Para Marga
Tu padre se había mudado al barrio recientemente. Tú parecías una joven diferente, tus modales, tu forma de expresarte, tu forma de vestir; todo en ti delataba a una persona de una refinada educación. Cómo podía haber venido a parar a esta apartada zona de clase media baja alguien como tú. En unas semanas eras la comidilla de todas las viejas del barrio y la envidia de las chiquillas. Eras el centro de atención de todos los muchachos que siempre tenían un motivo para dejarse caer por tú casa. Tu padre era maestro, en realidad era arquitecto, pero había preferido la docencia, la Universidad no quedaba muy lejos de tu casa y aquel educado caballero muy pronto se gano las simpatías de todos los vecinos. Siempre saludaba a todo el mundo y la sonrisa nunca desaparecía de su rostro, además se contaba que era un excelente profesor ameno y didáctico. Y tú no eras muy diferente a él, siempre gentil con todos, aún con los pesados que no pensaban en otra cosa que en llevarte a la cama.
La noticia de que tú padre había sido un hombre adinerado que perdió todo o casi todo, que para el caso viene a ser lo mismo, corrió como reguero de pólvora. Parece que fue víctima de un fraude millonario por parte de alguien en quien el confiaba y ahora se hallaba en esta lamentable situación. Apenas pudo rescatar algunas cosas que los acreedores no pudieron llevarse y algunos ahorros que mantenía para casos de contingencias y que jamás pensó que usaría, le permitieron hacerse de aquella casita y traer consigo unos pocos muebles; el resto había sido rematado. Venías de una clase alta, aquello explicaba tus modales de niña fina.
Pronto se supo también que seguías los pasos de tu padre y habías decidido estudiar la misma carrera; solo que te habías especializado en restauraciones.
De todos aquellos que te visitaban yo me había convertido en tú favorito, será porque era el único que realmente te escuchaba y no me pasaba el tiempo haciéndote torpes insinuaciones; con el paso de los meses también me gane el aprecio de tu padre. Pasábamos agradables tardes, con un vaso de limonada fresca o una taza de chocolate caliente (según fuera la estación) y charlábamos un poco de todo. Me extasiaba escuchándoles hablar de sus viajes, de su finca, de su casa de playa.... pero no hablaban de ello con amargura ni de forma pretenciosa; lo hacían con la naturalidad de quien habla de alegres días.
Tu padre había logrado rescatar a costa de muchos sacrificios un gran piano, era de un tono negro y brillante, parecía el amo de la casa por los mimos que le brindabas. Ocupaba el centro del pequeño salón, soberbio y elegante, como un diamante engarzado en un anillo de latón. Algunas tardes tocabas deliciosas piezas, tu preferido era Chopin, antes nunca me había interesado en la música clásica pero desde que te escuche me instruí en todo ello, sobretodo en tus compositores favoritos. Cuando te sentabas al piano, con tu delgado vestido de gasa (un recuerdo de tiempos pasados) parecías una de aquellas damas antiguas del siglo XVIII; me sonreías y me extasiaba en tus delgadas y pálidas manos recorriendo el teclado y la música se hundía en mi corazón junto con la mirada de tus ojos verdes y tu blanca sonrisa. Decías que tocabas para ambos, tu padre y yo, pero tus atenciones solo eran para mí.
Tu padre no parecía desaprobar nuestra amistad y tú siempre respondías con dulzura y la brillantez de tus ojos de esmeralda a cada avance mío. Pronto no tuve duda de que yo no te era indiferente.
Tu padre no parecía desaprobar nuestra amistad y tú siempre respondías con dulzura y la brillantez de tus ojos de esmeralda a cada avance mío. Pronto no tuve duda de que yo no te era indiferente.
Aún recuerdo aquella tarde, eran fines de febrero. El sol brillaba tibio, resplandecía entre tus rubios cabellos, tú estabas sentada sobre la arena de la playa, estábamos solos; la mayoría de los bañistas se habían retirado ya.... entonces tome tu mano y te mire fijamente a los ojos, los colores se te subieron al rostro, pero no apartaste la mirada y entonces te bese, te bese con ternura, con suavidad... que suaves y dulces eran tus labios mi Helena.
Fueron tres meses de dicha, procurábamos estar a todas horas juntos, y sin embargo jamás habíamos pasado de besos y caricias. Nunca me había sentido así antes con una chica, había algo en ti en que me inspiraba respeto. Yo era feliz con el calor de tus abrazos, con tus mimos de chiquilla, con tus arrebatados besos.
Fueron tres meses de dicha, procurábamos estar a todas horas juntos, y sin embargo jamás habíamos pasado de besos y caricias. Nunca me había sentido así antes con una chica, había algo en ti en que me inspiraba respeto. Yo era feliz con el calor de tus abrazos, con tus mimos de chiquilla, con tus arrebatados besos.
Pero la felicidad es esquiva, tal parece que se esfuerza en envolvernos en sus rosados velos, para después en un girar tranformandolos en negros tules.
Yo tenía que marcharme, habían abierto una sucursal en otro país y yo formaba parte del personal que sería trasladado; hice hasta lo imposible para evitar que me transfirieran pero todo fue inútil.
Fue una noche de junio, el otoño ya se había adueñado de las calles, extendía sus manto gris por las veredas, por las fachadas de las casas, por el cielo, por mi corazón. Tu estabas parada en la salida de pasajeros del aeropuerto con tu padre, me desesperaba no saber cuándo volvería a verte. Te tome entre mis brazos y te bese con fuerza, tu me estrechaste con igual o mayor fuerza, parecías no querer apartarte de mí. En los altavoces del aeropuerto anunciaban mi vuelo y la puerta de ingreso, fue Don Miguel quien te aparto de mi lado.
- Ya, ya Helena...por favor pequeña no hagamos espectáculos.
- Pero papá, yo le amo, le amo, le amo. Algo me dice que no debo dejarlo ir.
- Mi ángel, pero ya veras como pronto estarán juntos de nuevo, ya lo veras.
Recuerdo tu rostro cubierto de lágrimas y tu delicada mano apretando con fuerza tu pañuelo, solté las maletas y te sujete con dulzura por los hombros.
- Helena, sonríe, sonríe para mí. No quiero ver esa carita triste.
Tu hiciste un esfuerzo y te secaste los ojos y sonreíste y entonces todo se iluminó, una luz pareció brotar de ti y me inundó el corazón, me dí la vuelta de prisa o jamás podría marcharme.
¡Helena!, ¡Helena!...por qué me aleje de ti.
Nos escribíamos con frecuencia mensajes; todas las noches nos pasábamos largas veladas charlando por internet. Pasaron unos meses, solo Dios sabe cuantos sacrificios hice, pero finalmente logre reunir el dinero para enviarte el pasaje. La emoción de volver a vernos nos embargaba a los dos, contábamos los días como siglos... dos días, dos días nos separaban apenas. Tú padre accedió a duras penas a dejarte marchar, solo lo hizo con la promesa de que nos casaríamos en cuanto llegáramos y le haríamos llegar el Certificado de Matrimonio y los vídeos y fotos de la boda.
Llegarías el 24 de mayo en el vuelo de las 4:00 p.m; yo estaba en el Paris Charles de Gaulle Airport, el corazón me retumbaba... esperaba escuchar tus pasos menudos... faltaban unos minutos tu vuelo estaba al llegar... pronto te tendría en mis brazos de nuevo, ¡Helena!, mi dulce Helena.
El vuelo llegó puntualmente, te espere ansioso, buscando tu bello rostro entre los pasajeros, pero tu no aparecías.... bajo hasta el último pasajero, las puertas se cerraron y tu no estabas... qué podía haber sucedido...Dónde estabas mi dama, no sabes que solo vivo añorandote, que cada noche te sueño, que pienso en que por fin podremos amarnos hasta la saciedad.
Tú no llegaste, llamé desesperado a la casa de tú padre... nadie contestaba, llame a un amigo muy querido. El me contó todo, Helena jamás llegaría, el día que marchaba para el aeropuerto, mientras tratabas de conseguir un taxi, Don Miguel se había retrasado un poco. Arrastrabas tu maleta mirando al horizonte, y no reparaste en un coche que venía a velocidad. Mi amigo dice que moriste de forma instantánea, que no sentiste ningún dolor, Le ruego a Dios que haya sido así, no soportaría la idea de saber que hubieras sufrido. Colgué el teléfono y me quede en la habitación hasta que oscureció...no sé cuanto tiempo estuve allí, solo recuerdo que me desperté en una habitación de un hospital, mis compañeros de trabajo me habían llevado hasta allí, habían tenido que derribar la puerta.
Regreso a Lima, regreso a mi tierra...París, ya no tengo nada qué hacer aquí. He conseguido que me devuelvan mi antiguo trabajo por las circunstancias en que me vi inmerso. Ahora vivo junto a Don Miguel.... es una sombra de aquel hombre alegre y optimista... creo que yo también soy una especie de espectro. Voy de la casa al trabajo y viceversa. Me consuela cuidar de su padre y creo que a él también le alegra tenerme a su lado.
A menudo me apoyo en el balconcito de madera de mi casa (traje a Miguel conmigo)... y espero oír tus menudos pasos corriendo hacía mí. A veces me parece que estas al llegar....quizá una de estas noches mi Helena...quizá una de estas noches regreses a mí.
La dama de mi amor
no ha llegado aún
la espero con pasión
sé que un día vendrá.
No sabe que yo estoy añorándola
no hay tiempo que no esté
adorándola
qué hacer,
qué ofrecer si rogar,
o implorar porque al fin,
me llegue quiero su amor,
una noche.
El verbo de mi amor
no lo expreso aun
esta sin conjugar
no ha podido hablar.
La noche que soñé
ya la siento aquí
sus pasos percibí
no tardan en llegar.
Que hacer, que ofrecer
si rogar, o implorar
porque al fin,
me llegue quiero su amor,
una noche.
Buen dolido esta tibio
que nunca vio amanecer.
Y en mis manos
una estrella
que solo quiere
mi alma latir.
Que hacer, que ofrecer
si rogar, o implorar
porque al fin,
me llegue
quiero su amor.
Que hacer, que ofrecer
si rogar, o implorar
porque al fin,
me llegue
quiero su amor, una noche.
6 comentarios:
difícil enfrentar la vida cuando ésta no nos ha dejado vivirla y nos la ha torcido irremediablemente... Aún así, yo creo en el amanecer... no?
Un beso.
ZZZZZ...¿como? ¿ya esta la cena lista?...lo siento, no proceso más de tres palabras de texto seguidas.
Maullidos cariñosos.
Así que falta de inspiración, y cuando esta regrese, que vas a escribir, te recuerdo que la Biblia ya está escrita, jajajajajajajajaja, es broma, pero necesito un ratito para irme leyendo estos relatos.
No sé por dónde empezar.
Sigo secándome las lágrimas, que relato más hermoso has sacado de una de mis canciones favoritas.
Curiosamente me encanta el chocolate caliente, la playa, vivo en el litoral mediterráneo y una de mis asignaturas pendientes es terminar mi carrera de piano...
¿Te parecen pocas coincidencias?
Y sí, también tengo mi noche pendiente, pero en este caso, él es quien nunca llegará.
Muchas gracias, tu historia me ha impresionado muchísimo.
Y como dice Vulcano, yo también empiezo a creer en el amanecer...
Un abrazo enorme y un beso con todo mi cariño.
(Mountain)
Una noche más...Esperando el amor que nunca llegará...
Joder qué triste.
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