07 noviembre, 2006

De mitos y leyendas

En tiempos remotos, los griegos, dotados de gran sensibilidad e imaginación, en su afan de dar respuesta a los orígenes de la vida; poblaron el cielo y la tierra, los mares y el mundo súbterraneo; de divinidades principales y secundarias. Amantes del orden, instauraron una categoría intermedia para los semidioses y los héroes.
Los primeros mitos brotan, de la proyección imaginativa que el hombre hace de las funciones máximas de la vida: nacimiento, amor y muerte; maternidad y paternidad; virginidad. Y sintetizan todo lo que el hombre, mediante la inteligencia y el sentimiento, consiguió conquistar, frente a una vida que no solicitó, una muerte que lo asusta, o unos deseos que lo dominan. Y frente a una naturaleza que lo asombra o lo aniquila.
Muchos árboles y flores, tienen su origen en estos mitos. Sienténse pués a mi lado y escuchen algunos de ellos.
El Girasol
La hermosa Afrodita traicionaba desde hacía tiempo a su esposo Hefestos, con el belicoso Ares.
Helios, el sol, no aprobaba el adulterio. Así que decidió dar aviso de la traición al marido, quien urdío una finisíma red para atrapar a los amantes y someterlos a la burla de todo el Olimpo.
Pero, Afrodita decidió vengarse de Helios, y le inspiró una profunda pasión por Leucotoe, hija de Eurínome y Órcamo, rey de Babilonia.
Pero Clitia, ama a Helios. Y ello acarrea la tragedia. Celosa, la muchacha corre a contarle al rey las andanzas de su hija, y el rey decide castigarla: condena a Leucotoe a ser enterrada viva. (Una mortal jamás debía enamorarse o dejarse enamorar por un dios).
Cuando el sol descubre la desgracia, ya es demasiado tarde. Leucotoe, yace bajo tierra y siendo humana, desciende al reino de Hades. Poco puede hacer Helios por la amada, la transforma en árbol de incienso, y se despide de ella tratando de olvidar su dolor.
Pero Clitia, es castigada con el eterno repudio del dios. Consumida por la pena y el remordimiento, sabiendo que su corazón jamás hallará consuelo, se deja morir lentamente. Hasta que se convierte en un heliotropo o girasol, la flor que muestra siempre su cara al sol, en un gesto de amor.
Narciso
Por las tierras de Beocia corren las aguas del Cefiso, dios y río, ninguna ninfa puede pasear segura por sus márgenes , porque el insaciable Cefiso, en cuanto la veía trataba de envolverla en su torrente.
Así ocurrió con la bella Liriope, quien, en un día de verano, paseaba despreocupada junto al río, cuando las aguas, se irguieron y la enlazaron en un abrazo invencible y la poseyeron con repentina pasión. De esa unión involuntaria nacería Narciso.
Liriope, deseosa de saber el destino de su bello niño, fue en busca del ciego Tiserias, adivino cuya fama comenzaba a trascender las fronteras de Beocia. "Sí, tendra una larga vida- repondió el ciego-, siempre que no llegue jamás a odservarse". Nadie entendió el sentido de las palabras del adivino y estas cayeron en el olvido.
Narciso crece bello y solitario, no quiere el amor de nadie ni tener que entregarse a nadie. Es amado por muchas ninfas de las aguas y de los bosques que tratan inútimente de conquistar su amor.
Una de ellas, disconforme con las negativas del joven, elevó las manos al cielo pidiendo el auxilio de los Inmortales, y lanzó sobre el hijo de Liriope la terrible maldición: - ¡Que él también ame un día, y que jamas pueda poseer el objeto de su amor!
Némesis, la diosa de la venganza, escucho su ruego, y encamino los pasos de Narciso hacia la fuente que le sería fatal.
Cansado de huir de la ninfa que lo perseguía, el joven cayo de bruces sobre la margen de las aguas para saciar su sed, y entonces vió reflejado en aquel cristalino espejo, el hermoso rostro que le arrebataría el corazón. Arrobado sonríe al reflejo, y recibe otra sonrisa igual. Hace una seña, y el agua le devuelve el gesto; creyendose correspondido en su repentino amor, extiende la mano para tocar el rostro querido, y este se deshace en círculos: le huye como él huyó de las ninfas.
Ahora el bello Narciso sabe como duele la pasión sin respuesta, el dolor de la soledad. Doblado sobre la fuente, sin poder apartarse de la sombra de sí mismo, se olvida de comer, de saciar su sed, del descanso. Poco a poco desfallece, hasta quedarse inmóvil, hasta caer sin vida sobre la hierba.
Despues entra en la oscuridad de los Infiernos, donde de bruces sobre las aguas del Estigia, continua buscando la imagen adorada. Mientras tanto, en el lugar de su muerte, nace una flor amarilla y blanca.
Solo entonces Liriope, comprende las palabras del viejo adivino.
Jacinto
Otra vez el bosque, y esta vez Jacinto. Casí un niño, bello y dulce. Pero inocente causa de los sufrimientos divinos. Por el suspiraban Apolo y Céfiro el Viento del Oeste. Ambos lo observaban apartando el follaje. Ambos susurraban a sus oidos tiernos juramentos de amor. Y a los dos el joven les volvía las espaldas, solo preocupado por disfrutar de los placeres del bosque. Un día Céfiro tuvo que apartarse del lugar. Y el dios de la luz abrió su corazón a Jacinto. Le habló del sufrido afecto que alimentaba hacía tiempo. De los inútiles esfuerzos por encontrar el olvido. De la gran felicidad que tendría si el mortal le concediése un poco de compañía.
El bello Jacinto se sintió enternecido, tan triste le parecía el el luminoso rostro de Apolo. Con una sonrisa, dulcemente el joven le extendió su mano. Y juntos pasearon por las orillas del río.
Juntos cazaban, juntos tocaban la lira y cantaban para un público de avecillas, juntos bailaban sobre los densos tapices de hierba y se ejercitaban en el lanzamiento del disco. Estaban tan contentos que no percibieron el regreso del Viento del Oeste.
Céfiro los vió juntos y se llenó de celos, entonces, decidió su venganza. Esperó a que le tocara lanzar el disco a Apolo, y soplo con fuerza desviando el objeto de su rumbo, de modo que aquel fuera a dar en la cabeza de Jacinto. Había preferido matarlo a perderlo.
Apolo, dios de la medicina, trató de reanimar a su bello amigo, pero nada pudo contra la muerte.
Queriendo retener el recuerdo del joven, tomó la sangre que manchaba la hierba y la transformó en una flor, el jacinto, que a partir de entonces renacería exactamente en cada despuntar de la primavera, cuando recibe la caricia del sol, y se marchitaría inevitablemente a la llegada de los vientos, al principio del invierno.
Fuentes: Mitología. Editada e impresa por Abril S.A.
Editor: Victor Civita
Fotos : www. floresfrescas

5 comentarios:

Dalia dijo...

Jamás había leído esto amiga, ¡¡¡graciasssss!!!!

ni idea de que había romance detrás de la historia de un girasol

Gracias, tu eres un sol.

yanmaneee dijo...

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