la canastilla que tenemos en el estudio.

- Eso resulta algo extraño, si tenía tanta confianza con Ud. no tendría porque ocultarle que se escribía con la señorita es cuestión.

- Oh, mister Holmes, eso era ya demasiado íntimo para que mi hijo lo compartiera conmigo.

- Y sin embargo... permitáme aclarar un punto Sir Laurents, si al parecer su hijo se había librado de la influencia de mister Douglas, entonces, por qué en su carta sigue haciendo alusión a esta.

- Unos dos días antes de que desapareciera y después de que volviera de la universidad, lo vi salir de forma apresurada. James se acerco para recibir ordenes, pero Albert le dijo que iba cerca y no necesitaba el coche.

- ¿No hizo ninguna referencia hacía al lugar dónde se dirigía?

- El no sabía que yo había visto todo y no tenía porque darle explicaciones a James. Había algo de extraño en aquella repentina salida que no pude evitar seguirle. Cuál sería mi sorpresa cuando en un claro del camino vi aparecer al mismísimo Douglas. Extendió sus brazos hacía Albert cuando lo vio acercarse, pero este lo rechazo suavemente. Conversaron por unos minutos, mi hijo se mostraba friamente cortez, y no dejaba de mirar el camino. Douglas le había tomado una de las manos y no dejaba de estrecharla entre las suyas, aquello y la naturaleza de lo que debía estar diciendole al muchacho lo hacía ruborizar. Entonces libro su mano y con una sonrisa nerviosa se alejo rápidamente hacía la casa. Yo tuve que correr para evitar que me viera, cuando regreso me hallo comodamente sentado en mi estudio revisando unos papeles. No esperaba verme tan repentinamente porque involuntariamente dio un respingo, todavía llevaba el rostro encendido y sus ojos evitaban los míos. - papá, creí que estarías en tu habitación - me dijo con un temblor en la voz que nunca antes le había escuchado. - ¿recién llegas de clases ? - le pregunte, - No, no, llegue hace un rato, solo salí a dar una vuelta, hoy ha sido un día complicado. No te importa si me voy a recostar, me siento un poco cansado - le respondí que podía descansar todo lo que necesitara. Cuando bajo a cenar ya se había serenado, pero yo que le conozco bien, sabía que algo lo turbaba profundamente. Fue en ese momento que decidi escribirle a Ud.

- Bien, creo que ya nos ha contado suficiente mister Laurents. No tendrá incoveniente en recibirnos mañana en la tarde en su casa.

- Por supuesto que no, Ud. y su amigo seran bien recibidos en cualquier momento.

- Un momento sir Larents, ¿conoce la dirección de mister Douglas? Y si fuera tan amable, podría proporcionarnos alguna foto del joven Albert.

- Claro que sí, siempre llevo una en mi cartera. La dirección de Douglas es Regent Street 391, al menos esa dirección figuraba en su tarjeta.

- Gracias Sir Laurents, puede marcharse tranquilo. Mañana en la tarde le tendremos alguna noticia.

Nuestro distinguido cliente se puso de pie, nos hizo una inclinación y salio de la habitación. Pronto escuchamos el traqueteo de los caballos alejándose por la calle.

Holmes reclinado sobre el sillón no se había movido y nada comentó sobre aquel inusual caso que había venido a entrometerse en nuestras vidas.

- Por vida mía Watson que he de confesarle que nunca antes maneje un caso de está índole, ese tal Douglas me parece que tiene costumbres bastantes particulares. ¿Cómo anda su clientela mi querido amigo, se podrá pasar unos días sin Ud.?

- Oh, claro que sí, Stanford puede muy bien hacerse de ella mientras yo no estoy disponible.

- Bien, entonces empezaremos por darnos un paseo por la respetable y antigua universidad de Oxford, y luego nos daremos una vuelta por Regent street; me interesa averiguar todo lo que pueda de este mister Douglas. No estaría de más dar con el paradero de miss Elsie.
Nos desayunamos rápidamente y antes de las nueve ya estabamos en la estación de Paddigton en un compartimento de primera clase con destino a Oxford .

Mientas Holmes estaba sumido en sus pensamientos, con eso rostro de granito inescrutable, acometiendo a su pipa de arcilla; yo disfrutaba del agradable paisaje conforme nos acercabamos a la majestuosa universidad. No pude evitar sentir un sentimiento de grandiosidad; hermosa, solidamente construída; y recordar la cita de Matthew Arnold que las había calificado como: "La ciudad de las agujas de ensueño".

- Vaya Watson, veo que Ud. no pierde el tiempo, hace un buen rato que sus ojos no dejan de admirar la arquitectura del edificio, y comparto la opinión de Arnold, en realidad es la ciudad de las agujas de ensueño

- Creí que Ud. meditaba. Cómo ha podido saber pués que justamente pensaba en eso.

- Oh amigo basta ver sus brillantes ojos fijos, ajenos a todo el resto del edificio para recordar a Arnold. ¿Ha revisado algo más de la arquitectura?. Como edificio viejo que es, ha de guardar más de una maraña de recovecos y escondrijos, a los que sería útil volcar nuestra atención

- Pués, no es precisamente sobre arquitectura sobre lo que me estado informando. He leído solo sobre muchas riñas e intrigas, cosas que siempre ocurren cuando esta en juego el poder.

- Cierto, muy cierto mi querido Watson, nada es más daniño como el poder puesto en malas manos. Pero si no me equivoco ya hemos llegado. Ojalá el ilústre doctor ... tenga a bien recibir a estos humildes visitantes.

El lector sabrá perdonar ciertas omisiones, pero todo ello se debe al pedido extricto de las autoridades universitarias de no ver mezclados sus nombres en ningún asunto escandaloso.

7 comentarios:

Marga dijo...

Bueno, esta vez va de misterio...

Exquisito relato, no tardes en continuar por favor.

Besitos guapetona

Javier dijo...

UFFFF!!!!, con mayúsculas, en menuda te has embarcado, jejejejeje.

A ver, a ver como continuas. ;-)

Dalia dijo...

uy esta muy largo amiga, ahora no me dara tiempo de leerte porque estoy en el curro, como dice nuestro Fer... te imprimo y te llevo a casa conmigo para deleitarme con tu historia antes de dormir y con la atencion debida.

Arquitecturibe dijo...

WOW!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
la verdad nunca me ha invadido el misterio de Holmes o de Poirot... pero a bien tengo venir hasta aqui para aprender de una maestra como pareces ser Rosita!!!!!
Como ves, me toco venir hasta la primera parte, confieso mi ausencia un poco obligada, pero como siempre dejo claro, no es olvido... nunca sería olvido...
Pero... no sé... no creo que el chico se haya fugado con su amigo... me parecería muy obvio... vamos a ver....
un abrazo desde mi lejana galaxia

AnCris dijo...

¡Lectura de calidad para el viaje!
Te imprimo como Dalia y te llevo para mis viajes Rosi.
Besotes y no dejes de meterte en estos desafíos, siempre vas muy bien en ellos!

Dalia dijo...

mi Dios!!!!

amiga, de verdad, que escribas sobre Holmes no es osadia... es un derecho ganado con talento...

sabia que seria bueno... pero en realidad es mas que eso, es excelente...

corro emocionada a la segunda parte. Gracias por deslumbrarme una vez mas. Valio la pena esperar para leerte

El César del Coctel dijo...

Mi apreciada Rosa de Fuego, hace mucho que no visitaba tu casa... y si que me has sorprendido... de acuerdo con Marga, tu relato es exquisito. Es magistral.

Ahora voy para el segundo capítulo.

Abrazos