10 julio, 2011

El Edifico "S" capítulo II



25 de Junio

¡Lo he visto!, o debiera decir que la he visto, pues el dichoso tipo del 3B resulto siendo mujer y las circunstancias en que la conocí  fueron un poco humillantes. Pocas veces en la vida me he sentido tan estúpido. Me encontraba ya en el rellano y tuve una fugaz visión de alguien encaminándose hacia el departamento, iba tan embozado en su abrigo que no pude distinguir si se trataba de un hombre o una mujer; aunque por las dimensiones de aquel cuerpo me inclinaba por lo segundo. De pronto me enrede con la basta del pantalón y fui a caer de bruces casi frente a su puerta. La figura se detuvo y se volvió a mirarme. Dos ojos claros y hermosos se destacaron en medio de todo el revoltijo de ropas.
- Señor Garrido, qué gusto verle por aquí, hace mucho que deseaba conocerlo, aunque no de esta forma precisamente.
Dejo caer un poco la bufanda que le cubría el rostro y me alargo la mano para ayudarme a levantar. Pocas veces he visto un rostro tan hermoso como aquel que se inclinaba sonriente hacía mí.
- Va con ventaja, usted me conoce, yo no tengo ese placer. Dice que quería conocerme, pero no veo que haya hecho muchos esfuerzos por trabar conversación conmigo - le dije, mientras me acomodaba las ropas.
- Soy Gianella Ríos, sus amigos y por lo visto usted también tenían mucho interés en conocerme, así que el conocerle a usted solo era cuestión de tiempo. He visto muchas veces merodeando por aquí a esa chica tan guapa, Patricia, ¿vedad?.
- Sí, Patricia, ella es la reportera del "Edificio S". Llámame Paúl por favor, tanto formalismo me enferma.
 Bueno, Paúl entonces. Sabes, me gusta observar a las personas sin que estas noten que están siendo analizadas. Es un pequeño pasatiempo mío, a fuerza de disciplina y entrenamiento he aprendido a tener método en mis observaciones. Te aseguro que es muy difícil engañarme. Observo, deduzco y luego hago un retrato de la persona; qué hace, su carácter, lo que le agrada y lo que le disgusta. Es muy divertido.
- Escuchándote me parece estar frente al mismísimo Sherlock Holmes en versión femenina.
- Por ejemplo te diré que tú y yo nos parecemos mucho.
 - No veo ningún parecido hasta el momento entre ambos, no hay nada que me interese menos que la vida de los que habitan este edificio.
- El estar aquí desmiente tus palabras.
 Oh, eso fue una locura de Orlando y Patricia, quise divertirme un poco y sin saber cómo me vi metido hasta el cuello en sus planes.
- Admite que sentías curiosidad, por lo menos admite eso.
-  Lo admito. Ahora dime en qué nos parecemos tú y yo.
- A ti no te gusta el trato más allá de lo indispensable con las personas, a mí tampoco.
- Pero yo no llego al extremo de encerrarme en mi departamento y salir a hurtadillas para no ser visto - La vi reírse divertida, mostrándome unos dientes perfectos.
- Yo no hago nada de eso, sucede que mis costumbres son diferentes a lo que podría clasificarse como "normales". Existe el delivery afortunadamente, casi todas mis compras las hago por este medio. Suelo salir a dar alguna vuelta muy entrada la noche o apenas amanece mientras todos ustedes duermen plácidamente.
- Esconder tanta belleza al mundo no es justo; ¿acaso no te has mirado en un espejo? o es que no te reflejas en estos o... no toleras la luz del sol, si es así, mejor que me lo digas para traer mi guirnalda de ajos la próxima vez que te visite - volvió a reírse, sus ojos brillaban intensamente... esta mujer es encantadora.
- No, no soy ningún vampiro. Es solo que me gusta la noche, todo está tan tranquilo, tan silencioso, es como si no existiera nadie más en el mundo, salvo yo y el oscuro cielo sobre mi cabeza... es una lástima que no siempre sea así, a veces hay que cruzarse con algunos vagos, borrachos o cosas peores. Además de las gentes necias que insisten en organizar fiestas con la música a todo volumen. Oh, ¡como los detesto!, no tienen el menor respeto por los demás.
Ella me hablaba de los peligros de la noche como si nada, al parecer le resultaba más molesto los ruidos que perturbaban ese silencio que tanto parecía gustarle que todo lo demás.
- Eres extraña Gianella - cosa rara, había recordado su nombre sin esfuerzo alguno.
- Muchos dicen que lo soy, pero yo no vivo de lo que los demás digan. No soy rara, solo distinta al resto. No sigo las normas y mis costumbres ya están demasiado arraigadas para que las cambie, me siento bien con lo que soy y con lo que hago,  "I did it my way" de Paul Anka me va de maravillas  - mientras me hablaba introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta - ¿quieres pasar?, me preguntó con esa sonrisa maravillosa, ¿qué si quiero pasar?, si supiera que desde que nos vimos era lo que había estado anhelando.
Era una habitación espaciosa e impecable, las paredes estaban pintadas de blanco y sobre el brillante piso de madera descansaban varios trípodes y sobre ellos montados luces, reflectores y cámaras. Apoyados sobre la pared estaban algunos porta fondos y fondos de colores lisos. El techo de la habitación era bastante alto, fijados en este había dos grandes luces a los lados y una al frente con difusor. Me hallaba en el estudio de un fotógrafo. Sabía un poco de esto porque algunas veces mi profesión me lleva a tomar fotografías.
Gianella se despojo de la bufanda, del abrigo y finalmente de un grueso suéter, dejando a mi vista un cuerpo menudo pero deliciosamente formado. Todo en ella era armonioso, desde sus largos cabellos castañoss hasta su delicada cintura y sus torneadas piernas. La observe tomar asiento en un banco de metal giratorio frente a una mesa del mismo material donde descansaba una sofisticada computadora.
- Me disculpas un momento, debo hacer un envío importante.
- Estas en tu casa, yo solo soy tu invitado - movió la cabeza asintiendo, pero pude darme cuenta que la mente de Gianni estaba muy lejos, concentrada en su trabajo. Al parecer este le apasionaba tanto como a mí.
Me dedique a observar con más detenimiento el lugar. A un costado cubriendo una de las paredes laterales se hallaban pequeñas cajas de cartón cuidadosamente ordenadas, me imagine que sería buena parte de su trabajo de varios años. Divise una puerta entreabierta, me moví ligeramente para ver de cuál habitación se trataba.
- Sí, es mi dormitorio Paúl, ese es el baño - me dijo señalando una puerta con su delgado índice - y esa puerta que esta frente a ti es el cuarto oscuro... ¿algo más? - continúo con un tono algo enfadado.
- Disculpa Gianella, ¿me permites? - le dije señalando una mesa en que se hallaban dispersas algunas fotos.
- Claro, estoy segura que te van a gustar - una mueca maliciosa se dibujo en sus labios.
Sabía bien lo que decía, pues todas las fotografías eran de desnudos femeninos. Todas estaban hechas con un fascinante buen gusto, nada había en ellas de vulgar o grotesco. Escuche un tecleo sonoro acompañado de un suspiro de alivio, así que me imagine que había terminado su envío.
- Esas son mis "putas", como les llaman ustedes. Algunas lo son, la mayoría solo chicas guapas que necesitan dinero y no se sienten cohibidas al posar frente a otra mujer... si supieran la verdad se sentirían más seguras con un hombre que conmigo. ¡Paúl!, ya deja de mirarme con esos ojos de lobo hambriento, yo no soy una buena presa. Me gustan las hembras jóvenes y hermosas tanto como a tí - debió ver la cara de desilusión que ponía porque se acerco y me tomo una mano entre las suyas - no siempre se gana amiguito, si no podemos ser amantes, seamos amigos, que a la larga resulta mejor y desprovisto de egoísmos y engaños.
- Me llega tarde tu propuesta Gianni, ¿puedo llamarte así? - me hizo un gesto afirmativo - Que en una sola persona se reúnan inteligencia, talento y belleza es cosa que no se da a diario, enamorarse instantáneamente de alguien como tú es inevitable. Más allá del deseo físico que despiertas, eres un placer para el alma.
- ¡Vaya!, no halagues tanto a quien apenas conoces, recuerda que todos tenemos nuestro lado oscuro. En ocasiones ni nosotros mismos sabemos que tan insondable puede llegar a ser esa oscuridad.
Ambos guardamos silencio sin proponérnoslo, era como si en esos instantes estuviéramos hurgando en las profundidades de nuestras almas, en todo lo que hay de amargo y turbio en ellas.
- Creo que ya es hora de que te marches, estoy esperando a alguien. Ya puedes ir a saciar la curiosidad de Patricia y Orlando.
- No diré nada si tú no quieres.
- No es justo que los dejes devanándose los sesos por culpa mía. Además, ya te dije que me importa muy poco  el qué dirán - sin darme cuenta la atraje a mi pecho  y la estreche con fuerza, que frágil y cálida la sentía entre mis brazos, que delicioso era el aroma de su cuerpo y que amargo ver como me apartaba de sí con delicadeza - ¡Hasta pronto Paúl!
- ¡Hasta pronto Gianni! - baje las escaleras lentamente, me sentía desolado, que absurdo, apenas conocía de unos minutos a está mujer y ya me lastimaba su rechazo. Era mi vanidad herida o realmente había encontrado alguien que en verdad me importaba.
Me encontré con Orlando y Patty aguardándome junto a la puerta.
- ¡Por Dios!, ya estábamos por subir a ver qué sucedía, si te tardabas un poco más ya estaría la policía aquí - me dijo Patty, tocándome los brazos y los hombros como para cerciorarse que estaba completo - mientras hacía esto la observaba, hace unas horas hubiera hecho cualquier cosa por acostarme con ella y ahora comparándola con Gianni me parecía tan insípida. Toda mi mi mente, todos mis sentidos estaban absorbidos por "la dama del 3B" - ¿y quién era el dichoso tipo?, ¿por qué te tardaste tanto?, es que se hicieron amigos o qué - La chica seguía insistiendo con sus preguntas hasta ponerme al borde de mandarla al infierno, solo Orlando parecia darse cuenta de lo mucho que estaba molestando su mujer.
- Ya basta linda, Paúl está muy fatigado, ya mañana nos contará todo con pelos y señales, ¿no es así amigo? - su mirada era una mezcla de suplica y disculpas, sin duda él también estaba cansado de la insistencia de Patricia.
- Sí, se los prometo, mañana les contaré todo, es más, los invito a almorzar al "Gran Marques". ¿Está bien así linda?
- ¡Vaya!, que generoso se puso nuestro Paúl, claro que aceptamos. ¡Hasta mañana entonces!
- ¡Hasta mañana chicos! - cuando los vi alejarse por las escaleras, levanté los ojos y murmuré sin querer...¡Hasta mañana Gianni!

26 de Junio

Me levante a las seis como siempre, me vestí con ropa deportiva para salir rumbo al gimnasio, aunque en realidad hacía tanto frío que tuve que hacer un enorme esfuerzo para enfrentarme al aire helado de la calle y no regresar a mi tibia cama. Mi instructor me esperaba con mi rutina del día. Es muy efectiva, se trabaja cada músculo del cuerpo de manera individual y se aumenta paulatinamente el peso mientras se disminuye el número de repeticiones. No es nada novedoso, se viene usando desde hace varias décadas. Pero da buenos resultados y eso es lo que importa. Tome una ducha tibia rápida, a las nueve debía reunirme con el editor de "El Observador" para darle un alcance sobre mi artículo; él me ha sugerido algunos artistas nuevos, los he visitado casi a todos, pero nada, solo me falta ver a un tal Andrés Samaniego y una muchacha, Mariana Bressia, ojala mis visitas no sean en vano. Son las ocho y me encuentro en un atolladero. Estas malditas llamadas: "horas punta", el tráfico se pone atroz; los chóferes de los buses que ignoran y transgreden todas las leyes de tráfico existentes, sus ayudantes que intentan llamar la atención de los transeúntes en las esquinas a grito pelado o hacerlos subir literalmente a la fuerza. Los autos particulares de todas marcas y colores intentando hacer maniobras heroicas para abrirse paso entre todo ese avispero, yo entre ellos. Cosa aparte son los propios transeúntes que cruzan en luz roja eludiendo los autos, verlos hacer eso me da escalofríos. Una vez vi a alquien morir atropellado, es algo terrible de presenciar, ver volar el cuerpo como un muñeco de trapo para luego estrellarse en el pavimento, los miembros en una postura anomalá y la sangre extendiendose alrededor de la cabeza, creciendo y creciendo. Solté el timón para llevarme las manos al rostro, aquel recuerdo siempre me perturbaba profundamente, la sangre me latía con fuerza en las sienes y sentía me era imposible respirar sin normalmente. Abrí la ventanilla del auto y deje que el aire entrara y golpeara mi rostro. ¡Que alivio!, unas bocinas sonando con insistencia me sacaron de mi ensimismamiento. Ya fuera de las avenidas principales el tráfico era más fluído. Miré el reloj, ya casi eran las nueve cuando llegue al departamento. Subí a toda prisa, me cambie y volví a salir rumbo a las instalaciones del diario. Estaba a punto de alcanzar la puerta de salida cuando tuve que detenerme para no tropezar con unos hombres vestidos con unos overoles azules,  tenían un enorme logo en la espalda de la compañía de mudanza. Era nuestro nuevo inquilino tomando poseción de sus dominios. Todo estaba perfectamente embalado en grandes cajas de cartón. Cuando sali pude ver como algunos de ellos jadeaban y hacían grandes esfuerzos para bajar del camión una gran caja de madera, involuntariamente la dejarón caer al piso con cierta rudeza y entoces pude escuchar un sonido vibrante, se trataba de un piano. Sin saber por qué sonreí. Una fotográfa, un músico, nuestro viejo edificio se estaba convirtiendo en un refugio para el arte.

Un poco más tarde.


He visitado a Bressia; técnica al óleo bien ejecutada, estilo abstracto, buen uso de los colores y trazos, pero dónde estaba la pasión que debía dominar la obra. Es evidente que para esta joven pintar es un pasatiempo; no es lo que mueve su ser, lo que arrebata la sangre en sus venas. Otra decepción.
¡Samaniego!, mi alma, mi mente, todo se ha mezclado frente a sus cuadros. Mientras me mostraba sus creaciones con cierto respeto no veía mis ojos inflamados, no podía sentir los latidos poderosos de mi corazón. Aquel muchacho, sí, porque no debía tener más de veintitantos años estaba desnudando su alma frente a mí. Era un expresionista, lo delataban sus trazos violentos, sus figuras dolientes; la intensidad de los colores, no Samaniego no buscaba la belleza, buscaba despertar los más intensos sentimientos en el espectador. Mientras me observaba mirar sus pinturas me iba soltando algunos trozos de su turbulenta existencia; abandonado por su padre, maltratado por su madre que lo culpaba del abandono de aquel, nunca recibió frases de afecto, ni estímulo alguno. Creció sintiendo que nada de lo que hacía tenía valor. Entonces comprendí, vinieron a mi mente aquella frase de Bernard Gordon… “Un expresionista desea sobre todo, expresarse, rechaza la percepción inmediata. Impresiones e imágenes pasan por su alma como a través de un filtro que lo libra de todas las acumulaciones sobrantes para obtener su esencia más pura”
Al fin, lo había encontrado… le entregue mi tarjeta pidiéndole que se comunicara conmigo al día siguiente, entretanto yo utilizaría esa misma tarde para ponerme en contacto con todas las personas necesarias para hacerle una entrevista, seguida de una exposición. Aquella belleza no podía continuar en el anonimato, ¡no era justo! Cuando me despedí de Samaniego, aún parecía atrapado en sus cuadros, en sus verdes y azules intensos, en sus violentos rojos, mi cabeza era un remolino. Pocas veces, muy pocas veces me he sentido así. Llegue al edificio sin darme cuenta, creo que había conducido por esa cosa llamada “costumbre”, y que logra que a menudo no necesitemos usar a fondo nuestros sentidos para llevarlas a cabo. Por fortuna los obreros ya habían terminado de bajar las últimas cajas y cerraban las puertas traseras del camión, los últimos de ellos estaban subiéndolas por las escaleras, fue cuando reparé en un hombre joven que iba detrás de ellos. De pronto se volvió, tenía un gesto de molestia en el rostro, parecía haberse incomodado por algo. Estaba vestido con un pantalón gris, un suéter a cuadros, también gris y sobre este una casca negra; llevaba las manos enfundadas en unos guantes  negros y el cuello envuelto en una gran bufanda. Por unos instantes nos quedamos observándonos. Tenía el cabello de un castaño oscuro y peinado a un lado con cierto estudiado descuido; el rostro bien afeitado, las cejas pobladas, pero lo que más me impresionó fueron sus ojos de un azul muy claro. Sus labios esbozaron una sonrisa, se despojo del guante derecho y me tendió una mano bien cuidada, su contacto era cálido y suave.
- Mucho gusto, soy el nuevo inquilino del 3A, soy Juan José Saldarriaga, soy músico – callo y sus mejillas se colorearon – espero no ser una molestia para nadie.
- La música bien ejecutada es un regalo para los oídos, de lo contrario se convierte en un suplicio. Pero no creo que usted sea de estos últimos – me dí cuenta que no me había presentado correctamente – Soy Paúl Garrido, crítico de arte, bueno, escribo para algunos diarios y revistas.  Estudie artes plásticas en la Escuela de Bellas Artes.
Sonrió ampliamente y sus claros ojos se fijaron con más intensidad en los míos, no sé porque extraña razón me sentí algo turbado.
- Claro que le conozco, por supuesto, es una forma de decir, he leído muchos de sus artículos; tengo entendido que es muy reacio a las fotografías, por eso no pude saber que se trataba de usted. Bueno, ya tememos algo en común, nuestra pasión por el arte. Me alegra mucho el haber venido a vivir aquí.
- ¡A mi también me alegra mucho! – aquellas palabras salieron de mi boca sin ser yo plenamente consciente de lo que decía – ¡Nos vemos Juan José! – le dije y termine de subir el tramo de escalones que me separaban de mi departamento y cerré la puerta tras de mí.
Me quede apoyado en esta, aquella había sido una mañana extraña. Yo un hombre acostumbrado a reprimir mis emociones, a ser yo su amo y no su esclavo, me veía ahora dominado por ella. Es cierto que un artista esta  completamente a merced de su sensibilidad. Pero yo había aprendido a ser objetivo, debía tener en cuenta muchos factores en el momento de juzgar una pintura, elementos que no tienen nada que ver con lo subjetivo. Y ese trato lo había extendido a las personas. Las juzgo y catalogo como lo hago al momento de escribir mis artículos. Y ahora, qué me estaba ocurriendo ahora; primero Gianni y su especial talento, su fresca y juvenil belleza, su aguda inteligencia; luego Samaniego y sus pinturas casi sobrecogedoras, este joven no estaba destinado a ser uno más; y ahora Juan José, es la primera vez que me fijo en el atractivo físico de un hombre, pero era imposible no quedar “prendado” de esos ojos y ese rostro perfecto. Sacudí la cabeza para alejar todas esas ideas absurdas y me obligue a concentrarme en mi trabajo.
He eludido el almuerzo con la parejita, en verdad tengo mucho trabajo como para sentarme a relatarles mi aventura de ayer o a escuchar los chismes que de seguro tiene Patty sobre el nuevo inquilino, esta mujer desperdicia ese talento innato para estar al tanto de la vida de todos, debería ser corresponsal de algún diario amarillista o de farándula. De seguro a estas alturas ya sabe hasta qué marca de ropa interior usa. Buscare un momento para reunirme con ellos, me interesa lo que haya podido averiguar de Juan José.
Estoy cansado, hace mucho frío, mucho. Estoy bien arropado en un grueso edredón, empiezo a adormilarme… inesperadamente el sonido delicado del piano empezó a inundarme, no sé qué hora era, pero poco importaba… cerré los ojos y me quede extasiado escuchando aquella ejecución. Podía reconocerla con facilidad, era el tema principal de una de mis películas favoritas “Amelie”.
- ¡Hasta mañana Gianni... hasta mañana Juan José!


 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Rosita, me has enganchado... ya son casi las 3 y había planeado ir a dormir al terminar el primer capítulo, pero leer las primeras líneas del segundo capítulo me hicieron quedar hasta el final..jeje..

hasta pronto


Julio César