03 agosto, 2007

BBM: Un instante de felicidad

Ya no eran los jóvenes con toda la vida por delante. Jack había engordado un poco, el cabello empezaba a encanecer ligeramente por el lado de las sienes. Se había dejado un pequeño bigote que le daba un aire de hombre mayor. Ennis seguía tan enjuto como siempre, su cabello de un rubio dorado, había pasado a un tono ceniciento; muchas arrugas pequeñas se marcaban alrededor de los ojos y los labios; la voz se le había hecho más profunda.
Sus encuentros furtivos continuaron durante ese tiempo, tan esporádicos como antes, tres o cuatro veces al año, en el mejor de los casos. Unos días para desplegar las alas y volar... volar alto a donde el viento los quisiera llevar. Volar libres sin temor a las miradas, a los reproches, a las murmuraciones; a los gatos de los coches que destruyen huesos y lentamente machacan las esperanzas. El tiempo nunca era suficiente, por eso apenas se divisaban corrían a estrecharse apretadamente y no dejaban de besarse y acariciarse hasta que se quedaban sin aliento. Los días se deslizaban como hojas en otoño y luego la realidad volvía a golpearlos implacable. Cuando llegaba el momento en que debían volver a separarse; empezaban a guardar los caballos, las mantas y los cacharros en las camionetas y al final un beso profundo una última caricia en la piel, que se quedaba grabada hasta que las del próximo encuentro la borrara.
Muchas veces Jack soñaba con Ennis, pero esta vez Lureen estaba despierta; no sabía porque no lograba conciliar el sueño y entonces lo escucho; su voz era cálida y sonora, como si llamara a alguien que se encontrara al otro lado de la habitación.
- ¡Ennis!
Lureen se incorporo algo asustada, su llamada era tan real; parecía que alguien más estuviera junto a ellos. Lo observo en silencio y se quedo extasiada; sus facciones estaban tan serenas, cuanta calma y cuanta dicha había en ellas; nunca un rostro le había trasmitido aquel sentimiento de felicidad. Se sentía tan conmovida que sintió deseos de llorar. Entonces lo sacudió con suavidad del hombro.
- Jack, ¿te encuentras bien?"
El abrió los ojos, y ella pudo ver la mirada de un hombre enamorado; sus pupilas azules resplandecían, por un segundo parecían sonreirle a ella; era una mirada tan hermosa, tan entregada, tan radiante. Pero su mirada descansaba en unos ojos que no eran las suyos y la realidad se abrió paso como helada lluvia entre ellos. Jack parpadeo dos veces y la luz se borro de su rostro - ¿ocurre algo Lureen? - ella tardo un poco en contestar, la voz le salio un poco ahogada, le dio la espalda para evitar que se diera cuenta de su turbación - nada, Jack... sigue durmiendo, voy por un vaso de agua - Y mientras descendía las escaleras por primera vez sintió celos, con quién soñaba... a quién amaba con esa intensidad... de quién era ese nombre pronunciado en el silencio de la habitación.
Lureen se sirvió el agua pensando en aquella mirada. Por unos instantes se quedo con el vaso entre las manos, sus pensamientos perdidos en el tiempo; tratando de recordar aquel nombre, no, no era la primera vez que lo escuchaba. El reloj de la cocina marco la hora, pasaban de las dos de la mañana, de pronto recordó que mañana sería un día muy difícil, le aguardaba mucho trabajo dentro de unas horas. Era día de "Acción de Gracias" y sus padres vendrían a cenar.
Cuando ellos venían de visita, Jack casi siempre se marchaba antes con cualquier pretexto; la animadversión que sentía su padre por él, era muy dura de sobrellevar, incluso para ella misma; era como estar sentada sobre un volcán todo el tiempo, sin saber en que momento iba a hacer erupción. Pero esta vez no había forma de escapar, había que aguantarse. Y efectivamente la cena fue un desastre, Jack terminó mandando a su padre al demonio. Todo tiene un límite, y aquel día el viejo volvía a la carga con sus insinuaciones de siempre con respecto a su masculinidad y peor aún cuando lo desautorizó frente a su propio hijo, aquello fue la gota que derramo el vaso.
Jack sabía bien que los rumores tienen pies ligeros, y estaba seguro que Newsome conocía bien sus inclinaciones; de lo que no tenía ninguna certeza es de si Lureen sospechaba algo.
Ennis se había aferrado aún más a su existencia solitaria. En ocasiones compartía la cama con una joven camarera del bar donde solía desayunar en las mañanas y beber unas cervezas al anochecer; le gustaba el placer que ella le daba, pero con Jack era distinto, no había punto de comparación. Pero la mayor parte del tiempo dormía solo. Y despertaba de sus sueños angustiado o con aquella antigua sensación de dicha y liberación.
A veces, en medio de la noche, se despertaba sobresaltado porque soñaba que Jack estaba sufriendo o que lo estaban golpeando, o simplemente porque se le hacía un nudo en el pecho por no saber cómo estaba y el pensar que faltaban varios meses para volverse a ver se le hacía insoportable. Entonces se levantaba e iba a buscarse una cerveza; se dejaba caer en una silla y empezaba a sollozar, el tiempo le había enseñado a llorar, y se decía que esa situación tenía que cambiar, que sin Jack no era nada; se levantaba sonriente y decidido, feliz porque al fin podría estar junto a él; pero al amanecer las dudas y los miedos volvían y todo se iba a la mierda. Pero estaban aquellas otras veces en que soñaba con aquel primer verano; sus primeros encuentros y la intensidad de estos. En sueños veía a Jack desnudo frente a la hoguera, y el acercándosele despacio; enlazándose poco a poco en su cuerpo, sin prisas, dejando que sus manos dibujaron su rostro y sobretodo sus labios; para luego dejarlas descender suavemente, luego venía la unión, una explosión de sensaciones y así enredados empezaban a moverse en una danza sin control. O aquella primera vez en que Jack se fundió en su cuerpo; con cuanto cuidado, con cuanta delicadeza lo hizo. Susurrandole a cada instante si debía detenerse porque lo estaba lastimando. Aquella mañana había tenido un sueño bueno y si no se esforzaba mucho por recordarlo, las imágenes lo acompañarían todo el día; y hoy necesitaba una buena cara, debía ir a cenar con sus hijas y con el nuevo marido de Alma.
Aquella cena no fue mejor que la otra, termino en una pelea espantosa, la peor que había tenido con Alma. Eran más de las once y no conseguía levantarse de la cama. Le dolía la cabeza y el cuerpo terriblemente; recordaba como entre sueños, que había estado bebiendo y que luego se enfrasco en una pelea; pero ya no recordaba ni el motivo ni a la persona con la que estuvo liándose a golpes. Pero lo que sí recordaba con toda nitidez eran las palabras de Alma; ella le había hablado de que sabía perfectamente que todo aquello de "ir de pesca" eran puras mentiras; que la caña que llevaba siempre con él nunca había tocado el agua; le hablo sobre una nota que había puesto cierta vez, y de como al regresar ella había revisado sus cosas y la nota seguía allí, intacta. El la escuchaba mordiéndose lo labios, pero cuando se refirió a lo que existía entre ellos y tildó a su amigo de sucio; entonces se desato una furia incontrolable en todo su ser. Ella había pisado terreno vedado; qué sabía ella de sus sentimientos, qué sabía ella de Jack...¡nada!, ¡nada!
En mayo de 1983 volvieron a pasar juntos unos días en las montañas, aún hacía frío. El calor tardaba en ascender hasta las montañas. Junto a la hoguera Jack echaba ramas secas al fuego, para evitar que se extinguiera. Le contó a Ennis que se había echado una amante; la mujer de uno de los capataces; pero solo él sabía que mentía y que en realidad tenía por amante al capataz. Ennis le dijo que estaba saliendo con una camarera; era una buena muchacha, pero el no estaba realmente interesado en ella. Y como aquel lejano verano, el whisky era el compañero silencioso de sus charlas. Pero el tiempo apremiaba al igual que sus deseos; ahora era Ennis el que había tomado la iniciativa, era él el que desprendía botones, su boca la que buscaba la de Jack, sus manos las que se hundían bajo la ropa buscando su piel, tan cálida, tan suave, como si el tiempo se hubiera estancado y nada hubiera cambiado.
Un Par de días después, con los caballos ya en los remolques, y todo listo para volver Ennis le soltó aquello que había estado callando todos esos días. No podrían verse hasta noviembre, agosto.... agosto era imposible, tenía mucho trabajo con los terneros y con el pienso del ganado para el invierno.
Y entonces se dijeron todo lo que no se habían dicho en todos esos años; confesiones, declaraciones, miedos, culpas; todo salio y los envolvió como un vapor. Hablaron de las escapadas de Jack a México, de los celos de Ennis, de las eternas negativas de este para empezar una vida juntos, de lo insoportable que resultaba vivir de aquella manera. Y de pronto Ennis vencido por su dolor cayó de rodillas al suelo, como si todas las fuerzas que lo sostenían se hubieran extinguido. - Tú tienes la culpa de que sea así, siento que no encajo en ninguna parte. No tienes idea de cómo duele...
Jack se precipito a sus brazos, Ennis lo rechazaba, pero después lo atrajo hacía sí con fuerza. Por qué estaba dividido de aquella dolorosa manera, por qué una parte de él ansiaba quedarse a su lado para siempre y otra seguía sumida en los miedos y los prejuicios. Las cosas se quedaron así, nada terminaba, nada comenzaba, nada estaba resuelto.
Cuando Jack vio a Ennis alejarse por al carretera un recuerdo lo envolvió. Recordaba aquel remoto verano en Brokeback, él estaba frente a la hoguera medio dormido y entonces Ennis se le acercó por detrás y lo estrecho entre sus brazos, aquel abrazo tierno y puro le calmo un hambre desconocido. Estuvieron largo rato enlazados, Ennis respiraba pausadamente sobre su cuello; y fue entonces cuando empezó a tararear una canción de cuna, quizá alguna que su madre le cantaba. El se reclino sobre su pecho sintiendo sus latidos en la espalda, ansiando que ese instante nunca terminara. Y el recuerdo se quedo allí grabado en su memoria como el único instante de mágica y sencilla felicidad en sus vidas.
Ennis despertó de pronto, estaba bañado en un sudor frío y pegajoso, debía haber estado gritando, sentía la garganta seca y dolorida. Había tenido un sueño terrible; a Jack lo asesinaban unos hombres, en un carretera. Afuera el viento zumbaba furioso, y en medio de todo le parecía estar oyendo el ruido del acero chocando contra el hueso. - ¡Jack..Jack!

Hoy doy gracias a Un-angel, Abel Bea, Pon y Ana en BBM, que me ayudaron a escribir este capítulo.


8 comentarios:

Mar del Norte dijo...

Momento mágico... Momento en que se que aún no he bajado de la montaña... Gracias, Rosa.
1beso

devezencuando dijo...

Un instante que está grabado en nuestra memoria. Pudo ser así. Justo así, siempre...

Tus fuentes de inspiración son dignas de admirar. Han contado historias de la montaña como los grandes.

AnCris dijo...

Leerte es un paseo que va desde la fuente de todos nosotros, hasta cada consuelo que nos dimos para seguir creciendo a partir de esto...
Una EXCELENTE idea...

Besos y seguí, seguí que falta tan poco...

Dalia dijo...

tan terriblemente hermosa como BBM misma.

Lo narras tan bien amiga, amo y sufro al reencontarme con Ennis y Jack, como quisiera siempre que el final pudiera ser diferente.

Es un honor leerte mi RosadeFuego.

un-angel dijo...

No se como he podido contribuir en tu arte, amiga, pero las gracias hay que dartelas a ti por compartir tu relato con nosotros... te seré sincero, me es duro de leer en estos instantes en que me identifico tanto con la historia... pero persevero, jaja, merece la pena.
Un beso.

El César del Coctel dijo...

Es bellísima la escena en que Ennis abraza a Jack y canta a su oído. Es conmovedor ver a Ennis llorar a los pies de Jack..... Son bellos y sin comparación los ojos azules y enamorados de Jack que ven alejarse a Ennis. Es inmensamente tierno Jack cuando corre a abrazar a Ennis...mmm... estos dos hombres me hacen suspirar... y todo ello vuelve gracias a tí Rosa de Fuego

Mari dijo...

Te estas durmiendo de pie igual que un caballo mi madre me lo decía de pequeño y me cantaba

Marine dijo...

Hey te estas durmiendo de pie igual que un caballo mi madre me lo decía de pequeño y me cantaba

Canta la cancion de cuna mientras Jack se deja llevar como un niño adormilado

Ennis- me tengo que ir nos vemos mañana

Se sube a su caballo acomodando un poco su vestimenta para alejarse a toda prisa Jack lo deja ir sabiendo que su rudo vaquero siempre regresara a su lado

Ya de viejito lo ve alejarse de nuevo pero ya no está tan seguro si lo volverá a ver