09 agosto, 2009

Inside II

Les pido que pongan la música antes de empezar el relato, es la Balada Nº 1 en sol menor, al parecer Chopin se inspiraba en los poemas del escritor polaco Adam Mickiewicz para componer sus baladas. Está es una de las más hermosas.

Pareciera que mis pies se hubieran clavado al césped, soy incapaz de moverme. Se ha detenido a mirarme antes de que la puerta se cerrara y su rostro desencajado desapareciera tras ella - amigo mío, está vez tienes que lograrlo... si tuvieras una idea de lo que ahora siento, quiero estar a solas y poder desahogarme. Nadie tuvo la fuerza de detener esto a tiempo, ni siquiera yo.

El frío empieza a colarse por mi delgado abrigo, miró por última vez la puerta y me subo al auto, aprieto contra mi pecho las pocas pertenencias que dejaste a mi cuidado. Las voy repasando como si nunca antes las hubiera visto... tu billetera ya ajada de tanto uso, el reloj que ahora valoras tanto porque te lo regalo Kutner, y el celular... yo soy tu primer número. Aún conservan tu aroma, no es nada definido, no es un perfume... es simplemente tu esencia; intensa, dulce y fuerte.
No tengo ningún deseo de volver al hospital, además eso debe estar casi desierto, todos deben estar en la recepción del matrimonio de Chase y Cameron. Solo quiero llegar a mi departamento... "es el atardecer del día, quizá vea muchos rostros sonrientes, pero no por mí, estoy aquí sentado mientras las lágrimas caen. Quisiera escuchar las risas, pero todo lo que escucho es la lluvia cayendo sobre la tierra. Para nadie parecen haber cambiado las cosas, solo para ti y para mí. Estoy aquí sentado mirando mientras caen las lágrimas"
Llego a mi departamento, solo deseo acostarme y llorar, y lloro como hacía muchos años no la hacía. Lloro de miedo, porque me asusta que pierdas esa mente brillante; lloro porque espero no estarme equivocando; lloro porque me aterra que alguien pueda lastimarte. Lloro porque a estas horas estarías molestando para que te invite a cenar, lloro porque no sé quién va a rescatarme ahora de está soledad, quién me hará reír y rabiar a la vez; quién va a hacerme sentir escrupuloso y sin prejuicio alguno, decepcionado y orgulloso... y finalmente lloro porque te quiero.
El día me encuentra fatigado, no he dormido nada. Me ducho, me visto, me peino, todo igual que siempre y diferente, porque cuando llegue al hospital no veré a tú equipo pasándose los expedientes con el caso del día e impacientándose con tu eterna impuntualidad; ni escuchare la voz de Cuddy riñéndote para que hagas tus horas de clínica; ni tendré que detener mis consultas porque apareces como un torbellino en mi oficina, sin importarte si tengo pacientes o no.
Cuddy parece estar esperándome impaciente, en cuanto me ve me pide que vaya a su oficina. La observó detenidamente, luce abatida y en sus grandes ojos azules están estampadas la ansiedad y la tristeza.
- ¿Cómo lo tomo, cómo está? - me pregunta apenas cerramos la puerta apretándome el brazo sin darse cuenta.
- Lo deje en el Mayfield, bajo el cuidado de Stevens... no sé mas Cuddy. No te preocupes estaré al pendiente de él, llamaré a mi ex-profesor a diario para saber cómo le va.
Su mirada se pierde por unos instantes en los médicos, en las enfermeras, en los pacientes, en las personas que entran y salen del hospital.
- Y a ellos, ¿qué les diremos a ellos?
- No creo que lo echen mucho en falta.
- Oh no Wilson, House no es alguien que pasa desapercibido y su ausencia les agrade o no, la van a notar.
- ¡No sé Cuddy, no sé! ni siquiera yo mismo termino de asimilarlo todavía.
Recuerdo haberla visto así solo en dos ocasiones; aquella en que House le dijo esas terribles palabras: "que bueno que no fueras madre porque lo harías pésimamente" y cuando al final la joven que le daría a su hijo en adopción desistió de hacerlo. Le cojo una mano en simpatía y ella la toma entre las suyas y las apoya sobre su frente. Cuddy, tú estas sufriendo como yo, ahora puedo entenderlo.
- Taub, Foreman y Hadley ya están en su consultorio esperándolo. Hoy ingreso un niño de catorce años con convulsiones y pérdidas temporales de consciencia...
- Foreman podrá resolverlo, ha trabajado el suficiente tiempo con House, el resto del equipo le tiene cierto respeto, además Taub y Hadley son excelentes médicos.
- ¿Y si no pueden?, qué será de ese muchacho, ¿lo dejaremos morir? Sabes, estoy pensando en reforzar el equipo, hacer que Cameron y Chase vuelvan, o al menos Cameron, ella podrá ser el equilibrio que Foreman necesita.
- Tal vez sea una buena idea.
- Por el momento les diré que lo he suspendido temporalmente como una medida disciplinaria por su comportamiento... luego, luego, ya inventaremos en el camino.
La vi arreglarse la ropa, curiosamente no era tan sexy como la que siempre solía llevar y salir rumbo al departamento de Diagnósticos.
- Cuddy, espera... ve al tocador, no puedes ir con esa cara a hablar con el equipo
- La tuya no luce de lo mejor tampoco.
Nos sonreímos unos instantes y luego me doy la vuelta para empezar a trabajar.... ¿podría hacerlo?, no, ¡tenía que hacerlo!, como médico tengo mis deberes para con mis pacientes. Todo debía seguir su curso normal.
Casi al anochecer me vuelvo a reunir con Cuddy, la veo más cansada aún que en la mañana, mirar su rostro es como ver el reflejo del mío en él.
- ¿Y qué tal te fue con los chicos?
- Pareció no sorprenderles demasiado. Les dije que temporalmente Foreman estaría a cargo, pero solo eso, no pienso darle el puesto de House. Han empezado con el tratamiento, espero por el bien de todos que resulte el adecuado. Convoque también a la Junta del hospital para comunicarles la medida, sé que está debió ponerse a votación, pero les dije que por ser de índole personal la ofensa, tome la desición por mi cuenta. Nadie dijo una sola palabra en defensa suya.
Parecía ofendida - Cuddy, sabíamos que sería así, House no es muy popular que digamos, pero más pronto de lo que piensan empezaran a sentir su ausencia - le dije para consolarla y consolarme a mí mismo.
- Ya me voy a casa Wilson, tengo que ver a Rachel, ya casi es hora de que se marche la niñera. Además siento que no puedo dar un paso más. Por favor avísame si sabes algo de él, por favor.
- Ve con Rachel, yo voy a terminar de firmar unos papeles y me iré también. Apenas hable con Stevens te llamo, ¿de acuerdo?
-¡De acuerdo! - me asustaba mirarla a los ojos.
Regrese a mi consultorio y tome el teléfono, los expedientes podían esperar, no había nada urgente, la rutina de siempre.
- Hospital Psiquiátrico Mayfield
- Buenas noches, por favor me comunica con el Dr. Elliot Stevens.
- Un momento por favor, voy a confirmar si todavía está en su oficina, a quién debo anunciar.
- Dígale que lo llama el Dr. James Wilson.
- ¿James?
- Sí, soy yo doctor Stevens.
- Ha pasado unas horas difíciles, pero ahora ya está mejor. Hace poco fui a verle y duerme tranquilamente. No te tortures más James, has hecho lo mejor para él... además tiene su lado divertido, me ha hecho reír después de mucho tiempo.
- Sí, al principio es así, luego querrá lanzarlo por alguna ventana - sonreí aliviado, House seguía siendo House.
- Yo te llamaré si ocurre algo importante, confía en mí.
- Por eso está allá, porque confío en usted. Hasta pronto Dr. Stevens.
- Buenas noches James.
Firme los expedientes y se los entregue a Brenda, ella se me quedo mirando unos instantes, como si quisiera preguntarme algo y no se atreviera, finalmente dio un suspiro y me dijo - Dr. Wilson, ¿es cierto eso que circula por allí, que la Dra. Cuddy ha suspendido al Dr. House? - la debo haber mirado de una forma extraña, porque la ví sonrojarse y comenzar a repasar los expedientes con incomodidad.
- ¿Por qué quieres saberlo Brenda?, me imagino que para ti debe ser un alivio descansar de sus malcriadeces por un tiempo. ¡Sí, está suspendido!
No espere ninguna respuesta, le di la espalda y salí, afuera hacía un frío que calaba hasta el alma; me ceñí con más fuerza el abrigo que llevaba y corrí hasta mi auto. Que agradable se estaba allí dentro con la calefacción puesta casi al máximo. Saque un frasco amarillo de mi bolsillo y lo agite como House solía hacerlo, le había pedido a Cuddy que me hiciera una receta para unos somníferos suaves. Hoy quería dormir, necesitaba dormir.
Cuando llegue a casa, me preparé algo ligero y me acosté al instante. Tomé el frasco y saque una de las pequeñas pastillas y la trague sin agua. Pero mientras hacía su efecto no podía evitar que ese pensamiento que había estado evitando volviera a atormentarme. En este juego yo era el gran perdedor; ahora sabía con certeza que Cuddy amaba a House, y este aunque se lo negara concientemente, en el fondo la amaba también... y yo, dónde quedaba yo en está especie de triángulo no premeditado. No tenía más cartas que jugar, las había agotado todas a lo largo de estos diez años de conocerlo. Ella había vencido. Yo siempre sería "su mejor amigo", su único amigo en realidad... pero hacía mucho que mis sentimientos habían sobrepasado a los de la amistad - House... Greg, ¿qué hago ahora con este sentimiento, qué hago con este amor?


Escucho una especie de alarma, me imagino que ha de ser la indicación para que nos levantemos, los seguros se abren automáticamente para dejarnos salir. Hace mucho frío y estoy tan cómodo aquí que no pienso moverme a tomar ninguna ducha. De pronto me despierto sobresaltado - Hey, hey jefe ¿hasta que hora piensas dormir?, todos están ya rumbo a las duchas... mmm, esto no le va a gustar a la Srta. Raymond - Enfoco la mirada y veo inclinado sobre mí el rostro de Amber, casi me parece sentir el roce de su cabello en mi rostro de tan vívida que es la alucinación. La veo incorporarse de pronto y ponerse a un costado de mi cama. - Es ella, y viene por ti - me murmura risueña. Es cierto, a los pocos segundos siento la llave sobre la cerradura. Allí está la mujer delante de mí, erguida, pulcra, con esa sonrisa que empiezo a detestar.
- Dr. House, creo haberle dejado las reglas del hospital muy claras ayer.
- Sip, pero hace tanto frío y se está tan calentito aquí... lástima que la cama sea tan pequeña, sino la invitaría a que lo constate por sí misma - la sonrisa se le congelo en los labios.
- Ya déjese de hablar tonterías y levántese de una buena vez, por su culpa se va a retrasar el horario de las terapias. Es usted el nuevo aquí, y por lo general los recién admitidos son los que inician la charla.
- Ayyy, que lástima, nunca me ha gustado hablar frente al público y menos aún de mis intimidades, sabe, soy muy tímido. Nadie allí me conoce, así que les dará igual que este o no presente.
- Todos saben cuando llega un paciente nuevo. Y usted debe estar ahí... ¿entiende? - a duras penas conseguía disimular la expresión de fastidio de su rostro.
- Cierre la puerta cuando salga, se está colando el aire helado de afuera - eso es, sácala de sus casillas, bien, lo estas haciendo bien - me dice Amber que continua apoyada en la pared tocándose la punta de los dedos como si aplaudiera.
- Dr. House, aquí no tiene privilegios, este no es el Princenton donde usted hacía lo que le venía en gana. ¡Levántese ya!, mire podemos hacer las cosas tranquilamente o si desea puedo llamar en este instante a los enfermeros para que lo lleven a las duchas.
- Mmmm, no me parece buena idea, hace tiempo que no participo en orgías y estoy un poco fuera de forma. Además hoy no es mi día de putas - ella abrió los ojos sorprendida, tenía las mejillas encendidas.
No estaba de humor para entablar una lucha corporal con nadie, así que me levante tranquilamente, tome mis útiles de aseo, mi bastón y me fui caminando por el pasillo hasta los baños. Sabía que seguía allí de pie, casi podía sentir su mirada en mi espalda como dos hierros candentes.
Me duche con calma, como si estuviera en mi propia casa, incluso empecé a tararear una melodía; de pronto escuche unos tacones resonando sobre las losetas del baño, resonaban como si el edificio entero hiciera eco de ellos. Igual que Warner su mirada fue a clavarse en mi muslo, pero en sus ojos no había esa especie de lástima que vi en los del enfermero; en ellos había una curiosidad morbosa, como la de un niño cruel que tortura por placer una infeliz mariposa. Sentí un escalofrío recorrerme y no pude evitar estremecerme. Cogí la toalla y me cubrí de inmediato.
- ¡Vaya, no sabía que era usted vouyerista! creo que si me deja solo terminaré más pronto.
- ¡Salga de ahí de inmediato y vístase! no me moveré de aquí hasta dejarlo en la sala de terapia.
No quería mostrarme débil, no debía mostrarme débil; pero un pudor como no había sentido desde que... ya no lo recuerdo, ¿desde que hice el amor por primera vez? se apodero de mí por completo. Amber estaba sentada en la misma banca en que yo había estado ayer - vamos, ¿tú crees que puedes engañarla?, esa mirada te ha trastornado ¿verdad?. Lástima que no tengan pizarras aquí ni marcadores, de lo contrario le marcaría un punto a la Srta. Raymond - la miro con los ojos llenos de rabia, pero consigo serenarme y llego cojeando hasta la banca, la rubia se mueve como para hacerme espacio. Me visto todo lo rápido que me es posible, no porque me importen sus malditos reglamentos sino porque no soporto sus ojos de vidrio sobre mí.
- Bien, ya estoy listo. Supongo que podré comer algo antes.
- La hora del desayuno ya terminó, tendrá que esperar hasta el almuerzo. ¡Sígame!
Mi puño aprieta con fuerza el mango de mi bastón, que ganas tengo de darle un bastonazo a la bruja Raymond. La sigo en silencio, me lleva hasta una sala con algunos cuadros sobre las paredes y grandes ventanas enrejadas. Las sillas están ordenadas en media luna y sobre cada de ellas un tipo; catorce pares de ojos se vuelven hacía mí cuando entró. Hay cuatro hombres de blanco, apostados uno en cada esquina de la habitación, reconozco a Warner entre ellos. El Dr. Stevens se levanta a recibirme.
- El es nuestro nuevo integrante, su nombre es Gregory House, pero no creo que le moleste que le llamemos Greg, ¿verdad? Puedes ir a tomar asiento.
- Soy médico también, Dr. Gregory House especialista en diagnósticos, y no, no me importa pueden llamarme como les venga en gana.
Observo atentamente a Stevens, le veo cerrar los ojos por unos segundos y mover ligeramente la cabeza como desaprobando lo que había dicho.
- Bien, Greg, ¿quieres hablar de las razón por la que estas aquí?
- Digamos que soy una versión del niño de "El sexto sentido", bueno, para los que no saben de lo que hablo... veo gente muerta.
Todos me miraron con una mezcla de asombro unos y miedo otros, los tenía pendientes de cada palabra que salía de mi boca.
- Casi siempre es una rubia perversa que me culpa de su muerte (escucho algunas risitas apagadas a mí alrededor), y solo a veces alguien que no me culpa de nada - ahora había entrado en un terreno en el que no podía hacer uso de mi cinismo, yo solo me estaba torturando - soy yo quien... Bueno, fin de la historia. Ah, el doctor debe estar esperando que les diga que el vicodin y yo somos pareja desde hace varios años, siempre hemos vivido en la más absoluta armonía, hasta que mi amado saco los colmillos y las garras. Es una lástima, el amor eterno no existe.
Otro timbre resuena, debe ser el de la "hora de recreo", suspiró aliviado. Me dispongo a levantarme para ir al patio para despabilarme un poco y olvidar que me estoy muriendo de hambre. Pero siento una mano sobre mi hombro, una presión suave, pero que parece aplastarme sobre la silla.
- Ud. no Dr. House, solo serán unos minutos, después podrá reunirse con los demás. Warner, lleve al paciente con Felipe. Ese cabello suyo luce muy mal, ¿es que usted nunca se peina?, ya le pondremos remedio a eso.
Warner me toma por un brazo suavemente, pero me resisto a moverme.
- Me gusta mi cabello tal como está, nadie va a tocarlo... ¡nadie! - empiezo a debatirme por tratar de soltarme de Warner que ahora me tiene sujeto de los dos brazos - el enfermero se acerca a mi oído y me susurra unas palabras que apenas puedo escuchar: "por favor no se resista, será peor".
Sus palabras parecen calmarme, sigo forcejeando un rato y después me dejo conducir por Warner.
- ¿Quién es Felipe, a dónde me llevas?
- Es un viejo mexicano, creo que trabaja aquí desde toda su vida, el está encargado de la segunda sala de aseo, es decir, se encarga de los cortes de pelo, afeitadas y esas cosas.
Llegamos a un salón lleno de esas sillas que usan en las peluquerías, al frente hay un estante enorme repleto de frascos, peines, rasuradoras, por supuesto ninguna tijera a la vista. Felipe es un hombrecito moreno, su rostro parece una máscara; en él no hay expresión alguna... quizá solo un infinito hastío.
- Siéntese en esa silla señor - me dice sin mirarme.
- ¿Cómo estas Felipe?, no lo cortes mucho, ¿podrás hacerme ese favor? - le digo en perfecto español.
Su rostro de piedra se vuelve hacía mí y me mira asombrado.
- Hace tanto que no escucho mi lengua que pensé que la había olvidado.
- Nada se olvida Felipe, nada de lo que es importante.
Warner nos mira impaciente a uno y otro, le preocupa no entender lo que estamos diciendo.
Felipe coge la rasuradora y me mira largamente - lo siento señor, pero debo cortar mucho, son órdenes - ahora vuelve a hablar en inglés.
- Has lo que tengas que hacer Felipe.
Veo mi cabello caer sobre el piso. No hay un maldito espejo por ningún sitio, de pronto Felipe se detiene - ¡ya es suficiente, con eso es suficiente! - me sacude con una escobilla los cabellos que han quedado sobre mis hombros.
- ¿No tienes un espejo Felipe, quiero verme?
- Aquí no hay espejos señor, a veces los espejos no son buenos - me vuelve a hablar en español - ha sido bueno recordar, cuando lo escuche por unos instantes regrese a mi tierra, volví a ver a mi gente... ya no importa, eso ya está tan lejos.
Me lleve las manos a la cabeza, casi no podía sentir cabello sobre ella. Apreté mis manos sobre mis ojos con fuerza; ojalá estuviera en otra de mis alucinaciones, pero esto era brutalmente real.
- Adiós Felipe.
- Adiós señor.
Warner me lleva hasta el patio. Algunos trotan por ahí, otros juegan al baloncesto, otros hacen planchas y estiramientos como si entrenaran para un gran juego. Veo al enfermero alejarse y lanzar sobre mi regazo una pequeña bolsa de papel, la abro, son unas donas que devoro al instante. Cuando termino me quita la bolsa y la arruga para guardarla en uno de sus bolsillos.
- Póngase esto, hace mucho frío hoy - me extiende una gorra que enseguida me encasqueto hasta los ojos.
- Gracias... gracias Warner, ¿pero cuál es tu nombre?
- Albert, pero Al está bien.
Finalmente llega la hora de almorzar, me pongo en la fila, cojo mi bandeja y espero a que me la llenen, me voy a cualquier mesa que veo libre y comienzo a comer con rapidez. La comida es bastante aceptable, pero así hubiera sido pésima igual me la habría tragado sin chistar. Un muchacho se acerca a mi mesa y se sienta frente a mí. Lo observó por unos segundos, debe tener unos veinte años, su cabello oscuro contrasta con el verde de sus ojos. Veo sus antebrazos plagados de infinitos pinchazos.
- ¿Quieres charlar? me llamo Jhonny, llevo apenas dos días aquí.
- Amiguito, lo único que quiero ahora es comer. La... la Srta. Raymond me dejo sin desayuno por levantarme tarde.
- ¿Quieres algo de lo mío?, las medicinas que me están dando me quitan el apetito.
- No, cuando quiera de tu comida te la robare, no te la pediré. Afuera tengo un amigo que siempre se dejaba robar la comida o me la pagaba.
- Después del almuerzo tenemos un par de horas libres y podremos charlar.
- Hoy no amiguito, hoy quiero estar a solas. Pero me caes bien, tienes la misma mirada de alguien que conozco.
- ¿Tu amigo que te paga la comida?
- No, él tiene ojos oscuros, son como lo de...
Otro timbre nos anuncia que el almuerzo ha concluido, el chico se levanta y me sonríe yo le sonrió también, se ve tan frágil, tan ingenuo.
Siempre están los enfermeros a nuestro alrededor, con los ojos fijos en nosotros, en todos y en ninguno. Me quedo sentado en una de las bancas del patio, no quiero pensar, no quiero ver esa cerca que me aísla del mundo, no quiero este cielo gris, no quiero estas absurdas reglas, ni a esa mujer martirizándome.
Por fin nos llevan a la sala de "terapia ocupacional"... dios, el piano está allí, a un costado de la sala; de un marrón claro y reluciente. Busco a Stevens con la mirada.
- Creo que solo hace falta que lo afines.
No le contesto pero le sonrió agradecido. Tomo asiento en el banquillo, paseo mis dedos por el teclado por el tiempo que ha estado en desuso es evidente que esta desafinado. Cierro la tapa desilusionado.
-¿Qué pasa Greg?
- Necesito mínimo una llave para afinar y un diapasón.
- Espera... recuerdo que el piano tenía una especie de cajoncito... por aquí, eso es, aquí está. ¿Esto te sirve?
No puedo creerlo es una llave de afinar, no es de boquillas intercambiables pero me ayudara mucho, y un diapasón de La de 440 hz, lo demas, las cuñas las puedo improvisar. Todos han hecho un corro frente a mí, me ven trabajar sobre las cuerdas; logro que la nota La de la cuarta octava vibre a los 440 hertz, despliego el temperamento en una o dos octavas centrales y de allí sigo con el resto del teclado. Está finalmente listo, dejo mis manos sobre mi regazo, busco disimuladamente a Warner con la mirada y la encuentro clavada en mí, le hago un gesto casi imperceptible, pero que él capta al instante. Voy a cumplir mi promesa de anoche.



5 comentarios:

Arquitecturibe dijo...

Yo también cumpliré mi promesa de volver.... retrazadito para volver.
Como estás hermosa, como vas... qué cuentas....
mi ultimo post lleva una dedicatoria al inicio... pasate cuando puedas.
Un millón de besitos.

Dalia dijo...

Querida Rosa,

Esta entrada es una belleza, me ha encantado todo, el relato, la musica, inmejorable.

un-angel dijo...

Antes de leer nada puse la música en marcha mientras hacía la cena, y de verdad, me hizo volar el alma...ahora tengo que meterme de lleno con tus palabras, CONTIGO...
Por ahora, un beso gigante...

Anónimo dijo...

Me he desecho con la reflexion de Wilson y la melodia qe lo acompaña...

Quisiera las cosas de un modo, pero siempre salen de otro... y vaya tus palbras y todo lo que implica y nunca me cansarè de agradecerte por compartir conmigo estos temas y a la vida por habernos encontrado...

Saludos, abrazos y muchos besos Rosa... Rossana

El César del Coctel dijo...

Pués sí que me entretienes con House... la cosa está muy dura, pero tiene la compañía de Warner y ahora el chico- Es lamentable lo que le sucede a Wilson...no quisiera estar en su lugar