02 agosto, 2009

Inside

Para mi amigo Héctor

Hay dos cosas que se pierden al ingresar a un hospital psquiatrico; la libertad y la intimidad, dos cosas a las que no estoy dispuesto a renunciar. Siempre he hecho lo que he querido, ese es mi sello. ¿Acaso alguien puede imaginarse a un House acatando órdenes?, bueno, aunque tengo que reconocer que en algunas ocasiones Cuddy ha salido vencedora en esto.
El lugar está limpio, pintado de colores alegres; todo parece sacado de un recorte de revista.
el hombre bajo se presenta conmigo, es el director del hospital, y me señala a los otros que lo acompañan; esta es la Srta. Gina Raymond, nuestra directora en jefe del área de enfermería y este es Warner uno de nuestros mejores enfermeros.
Amber sigue a mi lado, sonriendo, siempre sonriendo. ¡Es tan terrible su venganza! - Oh, allí vienen tus compañeros, debes ser "buen chico" con ellos, te acompañaran por un buen tiempo.
Caminamos por amplios pasadizos, no puedo evitar que un escalofrío me recorra el cuerpo cuando diviso a otros enfermos deambulando por estos. ¿Acaso me convertiré en uno de ellos si las cosas no resultan?
- Le hubiéramos querido evitar todo esto, pero no es imposible - me dice la rubia, de traje sastre impecable, sin una sola arruga, sin la más la más leve mancha. Tiene un rostro agraciado, gemelas estupendas y unos enormes ojos verdes y fríos con los que parece estarme evaluando constantemente. Su cabello de un rubio claro está atado en una cola sencilla. Una sonrisa que no me convence está permanentemente curvando sus labios... hay un algo de falso en ella, conozco lo suficiente a la gente para saber cuando miente.
No sé que irán a inventar Wilson y Cuddy para explicar mi ausencia; por fin Foreman logrará su sueño largamente acariciado, el de convertirse en Jefe del Departamento de Diagnósticos. Ohhh, todos harán de seguro una celebración. Todo marchará en orden y bajo lo que se considera los conductos normales. ¡Por fin se marchó, el cojo cínico e insoportable!, ¡Aleluya!... bueno, no es navidad, pero muchos ángeles entonarán himnos de alabanza a dios.
No entiendo por qué razón el enfermero no se aparta de nosotros... ¿qué es lo que piensan, que voy a salir corriendo o me voy a poner como "loco de atar" realmente? Su presencia me incómoda, al igual que la mujer no me quitan la vista de encima. ¿Qué se estarán preguntando? ya deben saber de mí, soy uno de los médicos especialistas en diagnósticos más conocidos del mundo... seguramente siempre debieron pensar que con mis adicciones terminaría aquí.
No han sentido alguna vez una cierta antipatía inexplicable hacía algo o alguien, pues eso es lo que siento cuando se acerca a mí el maldito enfermero ese, peor aún cuando siento su mano en mi hombro, grande, fuerte como una tenaza de hierro intentando ser de plumas.
- Por aquí Dr. House - me dice, haciéndome girar por otro pasadizo. Entonces veo al doctor y al tipo dar un paso atrás. El médico vuelve a tomar la palabra, es un hombre unos años mayor que yo, luce bigote y barba perfectamente cuidados - Lo dejo con la enfermera Raymond, ella le dará algunas reglas sobre el funcionamiento del hospital, y le enseñara su habitación; luego Warner lo traerá a mi oficina donde podremos conversar.
El médico y Warner se dan la vuelta dejándome solo con la mujer.
- Y no le asusta caminar sola con un "adicto fuera de control" ehhh... ¿cuál era su nombre?
- Raymond Dr. House, Gina Raymond, y en cuanto a mi seguridad no se preocupe, tenemos muchas cámaras instaladas... a la menor provocación unos cuantos de mis enfermeros vendrían por usted.
- Ah, eso me gusta ¡una chica precavida!
- Sé mucho sobre usted Dr. House, de sus "brillantes" métodos para diagnosticar y su incapacidad para adaptarse a disciplina alguna, sé que tampoco le gusta socializar y que es terriblemente cínico y maleducado.
- Oh, ya veo que es una de mis fans... agréguele que no puedo vivir sin un piano, mi día para sexo desenfrenado, sin mis telenovelas y sin hacerle la vida insoportable a alguien y tendrá un cuadro más o menos completo de mí... Mmm, ah, como ya sabe seguramente, no puedo vivir sin mis vicodin y que hay una rubia hija de... que no me deja en paz.... ¡demonios!, perdón Srta. Raymond, no me refería a usted... hablo de mi alucinación.
La enfermera esboza una de sus sonrisas y comienza a recitarme una serie de reglas a las que supuestamente debo ceñirme en el tiempo que este confinado en este lugar. Estoy empezando a dudar del el buen tino de Wilson al traerme aquí, es que es tan confiado el pobre.
- Los internos se levantan a las 7.00 de la mañana y se dirigen a las duchas, luego pasan a las ventanillas para recibir sus medicamentos, a las 8.00 todos deben estar en el comedor donde se sirve el desayuno. A las 9:30 tenemos una terapia de grupo, la de usted será siempre dirigida por el Dr. Stevens... ohhh, esa es una deferencia muy especial, el doctor casi nunca lleva las terapias, creo que se lo debe a su amigo, ese, el lo trajo aquí - El Dr. James Wilson, es oncólogo - la corto con brusquedad - bien, luego viene una evaluación individual, a las 11.00 los internos tienen una hora de esparcimiento, pueden jugar basketball, baseball, "trotar" o cualquier otra cosa que signifique acondicionamiento físico.
La miró largamente, mis labios sonríen, pero mis ojos están taladrándola, levanto mi bastón y lo hago girar frente a ella en una de mis mejores perfomances.
- ¿Esto cuenta como entrenamiento físico?, porque como ve me lesione en las últimas olimpiadas y no puedo hacer mucho esfuerzo.
Ni siquiera me miro y siguió recitando su itinerario.
- A la una es el almuerzo, este se prolonga hasta la 2:00, aquí tenemos una nueva terapia, pero
esta vez es entre los pacientes. Pueden charlar libremente, conocerse, le vendría bien conversar un poco con los demás internos Dr. House. No tiene nada que temer, está ala es exclusivamente para pacientes tratados por adicción - la interrumpo porque me he dado cuenta cuánto le molesta que algo se salga de su lugar o que se le moleste mientrás habla - Ya, es decir, que puedo caminar por los pasillos sin que me ataque algún paranoico o esquizofrénico... no debo cuidarme en la ducha de algún Norman Bates ¿verdad?
- No, no Dr. House, bueno está termina a las cuatro, donde hay clase de terapia ocupacional; aquí puede hacer lo que guste; pintar, modelar en arcilla, hacer origami, collage, fabricar flo... - la interrumpo de nuevo y no puedo evitar soltar una carcajada, me acuerdo del hijo de perra de Tritter y el día en que me vio haciendo un intestino grueso con plastilina como un crío . Sus ojos verdes se vuelven dos cristales que quisieran cortarme en pedacitos - no veo nada de gracioso en lo que le estoy diciendo Dr. House.
- No, no tiene nada de gracioso, solo que me recuerda otra cosa... en fin, no tienen algún piano... ¿una guitarra?... ¿una moto?
- Creo que hay un piano en el auditorio, pero hace mucho que nadie lo toca, debe estar lleno de polvo y desafinado.
- Está bien, eso está muy bien... permítame usar el piano, yo me arreglo con el resto.
- No puede permanecer solo, ningún paciente puede estar solo en ningún área del edificio, y la sala de auditorios está muy alejada de aquí.
- Entonces traiga el piano a la sala de terapia ocupacional - la veo apretar los labios intentando conservar su sonrisa de propaganda barata.
- Usted no puede alterar la tranquilidad de los otros pacientes solo porque se le ocurre.
- Ellos estarán moldeando, plegando o pegando, o qué se yo; no creo que mi música les moleste en lo más mínimo, más bien será algo favorable... ¿por qué no lo consulta con el Dr. Stevens?, no creo que se oponga - sigue hablando como si no me hubiera escuchado.
- A las 8.00 es la última evaluación individual y la entrega de la dosis de medicamentos, luego las habitaciones son cerradas hasta el día siguiente.
- ¡Yupiiiiii!, pero que días más divertidos voy a pasar aquí, de haberlo sabido me hubiera internado hace mucho - trato de no perder mi aplomo, pero los efectos de la abstinencia están haciendo presa cada vez con más fuerza de mí - no consigo engañarla.
- Le mostraré su habitación Dr. House, ya veo que no se siente muy bien, le avisaré al Dr. Stevens para que venga a verle e inicie su tratamiento.
La puerta se cierra tras ella y solo entonces puedo abandonar está máscara con la que me estado cubriendo. Tengo miedo, un terrible miedo que me tensa los músculos, mientras un sudor helado resbala por mi frente y mis sienes... empiezo a sentir tanto frío que el sudor parece volverse escarcha en mi rostro. La pierna me duele terriblemente, mis lágrimas se mezclan con el sudor, con la sangre que brota de mis labios al morderlos para acallar las ganas de dar de gritos que tengo. Me he dejado escurrir a un costado de la puerta y observo a mí alrededor, es una habitación minúscula; una cama blanca, un retrete, un armario para poner mis cosas y nada, nada, nada. Hay una mirilla de cristal en la puerta... ¿recuerdan lo de la intimidad? Me arrastro hasta el armario y saco mis cosas por hacer algo y distraer el dolor. Empiezo a acomodarlas en los cajones, aquí no hay lugar para percheros. Ya no puedo más, me dejo caer en el piso, mientras mi mano frota con suavidad una y otra vez mi pierna, como lo hacía tantas veces a solas, delante de mi equipo en la clínica... no tengo reloj, aún no han encendido las luces, deben ser entre las cinco o seis de la tarde; me vuelvo de un lado a otro impaciente esperando al dichoso Dr. Stevens. Debo ponerme en pie enseguida, las náuseas empiezan a anunciarse en los espasmos que empiezo a sentir en el estómago, llegó por unos segundos al retrete a vaciar todo; por desgracia la diarrea se presenta al mismo tiempo, trato de soltar la correa lo más rápido posible, pero los vómitos no me lo permiten... terminó cagándome sobre los pantalones... ah, había olvidado decir que el orgullo es otra de las cosas que se pierden en estos lugares. Aguardo, hecho una mierda al pie del retrete que llegue el médico, espero media hora, una, dos, ¿habrá avisado esta perra a Stevens? De pronto veo su rostro asomarse por la mirilla, escucho la llave sobre la cerradura.
- Oh, Dr. House, cuánto lo siento, el Dr. Stevens tuvo unos inconvenientes pero ya está al llegar - veo su como hace esfuerzos por no mostrar el desagrado que siente, o más crudamente el asco - llamaré a Warner para que lo ayude a asearse - ¡no, no a ese tipo!, pero no hago un gesto de desaprobación. A los pocos minutos llega el enfermero vestido con una bata desechable, guantes y una mascarilla, me ayuda a incorporar y me sienta en una silla de ruedas y me conduce raudamente a las duchas.
- ¿Puede desvestirse solo, o desea que lo ayude? - me dice sin quitarme los ojos de encima.
- Puedo solo - me apoyo sobre las baldosas del baño, acuden a mí los recuerdos de mi padre, de sus castigos... mientras me voy quitando la ropa me vuelvo a sentir aquel niño de ocho años al que obligaban a bañarse con hielo. Lo más complicado es quitarme los pantalones, es tan intenso el dolor y tan escaso el apoyo que me da la pared. Veo al hombre acercarce a mí.
- Estése quieto un momento, yo lo ayudare - involuntariamente me encojo contra las baldosas - vamos doctor, no soy ningún pervertido, y le aseguro que esto me agrada tanto como a usted.
Siento sus manos accionar sobre la correa y luego deslizar todo junto... se queda unos instantes mirándo mi muslo desfigurado, aquel horrendo hueco, parece hipnotizado - ¿le duele mucho? - me pregunta - ¡SIEMPRE! - le contesto entre avergonzado, adolorido e irritado. Me ayuda a terminar de desvetir y acciona una de las duchas, el agua templada resbala por mi piel llevándose todo rastro de inmundicia, Warner me alcanza un jabón que huele a desinfectante y empiezo a bañarme. Me siento tan bien bajo el chorro del agua que me olvido del tiempo, entonces siento un toque suave en mi hombro, la tenaza se convirtió en seda está vez - ya está bueno doctor, salga de allí, le daré una muda de ropa interior y uno de los pijamas que trajo con usted.
Me echa una toalla y empieza a frotarme los hombros para ayudarme a secar - ya le dije que puedo solo - me siento en uno de los grandes bancos de madera y empiezo a vestirme, siento su mirada clavada en mi muslo, creo que ni él mismo es consciente de que lo está haciendo.
- ¿Cómo se hizo eso?
- No creo que te importe.
- Sea amable conmigo doctor y las cosas marcharan muy bien, si no quiere decírmelo esta bien.
- Fue un infarto, un coágulo obstruyo la circulación. Lo detectarón después de tres días, se intento restablecer la circulación pero ya había mucho tejido necrozado que había que extirpar, las consecuencias: esta horrenda cicatriz y un dolor crónico.
- Ya, y el abuso de los analgésicos que lo trajeron aquí... ¿hay alguna otra forma de aliviarle el dolor?
- Mi amigo, el doctor Wilson, solía darme masajes, lo aliviaban en algo.
- Yo puedo darselos si quiere
- No gracias.
Regresamos a la habitación, tuve que apoyarme a mi pesar en Warner para volver a sentarme en otra silla limpia. Volvió a llevarme hasta mi habitación, después de desechar todo, incluida mi ropa. Casi me levanta en brazos para depositarme en la cama, arregla las cobijas. Estoy esperando que se levante y se marche, pero no le veo intenciones de hacerlo.
- ¿No tienes otra cosa que hacer, no puedo estar tranquilo contigo aquí?
- Siento molestarlo, pero estoy especialmente asignado a usted. Aviseme si siente de nuevo algún malestar para estar preparado.
- ¡Demonios!, ¿vas a estar pegado a mí todo el maldito día?, ehhh, en el buen sentido de la palabra quiero decir - lo vi esbozar una sonrisa sincera, la primera que veo en todo este infernal día.
- Sabe, cuando los demás enfermeros se enteraron que venía para aquí, todos se negaron a hacerse cargo de usted, solo yo me ofrecí voluntariamente.
- Y qué, eres masoquista o eres como uno de mis subordinados que piensa que puede arreglar todo lo que está dañado... - tuve que detenerme, las naúseas me acometían de nuevo, se acerco rápidamente con una escupidera y luego me alcanzó unos pañuelos desechables - está va a ser una noche larga.
- Lo sé, estoy acostumbrado a esto, llevó diez años trabajando aquí.
- ¡Diez años en está miseria!
- Hay miserias redituables, hay pacientes y pacientes... pero usted ha sido la excepción. Igual lo hubiera cuidado así no me pagaran un centavo.
Lo debo haber mirado de una manera extraña, porque ahora su sonrisa se convirtió en una risa franca, sonora.
- No, no se equivoque Dr. House, he averiguado mucho sobre usted y admiro su genialidad, solo su genialidad y pensé, ¿por qué no aguantar a este hombre Warner?, de pronto algo puedes aprender de él. Aunque debo admitir que tiene los ojos azules más bonitos que haya visto... y quién sabe.
Ahora eramos ambos los que reíamos, después de todo, quizá me había equivocado en la primera impresión que tuve de Warner.
La cerradura volvió a sonar y ambos callamos de pronto, era el Dr. Stevens. Nos miraba a uno y otro con cierta sorpresa.
- ¡Acabo de hacer mi primera conquista!, ¿qué le parece Stevens?, le encantan mis ojos.
El médico miro al enfermero extrañado, el otro no pudo evitar desviar la mirada avergonzado.
- Warner, vaya por las medicinas del Dr. House, luego seguirá con su guardia...
- Por dios Stevens, es una broma, ¿no va a creer semejante tontería?
- Ah decir verdad... es cierto, son encantadoramente azules - Warner ríe aliviado, al igual que Stevens y yo. Todos parecíamos respirar aliviados sin la presencia de "la Srta. Raymond".
Cuando nos quedamos solos el rostro del médico adopto una gran seriedad.
- House, debe dejar sus bromas, este no es el Princeton Plainsboro. ¿Qué sabe usted de Warner?, ¡nada! y le aconsejo que se mantenga en las mejores relaciones con la enfermera Raymond, es muy influyente aquí.
- Pero es usted el director, el jefe, el patrón, el que manda ¿No es así?
- Sí, asi es. Empezaremos su tratamiento con metadona, esto lo ayudara con los síntomas de abstinencia, la naltiexona lo ayudara a ir abandonando su adicción, esto puede ser un largo período entre seis y doce meses. Claro todo acompañado con apoyo terapéutico.
No dije nada, me quede meditando en que ya había probado la metadona como sustituto del vicodin y que a pesar de dar buenos resultados lo había abandonado. Era como si me impusiera un castigo; debía trabajar, pensar, vivir con dolor. Y a la vez me atiborraba de pastillas para mantenerlo a raya... ¿dónde estaba la lógica es eso?
- Le prometí a Wilson que está vez si lo intentaría, si crees que es lo mejor, que así sea. Ahora que mencionas lo terapéutico... sabes, la enfermera esa menciono algo sobre un viejo piano abandonado en el auditorio... ¿te importaría traerlo a la sala de terapia ocupacional?
- Ya había olvidado que existía, no, no creo que tenga ningún problema en hacerlo... ¿tocas bien verdad?, sino vas a torturarme a los demás pacientes.
- Mmmm, sí, lo hago bien, es otro de mis dones.
Al rato regreso Warner con un par de vasitos plásticos, uno de ellos con unas pastillas celestes, y el otro lleno de agua. Me los tendio casi sin mirarme - vamos Warner, si vas a estar conmigo la mayor parte de tu tiempo ve haciéndote a la idea de que te voy a sacar de quicio la mayor parte de este - le vi sonreír de nuevo y entendí que habíamos hecho las paces.
Las pastillas atenuaron las náuseas y la diarrea, pero mientrás cesaron Warner se comportó con paciencia y amabilidad conmigo.
- ¿Te gusta la música Warner?
- Sí, un poco de todo, jazz, blues, rock, mucho de clásica.
- Ah vaya, creo que ya sé cómo compensarte por el mal rato de hoy - sus ojos oscuros brillaron ansiosos como niño en nochebuena y los míos se fueron cerrando poco a poco hasta perder la conciencia.

4 comentarios:

Dalia dijo...

oh, amiga, esto me ha requete encantado, es casi mejor que ver la serie por TV.

No se si estas describiendo un capitulo que ya empezó en la TV o es de tu imaginacion, o ambas a la vez, pero igual me inclino ante tu don de escribir.

Lo he disfrutado demasiado.

Besos y abrazos mi querida Rosa.

Anónimo dijo...

Oh mi niña hermosa, has labrado las horas tortuosas de House en el hospital con increíble tacto y diversión... realmente espero que un personaje así como Warner esté en la serie, al menos en el capitulo inicial de 2 hras... Ah, gracias por la dedicatoria y espero con ansias saber que mas pasa... y que melodía tocará House para Warner xD... (La eterna “W” Wilson, Wattson, Warner...)

Saludos Rossana...

Anónimo dijo...

Y ya sabes que no me cansaré de darte las gracias...

Muchos besos y saludos

El César del Coctel dijo...

Rosita, de nuevo estoy aquí. Hace un tanto que no pasaba. Insisto que sólo conozco a House por tí; pero me encanta...jajaja...

Y créme que sueño con Latinoamérica. Sueño con recorrer Ecuador, Perú, Bolívia y Paraguay; tal vez en otro circuito Chile y Argentina... creéme que si las cosas siguen bien en el trabajo y mis finanzas son estables, iré al sur

Un abrazo