31 enero, 2009

Ayyy!!!

Mis queridos amigos, me merezco una de estas por IDIOTA, por favor disculpenme. Es cómo haberles invitado a una reunión, decirles que desean tomar y luego servirles lo que a mí me apetece.
Franz y Tom, son vuestros, así que ponganles el rostro que su fantasía desee.

30 enero, 2009

"And the winners are"

Mil gracias a mi Angelito, Marga, Dalia y Anita que tan gentilmente aceptaron el reto. Pero como bien dicen nuestros Ángel y Dalia, Hugh Laurie siempre fue mi Greene.



Ustedes deben pensar que estoy totalmente chiflada, está es la tercera vez que cambio esta entrada, no el Clooney no me convence a mí tampoco... que Tom sea Robert Sean Leonard, ya está, es que tienen tan buena química en la serie.




Y para cerrar con broche de oro, pongo el tema que alguien me sugirió para ellos. Allí va para darle gusto también a su fan número uno. La bella Laurita Paussini.


24 enero, 2009

Tema para Ariana


Mi dulce hada de azules alas, ¡despierta!
mira que el sol ya te besa la carita de rosa
y sus rayos como mil estrellitas
se duermen en tus cabellos.

Mi dulce hada de azules alas, ¡toma mi mano!
dejame ponerme mis alas ya viejas... espera.
Hoy vamos a surcar todos los cielos.
Recorrer todos lo campos,
los montes, las sabanas,
las selvas tropicales y los fríos polos.
Navegar todos los ríos y los mares.

Mi dulce hada de azules alas.
Hoy vamos a abrir todas las jaulas,
a destruir todas las trampas.
Hoy vamos a detener todos los palos,
todos los arpones.

Mi dulce hada de azules alas.
Hoy vamos a estropear todos lo rifles,
a esconder las hachas y las sierras.
Hoy vamos a limpiar todos los ríos,
para que su murmullo cante como antes.
Hoy vamos a quitar todas las manchas
oscuras de los mares, para que sus aguas
sean azules de nuevo.

Hoy pequeña mía,
vamos a buscar a Naturaleza,
y le preguntaremos dónde tiene
sus heridas y corremos a curarlas.

Pequeña mía, el tiempo es corto
y tal vez un día
ya no quiera escuchar nuestras voces.
Ese día Naturaleza ha de ser como
cualquier madre,
y nos cobrará el dolor de sus hijos.

Pequeña mía, no he querido entristecerte,
tu alma es cristalito que se transforma
en arco iris, sonríe siempre.
La bella Esperanza está prisionera
en el fondo de una caja,
anda ve pronto a liberarla.

Pequeña mía, el tiempo es corto
un ruiseñor canta en tu ventana,
ven, date prisa,
quiero saber de sus noticias.

21 enero, 2009

Fiuuuuuuu!!!!

Habiendo quedado en estas condiciones, después de que Greene y Douglas han agotado mi pobre neurona, voy a darme un descansito (eh, que siempre voy a ir por las casitas, solo voy a dejar la mía para que entre aire y luz)
Pero les dejo una tarea, cómo se imaginan a Franz y Tom, si no es mucha molestia pongan unas fotitos en sus casas. A mi me va a encantar esto.
Tengo muchas ideas rondando por ahí, así que si ustedes lo desean habrá Greene para rato... pero cuando se aburran me avisan OK.
Ahora le dejo la posta de los fascinantes vampiros a nuestro angelito. Ese nuevo look de su casita esta super.
Gracias a mi querido César porque me dio el aliciente que me faltaba para terminar este relato.

Y nuevamente gracias a todos.

18 enero, 2009

Epílogo

Cuanta razón había tenido mi amigo cuando me dijo que aquella no sería una noche tranquila. Tanto Franz como yo tenemos el sueño ligero, así que despertamos de inmediato cuando escuchamos unos golpes nerviosos en nuestra puerta. Se trataba de Forrester, tenía un gesto de profunda preocupación marcado en el rostro.
- Franz... Raúl ha desaparecido.
Mi compañero dio un respingo, por unos instantes se quedo sin saber qué decir.
- Pero... ¿qué sucedió?, se supone que tú lo cuidabas... por favor discúlpame, no estoy reprochándote nada.
- Y tendrías toda la razón del mundo. No me explico cómo pude quedarme dormido, si algo le ocurre a ese joven mi consciencia no tendrá descanso.
- Tom, ve a despertar a Jackman.
Cuando estuvimos todos reunidos fuimos a la habitación donde había estado Raúl. Las batientes de las ventanas se abrían y cerraban empujadas por el viento, aquel sonido tenía un no sé que de siniestro. Entonces Franz reparo en la cruz puesta sobre el velador, la observó por unos instantes sin tocarla, vi en sus ojos ese brillo que me indicaba que había encontrado alguna pista.
- ¿Por qué se la quito?, me había prometido no hacerlo - dijo acongojado Forrester.
Greene la tomo finalmente en la mano y la guardo en un bolsillo de su pantalón.
- Una razón muy poderosa debe haberle hecho romper su promesa. Sin embargo, la cruz estaba puesta de la forma en que lo estaba por alguna razón.
- ¿Quería decirnos algo? - dijo el capitán Jackman.
- Sí, es muy probable que nos quisiera indicar algo. ¡Vamos!, todos recojan sus cosas, no tenemos tiempo que perder.
Al momento estábamos saliendo a las frías calles. Que distintas me parecían ahora las aceras de Cavendich en comparación con aquella vez en que las recorrí junto a Franz; cuando el aire era cálido y perfumado, no este viento helado y lleno de malos presagios.
Greene se detuvo un instante, parecía desconcertado. El conocía mejor que nadie todos los rincones de la ciudad, pero ahora parecía no saber qué camino tomar.
- Capitán, ¡ayúdeme a pensar!, estoy demasiado alterado. ¿Recuerda algún sitio en particular por la zona?
El capitán se quedó en silencio por unos instantes, profundas arrugas surcaban su frente. Entonces levantó el rostro con un ligero gesto de triunfo.
- ¡El almacén de chatarra!, queda cerca de aquí, pero no se me paso por la cabeza que pudiera esconderse en ese lugar. Todavía es usado por algunos recolectores.
- ¡Vamos para allá! - dijo Franz echando a correr con todos nosotros tras él tratando de igualar su ritmo.
Cuando llegamos el almacén estaba vacío, pero nos basto echar una ojeada para darnos cuentas que había estado ocupado por nuestro enemigo. Greene se inclinó y recogió una cinta brillante del suelo, él y yo nos mirábamos, en ella reconocimos la prenda que llevaba atada al cuello la noche en que lo vimos en la casona Madison.
Franz hizo un gesto de desesperación, todos nos sentíamos descorazonados. ¿Qué había sido de nuestro joven amigo?, ¿por qué se había despojado de la cruz si sabía que era lo único que podía protegerlo del monstruo aquel?
- Vayámonos de aquí, ya está por amanecer. Tenemos toda la mañana hasta antes que el sol se oculte para hallar a Raúl. No nos daremos un minuto de descanso hasta encontrarlo sea en la condición que sea.
Apenas pudo terminar de hablar, se dio la vuelta para emprender el camino de regreso, yo sabía que una profunda emoción lo embargaba. Incluso el racional Forrester no podía disimular su tristeza. Apresure el paso para llegar hasta mi compañero.
- ¡Franz, espera, espera!
- De alguna forma es mi culpa Tom...
- No digas eso.
- ¿Acaso no fui yo quien lo metió en todo este maldito asunto?
- Y el aceptó, como lo hicimos todos. Cada uno de nosotros conocía el peligro al que nos exponíamos, nada nos ocultaste.
Nos apartamos del resto del grupo, entonces Franz busco mi mano y la puso sobre su corazón.
- Sabes que te pertenece, pero ese joven es importante para mí.
- Lo sé, lo sé - le dije juntando mí frente a la suya, sus labios buscaron los míos y nos fundimos en un largo beso; él buscaba consuelo y yo ansiaba dárselo.
Estábamos muy cerca a la casa, cuando divisamos a Raúl de pie en el umbral de la puerta, observando en todas direcciones. Estaba pálido y angustiado, en cuanto nos vio corrió hacía nosotros; abrazo con fuerza a Franz, cogió su rostro entre sus manos y sonrió. Luego se volvió hacía Jackman, Cecil y yo tomándo nuestras manos entre las suyas.
- ¡Están bien!, nunca antes había creído en Dios, pero ahora creo, porque he orado por primera vez y mi ruego ha sido escuchado - sin querer sus ojos húmedos iban una y otra vez a los de Franz.
- Pero... ¿dónde has estado Raúl? - era Forrester quien lo interrogaba.
- He estado en cualquier lugar y en ninguno.
- ¿Quincey te llevó hasta ese almacén, te forzó a ir con él? - seguía insistiendo el bibliotecario, nunca lo había visto tan excitado.
- Sí... en cierta forma si, pero luego yo accedí a ir con él.
- ¿Por qué cometer una locura semejante? - Cecil lo zarandeaba sin darse cuenta.
- Es un ser solitario, tan solitario como yo. Me hablo de los sufrimientos su madre, del horror que sintió cuando comprendió en lo que se había convertido, de la súbita muerte de su padre de la que él se sentía responsable. Reniega de ese destino espantoso al que está condenado.
Franz lo observaba, sus ojos grises parecían querer abrirse paso hasta lo más profundo de los pensamientos del joven.
- ¿Sabes algo más Raúl? - le dijo Franz.
- Nada más, cuando lo deje estaba sentado sobre una improvisada silla, repasando los manuscritos de su madre.
- Vayan a descansar amigos míos, todos necesitamos tomarnos un respiro. Durante el día somos tan libres como él es prisionero.
Cuando nos quedamos a solas, Franz casi se desplomo sobre uno de los sillones.
- No nos dice toda la verdad Tom, algo oculta, y eso me llena de temor. No sé qué hacer, por primera vez en mi carrera, no sé qué hacer. ¿Dónde descansa Quincey ahora?, no puede haber vuelto al almacén. No hay muchos sitios dónde pueda ocultarse, sabe que la luz del sol lo destruiría... ¿dónde, Dios, dónde puede estar? Vamos con Jackman, revisaremos ese mapa mil veces si es necesario.
- Pero Franz, acabamos de separarnos. Dales un respiro.
- Es cierto, yo mismo casi no puedo tenerme en pie. Son más de las siete de la mañana, a las diez llamaremos a los otros y... - se estaba quedado dormido mientras hablaba, traje una manta y lo cubrí, yo me recosté en un sillón cercano al suyo y me quede mirándolo hasta dormirme también.
Me desperté antes de la hora acordada y prepare una merienda sustanciosa; no sabía hasta que momento volveríamos a comer algo. Eran cerca de las diez cuando me acerque para despertarlo.
- ¡Franz, Franz! - lo vi abrir los ojos un instante para luego volver a cerrarlos - qué pasa, ¿te sientes mal?
Se arrebujo en la manta y se incorporo a medias.
- No te ha ocurrido alguna vez que no quisieras levantarte, que te cuesta hasta respirar.
- Lo hallaremos y le daremos finalmente paz. Recuerdas nuestras primeras conversaciones en las que me decías que los sentimientos no pueden obstaculizar la razón. En estos momentos no puedes perder la objetividad.
- Es cierto, si cedo a la desesperación puedo perderlos a todos.
- Ven a comer algo - me hizo un gesto negativo con la cabeza - come algo por favor, este será un largo día.
Se levanto desganado y comió con igual desgano; pero me sentí aliviado de saber que eso lo mantendría por algunas horas.
De inmediato estaba haciendo las llamadas para reunir a todos en la Delegación. No transcurrieron ni veinte minutos cuando ya estaba conduciendo hacía nuestro lugar de encuentro. Llegamos los primeros, a los pocos minutos Forrester y Raúl estaban con nosotros.
- Ahora más que nunca debemos encontrarlo, dos veces lo hemos hallado y dos veces se ha visto obligado a abandonar su guarida, debe estar lleno de ira... y la ira en un ser como él ha de ser terrible, no sabemos de lo que pueda ser capaz. Usará todo su poder para destruirnos.
Escuchábamos hablar a Franz y sabíamos cuan ciertas eran sus palabras.
- Todos vivimos en está ciudad o en sus cercanía, traten de recordar los lugares solitarios o abandonados que puedan servirle de escondite. Marcaremos en el mapa estos lugares y los visitaremos todos; debemos darnos prisa, no tenemos mucho tiempo.
Nunca había sentido una angustia tan honda cuando vi ocultarse el sol, habíamos visitado tantos sitios y desafortunadamente nada encontramos. ¡Otro día perdido!
Franz tenía el ceño fruncido y los puños apretados. Sabía que la impotencia era el sentimiento que ahora prevalecía por encima de cualquier otro.
- Es riesgoso continuar la búsqueda, ahora es él quien tiene ventaja. Desde ayer no ha conseguido su alimento, es muy probable que hoy ataque, ¡pero dónde, a quién!
Estamos cerca de la casa de Clare, Greene se detuvo de pronto.
- Vamos a hacer una breve visita a una buena amiga mía y de Tom, quiero asegurarme de que todo este bien, ustedes adelántense y esperen nuestro regreso, por ningún motivo se separen - sus ojos fijos en los de Raúl eran como dos centellas - ¡por ningún motivo, entendieron!
Greene se quedo clavado en el lugar hasta que se perdieron de vista, solo entonces nos dimos la vuelta rumbo a casa de nuestra amiga. Siempre, aun en las más graves situaciones mi amigo me había hecho participe de sus sentimientos, pero este silencio de ahora era difícil de soportar.
Cuando llegamos Franz hizo sonar el timbre, la puerta no tardo en abrirse, allí estaba nuestra querida Clare, me bastaba ver su dulce mirada para sentirme de alguna forma aliviado; a Franz parecía ocurrirle lo mismo, por unos instantes desapareció de su rostro la tensión y sonrió.
- Que bueno verlos, pasen, pasen, hay alguien que pregunta por ti Franz, me dice que son muy buenos amigos. Es un joven tan agradable, que raro que no supiera nada de él hasta ahora.
La sonrisa de Franz se congelo en sus labios, casi empujo a Clare al entrar. Allí, de pie en medio de la sala estaba Quincey sonriéndonos de una forma que podría parecer encantadora, pero que a mí me resultaba odiosa. Se acercó hasta nosotros y clavó sus azules ojos en los grises de mi amigo, sus miradas hablaban por ellos.
- Es una lástima el tener que privarme de tú compañía mi querido Franz, pero tengo muchas cosas pendientes, y me temo que la noche será muy corta - se volvió hacía Clare y le hizo una reverencia - ha sido un placer conocerla señora Taylor tenga por seguro que volveré a visitarla.
- Cierra la puerta Clare, sin duda mi... "amigo" puede concederme unos minutos.
Franz se mordía los labios hasta hacerse daño. Los ojos de Quincey refulgieron a la vista de la sangre, por un momento pensé que se le iba a echar encima, pero el brillo de la cruz que mi amigo llevaba en el cuello lo hizo retroceder.
- La sangre es la vida, cuídala mucho Franz. No olvides que estoy cerca de todo lo que amas. No me persigas más, no te interpongas entre mi elegido y yo, si te atreves a contrariarme me encargare de que cada minuto de tu vida sea un suplicio.
Su mirada parecía ejercer un efecto pernicioso en mi amigo. Greene no hacía ningún movimiento, no pronunciaba una palabra.
Saque el arma e hice varios disparos, pero había desaparecido. Nuestros amigos debieron escucharlos porque a los pocos minutos estaban junto a nosotros.
- ¿Qué sucedió?, hemos escuchado disparos - nos dijo Jackman entre jadeos.
Greene estaba rígido y extremadamente pálido, la mirada perdida y los labios sangrando, lo tomé de los hombros y lo sacudí con fuerza. Los demás lo observaban llenos de ansiedad esperando a que reaccionara. Lanzó un quejido, sus piernas parecían negarse a sostenerle, antes de caer apoyo sus manos y una rodilla en la acera. Pensé que había llegado al límite de sus fuerzas, pero entonces respiro profundamente y se irguió.
- Es ahora o nunca, si esta vez se nos escapa no habrá descanso para los que amamos - de nuevo se quedo en silencio, pero yo que le conocía bien, sabia que ahora su mente estaba trabajando al máximo - ¡el cementerio Conrad!
Subimos a los autos y nos encaminamos a toda velocidad hasta el cementerio. A Greene no le resulto ningún problema abrir el pesado candado que cerraba el portón. Todos sosteníamos en una mano las armas y en la otra las cruces que centellaban a la luz de la luna.
- ¡No se separen!, por nada de este mundo se separen - nos gritaba Franz mientras avanzábamos por entre antiguos mausoleos y blancas lápidas.
Lo que ocurrió luego no se borrara jamás de mi memoria. De pronto el silencio del lugar fue roto por un gruñido ronco, todo ocurrió como en una pesadilla, la horrenda bestia lanzándose sobre Greene, Raúl poniéndose frente a él y recibiendo el terrible impacto de las garras en su pecho. Disparamos al unísono nuestras armas, escuchamos al animal lanzar un alarido espantoso y caer muerto. Sin dar crédito a nuestros ojos vimos como recuperaba su forma humana y en segundos se iba corrompiendo hasta convertirse en polvo.
Franz estaba arrodillado junto a Raúl, la cabeza del joven descansaba en su regazo. Me acerque y revise sus heridas, levante los ojos hacía mis compañeros sin darles ninguna esperanza.
- Las heridas son mortales. Así lo llevaremos en este momento a urgencias, ya nada... - no pude seguir hablando un sollozo me lo impidió.
Forrester y Jackman también se habían arrodillado al lado de nuestro amigo caído, las lágrimas resbalaban por sus pálidas mejillas.
Raúl abrió por unos instantes los ojos, su último aliento estaba concentrado en Franz "Tom", me llamo sin quitar los ojos de mi amigo, "un beso, solo un beso". Franz me miro con los ojos arrasados en lágrimas, yo asentí, entonces se inclino sobre Raúl y apoyo sus labios en los ya casi sin vida de Raúl. Una sonrisa le ilumino el rostro, y poco a poco, su ya débil respiración fue cesando hasta extinguirse por completo.

Escribo estas últimas líneas con un gran pesar, todavía no es difícil para todos aceptar que nuestro querido amigo ya no este más a nuestro lado. Solo anhelo una cosa, que Franz recuperé la paz y no insista en la errada idea de culparse por la muerte de Raúl. Confió en que la profundidad de mi amor me ayude a borrar todas las sombras de sus hermosos ojos.

Sin darnos cuenta ha llegado la primavera, afuera el sol brilla esplendoroso, las primeras flores empiezan a abrirse y su delicado aroma perfuma el aire. Hoy he visto sonreír a mi amado después de muchos meses, mi mano ha buscado la cruz que ya nunca me abandonará y la he apretado contra mi pecho en señal de gratitud.

Agradecimientos:
A todos mis queridos amigos que capítulo tras capítulo me han acompañado en esta aventura.

Relato basado en la novela de Bram Stoker "Drácula"
Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle.


14 enero, 2009

Raúl

Cuando terminamos nuestra conferencia daban las diez de la noche, en realidad sentía recelos de que nuestros compañeros se aventuraran a salir, a pesar de que tenían forma de protegerse, Franz pareció leer mis pensamientos.
- Será mejor que no estemos solos hasta que todo esto termine. ¿Capitán Jackman, tendría inconveniente en que Raúl se quedara en su casa?
- En absoluto, mi esposa es muy buena anfitriona, y a los chicos les da igual... con tal que no invadan su espacio - dijo bromeando.
- Cecil, ¿quieres quedarte con nosotros?, tenemos una habitación extra en la que puedes acomodarte.
- Mi querido amigo, dudó mucho que ese vampiro venga tras de mí, no creo ser muy apetecible desde ningún punto de vista - Franz sonrió ante la observación de el bibliotecario.
Raúl daba golpecitos impacientes con el pie sobre el piso, al parecer no le hacía ninguna gracia ir a quedarse en casa de Jackman.
- ¡Es que no te cansas de dar órdenes!, ¿desde cuándo decides dónde me quedo o no?
Todos lo miramos sorprendidos, no entendíamos aquel repentino malhumor.
- No fue mi intención molestarte, solo lo hago mirando por tu bienestar.
- Puedo cuidarme solo.
Franz no dijo nada más, pero una sombra de preocupación cruzó por sus ojos cuando vimos al joven salir dando un portazo.
- Es tan extraño, no conocía ese lado de su personalidad- dijo Franz pensativo - o será cierto que soy tan impositivo, si es así, por favor disculpen, es algo que no puedo evitar.
- Alguien tiene que estar al frente de cualquier acción que se emprenda, y tú lo haces mejor que cualquiera de nosotros - le dijo el capitán Jackman - voy a alcanzar a ese muchacho y hacerle entender la gravedad de la situación.
- El sabe eso capitán, el problema es que su mente científica se enfrenta a lo inexplicable y se niega a aceptarlo. Pero es mejor que vayamos a buscarlo, su incredulidad puede ser su perdición.
El otoño ya se adueñaba de las calles y un frío intenso nos envolvió cuando salimos. Pero lo que más nos inquieto fue una pesada niebla rodeando la casa y extendiéndose a lo largo de la calle. Un aroma dulce se impregno a nuestras narices, era un olor agradable, tanto que parecía adormecernos.
- ¡Dios, esta aquí y va tras Raúl! - dijo Franz angustiado - todos nos pusimos en guardia, cogimos nuestras armas y nos lanzamos en busca del joven.

Notas de Raúl Thomas:

Desde que salí de la tutela de mis padres, decidí que de allí en adelante yo era dueño de mi destino. Sabía lo que era tocar fondo, de las noches frías en las calles, de las cosas que había hecho y que de solo recordarlas me llenaban de vergüenza.
Fui un alumno destacado en la escuela y después en la universidad, pero también me distinguí por la rebeldía para acatar las reglas, no me agradaba recibir órdenes de nadie, nunca le había confesado esto a Franz en nuestras conversaciones.
Había emprendido aquel viaje con la esperanza de lograr que me amase, sabía que sus preferencias sexuales eran distintas a las mías, pero confiaba en la fuerza de mis sentimientos y porque no decirlo en mis cualidades físicas.
Nunca en mi vida podré olvidar su mirada cuando nos conocimos, en ella no había reproches, ni condenas. Aun resuena en mis oídos lo que me dijo: "Créeme, no quieres esto realmente. Nadie puede querer esto". Franz me había salvado en muchas formas.
El verme de pronto rechazado me dejo abatido, sabía que nadie tenía la culpa, pero a pesar de la simpatía que tenía por Tom, no podía evitar sentir celos de su suerte. Durante todos esos años viví aferrado a una esperanza... ahora, ahora ya no sabía cómo seguir. Mi dolor se transformó en amargura, aguante cuanto pude, pero cuando quiso enviarme con aquel policía como si fuera un inútil mi paciencia llegó a su límite. Además todo eso parecía de locos, sin embargo, allí estaban las pruebas atormentándome... cómo era posible que aquel pelaje no encajara en ninguna de las especies conocidas.
Yo me baso en evidencias para poder creer. Pero ahora estaba trastornado, ¿qué hacía yo llevando un crucifijo encima, y balas bendecidas?, quite de mi cuello la cadena y me la guarde en el bolsillo; al momento sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, poco a poco me iba rodeando una niebla espesa y helada. Me estremecí cuando vi surgir de ella un hombre joven, reconocí sus vestiduras se las había oído mencionar tantas veces a Franz, quise buscar en mi saco el arma pero me era imposible hacer ningún movimiento. Su aroma me sumía en un extraño sopor. Sin saber por qué, no deseaba que se alejara de mi lado. Su aliento era cálido sobre mi garganta, sus labios rozándome la piel hasta sentir un leve mordisco. Pero de pronto se aparto, y se quedo observándome de una forma que no alcanzó a definir.
- A ti no te conozco, ¿estas con el hombre aquel de los ojos grises? - me dijo, el tono de su voz era suave y dulce.
- Sí, estoy con él.
- Entonces... ¿quieres destruirme?
- Aquello que hace daño debe ser destruido, como se destruyen las plagas en un sembrío.
- ¿Te parezco una plaga?
Su voz, sus facciones, todo en él era hermoso, cómo podía albergarse maldad en un ser como aquel. Me quede en silencio, no sabía qué responder. Extendí la mano para tocarlo, dudaba de mis ojos, de todos mis sentidos. Su brazo fuerte pero extremadamente frío me recordaba la frialdad de los cadáveres, cuando aquella idea cruzó por mi mente lo solté de inmediato. Pero él tomó mi mano y la puso sobre una de sus mejillas.
- No te alejes, hace tanto tiempo que no siento una calidez como la tuya - había tanta melancolía en su voz, que sentí lástima de su suerte y una profunda tristeza se apodero de mí. Abrí los brazos para acogerlo en ellos, pero me vi interrumpido por alguien que me empujó a un lado. Cuando salí de mi ensueño vi a Franz empuñando una cruz frente a él, retrocedía cubriéndose el rostro como si la vista de aquel objeto le fuera insoportable. De pronto aquellos bellos ojos adquirieron un tono rojo y desapareció frente a mi como si se disolviera en la niebla.
Franz me levantó con cuidado del piso donde había caído desplomado, lo primero que hizo fue abrir el cuello de mi camisa para examinar mi cuello, lo sentí suspirar aliviado. Pero al instante lo vi fruncir el ceño.
- No es nada de cuidado, está vez hemos llegado a tiempo. ¿Dónde esta la cruz que te di?
Nada le respondí solo me abrace a él y empecé a sollozar como si un dolor guardado por años me embargara. Sentía su mano acariciando mi cabeza y mi aflicción aumento porque sabía que Franz nunca sería mío. En pocos minutos estaba rodeado por el resto de mis compañeros, Greene me dejo en manos de Douglas y se fue con los demás en pos de aquel ser.

Me preocupaba aquella persecución, nos enfrentábamos a un ser extraordinariamente peligroso. Tenía a Raúl apoyando su brazo en mis hombros, parecía que en cualquier momento iba a desmayarse, y así ocurrió, tuve que levantarlo en brazos y llevarlo hasta la casa. Subí la calefacción y lo abrigue con una gruesa manta, al poco rato comenzó a reaccionar, había tanta tristeza en su mirada que sentí una opresión en el pecho.
- Quincey... ese es su nombre ¿verdad?
- Sí, ¿por qué lo preguntas?
- Tom, por un momento sentí tanta lástima por él, la forma en que me miraba. No puede ser tan perverso, además, no ha matado a nadie.
- Raúl, ha estado a punto de hacerlo, una de sus últimas víctimas aún no se recupera, su médico y yo abrigamos muy pocas esperanzas de que así sea; sabes bien que ocurrirá si no sobrevive.
- Lo sé, se convertirá en un ser igual a él, entonces... ¿no debemos sentir piedad de Quincey?
- Por piedad a su alma debemos destruirlo.
- Tom... ¿me permites una pregunta personal?
Sabía por dónde iba la cosa y no estaba muy seguro de querer hablar sobre ello, pero asentí para distraerlo de su pena.
- ¿Quieres mucho a Franz?
- ¡Con toda mi vida!
Dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas, Raúl se apresuró a sacárselas con los dedos.
- Y él te quiere de la misma forma.
Me quede en silencio observándole, en mi se debatían sentimientos encontrados; por un lado sentía pena por el joven, entendía su frustración, sabía cuánto puede doler el amor no correspondido. Pero por otro lo sentía como una amenaza, a pesar de la nobleza demostrada; ya una vez Franz, aunque sea por unos segundos había en cierta forma sucumbido ante él, quién podría asegurar lo que ocurriría con Raúl constantemente a su lado.
La puerta se abrió y vi entrar a Greene con Jackman y Forrester, se veían exhaustos, me apresure a servirles una taza de chocolate caliente que siempre teníamos a mano Franz y yo cuando comenzaba la temporada de otoño. Después de un rato y al calor de la habitación todos parecían más confortados. Mi compañero fue el primero en romper el silencio.
- Nada hemos encontrado, pero casi estoy seguro que su refugio está muy cerca de aquí, conoce nuestros movimientos y eso nos pone en desventaja. Bueno, les guste o no, todos permaneceremos aquí está noche - dijo dirigiendo una rápida mirada a Raúl.
- ¿Qué fue lo que sucedió desde que saliste de aquí?
Raúl se removió un poco entre las mantas, y comenzó su relato, los ojos de Greene y Forrester no se apartaban de los de Raúl. Apenas había terminado de hablar, cuando ya Forrester estaba a su lado examinando cuidadosamente su cuello.
- Son dos ligeras incisiones, apenas si ha rasgado la piel - dijo sin mucho entusiasmo - pero no entiendo por qué se detuvo, nosotros tardamos un poco en llegar hasta ti, en ese tiempo pudo haberte lastimado y sin embargo no lo hizo.
- Quizá fue porque adivino la piedad que sentía por él.
- ¡No, no hay algo más! - dijo Greene golpeando con un puño sobre la mesa.
- Si tú hubieras visto su mirada, la tristeza que había en ella.
- La misma tristeza que lo hizo llevar a una jovencita al borde de la muerte - le dijo Franz con ironía - Tom, ayúdame a traer unas mantas y veamos como acomodamos a nuestros amigos.
Pronto tuvimos a Jackman echado sobre uno de los sillones; Forrester y Raúl ocupaban el cuarto de huéspedes, aunque bien sabíamos que nadie dormiría esa noche. Vi que Greene llamaba a un lado a Cecil y hablaba con él en voz baja. Cuando estuvimos seguros de que todos estaban cómodos mi amigo y yo nos fuimos a nuestra habitación.
Aquel día había transcurrido como en una pesadilla, me arroje sobre la cama tal como estaba y Franz no tardó en acompañarme. Lo estreche entre mis brazos y él me beso dulcemente.
- Por lo menos tendremos unas horas descanso - le dije, acariciando sus cabellos.
- Quisiera que así sea Tom... pero no lo sé, por eso he puesto en guardia a Cecil. El está acostumbrado a velar por muchas horas al igual que yo. Se lo he pedido a él porque entiendo que no te hubiera agradado que me quedara toda la noche a solas con Raúl.
- Ya lo creo que no.
- Vamos a tratar de descansar un poco - lo vi cerrar los ojos hasta quedar dormido.

Notas de Raúl Thomas:

Forrester saco algunas cosas de su maletín y las puso en la cama cercana a la mía. Todo el ritual de aquel hombre me divertía un poco. Lo veía frotar las ventanas con flores de ajo, colgar un crucifijo sobre el respaldar de mi cama y luego poner las armas sobre la mesita de noche. Entonces se acercó a mí y volvió a colgar la cruz en mi cuello.
- Por nada de este mundo te la quites muchacho. Por amor a... tus padres, obedéceme.
- Sí Cecil, no me la quitare, no te preocupes.
Ambos nos acostamos, pero yo podía notar que el bibliotecario no me quitaba la vista de encima. Me daba lástima ver como se esforzaba por luchar con el sueño, sin duda era un hombre fuerte a pesar de su aspecto endeble, pero el día había sido tremendamente agotador para todos.
También yo fui cediendo al cansancio, y caí en un profundo sueño, lo último que recuerdo eran unas motas de polvo danzando a la luz de la luna, estas se arremolinaban hasta ir tomando forma humana.
No podía asegurar si continuaba despierto o dormido, solo sé que una voz hermosa me llamaba por mi nombre una y otra vez; entonces me levanté, fui hasta la ventana y la abrí de par en par. Quincey estaba de nuevo frente a mí con aquellos sus dulces ojos. Me extendió la mano, pero de repente hizo un gesto de repulsa.
- ¡Quítate eso que llevas al cuello!
Mis manos fueron hasta mi cuello, pero las volví a dejar caer a mis costados.
- No lo haré, he dado mi palabra.
- ¿A quién has hecho tal promesa?
- Al hombre que duerme conmigo en la habitación.
- ¡Mientes!, no es por él que llevas eso - me dijo enfurecido, sus ojos refulgían con tal ira que no pude evitar dar un paso atrás.
- Lo haces por amor, sí, por amor al hombre que no me da descanso. ¿Le amas por su belleza?
- Hay mucho más que belleza en él, es el mejor hombre que he conocido, digno del amor de cualquiera.
Lo vi sonreír de una manera odiosa, repare entonces en sus blancos incisivos sobre los rojos labios.
- Y sin embargo, él no te ama - hubiera jurado que había jubilo en sus palabras.
Calle ante la verdad de sus palabras, y agache la cabeza dejando que las lágrimas rodaran por mis mejillas.
- ¿Quieres acompañarme?, no te haré daño, no podría. Pero antes debes quitarte ese objeto - extendió nuevamente su mano hacía mi, entonces yo me quite la pequeña cruz que pendía de mi cuello y la deje sobre un velador, el lado más largo de ella indicaba la dirección por la que nos habíamos marchado.
Debía tener una fuerza extraordinaria porque de repente me vi fuera de la casa. De nuevo sonreía, pero ahora lo hacía de manera tan distinta. Me tomó de la mano y me condujo hasta un antiguo almacén. Todo este tiempo había estado tan cerca a nosotros. El lugar era oscuro y húmedo, pero él se las había arreglado para improvisar una especie de dormitorio, cogió unas mantas y me hizo sentar en ellas.
- Mira a lo que me ha reducido ese hombre - me dijo abarcando con sus brazos todo el lugar. Oh, Raúl, Raúl, he vivido casi un siglo en la más espantosa soledad, los recuerdos de lo único que ame parecen ya tan lejanos. Solo esto me queda de mi madre - me dijo señalando una carpeta de cuero repleta de hojas sueltas, continuo hablando en el mismo tono mezcla de tristeza y rencor - ¿Estas cansado?, ¿quieres escuchar mi historia? - asentí con la cabeza, y entonces comenzó un extraordinario relato. Era en verdad el hijo de Mina Harker como había asegurado Forrester.
Me parecía haber cruzado un umbral vedado para la razón. Era un ser lleno de dolor, pero igualmente de rencor. Odiaba al vampiro que había envenenado la sangre de su madre, pero ahora, esa misma cólera, bien me daba cuenta, la concentraba en una sola persona... en Franz. Recordé la falta de piedad que había tenido con la muchachita aquella de la que me hablo Tom, si algo de bondad había en aquel ser, está no tardaría en desaparecer. Hice un gesto para levantarme, pero una mano de hierro me sujeto.
- ¿Tan pronto te marchas?
- Ya he oído tu historia, en verdad te compadezco, es un destino que no elegiste.
- Regresas a él... a ese hombre que tiene el corazón tan gris como sus ojos. ¡Que sabe él de amar!
- No regreso por él, lo hago por ti, si me echan en falta vendrán a buscarme. ¿Es eso lo que quieres?
- Cuídate de mentirme Raúl - me dijo y había en su voz un tono tan terrible que me estremecí por completo.
Me aleje a toda prisa de allí. Sentí una gran dicha cuando miré al cielo y vi las primeras luces del día pintándose en él. La ventana seguía abierta y entre por ella, pero Forrester no estaba, corrí a la sala, golpee fuertemente la puerta de la habitación de Franz, pero nadie respondía. ¡Ninguno de mis compañeros estaban en la casa!

Penúltimo capítulo

07 enero, 2009

Empieza la cacería

A las dos de la tarde estábamos partiendo hacia la casa Madison; Franz, Raúl y yo íbamos en nuestro auto, el capitán Jackman y Forrester iban en uno de la policía.
El aspecto de la casona a la luz del día era aun más siniestro al que tenía durante la noche; el abandono, las grietas, todo parecía acentuarse, era como si la casa estuviera muriéndose de vieja.
Franz abrió el oxidado portón, solo que está vez no tenía la misma seguridad de antes. Cuando llegamos hasta la desvencijada puerta, nos miramos con recelo antes de cruzarla, sobre todo aquellos que la traspasaban por primera vez.
Podría asegurar que mis compañeros experimentaron la misma sensación que yo había tenido cuando vi la enorme habitación cubierta de polvo y aspire aquel insoportable olor.
- Está casa está llena de rencor, de amargura - era Forrester el que había pronunciado aquellas palabras.
Nos volvimos hacía él, no había hecho sino expresar lo que todos sentíamos en aquellos momentos. Franz se detuvo e inclinándose extendió un plano sobre una parte del piso que le pareció más limpia, con un gesto nos invito a todos a acercarnos.
- Este es el plano de la casa, lo obtuve gracias a Cecil. Nos distribuiremos para poder revisarla a fondo. Capitán, usted y Tom revisarán el ala izquierda, Raúl y yo iremos al ala derecha, a ti Cecil no te doy ninguna instrucción porque tú sabes mejor que todos nosotros dónde dirigirte.
Me alejaba junto con Jackman aunque no entendía por qué me enviaba con él, pero Franz me tomó del brazo y me dijo casi en un susurro "te envió con Jackman porque no deseo que nada malo le ocurra, tú eres médico y puedes actuar de inmediato".
De ahora en adelante algunos de los episodios extraordinarios que vivimos serán narrados también por mi compañero.

Conforme avanzábamos el polvo se hacía más espeso, manchones de humedad se extendían por las paredes. Pronto dimos con la habitación donde Tom y yo habíamos visto al joven aquel. La mesa y la silla seguían en el mismo lugar, sobre ellas no habían restos de suciedad alguna, por el contrario estaban perfectamente limpias. Cuando nos acercamos descubrimos que no se trataba exactamente de una mesa sino de un pequeño escritorio, buscamos en los cajones, solo encontramos papel y una pluma estilográfica.
- Esta pluma es de principios del siglo XX , observa el plumín hueco y este alambre como válvula... - dije dejándome llevar por la curiosidad que me despertaba aquel objeto. Pero me calle al observar que mi compañero tenía la mirada clavada en una de las hojas que había tomado del escritorio, en ella estaban escritas algunas palabras, cuando las leí entendí el asombro de Raúl: "¡Me han encontrado!, sé que andan tras mis pasos, pobres mortales no saben lo inútil que es su persecución" Entonces... aquel ser sabía que lo buscábamos, daba por seguro que encontraríamos esos papeles y aquello era una advertencia.
Guarde la hoja y la pluma para estudiarlas mejor, nada más había en aquel mueble. Le indique la ventana por la habíamos visto escapar al lobo; fue Raúl quien llamó mi atención sobre algo que estaba enredado al borde de esta, se trataba de unos mechones grises de pelo. El joven saco de su bolsillo unos guantes y guardo cuidadosamente la muestra.
- Hoy mismo analizare esto, pronto sabremos a qué especie de lobo pertenece - me dijo.
Seguimos buscando pero nada más hallamos, no había ningún tipo de huellas. Estábamos volviendo a la entrada de la casa cuando Raúl tiro de mi brazo y se acercó con la intención de besarme, por unos instantes deje que sus labios se posesionaran de los míos, debo confesar que deseaba probar sus besos... pero nada sentí, nada se conmovió en mí; entonces reaccione y lo aleje con fuerza de mi lado.
- Raúl, quizá sea mejor que dejes el caso, no quiero que esto vuelva a ocurrir - le dije llevándome los dedos a los labios.
- Por qué, por qué no Franz... oh, perdona, ahora recuerdo que los agentes hablaban mucho de tus conquistas, ¡que locura la mía!
- No se trata de eso Raúl, ya amo a alguien.
- Me gustaría conocerla, ha de ser una mujer maravillosa para haber ganado tu corazón.
- Es Tom - le dije, me miro desconcertado y sus mejillas se encendieron.
- ¡Por Dios!, ¿Tom?, ahora comprendo sus miradas, debo disculparme con él - lo detuve antes que empeorara las cosas.
- No le digas nada, debo ser yo quien hable con él.

Cuando nos volvimos a reunir noté a Franz algo agitado y por alguna razón evitaba mirarme a los ojos. Qué había pues ocurrido, observe a Raúl, lo vi enrojecer y bajar la mirada.
- Bien, qué novedades tienen, nosotros hemos encontrado una evidencia tangible, un resto del pelaje del animal y algo muy importante, observen esto - dijo Greene mostrándonos una hoja de papel algo extraña. Todos lo rodeamos con los ojos fijos en el papel que extendía ante nosotros.
- ¡Ya lo sabe!, ahora ya no nos queda sino prepararnos para enfrentarlo - de nuevo era Forrester quien hablaba.
- ¿Enfrentarlo?, ¿cómo puede enfrentarse algo así? - dijo el capitán Jackman en un tono desesperado.
- Sé que no han tenido mucho tiempo para repasar las páginas de la novela, pero es importante que lo hagan y sobre todo que crean porque aunque parezca imposible... nos enfrentamos al hijo de Mina Harker - nos dijo Cecil.
Franz estaba familiarizado con la historia de Stoker, sus ojos grises se abrieron a la par de sus labios. Se llevo una mano a la cabeza como alguien que siente de pronto un mareo, iba a cercarme a él, pero me hizo un gesto indicándome que estaba bien.
- Luego de lo que he visto ya me es imposible no creer, Cecil... ¿has encontrado algo?
Forrester sacó del bolsillo otra hoja muy parecida a la que nos había mostrado Franz, pero está no estaba escrita a mano como la otra sino mecanografiada, era tan extraño ver una hoja así en tiempos como estos. Franz la devoro con los ojos.
- Esto proviene de las primeras máquinas de escribir de éxito comercial, podría ser una "Remington", eran muy populares en Europa - para Franz era inevitable el analizar las cosas, aunque las circunstancias fueran tan apremiantes como las que vivíamos, pero luego empezó a leer atentamente lo escrito en ella, sus ojos se levantaron interrogantes hacia el bibliotecario.
- Sí, es una página del diario de Jonathan Harker, podría asegurar que nuestro enemigo salio apresuradamente de este lugar, de lo contrario no habría perdido está hoja, que sin duda valora mucho, recuerda que fue mecanografiada por su madre.
Nosotros tres escuchábamos atentos la conversación entre aquellos dos hombres, ignorábamos casi todo de la historia y ellos parecían haberse olvidado de nuestra presencia.
- Justamente en un fragmento de la estancia de Harker en el castillo del conde - dijo Franz concentrado en la hoja.
- Exactamente, es cuando Harker ve por primera vez a aquellas mujeres que ansiaban beber de su sangre.
- Bien Cecil, ya no queda sino armarnos como lo hicieron los Harker y sus leales compañeros.
- Y sin embargo, no sé por qué razón presiento que este es un vampiro diferente a Drácula, es raro que no mate a sus víctimas, es como si no deseara arrastrarlas a su espantoso destino - observó Forrester pensativo.
- Tal vez, pero de todas formas no podemos dejarlo vivo, no sabemos hasta dónde puede llegar.
- No digo que lo dejemos vivir, solo que es diferente.
Por fin parecieron reparar en nosotros, nos miraron al capitán y a mí esperando alguna noticia, pero no habíamos encontrado ninguna prueba.
- Nada más nos queda por hacer aquí, ahora Raúl debes ir a analizar los restos de pelo que encontramos, Tom y yo iremos a comer algo ligero. Todos nos volveremos a reunir a las ocho en mi casa, por favor lean la novela, he resaltado los pasajes más importantes antes de entregárselas, es importante que sepan a qué nos enfrentamos. Cecil, si te es posible quisiera que llegaras antes que los demás.
- Estaré en tú casa a las seis.
Todos salimos de allí como si estuviéramos soñando, era como si viviéramos en dos realidades paralelas; una era la nuestra, con su tecnología, sus crisis económicas y sus problemas ecológicos; la otra era una surgida de un libro escrito a fines del siglo XIX. Pero cuando empecé a salir de mi asombro recorde el incidente aquel entre Franz y Raúl.
Greene conducía en silencio, nada salio de sus labios hasta que llegamos a la casa.
- Tom, quieres ordenar algo de comer, pide lo que te parezca mejor.
- Qué sucede Franz, has evitado mirarme todo este tiempo.
Estaba visiblemente incómodo, no dejaba de morderse los labios. Cerré los ojos, estaba seguro que escucharía algo sumamente desagradable.
- Raúl y yo nos besamos - dijo al fin, como si se quitara un gran peso de encima.
- ¿Qué dices?
- Fue él quien me beso... yo le correspondí al principio, pero no sentí absolutamente nada, ni placer ni nada de lo que tú me haces sentir. Luego lo aparte de mi lado y le hable sobre nosotros, quizó conversar contigo pero yo me negué.
- Sabía que ocurriría algo así, me bastaba ver como no te quitaba los ojos de encima desde que llegó. ¿Pero tú?, yo confiaba en ti.
- Y debes seguir confiando, podía haberte ocultado lo sucedido.
- Solo has hablado porque casi te he forzado a ello.
- Eso no es cierto, tú me conoces bien, la hipocresía y las mentiras no son parte de mi vida.
Tuve que admitir que decía la verdad, su integridad era una de las cosas que siempre había admirado en él.
- Por qué Franz, por qué.
- No lo sé... por favor, créeme que nada significó para mí, fue solo una tontería de mi parte. Solo tú me importas - nunca había visto a mi amigo tan conmovido, sus ojos brillaban y la voz se la quebró al final de la frase. Se quedo mirándome un largo rato, había tanta verdad en esos lagos de plata que ya no pude resistirlo más, lo amaba demasiado. Lo tomé en mis brazos, sentí su corazón en el mío y ya no hubo más dudas.
No había tiempo para cocinar nada y tuve que resignarme a ordenar algunas hamburguesas. Cuando terminamos de comer, ambos nos encerramos en el estudio, yo con la novela y Franz hundido en los muchos textos que le había traído Forrester.
El tiempo transcurrió sin sentirlo, no sé si alguna vez el lector ha experimentado esa sensación casi imposible de describir; eso que ocurre cuando nos concentramos enteramente en un libro o en una película y al acabar esta o cerrar aquel, nos cuesta volver a la realidad, es como sí una parte nuestra continuara envuelta en la trama. Eso fue lo que sentí al terminar de leer la novela, y aquella sensación se acentuaba al saber que de alguna forma nosotros formábamos parte de esa historia.
Me volví para observar a Franz, estaba con los codos sobre la mesa y las manos cruzadas a la altura de la boca, tenía los ojos cerrados, no sabía si dormía o estaba perdido en sus pensamientos. El timbre de la puerta nos alerto a los dos, miré el reloj, eran las seis de la tarde en punto. Recordé que Franz me había comentado que Forrester era la persona más metódica y puntual que conocía, era indudable que lo era.
Su figura alta y desaliñada se plantó en medio de la sala, traía una mochila grande colgada a la espalda. Me saludo con un gesto y luego se dirigió directamente a Greene. Para aquel inteligente hombre yo era un niño tonto con quien no se puede perder el tiempo en explicarle las cosas.
- He traído todo lo que he podido encontrar Franz, afortunadamente logre que el párroco de la "Sagrada Familia" bendijera las balas, fue un suplicio hacerle entender las razones por las que necesitábamos bendecirlas, pero era tanta mi aflicción que accedió a hacerlo.
- Es un placer trabajar contigo Cecil - le dijo Franz dándole una palmada amistosa en el hombro.
- Y he conseguido algo más - saco de mochila unos crucifijos dorados, eran cinco.
- Yo también hago mi aporte - vi a Greene sacar de un estuche otros pequeños crucifijos con sus delgadas cadenas - estos también están benditos y cuidaran nuestras gargantas, bueno, a mí no me costó mucho que los bendijeran, mi madre era católica y algunos sacerdotes me conocen desde pequeño.
Estuvimos charlando sobre el asunto que nos reunía, ahora yo sabía más de los Harker; admiraba a Mina y detestaba al conde. Franz y Forrester estuvieron haciendo mil conjeturas tratando de averiguar dónde podía esconderse ahora nuestro enemigo. Pronto dieron las ocho, y nuevamente el timbre nos interrumpió, por lo visto la puntualidad era una virtud en todos nuestros compañeros. El aspecto del capitán había mejorado bastante. Raúl por el contrario, estaba pálido y demacrado, pese a todo no pude dejar de sentir preocupación por el joven a Franz tampoco le paso inadvertido el cambio.
- ¿Qué te sucede Raúl?, no tienes buen aspecto.
- Franz, me he pasado toda la tarde entre analizando la muestra y leyendo la dichosa novela... estoy exhausto física y mentalmente. Las noticias que traigo echan por tierra todos mis años de estudio, me encuentro ante algo inexplicable y eso me exaspera. No leí nada antes de efectuar los estudios, no quería que nada influyera sobre mi criterio, ¿sabes a qué especie pertenecen esos restos de pelo que hallamos?... ¡a ninguna! - se dejo caer sobre uno de los sillones, con las manos sobre el rostro - además tus Van Helsing, Harker, Seward, vampiros y demás no han dejado de darme vueltas en la cabeza.
Fui a nuestro pequeño bar y llene un vaso con wisky, sin duda nuestro amigo lo necesitaba, recibió la bebida y me sonrió entre agradecido y avergonzado. Puse mi mano sobre su hombro y le dije en voz baja: "Todo esta bien Raúl, todo esta bien", entonces vi con alivio que se relajaba un poco; comprendí que era un buen muchacho, ignoraba mi relación con Franz y actuó en consecuencia.
- Creo que ahora todos estamos mejor - dijo Greene paseando su mirada sobre cada uno de nosotros - eso me tranquiliza.
Entonces empezó a repartirnos aquellas que serían nuestras armas para luchar contra el vampiro. Nos entrego las cruces de oro y nos ordenó que de inmediato las pusiéramos alrededor de nuestros cuellos, luego Forrester nos repartió los otros crucifijos que ya había visto, finalmente Franz puso en nuestras manos las pistolas.
- Estoy seguro que todos han leído lo que les pedí, así que saben ya cómo utilizar lo que les he entregado. Las pistolas tienen balas de plata, además están bendecidas. No espero que todos sean creyentes, pero les ruego que utilicen lo que se les ha dado con respeto... quizá les salve la vida y aún más, el alma.

03 enero, 2009

Reencuentros

Habíamos avanzado unos kilómetros cuando Franz freno de improviso y se orillo a un lado del camino; seguía tan pálido y silencioso que empecé a preocuparme por él.
- Tom, allí en la guantera, busca una pequeña botella de wisky, creo que ambos la necesitamos.Bebió un largo trago y luego me alcanzó la botella. Yo también bebí un buen trago, las manos no dejaban de temblarme.
- Es imposible, tiene que poder explicarse de una manera lógica.
-¡Lógica!, Franz tienes que admitir que esto va más allá de toda explicación. Y ahora... después de lo que has visto con tus propios ojos empiezas a creer, ¿no es así?
Se quedo en silencio mirando la botella medio vacía.
- Sí Tom, ahora creo.
Aquella noche dormimos mal, yo me negué a apagar las luces. A cada instante me despertaba, en mis sueños aquellos ojos rojos me perseguían. Pesadillas en las que veía al enorme lobo correr tras mis pasos y por más esfuerzos que hacía me era imposible huir, hasta que saltaba sobre mí y sus colmillos se hundían en mi garganta. Cuando desperté mire a Franz, su frente estaba perlada de sudor y se agitaba entre sueños.
- ¡Franz! - lo desperté sacudiéndolo por un hombro. Su mirada estaba perdida, como si aún estuviera dormido, pero en ella estaba estampado el miedo. Lo abrace fuertemente y él pareció despertar del todo, se aferró a mi con la misma fuerza, lo bese dulcemente.
- Te había prometido algo - me dijo sonriendo levemente.
- Olvida eso, solo quédate así. No sabes cuanto deseo que amanezca.
- Yo también Tom, yo también.
Cuando las primeras luces llenaron la habitación, eleve una oración como lo hacía cuando era un niño. Muchos decimos no creer en Dios, hasta que el infortunio, la cercanía de la muerte o el miedo rigen nuestro destino. Nunca antes había experimentado aquella sensación de dicha al abrir las ventanas y ver el sol barrer todas las sombras. Mire a mi amado todavía dormido, cuánto me complacía observarlo mientras dormía. Acaricie su rostro y le bese la frente, entonces abrió sus ojos, aquellos sus ojos de plata. Sonrió y me dio un beso.
- ¿Siempre me miras así cuando duermo?
- ¡Eres terrible!
- Solo un poquito... ¿Sabes quién viene a pasar unos meses?
- No tengo la menor idea.
- Raúl, ¿lo recuerdas?
- Claro que sí, siempre estas en contacto con él. ¿Y cómo hará con sus investigaciones?
- Las cosas le van bien, sus ayudantes pueden ocuparse de todo. Hace mucho que deseaba venir a ver a sus padres.
Mientras me hablaba lo veía buscar en el armario su ropa deportiva. Era extraño, pero ambos evitábamos hablar de nuestra experiencia de la noche anterior. Cuando estuvo vestido y mientras se colocaba su i-pod, se volvió hacía mí.
- ¿Vienes Tom?, creo que nos hará bien un poco de ejercicio.
- No, ve tú, me quedare haciendo el desayuno.
Cuando regreso estaba sudoroso y extenuado, pero a pesar de ello lo sentía sosegado. Me arrepentí de no haberlo acompañado. Se ducho rápidamente y luego se sentó conmigo a desayunar.
- Tom, debemos contarle lo sucedido anoche a Jackman. No dudara de nada de lo que le digamos, ayer ya estaba bastante predispuesto a creer que este era un caso extraordinario. Nos pasaremos por la Delegación antes del mediodía, el vuelo de Raúl llega a las tres de la tarde.
Cuando vimos a Jackman nos impresiono su aspecto, era el de una persona que no había dormido en absoluto. La palidez de su rostro hacía resaltar las grandes ojeras bajo sus ojos. La cafetera estaba vacía, debían ser muchas las tazas que había bebido durante la noche. Nunca había visto al capitán tan alterado.
- Perdonen que no les ofrezca un café, pero como ven me lo he bebido todo casi sin darme cuenta.
- Amigo mío, será mejor que duerma un poco - le dijo Franz visiblemente preocupado.
- No puedo, no puedo. ¿Dime, qué averiguaste ayer?
Greene le contó todo lo ocurrido, conforme mi compañero avanzaba en su relato veía al capitán palidecer cada vez más. Me acerque a él, estaba a punto de sufrir un colapso nervioso.
- Franz, aflójale la ropa y acuéstalo boca arriba, con las piernas flexionadas y las manos sobre el pecho, procura que inspire profundamente por la nariz. Voy al auto por mi maletín.
Cuando regrese parecía ligeramente mejor, le aplique una dosis baja de ativan y lo acomodamos lo mejor que pudimos. Tardo un buen rato en reaccionar, estaba todavía algo atontado por el medicamento.
- Capitán, es mejor que vaya a su casa a descansar, Franz y yo lo acompañaremos. Por favor, no se exponga a que las cosas empeoren, por el momento no podemos hacer mucho.
- Y dejar que ese ser, sea lo que sea, siga con su horrenda actividad, el que mate a alguien es solo cuestión de tiempo.
Pocas veces había visto a mi amigo dar muestras de ternura, salvó con Clare y conmigo. Pero ahora entendía cuanto apreciaba a Jackman, le tomó una de las manos y la sostuvo entre las suyas.
- Por favor, hágale caso a Tom, tómese unos días. Así provenga del mismo infierno no cejaremos hasta acabar con él, le doy mi palabra.
- Sí, si, debo descansar o no podré continuar con ustedes - nos dijo en un tono cansado, pero luego sus facciones adquirieron un rictus de angustia - pero hay algo que iba a decirte, tengo el testimonio de tres personas que vieron al lobo.
Franz se llevó una mano al rostro y murmuró algo inteligible.
Cuando dejamos al capitán en su casa eran poco más de las dos de la tarde. Llegamos con el tiempo justo para alcanzar el vuelo en que llegaba Raúl. Sus padres lo aguardaban impacientes, Franz parecía conocerlos bien y se acercó a ellos para saludarlos.
Nada quedaba de aquel chiquillo de mal vivir; ahora se había convertido en un joven sumamente atractivo de mirada inteligente. Saludo gentilmente a algunos colegas que habían acudido a recibirlo con la actitud de quien se siente satisfecho de sus logros, pero sin asomo de soberbia. Pero en cuanto diviso a sus padres corrió hacía ellos. Franz y yo los observábamos sonrientes. Cuando finalmente se separó de ellos sus ojos comenzaron a buscar entre la gente, sin duda buscaba a mi amigo, lo observo con una gran sonrisa y luego lo estrecho con excesiva familiaridad para mi gusto, Franz se deshizo del abrazo un poco incómodo.
- Raúl ¿te acuerdas de Tom?
El joven me miro apenas y me dio un apretón de manos, toda su atención estaba concentrada en Greene.
- No has cambiado nada Franz.
- Claro que he cambiado, estoy más viejo... y no sé si más sabio.
- Ahora voy con mis padres, pero qué te parece si nos reunimos en la noche, tengo tantas cosas que contarte... es decir, que contarles a ambos claro.
- Raúl, tenemos un caso muy importante ahora, quizá más adelante.
- Comprendo, recuerda que solo me quedare un par de meses, así que espero que no tardes mucho en llamarme.
Se despidió de nosotros y volvió a estrechar a Greene. Empecé a desear que los dos meses pasaran lo más pronto posible.
- Que efusivo está nuestro amigo. Ya veo que han hablado mucho por el MSN.
- Solo está agradecido, me ve como a un padre.
- Pues a de ser una relación algo incestuosa, esa no era una mirada de hijo. ¿Y en algunas de sus conversaciones le mencionaste algo sobre nuestra relación?
- Solo hablamos de su trabajo, por qué iba yo a contarle mis intimidades. Será mejor que nos vayamos de aquí - me tomo de un brazo y casi me arrastro cerca del auto - Tom, te voy a decir algo... tú sabes bien que nunca existió antes de ti otro hombre en mi vida, ni existirá. Contigo me sentí como si volviera a la adolescencia; volví a experimentar ese pudor, esa mezcla de ansias y temor que se siente la primera vez. Tú me enseñaste placeres hasta entonces desconocidos para mí. Con tu ternura borraste todo el horror de mi pasado. Ya sé que no te lo digo muy a menudo... ¡ pero yo te amo, te amo, te amo!
Y por primera vez se olvido que estábamos en plena calle, a la vista de todas las gentes que pasaban por ahí y me beso con esa pasión arrebatada que solo reservaba para la soledad de nuestra habitación.
El camino a la casa se nos hizo eterno, el deseo nos devoraba a los dos. Apenas la puerta se cerró tras nosotros, empecé a besarlo con furia y a forcejear para despojarlo de sus ropas, pero él me detuvo.
- Así no Tom, así no, ámame como aquella vez...
Y lo ame con dulzura, derribando poco a poco cada muro, hasta olvidarme de todo lo que no fueran sus labios, su cuerpo sudoroso bajo el mío, y su corazón latiendo desbocado.
- Siénteme Tom, ¿puedes dudar ahora de mi amor?
- ¡Nunca, nunca! - y bese sus ojos de plata.
Ya anochecía cuando despertamos. Que lejanos me parecían los temores de la noche pasada, mis celos absurdos de aquella tarde. Pocas veces se puede encontrar esa persona que es el complemento perfecto, un anhelo que de pronto se hace realidad. Yo había encontrado a Franz y la vida entera no me bastaría para dar gracias por ello. Se sentó y me miró largamente, se mordía ligeramente los labios, yo conocía aquel gesto, siempre era la señal de que lo que me diría no iba a ser de mi agrado.
- Mañana visitaremos la casa Madison de nuevo.
Sentí que las piernas flaqueaban, detestaba volver a ese lugar de mal augurio.
- ¡Por nada del mundo!
- Iré solo entonces.
- Estas muy equivocado si piensas que te dejare ir solo.
- ¡Ese es mi Tommy!
- ¿Sabes que estuve haciendo cuando me encerré ayer en el estudio?
- No lo sé, salvo llenarlo todo de humo.
- Estuve leyendo de principio a fin la novela de Stoker, subrayando los detalles que me parecían más importantes. Mientras la leía recordé las declaraciones de los jóvenes. El vampiro de Stoker no se reflejaba en los espejos ni proyectaba sombra alguna. Sin embargo no todo son coincidencias; Drácula mataba a sus víctimas y sentía placer en atormentarlas, nuestro vampiro no ha matado a nadie hasta ahora. Además hay un pasaje, durante la estancia de Harker en el castillo, habla de la repugnancia que sintió en un momento en que el conde se inclino hacía él, pero ya ves que nuestros entrevistados hablan por el contrario de un aroma agradable. Según tengo leído, nada debemos temer mientras el sol brille. Revisaremos cada rincón de la casa. Pero antes debemos llamar al capitán Jackman, me preocupa mucho su estado. Creo que necesitaremos a Raúl, es su calidad de biólogo puede prestarnos mucha ayuda. Todo esto es imposible de explicar, que relaciona a ese ser con los personajes de la novela, Dios, todo esto es tan absurdo,¿ desde cuando los personajes de ficción cobran vida?
Se quedo mirando el sol radiante que entraba por la ventana, sumido en sus pensamientos. Yo esperaba con ansias ver esos destellos en sus ojos que me indicaban que por fin había encontrado el hilo que lo conduciría por este intrincado laberinto. Pero seguían apagados, ausentes, hasta que la luz se encendió en ellos.
- Cecil Forrester!
- ¿Quién es ese?
- Oh, es un hombre que conocí hace algunos años, tiene una librería en las afueras de Cavendich, siempre que necesitaba un libro poco común acudía a él. Estoy seguro que debe tener mucho material sobre vampirismo. Tú ve a buscar a Raúl - me extendió una tarjeta con sus datos - yo iré a ver a Forrester. Nos encontraremos a la una aquí, veré si nuestro bibliotecario accede a venir, es un hombre poco sociable, pero dotado de una memoria extraordinaria y de amplios conocimientos. Marche a la casa de Raúl, no eran muchas las simpatías que sentía por aquel muchacho, pero sabía que nada debía temer, al menos de parte de Franz. Me recibió con amabilidad y accedió gustoso a ir conmigo. Durante el camino tuve que escuchar los continuos elogios que le hacía a Greene, lo tenía en un pedestal.
A la una estábamos todos reunidos en casa de de Franz, Jackman había insistido en estar presente, yo aprobé su deseo, juzgue que mantenerlo al margen de nuestra reunión solo alteraría más sus nervios.
Forrester resultó ser un hombre de elevada estatura y muy delgado, con anteojos de gruesas lunas; tras ellos dos ojos azules e inteligentes nos observaban a unos y otros. Llevaba bajo uno de sus brazos varios tomos que dejo sobre la mesa del estudio. Franz hizo las presentaciones del caso y narró los extraños acontecimientos que venían ocurriendo en la ciudad; Raúl sonrió incrédulo, pero en la frente de Forrester se dibujaron hondas arrugas de preocupación.
- Raúl, yo como tú creí que todo esto era un disparate... sin embargo yo he visto a ese hombre transformarse en lobo y huir por la ventana, Tom también lo vio. El capitán tiene el testimonio de otros testigos que también vieron al animal. He traído a mi amigo el señor Cecil Forrester, estoy seguro que él podrá echar un poco de luz en todo esto.
El hombre comenzó a ordenar sus viejos textos, sus delgadas manos manipulaban entre sus hojas buscando los pasajes que podrían sernos útiles. Por fin nos miró a cada uno y empezó a hablar.
- Stoker no fue el único que escribió sobre vampirismo, ya lo habían hecho antes Goethe en la "La novia de Corintio", "Vampirismo" de Hoffman, "El Vampiro" de Polidori, "El Viy" de Gogol, "la muerte amorosa" de Gautier; entre otras, incluso el mismo Stoker escribió otra novela sobre el mismo tema "La dama del sudario".
Quizá no todos sepan que Stoker se inspiro en el príncipe Vlad Tapes para crear su personaje, que luchó por instalarse en el trono de Valaquia. Era conocido por su crueldad extrema y recibió el apelativo de "Vlad el empalador", por la terrible forma en que castigaba a sus enemigos, además cuentan que sentía placer en presenciar las ejecuciones y algunos afirman que bebía la sangre de sus prisioneros. El nombre de Drácula lo heredó de su padre Vlad Dracul. Cuyo significado era al principio dragón, pero con el tiempo se fue convirtiendo en el de "diablo" o "demonio".
Todos escuchábamos con atención las palabras de Cecil, y de nuevo nos encontrábamos en la encrucijada de antes... ¿dónde termina la verdad y empieza el mito? Franz, fue el primero en tomar la palabra.
- Y esto de ahora Cecil, cómo explicas la existencia de este joven vampiro, ¿de dónde proviene?.
- No lo sé Franz, jamás antes tuve que enfrentar seres salidos de un libro. Sin embargo he analizado una y otra vez la obra de Stoker, he hecho mil conjeturas. Si nos estamos moviendo dentro de las páginas de un libro, pues debemos formar parte de ellas. Drácula fue destruido por Van Helsing y sus compañeros, Mina Harker queda embarazada al poco tiempo, al final el autor habla de un hijo...
Raúl saltó de su asiento, arrojando sobre la mesa el libro que había tenido entre sus manos
- Usted esta loco, pretende decir que el hijo de esa tal Mina está entre nosotros, por Dios, dentro de poco tendremos a Dorian Gray, Heathclif, D'artagñan o Edmond Dantes caminando por las calles.
- Piense lo que quiera señor...
- Raúl Thomas.
Franz miro con un brillo encolerizado al incrédulo joven.
- ¡Ya basta Raúl!, puedo entender tus razones, pero yo he visto. No los he reunido para perder el tiempo discutiendo, la vida de muchas personas esta en peligro, estamos aquí para detener a ese ser.
Raúl miro a Franz con desconcierto; parecía debatirse entre su mente regida por la ciencia y las palabras del hombre que tanto admiraba.
- ¿Por qué me trajiste aquí Franz, qué papel juego yo en todo esto?
- El de científico, nada más te pido.
- Te das cuenta de lo absurdo de lo que dices, me pides que use la ciencia para algo que es imposible explicar por ella.
- Siempre quedan evidencias físicas, y eso es lo que vamos a buscar a la casona de Madison.
- No sé en qué locura me estas metiendo pero confió en ti como lo hice hace muchos años y nunca me defraudaste. Cuenta pues conmigo.
- Y conmigo - dijo el desaliñado Forrester.
- Por supuesto que estoy a tú lado - dije acercándome a Greene.
- No me olviden, también cuenten conmigo - nos dijo desde el sillón donde estaba recostado Jackman.
Franz tomó varios textos de la novela de Stoker y la distribuyo entre cada uno de nosotros.
Léanlo cuantas veces sea necesario, este será desde ahora en adelante nuestro compañero.

02 enero, 2009

Sin lógica

Antes de una hora ya estábamos en la Clínica Americana para entrevistarnos con la primera víctima; se trataba de una joven rubia y terriblemente pálida, aun estaba recibiendo transfusiones de sangre, lo que nos daba a entender la mucha que debía haber perdido. Franz le puso afectuosamente una mano sobre el brazo libre y le hablo en un tono suave y tranquilizador.
- Señorita Scott, soy consciente que aun no se repone de la espantosa experiencia que vivió anoche, pero es muy importante que hable con usted. ¿Se siente con fuerzas para contestar algunas preguntas?
La mujer lo miró unos instantes y luego respondió con voz cansada pero segura.
- Pregunte lo que desee señor Greene, el capitán Jackman me dijo que vendría.
- Bien, quiero que me diga exactamente qué ocurrió.
- Había tenido mucho trabajo en la oficina, normalmente suelo salir entre las siete u ocho de la noche; pero debía presentar un informe importante al día siguiente, cuando terminé el trabajo eran más de las once, cerré la oficina y salí - se detuvo un instante para tomar aliento, yo aproveche para confirmar sus signos vitales, todo estaba normal dentro de su actual condición - baje por el elevador hasta el sótano para buscar mi auto, las luces del garaje son altas e iluminan muy bien el lugar, una de ellas me daba de lleno en la espalda y mi sombra se proyectaba sobre el suelo, si alguien estuviera cerca a mí su sombra también debía proyectarse, ¿no es así? - Franz tenía la mirada concentrada en los ojos de Scott y ante su pregunta hizo un gesto afirmativo - sin embargo sentí una mano posarse en mi hombro, me volví sobresaltada, se trataba de un joven, no tendría más de veinte años. Me preguntó sobre la dirección de un hotel, me dijo que era extranjero y no conocía la ciudad.
- ¿Y no escucho sus pasos al acercarse?, ¿llevaba alguna maleta, una mochila?
- Ni lo uno ni lo otro, pero mientras me hablaba yo seguía mirando el piso, tratando de explicarme la razón por la que su sombra no se proyectaba.
- ¿Y por qué ante algo tan extraño usted no se alejo de allí?
- Señor Greene, no sé cómo explicar la fascinación que este joven ejercía sobre mí. Su voz tenía un timbre encantador y estaba tan cerca de mí que podía sentir la dulce fragancia que lo envolvía; su mano acaricio mi rostro, entonces me dí cuenta que estaba dispuesta a no oponer resistencia a ninguno de sus deseos. Cerré los ojos al sentir sus labios posarse en mi cuello y ya no recuerdo nada más; era como si se apoderara de mí un placer extremo a la par de una honda angustia. Cuando finalmente me soltó tuve un breve atisbo de sus ojos antes de perder la consciencia de nuevo... señor Greene, ¡estos eran rojos! ¿Ha visto usted esa rareza que a veces se producen en algunas fotografías, donde los ojos de las personas o de los animales parecen dos puntos rojos y brillantes?, pues era exactamente lo mismo. Cuando desperté estaba en medio del parque que esta a la espalda del edificio donde trabajo, con mucha gente rodeándome.
Greene se había quedado tan silencioso y pensativo que la joven me miro desconcertada. Yo conocía bien los silencios de mi amigo, así que le hice una señal con la mano dándole a entender que todo estaba bien.
- ¿Está segura con lo relacionado a la sombra?, sus ojos pudieron hacerle una mala pasada? Aquí el doctor Douglas puede explicarle que en nuestro campo de visión tenemos un "punto ciego"; este no se percibe porque al ver con ambos ojos uno suple la información visual del otro, pero sin embargo bajo ciertas circunstancias se puede dejar de percibir algo, es como una ceguera temporal...
- ¡No, no fue así!
- Bien señorita Scott, le agradezco su información, espero que se recupere pronto.
La entrevista con el joven fue muy similar, la única diferencia era que trabajaba en un bar. El lugar tiene grandes ventanas de vidrio, al anochecer y a la luz de los faros de la calle todo se refleja en estas, el hombre afirma que no vio a nadie, hasta que se sintió detenido por una mano fuerte y muy fría, al volverse descubrió al mismo muchacho ya descrito.
Pocas veces había visto a mi compañero tan desconcertado, cuando regresamos a casa, se encerró en el estudio y no salio de allí en horas. Cuando finalmente volví a verle la cara tenía un aspecto cansado y el pesado humo del cigarrillo impregnaba toda la habitación.
- Esto es tan extraño Tom, por supuesto, yo no creo en vampiros ni nada que se le parezca, pero esto de las sombras y los reflejos me tiene...
No pudo terminar la frase, el timbre de la puerta lo saco de sus reflexiones, sonaba con la característica vehemencia del capitán Jackman.
- Franz, se han encontrado otras cinco personas más en diferentes zonas de Cavendich. Todas presentaban el mismo patrón. Será mejor que vayas a la Delegación.
- Enseguida lo alcanzamos capitán - le dijo Franz, sus ojos centellaban, el creía en la razón por sobre todas las cosas, y este era un reto que nunca antes se había presentado en su carrera como detective.
Fue de prisa a la habitación a mudarse de ropa, yo quise aprovechar para robarle unos instantes de intimidad; me dejo acariciarle un poco y respondió apasionado a mis besos, pero de pronto se detuvo y me aparto suavemente sin dejar de besarme.
- Ya tendremos tiempo al regresar - me dijo con la respiración entrecortada - ahora no es buena idea - me apretó contra su cuerpo y me murmuro al oído con ese tono cálido y sensual que me hacía perder la cabeza - te lo compensare Tom.
Me costaba deshacerme de su abrazo, del contacto de mis manos en su piel, de sus labios. Había esperado tanto tiempo para tenerlo así, a mi lado, viendo el deseo en sus grises ojos; ya sin miedos, sin prejuicios, sin remordimientos, que quería sentirlo a cada instante. Pero su pasión estaba divida entre sus casos y yo.
- Hoy te toca manejar a ti - me dijo mientras se acomodaba en el asiento del copiloto.
Las cosas habían cambiado mucho en la Delegación, todo era nuevo; computadoras, mobiliario, el laboratorio, la sala de interrogatorios, solo una cosa permanecía inmutable, nuestro noble capitán. Más viejo, más cansado pero con aquella honradez, rectitud y afán de justicia que lo habían hecho permanecer en su puesto por más de veinte años. Lo encontramos observando concentrado el mapa de la ciudad en una gran pantalla en la que iba marcando las zonas donde habían sido encontradas las víctimas. Muy pronto Greene se unió a sus observaciones.
- ¿Qué me dices de esto Franz?
- Mmmm, pues... esta casa que aparece entre las calles Madison y Leason, los ataques se extienden a muy pocos kilómetros de este lugar. ¿Tiene algunos datos de ella?
- Es muy antigua y hace mucho que esta abandonada. Fue construida a principios del siglo XX. La sellaron hace un par de años para evitar que se convierta en refugio de gentes de mal vivir.
- Debo visitar esa casa
- Es muy tarde ya Franz, mañana temprano yo mismo te acompañare.
Una expresión risueña se pintó en el rostro de mi amigo.
- Por Dios capitán, no me dirá que cree eso de que "al caer la noche, las fuerzas del mal gobiernan el mundo".
- No te rías Franz, quizá por esta vez te sorprendas más allá de lo que crees.
- Bien, que sea así entonces.
Debo confesar que las aprensiones del capitán, además de todo lo que había escuchado de labios de los testigos directos de los sucesos, habían echo mella en mi ánimo. No soy muy creyente, pero mientras nos encaminábamos a la casa deseaba encontrar entre las muchas cosas que guardaba Greene en la guantera un crucifijo.
- ¿Pero que buscas tanto Tom?, me estas haciendo un revuelto.
- Busco algo con que defendernos.
- Las armas las tenemos encima.
- No, hablo de otro tipo de armas.
- Vamos, ya deja eso.
Cuando llegamos el sol se hundía en el horizonte, llenando el cielo de destellos rojizos. La casa se caía de vieja, abundaban por todas partes grandes grietas que la atravesaban de arriba a abajo. El paso del tiempo la había vuelto gris; la madera de los marcos de las ventanas y las puertas estaban carcomidas por la humedad. Un muro igualmente derruido franqueaba la casa y en medio de este, guardando la entrada un portón de metal oxidado y cubierto de polvo, firmemente cerrado con cadenas y un gran candado. Greene saco del bolsillo una llave y con la mayor naturalidad abrió la reja como si estuviera entrando a su casa. Una vez dentro bajo los últimos rayos del sol pudimos ver los restos de lo que debió haber sido un precioso jardín, con una fuente cubierta de musgo. La hierba seca se extendía por aquí y por allá como manchones oscuros. Por un momento cerré los ojos y me imagine lo bella que debió haber sido aquella casona. Las gentes que debieron pasear por aquel jardín admirando su belleza, y la fuente borboteando agua rodeada de delicadas aves bebiendo de ella.
Franz tuvo que dar solo un leve empujón para entrar a la casa, la puerta estaba desencajada. Por dentro el panorama era aún más deprimente, polvo y más polvo, no tenía mobiliario alguno solo un olor espantoso a encierro. Podía jurar que había en aquel lugar algo más, una sensación de angustia cuya razón no sabía explicar, era como si toda la casa estuviera impregnada de tristeza, de rencor. Ambos nos habíamos provisto de unas potentes linternas y llevábamos las armas en la mano, atentos a cualquier imprevisto, pero no estábamos preparados para lo que vendría después.
Mientras recorríamos la casa un ruido leve nos llego a los oídos, apagamos las linternas y tomando toda clase de precauciones nos acercamos al lugar de dónde provenía el sonido. Vimos un joven sentado sobre una desvencijada silla, apoyaba uno de sus codos sobre una mesa, aquellos debían ser los únicos muebles en toda la casa. Parecía tan absorto en sus pensamientos que no advirtió nuestra presencia, la escasa luz que se filtraba por las ventanas nos permitía observarlo... era, era el mismo hombre descrito por los testigos. Vestía con una levita, cuello alto y una especie de cinta a modo de corbata. De pronto despertó de su ensueño y dos ojos de fuego refulgieron ante nosotros, en solo unos instantes lo vimos transformarse en un enorme lobo y saltar por la ventana. Franz estaba petrificado, sus ojos clavados en la ventana por donde había desaparecido el animal. Mi terror era tan grande que pensé que en cualquier momento caería desmayado. Sacudí ligeramente a Franz, me asustaba que aquella crisis que tuvo en el caso de Vogle volviera a repetirse, pero afortunadamente no fue así. Me tomó del brazo, me miraba sin pronunciar palabra, hasta que finalmente lanzó un suspiro.
- ¿Viste eso Tom?, ¿acaso me estoy volviendo loco?
- ¡Vámonos de aquí Franz, por Dios, vámonos de aquí!
Los dos caminamos rápidamente hacía la salida, cada paso que dábamos parecía alejarnos más y más de esta. Finalmente llegamos a la puerta, el aire fresco de la noche nos acarició el rostro y fue como si recobráramos la vida. Subimos al auto, yo deje que Franz tomará el volante, siempre me disgustaba la velocidad con que solía conducir, pero en aquellos momentos lo único que deseaba era alejarme de aquella maldita casa.
- Tom, recuérdame que no debo reírme de nada, por más inverosímil que parezca.