13 marzo, 2007

Hey, tú que estas allí abajo (final)

Helen tomo la nota, sus manos temblaban... noto que ahora estaba escrita en inglés, cada palabra había sido escrita con sumo cuidado, imitando la forma de la del diccionario.


Estamos sorprendidos por la presencia de ustedes.
Nuestras leyendas nos hablan de una raza que vive
en la superficie, pero siempre pensamos que eran
creencias absurdas. Aún dudaríamos de que ustedes
viven
sobre la superficie, si no fuera por el hecho de que
nuestros instrumentos demuestran que la abertura
situado sobre nosotros conduce directamente a
la luz del día.
Gracias al viejo libro de códigos hemos podido
descifrar su nota. Sin embargo su escritura
es muy rudimentaria.
El tosco rayo de la muerte no muestra que su desarrollo
ciéntifico es muy bajo. No tiene ninguna utilidad para nosotros,
les mandamos el oro como una forma de agradecimiento.
El alimento que ustedes llaman pan, no es asimilable
por nuestros organismos, sin embargo el tocino nos ha
sido muy agradable.
Glad, el Maestro.
Helen estaba tan concentrada en la lectura, que solo al escuchar el chirrido de las llantas de un auto, recordo que había dejado las gallinas sueltas. Ahora Harry le haría pagar caro su olvido; corrió hacia afuera y vió los cádaveres de los animales en la pista. Podría inventar que un lobo las ataco, pero debía desaparecer los cuerpos.
Lo primero que hizo, fue enterrar todo el oro bajo un macizo de flores. Luego, penso que bien podía manderles los pollos a los de allí abajo. Así que cogió los animales, los desplumo y al rato los bajo en la cubeta. La respuesta fue casí inmediata, tuvo que apelar a toda su fuerza para traer de nuevo a la superficie el balde repleto de barras. Su vista se fijo en otra nota.
Nuestros expertos opinan que el alimento enviado
corresponde a otro ser vivo, llamado pollo. Su carne
es exquisita, sin embargo, existe otro ser de mayor tamaño
al que llaman pavo. Enviénos pavo.
Y ponganos en contacto con sus ciéntificos
o cualquiera que nos pueda dar información
sobre su raza.
Glad, el Maestro
- Vaya que son exigentes, su tono me asusta... ya no voy a enviarles nada más.
Escondió su nueva remesa de oro junto con la anterior, apenas estaba terminando de cubrir el agujero cuando escucho la camioneta de Harry. Se levantó de un salto y corrio hasta él.
- Prepara algo de comer, tengo mucho hambre.
La mujer fue de prisa hacía la cocina, de rato en rato observaba por la ventana a su marido afánandose en sacar varias cosas de la camioneta. Cuando tuvo todo listo se acerco a la puerta y lo llamó.
- Harry, la comida ya está lista
- ¡Callate! y ven aquí necesito que me ayudes.
Helen pudo ver que había estado trabajando mucho, había traido casí un centenar de linternas, y un grueso cable metálico arrollado a un carrete que funsionaba a motor accionando un interruptor.
- Vamos, ayudáme a cargar las linternas, ya verás como nos hacemos ricos.
- Pero Harry... no creó que les interese las linternas... es mejor...
- Tú haz lo que te digo, o es que quieres un poco de fiesta.
Helen estaba apunto de decirle lo que había ocurrido en su ausencia, pero al ver el puño amenazante del hombre frente a su rostro, agacho la mirada y comenzó a llenar la plataforma con las linternas. Cuando todas estuvieron acomodadas el hombre acciono el interruptor y empezo a hacerlas descender.
- Les voy a dar una hora, mientras voy a comer. ¡Quedate allí, por si algo sucede!
Había pasado más de una hora cuando vio a Harry acercarse de nuevo hasta el pozo. Se inclino hacia el agujero y sonrió... le parecía estar disfrutando ya la vida que siempre pensó que merecía.
Se instaló junto al carrete y empezó a subir la plataforma. Cuando llego al borde, el desencanto y la sorpresa borraron la sonrisa de sus labios. Las linternas estaban aplastadas, los cristales esparcidos junto a todo ese montón informe de metal. Y sobre todos los escombros había otro pergamino.
Son ustedes más estúpidos de lo que pensábamos.
Ya les dijimos que su rayo de la muerte no nos
es de ninguna utilidad. Enviénos lo solicitado.
Glad, el Maestro
Harry monto en cólera, arrojo con rabia los restos a un costado y asomándose sobre el agujero grito con todas sus fuerzas.
- Hey, tú que estas allí abajo, so cerdo, ya bajaré a arreglarte las cuentas.
Y se encaramo sobre la plataforma, la rabia hacía que su rostro y su cuello se tornaran más rojos, y la manzana de Adán, que le seguía bailoteando en el pecuezo.
- Helen, has visto como hago funsionar el carrete, ¿podrás hacerlo sola?
- Sí, pero Harry, es mejor que no bajes... quizá esas personas, bueno, no sabemos qué es lo que hay allí abajo. Por favor, no bajes.
- Por última vez mujer, haz lo que te digo.
La mujer se inclinaba sobre el negro agujero intentándo escuchar algo, pero nada... solo un completo silencio. Su frente empezó a llenarse de un sudor frío y pegajoso, ya no podía esperar más, entonces hizó subir la plataforma. Estaba repleta de oro. Otra nota se destacaba en el fulgor amarillo.
Ni siquiera el exquisito sabor del pollo
se puede comparar con la delicia del pavo
viviente que nos han enviado. Debemos
confesarles que el concepto que teníamos del
pavo era diferente, pero esto no tiene ninguna
importancia. El pavo ha resultado ser tan delicioso
que les envíamos un pago extra. Les pedimos que
envién inmediatamente más pavo
Glad, el Maestro.
Helen penso que lo mejor era marcharse a toda prisa del lugar, cargo todo su oro en la camioneta dió una última mirada al pozo... y se alejo. Quizá ahora tendría la vida que siempre había deseado.
Mientras se alejaba una idea repentina inundó su mente, ahora por fin podía reconocer aquel recuerdo que se le venía a la mente cuando miraba el cuello flácido y rojizo de Harry, su nariz ganchuda. En verdad el parecido era sorprendente.
FIN

8 comentarios:

Max dijo...

Vaya cuento bárbaro. Te quedó genial el final ¿feliz? ¿justo?.

un-angel dijo...

Madre mía. Anda con el pavo...
Me encanta, Rosita, creo que debes explotar esta vena fantástica aunque solo sea en beneficio de nosotros tus lectores...
Un beso grande.

Anónimo dijo...

Pues Rosa me ha encantado y para mi
fue el final que se merecía y la libertad que tanto ansiaba....ojalá todos los finales fuesen justos....en fin muchas gracias Rosa.


Ro

Dalia dijo...

uy no lo imprimo y me lo llevo a casa para darme banquete el fin de semana.

Da Vinci dijo...

Justo final para una vida de miedo y violencia.
Un cuento moral en que al final triunfa el débil.
Te ha quedado precioso, enhorabuena.

Un abrazo.

Dalia dijo...

amiga, no leía algo tan bueno de suspenso y/o terror desde hace mucho tiempo. Te felicito. Al mejor estilo de Poe.

Unknown dijo...

Buena historia, recuerdo haberla leido de una recopilacion de Alfred Hitchcock editado en 1976, "historias para leer a plena luz" creo que se llama, buen recuerdo.
Gracias.

sothosh dijo...

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