02 enero, 2009

Sin lógica

Antes de una hora ya estábamos en la Clínica Americana para entrevistarnos con la primera víctima; se trataba de una joven rubia y terriblemente pálida, aun estaba recibiendo transfusiones de sangre, lo que nos daba a entender la mucha que debía haber perdido. Franz le puso afectuosamente una mano sobre el brazo libre y le hablo en un tono suave y tranquilizador.
- Señorita Scott, soy consciente que aun no se repone de la espantosa experiencia que vivió anoche, pero es muy importante que hable con usted. ¿Se siente con fuerzas para contestar algunas preguntas?
La mujer lo miró unos instantes y luego respondió con voz cansada pero segura.
- Pregunte lo que desee señor Greene, el capitán Jackman me dijo que vendría.
- Bien, quiero que me diga exactamente qué ocurrió.
- Había tenido mucho trabajo en la oficina, normalmente suelo salir entre las siete u ocho de la noche; pero debía presentar un informe importante al día siguiente, cuando terminé el trabajo eran más de las once, cerré la oficina y salí - se detuvo un instante para tomar aliento, yo aproveche para confirmar sus signos vitales, todo estaba normal dentro de su actual condición - baje por el elevador hasta el sótano para buscar mi auto, las luces del garaje son altas e iluminan muy bien el lugar, una de ellas me daba de lleno en la espalda y mi sombra se proyectaba sobre el suelo, si alguien estuviera cerca a mí su sombra también debía proyectarse, ¿no es así? - Franz tenía la mirada concentrada en los ojos de Scott y ante su pregunta hizo un gesto afirmativo - sin embargo sentí una mano posarse en mi hombro, me volví sobresaltada, se trataba de un joven, no tendría más de veinte años. Me preguntó sobre la dirección de un hotel, me dijo que era extranjero y no conocía la ciudad.
- ¿Y no escucho sus pasos al acercarse?, ¿llevaba alguna maleta, una mochila?
- Ni lo uno ni lo otro, pero mientras me hablaba yo seguía mirando el piso, tratando de explicarme la razón por la que su sombra no se proyectaba.
- ¿Y por qué ante algo tan extraño usted no se alejo de allí?
- Señor Greene, no sé cómo explicar la fascinación que este joven ejercía sobre mí. Su voz tenía un timbre encantador y estaba tan cerca de mí que podía sentir la dulce fragancia que lo envolvía; su mano acaricio mi rostro, entonces me dí cuenta que estaba dispuesta a no oponer resistencia a ninguno de sus deseos. Cerré los ojos al sentir sus labios posarse en mi cuello y ya no recuerdo nada más; era como si se apoderara de mí un placer extremo a la par de una honda angustia. Cuando finalmente me soltó tuve un breve atisbo de sus ojos antes de perder la consciencia de nuevo... señor Greene, ¡estos eran rojos! ¿Ha visto usted esa rareza que a veces se producen en algunas fotografías, donde los ojos de las personas o de los animales parecen dos puntos rojos y brillantes?, pues era exactamente lo mismo. Cuando desperté estaba en medio del parque que esta a la espalda del edificio donde trabajo, con mucha gente rodeándome.
Greene se había quedado tan silencioso y pensativo que la joven me miro desconcertada. Yo conocía bien los silencios de mi amigo, así que le hice una señal con la mano dándole a entender que todo estaba bien.
- ¿Está segura con lo relacionado a la sombra?, sus ojos pudieron hacerle una mala pasada? Aquí el doctor Douglas puede explicarle que en nuestro campo de visión tenemos un "punto ciego"; este no se percibe porque al ver con ambos ojos uno suple la información visual del otro, pero sin embargo bajo ciertas circunstancias se puede dejar de percibir algo, es como una ceguera temporal...
- ¡No, no fue así!
- Bien señorita Scott, le agradezco su información, espero que se recupere pronto.
La entrevista con el joven fue muy similar, la única diferencia era que trabajaba en un bar. El lugar tiene grandes ventanas de vidrio, al anochecer y a la luz de los faros de la calle todo se refleja en estas, el hombre afirma que no vio a nadie, hasta que se sintió detenido por una mano fuerte y muy fría, al volverse descubrió al mismo muchacho ya descrito.
Pocas veces había visto a mi compañero tan desconcertado, cuando regresamos a casa, se encerró en el estudio y no salio de allí en horas. Cuando finalmente volví a verle la cara tenía un aspecto cansado y el pesado humo del cigarrillo impregnaba toda la habitación.
- Esto es tan extraño Tom, por supuesto, yo no creo en vampiros ni nada que se le parezca, pero esto de las sombras y los reflejos me tiene...
No pudo terminar la frase, el timbre de la puerta lo saco de sus reflexiones, sonaba con la característica vehemencia del capitán Jackman.
- Franz, se han encontrado otras cinco personas más en diferentes zonas de Cavendich. Todas presentaban el mismo patrón. Será mejor que vayas a la Delegación.
- Enseguida lo alcanzamos capitán - le dijo Franz, sus ojos centellaban, el creía en la razón por sobre todas las cosas, y este era un reto que nunca antes se había presentado en su carrera como detective.
Fue de prisa a la habitación a mudarse de ropa, yo quise aprovechar para robarle unos instantes de intimidad; me dejo acariciarle un poco y respondió apasionado a mis besos, pero de pronto se detuvo y me aparto suavemente sin dejar de besarme.
- Ya tendremos tiempo al regresar - me dijo con la respiración entrecortada - ahora no es buena idea - me apretó contra su cuerpo y me murmuro al oído con ese tono cálido y sensual que me hacía perder la cabeza - te lo compensare Tom.
Me costaba deshacerme de su abrazo, del contacto de mis manos en su piel, de sus labios. Había esperado tanto tiempo para tenerlo así, a mi lado, viendo el deseo en sus grises ojos; ya sin miedos, sin prejuicios, sin remordimientos, que quería sentirlo a cada instante. Pero su pasión estaba divida entre sus casos y yo.
- Hoy te toca manejar a ti - me dijo mientras se acomodaba en el asiento del copiloto.
Las cosas habían cambiado mucho en la Delegación, todo era nuevo; computadoras, mobiliario, el laboratorio, la sala de interrogatorios, solo una cosa permanecía inmutable, nuestro noble capitán. Más viejo, más cansado pero con aquella honradez, rectitud y afán de justicia que lo habían hecho permanecer en su puesto por más de veinte años. Lo encontramos observando concentrado el mapa de la ciudad en una gran pantalla en la que iba marcando las zonas donde habían sido encontradas las víctimas. Muy pronto Greene se unió a sus observaciones.
- ¿Qué me dices de esto Franz?
- Mmmm, pues... esta casa que aparece entre las calles Madison y Leason, los ataques se extienden a muy pocos kilómetros de este lugar. ¿Tiene algunos datos de ella?
- Es muy antigua y hace mucho que esta abandonada. Fue construida a principios del siglo XX. La sellaron hace un par de años para evitar que se convierta en refugio de gentes de mal vivir.
- Debo visitar esa casa
- Es muy tarde ya Franz, mañana temprano yo mismo te acompañare.
Una expresión risueña se pintó en el rostro de mi amigo.
- Por Dios capitán, no me dirá que cree eso de que "al caer la noche, las fuerzas del mal gobiernan el mundo".
- No te rías Franz, quizá por esta vez te sorprendas más allá de lo que crees.
- Bien, que sea así entonces.
Debo confesar que las aprensiones del capitán, además de todo lo que había escuchado de labios de los testigos directos de los sucesos, habían echo mella en mi ánimo. No soy muy creyente, pero mientras nos encaminábamos a la casa deseaba encontrar entre las muchas cosas que guardaba Greene en la guantera un crucifijo.
- ¿Pero que buscas tanto Tom?, me estas haciendo un revuelto.
- Busco algo con que defendernos.
- Las armas las tenemos encima.
- No, hablo de otro tipo de armas.
- Vamos, ya deja eso.
Cuando llegamos el sol se hundía en el horizonte, llenando el cielo de destellos rojizos. La casa se caía de vieja, abundaban por todas partes grandes grietas que la atravesaban de arriba a abajo. El paso del tiempo la había vuelto gris; la madera de los marcos de las ventanas y las puertas estaban carcomidas por la humedad. Un muro igualmente derruido franqueaba la casa y en medio de este, guardando la entrada un portón de metal oxidado y cubierto de polvo, firmemente cerrado con cadenas y un gran candado. Greene saco del bolsillo una llave y con la mayor naturalidad abrió la reja como si estuviera entrando a su casa. Una vez dentro bajo los últimos rayos del sol pudimos ver los restos de lo que debió haber sido un precioso jardín, con una fuente cubierta de musgo. La hierba seca se extendía por aquí y por allá como manchones oscuros. Por un momento cerré los ojos y me imagine lo bella que debió haber sido aquella casona. Las gentes que debieron pasear por aquel jardín admirando su belleza, y la fuente borboteando agua rodeada de delicadas aves bebiendo de ella.
Franz tuvo que dar solo un leve empujón para entrar a la casa, la puerta estaba desencajada. Por dentro el panorama era aún más deprimente, polvo y más polvo, no tenía mobiliario alguno solo un olor espantoso a encierro. Podía jurar que había en aquel lugar algo más, una sensación de angustia cuya razón no sabía explicar, era como si toda la casa estuviera impregnada de tristeza, de rencor. Ambos nos habíamos provisto de unas potentes linternas y llevábamos las armas en la mano, atentos a cualquier imprevisto, pero no estábamos preparados para lo que vendría después.
Mientras recorríamos la casa un ruido leve nos llego a los oídos, apagamos las linternas y tomando toda clase de precauciones nos acercamos al lugar de dónde provenía el sonido. Vimos un joven sentado sobre una desvencijada silla, apoyaba uno de sus codos sobre una mesa, aquellos debían ser los únicos muebles en toda la casa. Parecía tan absorto en sus pensamientos que no advirtió nuestra presencia, la escasa luz que se filtraba por las ventanas nos permitía observarlo... era, era el mismo hombre descrito por los testigos. Vestía con una levita, cuello alto y una especie de cinta a modo de corbata. De pronto despertó de su ensueño y dos ojos de fuego refulgieron ante nosotros, en solo unos instantes lo vimos transformarse en un enorme lobo y saltar por la ventana. Franz estaba petrificado, sus ojos clavados en la ventana por donde había desaparecido el animal. Mi terror era tan grande que pensé que en cualquier momento caería desmayado. Sacudí ligeramente a Franz, me asustaba que aquella crisis que tuvo en el caso de Vogle volviera a repetirse, pero afortunadamente no fue así. Me tomó del brazo, me miraba sin pronunciar palabra, hasta que finalmente lanzó un suspiro.
- ¿Viste eso Tom?, ¿acaso me estoy volviendo loco?
- ¡Vámonos de aquí Franz, por Dios, vámonos de aquí!
Los dos caminamos rápidamente hacía la salida, cada paso que dábamos parecía alejarnos más y más de esta. Finalmente llegamos a la puerta, el aire fresco de la noche nos acarició el rostro y fue como si recobráramos la vida. Subimos al auto, yo deje que Franz tomará el volante, siempre me disgustaba la velocidad con que solía conducir, pero en aquellos momentos lo único que deseaba era alejarme de aquella maldita casa.
- Tom, recuérdame que no debo reírme de nada, por más inverosímil que parezca.

4 comentarios:

Marga dijo...

Seguro que esta noche sueño con mis encantadores vampiritos, hombres lobo y toda clase de monstruos monstruosossssss!!!

Que miedito Rosa, pero que bien redactado, que fantástico.

Tu casita me sigue teniendo hipnotizada, creo que me pondré unos ajos cerca del ordenador por si acaso...

Esto está de fábulaaaaaaaaaa, quiero más, más, más!!!

Besitos mi hermosa flor, te quiero un montón.

Abrazosssssssss

Dalia dijo...

que sorpresita les esperaba!!!!

perfecto Rosa... espero que continue pronto!!!!

El César del Coctel dijo...

Rosita, qué fascinante, que delicia de cóctel: Franz, Tom, besos, misterio, vampiros, lobos, ternura, sensualidad, sangre, noche...mmmm... qué bien!!!

un-angel dijo...

Te llevo impresa al trabajo para PONERME AL DIA, que no tengo vergüenza, es cierto...luego te cuento...