05 noviembre, 2006

Catarsis

"....escribo está carta pintada en mi voz, a ninguna parte a ningún buzón.
No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí..."
J.M.S.

Que necesidad de escribir, de aliviar el espiritú. Hoy es uno de esos días en que me envuelve una melancolía extraña.
Como cada mañana, me asomo a la ventana para verte pasar; siempre de prisa, siempre consultándo el reloj a cada paso. Será que tú despertador no suena a tiempo, o tal vez te cuesta despegarte del calor de las sábanas. Y es que ya está cerca el invierno y el frío se cuela por las ropas.
Siempre vas de prisa, y sin embargo, te queda el tiempo suficiente para saludar al tendero de la esquina, para ayudar a aquella señora a cruzar la avenida, para llevarle un poco de comida al perro del guardían. Te queda tiempo para levantar los ojos hasta mi ventana y saludarme levantándo una mano, y esbozando una sonrisa. Una sonrisa que me ilumina el día. Que me hace más llevadero este encierro.
Mi trabajo me aisla, y estoy atada a el porque lo necesito; me desespera su monotonía, a veces pienso que podría hacerlo dormida. Datos y más datos, nombres, identificaciones, números; gente anónima que se cuela entre mis dedos.
La uniformidad, hacer siempre lo mismo, me agota. La inacción no es para un espiritú como el mío, siempre ansioso de novedad, de color, de vida. Compensó mi inacción física, con la actividad mental; tengo que leer, escribir... entrar en universos paralelos, para vivir a través de otros, la vida que yo no puedo.
Y al caer la noche, otra vez te veo regresando. Pero ya no llevas prisa. Te detienes a comprar algunas cosas, algo para merendar me imagino, y otra vez mis ojos se topan con los tuyos, y de nuevo esa sonrisa dulce, amable, cálida. Es una lástima, pero a está hora ya no puedo verte bien los ojos, que los tienes tan bellos; y lo sé porque una vez nos topamos casualmente al salir yo a hacer unas compras. Cómo quisiera hablarte, saber tú nombre, en qué trabajas, qué cosas te agradan hacer, qué cosas te desagradan. Pero hay algo qué me detiene, no acierto a decir lo qué es. Me aterraría ver un asomo de disgusto en tú rostro. Por eso, mejor me quedo aquí, esperando....¿qué estoy esperando, me preguntó?.
Ayer, oh feliz coincidencia, tuve que bajar a comprar leche y pan, para los abuelos; y me cruze contigo, no entiendo por qué regresabas tan temprano, apenas erán las cinco. Sea lo que fuere, y si por esas pocas veces en que los hados del destino juegan a mi favor, te encontré. Tú sonreías como siempre, no sé sí era porque te agradaba verme o porque simplemente eres de aquellas personas que siempre son amables con todos. Inconcientemente me quede un rato suspendida en tús ojos; por qué me agradan tanto tus ojos; será por esa indesición entre el azul y el verde, entre lo risueño y lo triste, entre lo dulce y lo amargo. Sólo me dí cuenta, cuando bajaste la mirada turbado. Debo haberte mirado con una fijeza inquietante, lo siento, no quería asustarte, es solo que me agrada tanto el color de tu mirada.
"Hola", me dijiste y extendiste tú mano delgada buscando la mía, "Hola te respondí", y tú contacto era suave... tibio; no eras de aquellos que abandonan su mano en la del otro, pero tampoco de los que la estrujan, era un apretón firme, sereno. "Me llamo Ernesto, siempre te veo en la ventana" sí, le conteste "No salgo mucho, mi mundo es un poco esa ventana" "Y cuál es tú nombre" quisiste indagar "Aurora" te respondí, sonreíste ahora más ampliamente "Que bonito nombre", "Sí, a mi madre le gustaba contemplar el amanecer, y yo nací justamente al amanecer" Ahora eras tú el me miraba con fijeza, me dierón ganas de volar de allí, de evaporarme; porque me inquietaba tanto tú mirada. Te ví anotándo algo en un papel, después me lo extendiste: "Tomá, es mi telefóno, por si quieres charlar, o quizá caminar un poco..." mi mano lo cogió rapidamente para que no notaras el ligero temblor que me envolvía. La guarde en un bolsillo del abrigo, te sonreí y seguí caminando rápido, muy rápido, casí corría, no pare hasta llegar a la tienda. Solo entonces me volví, y observe que ya no estabas. Me sentí entonces un poco ridícula, por qué me comportaba como una colegiala.
Sin querer, mientras hacía el camino de vuelta a la casa, recordé la letra de una canción que siempre me ha gustado: "Volver a los diecisiete, después de vivir un siglo... volverse de repente tan frágil como un segundo, volver a sentir profundo como un niño frente a Dios, esto es lo que siento yo en este instante fecundo", y hasta ese momento no entendía la tremenda verdad de estas palabras.

7 comentarios:

Da Vinci dijo...

El milagro de existir...
El instinto de buscar...
La fortuna de encontrar...
El gusto de conocer...

La ilusión de vislumbrar...
El placer de coincidir...
El temor a reincidir...
El orgullo de gustar...

...Y el amor, el amor, el amor...

La música de tu prosa solo me recuerda canciones de grandes conocedores de sentimientos.

Bello relato, ¿Esperamos acontecimeintos?

Un beso.

Rosa dijo...

No, amigo mío, esto termina aquí, hoy me siento muy triste para escribir nada más.

Dalia dijo...

hay un número de teléfono que te desmiente mi RosadeFuego.

Hoy no estás de animo, pero los dias cambian y el sol sale de nuevo querramos ó no.

Un abrazote cálido.

pon dijo...

Qué bonita historia, preciosa de verdad chavala.
Y el final, esperanzado. Bien.
Me ha encantado, Rosa, hermoso de verdad.

hermes dijo...

Preciosa rosa de fuego limeña, tu aroma no se disipa ni aún en los peores momentos, estamos lejos y hasta aquí disfrutamos de él. Volver a los 17 después de vivir un siglo ¿ por que no ? solo hay que intentarlo.
Continua perfumando los blogs, gracias

Ana desde el Sur del Mundo dijo...

Rosa... cuando esperamos que abra un pimpollo, vemos día a día cómo va tomando su color, cómo se van tiñendo los pétalos, cómo poco a poco se van abriendo y una mañana, al despertar, una nueva flor ha aparecido en el jardín... puede ser una lirio, una rosa, una salvia... lo importante es la espera, el cuidado y el mimo que hemos puesto en cuidar que nuestra flor tenga su aparición maravillosa ante nuestros ojos...
Y así es con cada flor que la planta nos da... o al menos así me sucede a mi...
Asi que, amiga... no desesperes en la espera, no tiene nada de malo una pausa antes de florecer o reflorecer... todos tenemos tiempos... hay que aprender a cuidar de ellos... y de aquellos que tienen otros tiempos que nosotros...
Como bien nos gusta decir a ambas "yo sé que me entendés" ¿si?
Está bien... el jardín volverá a florecer... en su propia primavera. ¿vale?
Besotes.

ABACO dijo...

ya estoy deseando saber si aurora llama a ernesto....

un beso, precioso relato.