21 agosto, 2009

Inside IV

Este sería el último capítulo, pero sin darme cuenta se ha extendido demasiado. Inside V, si será el final. De nuevo les pido que pongan la música mientras leen el relato. Pertenece al soundtrack de la película "Requiem para un sueño" compuesta por Clint Mansell.

Han conseguido estabilizar al muchacho, las convulsiones han cesado, pero los periodos de inconsciencia son cada vez más prolongados; me preocupa que caiga en coma. Chase y Cameron han vuelto de su luna de miel y Cuddy le ha pedido a la recién casada que retome temporalmente su antiguo puesto. Lo que predijo Cuddy se ha hecho realidad, el doctor más insoportable del hospital; ahora que no está es más popular que nunca... son esas cosas inexplicables que tenemos los seres humanos. Todos hablan de él, se preguntan dónde está. Nadie los molesta en las salas de cirugía presentándose a mitad de una operación con alguna loca idea; nadie vuelve a sacar de quicio a las enfermeras con su petulancia; no hay quien se robe las paletas dulces de la recepción; hasta los enfermos se han cansado de los diagnósticos rutinarios y aburridos, ya no hay quien los haga ver lo idiotas que en ocasiones suelen ser.
¿Qué es del médico cojo, cuyas camisas desconocían una plancha?, ese que casi nunca se rasuraba y se negaba por completo a usar una bata como cualquiera de los otros doctores.
La pizarra está a menudo blanca o tan llena de datos que parece un rompecabezas sin solución. Foreman se esfuerza por estar a la altura, pero es inútil. Taub se ve más despejado sin la presión que House ejercía casi siempre sobre él; Trece parece haber perdido un poco el rumbo, él era quien la impulsaba implacable a continuar su trabajo a pensar de su enfermedad, porque sabía que era buena médica, de lo contrario no la mantendría a su lado. Al parecer, Cameron jamás podrá romper ese extraño lazo que la une a su ex-jefe, trabaja como nadie, pero siempre me está preguntando si se algo de House y cuando le contesto negativamente no puede evitar que una nube de tristeza le borré la luz del semblante; ama a Chase, eso no lo dudo, pero House siempre estará en sus pensamientos.
Oh como quisiera que Cuddy me dejara en paz, no puedo lidiar con mi pena y con su tristeza. ¿Es que no te das cuenta que tengo celos de ti, que tu tienes lo que yo jamás podré tener? Pobre amiga mía, que injusto soy... tú no eres culpable de nada; las cosas son así se ama o no se ama y no hay fuerza capaz en el mundo que pueda obligar a ser amado. ¡Mañana, mañana es día de visita!, una larga y espantosa semana ha pasado. Voy al fin a verte, poco importa ser solo tú amigo; despierto algo en tu corazón, alma, sistema límbico o lo que sea. No sé si podré contenerme para no echarme en tus brazos y apretarte contra mi cuerpo hasta hacerte perder el aliento - ¡Hasta mañana Greg, mi Greg!

Me quedo tirado en la cama sintiéndome infinitamente más viejo, más cansado, más triste. Pienso en lo que Wilson siempre me decía, que alejo a la gente que se preocupa por mí y que terminaré quedándome solo. Cuddy también estaba en lo cierto, cuando me lanzó entre herida y furiosa esas palabras que no olvidaré nunca porque son ciertas; "todo el que se acerca a ti sale lastimado".
Me he esforzado por tantos años en matar los sentimientos, que ahora ya no sé cómo sentir. He lastimado a Warner, y no me eximo de culpa, porque desde el primer día supe de sus preferencias sexuales y no me detuve cuando note que se estaba aficionando demasiado a mí.
¿Arrogancia, egoísmo?, tal vez, ese soy yo... "Propagas miseria porque no puedes sentir otra cosa. Manipulas a las personas porque no puedes soportar ningún tipo de relación real. Debería haber sido yo en el autobús, no, deberías haber esta tú solo... ya no somos amigos, no sé si alguna vez lo fuimos" Aún me parece estar escuchando aquellas palabras que Wilson me dijo cuando se marchó del Princenton; perderlo era demasiado, creo que ese día una parte de mi murió .
Y sin embargo, Warner me importa, yo no quería esto, yo no quiero seguir haciendo más daño. A veces cansa ser el hombre al que todos evitan y detestan; me respetan... pero nadie me invitaría a su casa, ni a cenar, ni siquiera a tomar un café -No me odies también tú Albert.
El rencor se cierra sobre mí y me traga en su oscuridad.
¿Vendrás a verme mañana Wilson?, recuerdas como te hice admitir que me necesitabas el día en que me llevaste al funeral de mi padre - "Estas aterrado de perder alguien que te importe, así que te deshaces de la persona que realmente te importa. Admítelo estas enojado y tienes miedo de perderme, ¡admítelo!, ¡admítelo!, ¡admítelo!" - Te hice enfurecer tanto que terminaste lanzando una botella de whisky sobre un precioso vitral haciéndolo añicos... vaya, siempre he pensado que detrás de ese tierno corderito hay un apasionado lobo. Y luego, ya en mi oficina me dijiste que ibas a volver a tu puesto -"Voy a regresar porque tenías razón, ese extraño y molesto viaje que hemos tomado; fue lo más divertido que he vivido desde que Amber murió".
¿Vendrás?... cuanto deseo verte. Tengo esperanzas de que sí.
Las siete de la mañana, el timbre resuena por todo el viejo hospital. Como siempre la fila hacia las duchas, pero ya nadie me observa, cierro los ojos aliviado. Todo igual que cada día. El desayuno, la terapia grupal. Warner no me ha dirigido la palabra en todo este tiempo; también para él me voy desvaneciendo como la niebla que alcanzo a ver por uno de los grandes ventanales.
De nuevo un timbre nos indica que es hora de ir a "ejercitarnos". Se escucha una voz por los parlantes anunciando que los que sean nombrados se pongan en fila porque tienen visita. Estoy sentado en la banca más alejada, hay un breve instante en que tengo cerca a Albert, sé que puede oírme si quiere.
- Lo siento Albert, hice todo mal de nuevo... te necesitaba a mi lado y no me importo nada más.
- Y yo te necesita a ti, sabía que no tenía esperanza alguna pero seguí adelante. No te odio Greg, ¿cómo podría odiarte? - alargo su mano hacía mi y yo la sostuve en la mía con un fuerte apretón.
- Las cosas ya no serán las mismas, pero siempre estaré a tu lado.
Cubrí mis ojos con mis manos y luego recordé la ocasión en que casi fui a parar a la cárcel, en lo que la juez dijo al final: "Tiene mejores amigos de los que merece".
Mis pensamientos se vieron cortados de pronto, había escuchado mi nombre por el altavoz.
- Te dije que vendría - lo miré sin saber que decirle, pero él me sonrío - no hace falta que me digas nada, tus ojos ya me lo dijeron todo. Ve pronto a la fila.
Nos llevaron hasta una sala, hasta ahora desconocida para mí. Tenía varias mesas bien alineadas una tras otra con dos sillas a cada lado. Entre estas la suficiente separación para dar cierta intimidad para el visitante y el paciente.
Mis ojos buscaron a Wilson ansiosos. Allí estaba mi fiel amigo, mi consciencia. Pulcro de pies a cabeza como siempre, me quede paralizado, quería correr a sus brazos y decirle... ¿qué era lo que ansiaba decirle? Había en sus ojos tanta tristeza, ¿es que tanta lástima le inspiraba? !No, yo no quiero tu piedad, no me mires así, no tú!

Está allí frente a mí, con sus vaqueros de siempre, una camiseta gris y sobre está su eterna camisa arrugada; es como si estuviera en el Princenton. En lo primero que repararon mis ojos fue en su cabello, ¿quién le había hecho esto?, quién había cortado esa maraña de un rubio ceniciento que siempre se empeñaba en dejar que el azar peinara a su capricho. De pronto su mirada se hace dura. ¿Qué está pensando, que le tengo lástima?, idiota, mil veces idiota. Estamos muy cerca, mirándonos, solo una delgada mesa nos separa... no, no la está pasando bien, conozco esos ojos de memoria.

- ¿Qué haces aquí Wilson?
- Pensé que después de tantos días te agradaría ver una cara conocida.
- He visto tu cara por mucho tiempo, ya me es bastante conocida.
- ¿Hubieras preferido que no viniera?
- Quizá.
- ¿Por qué siempre estas negándolo todo grandísimo idiota? Claro que te alegra que este aquí, pero en ese revoltijo que tienes en la cabeza, de seguro que estas pensando, allí viene el sacrificado de Wilson porque se siente obligado a hacerlo y encima trae una cara de funeral...
- Que ya hubiera querido yo que me prestaras cuando se murió mi padre.

Nos hemos sentado. Sus manos de largos dedos, sus manos de pianista descansan sobre la mesa, y yo me aventuro a hacer algo inesperado. Pongo una de las mías sobre la suya, acaricio sus dedos y luego los entrelazo a los míos; él no hace ningún gesto para apartarme. Y entonces mi otra mano emprende otro camino, asciende suavemente por su antebrazo y continua hasta llegar a su hombro, la dejo allí unos segundos y sigo hasta alcanzar su cuello, su rostro. Ya no puedo detenerme, siento dos fuerzas luchando dentro de mí; una que quiere parar porque esto es una locura, y otra a la que no le importan las consecuencias, ni si alguien nos mira y tan solo quiere sentirlo. House sigue sin moverse, sus azules ojos me observan confundidos, furiosos, anhelantes. Entonces los cierra y me susurra - no te detengas James, no te detengas - Y yo pienso en qué podemos hacer con toda esa gente a nuestro alrededor, con los enfermeros y sus ojos de cuervo. Lo único que se me ocurre es dejar que mi mano recorra con ternura sus mejillas sin afeitar y mis dedos se detengan en sus labios finos - quisiera tanto besarte - le murmuro. El no me contesta, pero puedo sentir su respiración acelerada, nuestros dedos se entrelazan con más fuerza; se inclina levemente sobre la mesa y su mano libre se posa sobre la que mantengo sobre su rostro y la oprime suavemente. Nuestras manos unidas vagan ahora por su pecho, descienden por su vientre... y se detienen, el resto del camino esta vedado. Me suelta y ahora siento sus dedos deslizándose por mis cabellos, acariciar mi rostro y dejarlos sobre mis labios y bajar, y bajar hasta quedarse sobre mi pecho - ¿me sientes Jimmy, me sientes? - casi no puedo hablar, cierro los ojos y apenas puedo balbucear un sí. Un timbre nos despierta sobresaltados, la magia ha terminado. Siento las mejillas encendidas, tengo los labios entreabiertos, apenas puedo respirar. De alguna forma es como si nos hubiéramos amado, allí en medio de todos. Veo que los enfermeros empiezan a acercarse a las mesas para indicarnos que las visitas han concluido; nuestros dedos continúan entrelazados, sus ojos azules inundándome, ahogándome, rogándome que no me vaya... - no me hagas esto House, no lo hagas. Yo no quiero dejarte, pero es necesario, tú lo sabes - no me dice nada, poco a poco nos vamos soltando y siento que pierdo la vida sin la tibieza de su piel.
- La visita ha terminado doctor Wilson - me levanto, pero no puedo apartar los ojos de los tuyos y tampoco tu dejas de mirarme, hasta que me doy la vuelta y salgo casi corriendo del lugar.

No te vayas Jimmy, no te vayas, tengo miedo un miedo terrible. Algo perverso está agazapado en algún rincón y me espera. Puedo sentir su olor el aire, sus ojos de vidrio seguirme. Hoy no sé si podrá alcanzarme, pero tal vez mañana sí. Tiene todo el tiempo del mundo para planear cómo acorralarme e irme engullendo de a pocos.
No tengo el menor deseo de comer, me siento en una de las mesas. Jhonny viene con su bandeja y se sienta a mi lado como siempre, quisiera decirle que se largue; pero no puedo, es casi un niño y cuando me mira con esos ojos enormes y dulces me desarma. ¿Quién te trajo aquí muchacho?, ¿tus padres adinerados que ya no sabían que hacer contigo? Eres tan frágil, las fieras de dentro y fuera de aquí podrían destruirte.
- ¿Qué pasa, por qué me miras así?
- Sé por qué estas aquí, me basta ver tus brazos y las medicinas que tomas... pero, ¿quién te trajo al hospital?
Su sonrisa se borra, mira al suelo como avergonzado, casi me arrepiento de haberle preguntado.
- Nadie, yo vine solo. Un día miré a mi alrededor y me di cuenta que lo había destruido todo; familia, amigos, estudios... a Kate. Ya no me quedaba nada, era esto morirme por una sobredosis y terminar mi obra de destrucción.
Me quede impresionado, este no era el muchacho que revoloteaba a mi alrededor como un pájaro perdido. Este era un hombre que razonaba perfectamente.
- ¿No tienes hambre? - me dice.
- No, hoy no...
De pronto alguien depósito una bandeja sobre mi mesa. Levanté los ojos y allí estaba ella, de nuevo y sonreía, con una sonrisa que lo congelaba todo. La mesa, las bandejas, los pacientes, la habitación entera se llenó de fría escarcha.
- Debe comer doctor House, no está permitido saltarse las comidas. Una correcta alimentación es importante para que se recupere.
- Señorita Raymond, cuanto la hemos extrañado - me levante y alcé la voz - ¿Verdad muchachos que hemos echado de menos a este ángel de bondad? - Todos hundieron el rostro sobre sus platos para que no se notara sus sonrisas.
- Vamos, coma doctor House.
- Si como ahora todo se regresará por la misma vía y no quiero manchar sus impecables zapatos.
- Bien, como quiera.
Warner me miraba desde una esquina, su cabeza se movió negativamente.
- Bueno, venga esa comida, no quiero desairar a una dama - cada bocado era un suplicio, pero tenía que terminar.
Ella se alejo triunfante, estos eran sus dominios y ella la soberana de este reino de miseria humana.
- Ya esta por terminar el almuerzo, ¿tocaras para nosotros hoy?
- Hoy no Jhonny, no me siento bien. Pero haremos juntos un corazón; con sus aurículas y ventrículos, sus válvulas, su gran vena cava, su aorta y te enseñare como funciona, ¿te parece?.
Otra vez la luz se encendió en sus ojos y nos fuimos caminando a la sala de terapia ocupacional. Al poco rato se nos unieron Mark, Ross y Luke muy interesados en lo que estaba moldeando. Cuando termine mi obra, estaban fascinados. Explicarles me hacía olvidar mis angustias.
El resto del tiempo transcurrió igual, hasta que llegó la hora de acercarme al módulo de fármacos para recoger mi dosis de la noche. Me dieron un vasito con unas píldoras diferentes.
- Disculpe señorita, estas no son mis pastillas.
La muchacha abrió un expediente y lo observó cuidadosamente, luego me miro con una sonrisa condescendiente.
- No doctor House, este es el medicamento que tengo en su hoja clínica para administrarle está noche.
- El doctor Stevens modificó mi dosis de metadona.
- ¡Esto es metadona!
- Mira niña tonta, creo que tú deberías estar de este lado y no de aquel. Soy médico, ¿acaso piensas que no puedo reconocer una pastilla de otra? Conozco los nombres con los que se comercializa la metadona; tamaños, colores y formas. ¿Quieres que te les nombre?, Dolophine, Dolophine HCL, Methadone HCL, Methadose, Westadone y estas cosas en tu ridiculo vasito no son ninguna de ellas. ¿Dónde está el doctor Stevens?
- Lo siento, ya se retiró, su esposa está embarazada y parece que no se sentía muy bien.
- Entonces, guárdate tus pastillitas porque no pienso tomarlas - me hice a un lado para dejar que los otros pacientes recibieran sus medicinas. Y me quede apoyado a un costado del módulo.
Como surgida por un conjuro apareció Raymond en escena, tenía los labios apretados y sus ojos de vidrio hacían más daño que nunca; los sentía como si una ventana hubiera estallado frente a mí y sus trozos se incrustaran por todo mi cuerpo.
- ¿Pero qué sucede aquí?
La muchacha de la ventanilla tomo valentía ante su presencia y me señalo rápidamente; ya había concluido con la entrega de medicinas y lo único que deseaba al parecer es salir a toda prisa del lugar.
- Es el doctor House, no quiere tomar su medicación, dice que no es la metadona que indicó su médico.
- Doctor House, usted no es tan especial como cree, aquí va a seguir las reglas como cualquiera. Deme las pastillas Rebeca - me las volvió a ofrecer, había vuelto a recomponer sus labios en una sonrisa.
- ¡No voy a tomar nada!
- Bien, no me deja opción, Rebeca pide que vengan Thomas y Weber, con Walt no será suficiente.
- ¿Piensa que va a asustarme?
- Oh no doctor House, yo no intimido a nadie, solo sigo el reglamento.
Thomas y Weber no tardaron en presentarse, eran del mismo tipo de Walt; altos y fuertes. Era para ellos tan rutinario reducir pacientes, sin decir una palabra uno de ellos me tomo por los brazos y los otros por las piernas obligándome a echarme sobre el piso; yo seguía debatiéndome tratando de soltarme. Nadie se había marchado a sus habitaciones, observaban aquel cuadro entre asustados y compadecidos. Mark y Luke iban de un lado a otro desesperados y el pobre Jhonny se había sentado en un rincón abrazando sus rodillas y hundiendo su cabeza sobre ellas.
- Señorita Raymond, será mejor que llame a Warner, es difícil mantenerlo quieto.
Warner atendió el llamado, pero cuando vio que se trataba de mi, retrocedió involuntariamente.
- ¿Qué le sucede Warner?, sujete al paciente.
- Señorita Raymond, no creo que el doctor Stevens aprobaría esto.
- No lo he llamado para que cuestione mis órdenes, ¡sujételo de una buena vez!
Warner estaba paralizado, la mujer estaba casí fuera de sí. Yo no cesaba de luchar con mis carceleros.
- ¡Sujetélo, sujételo Warner!
Albert se acercó a mi y me sujeto una de la piernas, tenía los ojos cerrados. Ya más libre, al que llamaban Walt me obligó a ponerme de lado y me aplico una inyectable. Me quede tirado en el piso incapaz de moverme. La violencia con que me habían sujetado fue demasiado para mi pierna. El dolor era insoportable, mis manos apretaban con fuerza mis ropas. Quería gritar, aullar; pero ella no me iba a ver doblegado. Me mordí los labios hasta hacerlos sangrar, mientras mi rostro se inundaba de lágrimas, pero ni un solo quejido salió de mi boca.
- ¿Es así como le gustan las cosas doctor House?, pues así se harán hasta que obedezca. Walt traiga una silla y usted Warner llévelo a su habitación. Ustedes dos encárguense que el resto de los pacientes vayan a sus cuartos, no quiero más alborotos, ¡quiero esas puertas cerradas ya!
Uno de los enfermeros levanto con fuerza a Johnny del piso, y lo hizo caminar junto con los otros; pero de pronto volvio sobre sus pasos y se plantó frente a la Raymond.
- ¡Es usted perversa! No tenía que tratarlo así, ¡la odio bruja malvada, la odio!
- ¡Lléveselo de aquí Thomas!
Y se lo llevaron a rastras mientras seguía gritándole, ¡bruja malvada! La silla llego y Albert como el primer día que llegué me levanto y me puso sobre ella. Todo volvía a repetirse, Warner sacando las llaves, tomándome con suavidad en sus brazos y depositándome en la cama.
- ¿Por qué hiciste eso, por qué? - fue lo primero que me dijo, mientras me desvestía para mudarme la ropa sucia, sus ojos miraban mi cuerpo desnudo, pero no había en ellos lascivia, solo compasión. Me puso ropa limpia y una manta extra.
- Estas lleno de magulladuras. Ella ya está por marcharse... escucha sus tacones ya se va, ahora la puerta se cierra, oye el motor de su auto... ya está lejos. Ahora grita, grita cuanto quieras ya no puede escucharte.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola... grata sorpresa... muchas cosas. Te diré que vengo y copio y bajo a mi celular para leerte con calma en mi casa, tu casa...

Pero mientras copiaba me llam{o la atencion las siglas HCL... luego platicaremos con calma...

Te dejo, te mando saludos y te cuento... Noches de Juerga II esta listo.

Dalia dijo...

amiga, magistral, gracias!

El César del Coctel dijo...

Rosita, me has sorprendido una vez más. Es magisatral lo que escribes y la combinación con la música. Me has hecho sentir tantas cosas y emocionado tanto con este capítulo.

Ya anuncias el fin y eso no me gusta... no quiero que se acabe. Quiero saber más. Rosita, inventa algo, o no dejes tanto tiempo hasta la próxima historia.

Besos y abrazos
Hasta pronto