13 abril, 2010

Un hombre solitario

Sin embargo aquella noche estaba muy lejos de terminar. Cuando regresé a casa, Robert me esperaba sentado en unos de los escalones de la entrada. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos.
- Robert... ¿qué te sucede?
- Podemos entrar, tengo un poco de frío - cuando lo observé más atentamente me dí cuenta que llevaba una camiseta ligera y sus vaqueros, pero lo que me extraño es que lucía desaliñado. Como si hubiera salido a toda prisa.
- Pasa, te daré algo caliente, estas temblando - trató de ponerse de pie, pero luego volvió a dejarse caer, aquello me preocupo realmente - qué tienes Robert, dime la verdad.
- Aquí no es un buen lugar para hablar... espera, enseguida me levantó.
- Ya basta, no puedes ni dar un paso - abrí la puerta y lo levanté en brazos, lo deposité suavemente en uno de los sillones; me apresure a buscar una manta gruesa para abrigarlo - regreso enseguida, voy a prepararte un té con limón.
Cuando regrese me pareció verle más pálido que antes. En la oscuridad no había reparado en los moretones que tenía a un lado del rostro y en los brazos, aquello me hizo estremecer. Me apresuré a hacerle beber a sorbos el té. Algo de color regresó a sus mejillas.
- ¿Te sientes mejor?, me dirás ahora qué te sucedió.
- Siéntate a mi lado por favor.
Me fui a sentar cerca a él, se movió un poco y apoyo su cabeza en mi regazo, mientras sus brazos me rodeaban la cintura.
- He cometido una locura, una locura que me ha costado muy cara.
- ¿Qué has hecho Robert?
- Aquella mañana me fui sin despertarte, estabas tan tranquilo, y yo me sentía feliz de haber dormido a tu lado, de haber sentido tu calor, tu piel... pero también me dolía tu rechazo. Regresé a casa, mi madre dormía. Me fui a mi habitación y estuve tirado en la cama, mil cosas pasaban por mi mente. No tenía deseos de levantarme, hasta que el sol del mediodía me ánimo un poco - Hola mamá - le dije cuando la vi en la cocina - ¿Y tú qué haces aquí, no deberías estar estudiando? - me respondió malhumorada - No te preocupes mamá, ya voy de salida. Tomé mi moto y me fui al circuito, estuve dando saltos y vueltas por mucho rato. No me había percatado de que Jack, el dueño del establecimiento, me había estado observando todo el tiempo. Entonces dí por terminado el juego y me acerque a él para pagarle.
- Hola Rob, eres muy bueno en esto.
- Es un solo un pasatiempo, lo mío es el tenis.
- ¿Quieres un refresco?
- No quiero nada - Jack es un tipo de unos treinta años, bastante atractivo, hubo un tiempo en que suspiraba por él... pero había algo que no me gustaba; sería esa crueldad que una vez le vi cometer contra un pobre perro que se había refugiado en uno de los estacionamientos. Cogió una llave de autos y empezó a golpearlo, yo me lancé sobre él y me puse delante del infeliz animal- ¡Basta, basta, vas a matarlo! - entonces se detuvo e hizo cómo que no se había dado cuenta que lo estaba golpeando tan fuerte - Eres un bastardo - le grite, mientras recogía al animalito, me fui con el hasta una veterinaria, pero el médico me dijo que tenía varios huesos rotos, no sobreviviría.
Desde aquel día lo deteste en verdad, nunca volví al lugar. Pero a veces los chicos querían ir y me arrastraban con ellos. Yo no llevaba mi motocicleta, me quedaba a un lado observándolos, hasta que se olvidaban de mi y yo aprovechaba para marcharme. En una ocasión, me acerque a la pequeña tienda que tenía al lado por una cerveza. Pero no estaba por ningún lado - Hey, dónde andas, necesito una cerveza - le grite desde fuera, - Estoy aquí, pasa no hay problema - algo me decía que era mejor quedarme donde estaba, pero de todas formas quería la cerveza. Llegué hasta su habitación, escuchaba correr el agua de la ducha, de inmediato me volví sobre mis pasos, pero sentí dos manos fuertes que me sujetaban por los brazos, me hizo volverme, estaba chorreando agua por todos lados y sin nada encima - ¿Te gusto verdad chiquito?, anda vamos a pasarla bien un rato - lo empuje, pero él se apresuro a cerrar la puerta - vamos, no te hagas de rogar, he visto cómo me miras, te voy a dar más placer del que nunca has tenido en tu vida - No me resistí más, me entregue a él y no puedo negar que lo disfrute, fue la primera vez que estuve con un hombre. Volví varias veces a tener sexo con él, porque solo era eso, entre nosotros no existía ni existirían jamás vínculos afectivos. Pero empezó a tratarme con rudeza, a decirme cosas humillantes. Cada vez era peor fue entonces cuando decidí dejar de verlo, tampoco quise acompañar más a los chicos, les dije que ya no era divertido. Hace dos años de aquello. No sé qué locura me llevo ayer a regresar allá.
- Sabía que algún día volverías.
- No estoy aquí por ti imbécil, solo quería correr un rato.
- Estas más guapo que antes, el solo verte me pone malo.
- ¡Toma tu dinero y vete al infierno!
- No quieres recordar viejos tiempos.
- ¿Recordar?, más bien quisiera pensar que nunca tuve nada que ver contigo. Eres un maldito enfermo.
- ¡Vamos a la casa! - y empezó a tirarme del brazo.
- ¡Suéltame idiota, déjame en paz! - empezamos a forcejear, debe haberme noqueado, porque cuando desperté estaba en su cama y con él sobre mí. Creo que el resto... ya te lo imaginas.
Se acurruco sobre mi pecho, hasta que sentí humedecerse mi camisa. Temblaba terriblemente.
- Robert, es necesario ir a la policía, ese desgraciado no puede quedarse sin castigo.
- No, todos se enterarían, no podría soportar eso. Por favor, déjame usar tu ducha, quiero quitarme toda esta suciedad de encima, su maldito olor o voy a enloquecer.
- Si haces eso borraras la evidencia, no habrá forma de meter a ese tipo a prisión, ¿quieres que siga como si nada después de lo que te ha hecho?
- No me importa. Yo no lo denunciaré; no quiero ser el bicho raro de la universidad, que todos murmuren cuando paso a su lado. Además las pruebas que hacen los policías deben ser odiosas; tener a unos tipos hurgando dentro de uno. Y luego tener que relatar con todo detalle lo que paso. Si lo atrapan tendrá que ser sometido a juicio y yo tendré que casi desnudarme frente a toda esa gente... no puedo hacer eso Jean, no me pidas eso.
- Robert, por favor, denuncia a ese hombre.
- ¡No!
- Bien, no puedo obligarte a hacer algo que no quieres, pero estas cometiendo un grave error. El baño está al final del pasillo, enseguida te alcanzó una toalla y algo de ropa limpia.
Cuando regrese ya se había desnudado, tenía la cabeza apoyada sobre el vidrio de las puertas corredizas. Apreté los puños; tenía los muslos llenos de moretones y sangre, la espalda estaba surcada de arañazos.
- ¡Vete!, no quiero que me veas así, ¡vete! - me volví para salir pero de pronto su voz entrecortada me detuvo - no puedo, no puedo solo con esto, ayúdame a entrar a la ducha - cerré los ojos, debía tomar valor para lo que iba a decirle.
- No voy a ayudarte, no me parece justo que ese bastardo te haya dejado así y tú no quieras denunciarlo. Llámame si cambias de opinión y decides ir a la policía - y cerré la puerta tras de mí, me quede apoyado sobre ella, hasta deslizarme hasta el piso. Me abrace las rodillas y hundí el rostro en ellas para llorar. Podía oír sus gemidos de dolor y sus forcejeos intentando entrar a la ducha y abrir las llaves. Escuche el agua golpeando el vidrio. Lo había hecho, finalmente lo hizo. De pronto un golpe seco me estremeció, abrí la puerta. Estaba tirado en el suelo del baño, un corte limpio le surcaba un costado de la frente.
- ¡Robert, Robert, por dios! - le gritaba mientras lo sacudía ligeramente, al fin abrió los ojos.
- Estoy bien, solo resbale al salir. Perdóname Jean, por favor perdóname, pero ya he pagado una cuota muy alta por ser como soy; no estoy dispuesto a pasar de nuevo por todo eso.
Lo ayude a levantarse y lo vestí con una de mis batas, de nuevo lo alcé en brazos y lo acomode sobre mi cama.
- Voy a traer el botiquín para curarte la frente - no me había percatado de ello, pero mi mirada se había endurecido, me di cuenta cuando me observe en un espejo de la habitación.
- No me odies Jean, te lo ruego.
- No te odio, pero has cometido una estupidez, ahora ya no se puede hacer nada.
Regresé con lo necesario para curarle, un pesado silencio reinaba entre los dos. No le perdonaba el permitir que aquel hombre no recibiera su castigo; pero odiaba como nunca en mi vida había odiado a ese Jack, si hasta su nombre me producía una sensación de nauseas. Ver los golpes en su rostro en su cuerpo, la sangre manchando su piel; no quería imaginar la brutalidad con que lo había violado, el dolor y la angustia que debía haber sentido.
- Nunca más querrás siquiera abrazarme, te debo asquear. Fui yo quien me busque todo esto.
- Nada ha cambiado, eres mi ángel, puro y hermoso - me quite la chaqueta, la corbata y los zapatos y me acosté a su lado. El se acomodo como siempre, dejando descansar su cabeza sobre mi pecho, yo acaricie sus cabellos con toda la dulzura de la que era capaz. De nuevo empezó a llorar y yo lloré con él.
- Jean, me duele mucho, no, no es lo físico, es un dolor que no puedo describirte. Es como si hubieran matado algo en mí.
Me levanté y le bese sobre los ojos como él hizo aquella vez conmigo - yo te curaré, no te digo que el dolor desparecerá, pero por lo menos te lo haré más llevadero. ¡Te lo juro Robert! - el muchacho me estrecho con más fuerza, seguí acariciándolo hasta que se quedo dormido. Quise moverme para arroparlo mejor, pero entre sueños se apretaba más a mi.

George, tú sabrías qué hacer. Qué debo hacer con este ángel, no puedo abandonarlo. Estoy perdido... perdido.
Dicen que la justicia es ciega... pues esta vez será más ciega que nunca, porque yo me voy a encargar de ti Jack. Las escorias como tú no deben existir. Una de estas noches, cuando estés tranquilamente dormido en tu cama. Durmiendo tan bien como si nada pesara en tu conciencia... la justicia te alcanzará y vendrá de mi mano. Sabes, aun guardo ese revolver con aquella bala que era para mí, por algo el destino desvió su ruta para ponerla en la tuya.

3 comentarios:

un-angel dijo...

Mi rosa inmersa en un nuevo proyecto...me gusta. Te llevaré en papel para leerte en el trabajo una de mis noches, ¿de acuerdo?
Un beso grande y sigue así, liberando unicornios...

El César del Coctel dijo...

me gusta mucho la ternura que describes entre Jean y Robert... hasta imagino cada escena y cada gesto
... no quiero encontrarme con que Jean usó el arma

un-angel dijo...

Ups...tengo que terminar hoy con esto...¿pero que va a hacer este hombre con esa pistola?...yo tambien imagino muy bien los detalles de ternura entre Jean y Robert...hay alguien que también descansa su cabeza en mi regazo así, al final de esos días que se hacen demasiado largos..,