18 noviembre, 2006

La fuerza de un rostro bello ¡que espuela para mí!



Escrito alrededor de 1534. Para Cavalieri.


Con vuestros ojos bellos veo una dulce luz

que con los míos ciegos ver no puedo;

llevo con vuestros pies un peso encima,

que con los míos cojos no podría.

Vuelo con vuestras alas yo sin plumas;

con vuestro ingenio al cielo siempre aspiro;

por vuestro arbitrio estoy palido o rojo,

frío al sol o caliente entre las brumas.

Sólo en vuestro querer habita el mío,

en vuestro corazón mis pensamientos se hacen,

y en vuestro aliento mis palabras moran.

Como una luna solo me parece ser,

que nuestros ojos en el cielo ver no saben

sino aquello sólo que el sol ilumina.


El más antiguo de sus amantes ideales, fue Gherardo Perini, hacía 1522. Miguel Ángel se prendó después, en 1533 de Febo di Poggio; un ídolo de rostro bello con un alma vulgar y despreciable, que contestaba a las cartas y poesías del genio pidiéndole dinero. Y en 1544 de Cecchino dei Gracci.

Pero sobre todos los demás amó a Tommaso dei Cavalieri, aristócrata romano, joven y apasionado por el arte; hizo sobre un cartón su retrato de tamaño natural, retrato único dibujado por él; porque detestaba copiar a una persona viva como no fuese de una incomparable belleza.

El amor de Miguel Ángel por Tommaso dei Cavalieri se presta a desconcertar al término medio de los espíritus. Su propio sobrino nieto, en su primera edición de las Rime, no se atrevío a publicar exactamente las poesías a Tommaso. Dejaba presumir que estaban escritas a una mujer.

Condivi, decía que Miguel Ángel no hablaba del amor, de otro modo que no lo hubiera hecho Platón, pués en sus palabras había la virtud de extinguir en los jóvenes los desordenados deseos que les agitan.

Pero este idealismo platónico no tenía nada de literario o de frío; coincidía con un frenesí del pensamiento que hacía de Miguel Ángel presa de cuanto bello llegara a sus ojos. No lo ignoraba él, pués en cierta ocasión rechazando una invitación hecha por su amigo Giannotti, se expresaba así:

"Cuando veo un hombre que posee algún talento o don del espíritu, un hombre que sabe hacer o decir algo mejor que los demás, no puedo evitar el sentirme atraído por él; y entonces me entrego a él tan enteramente que ya no soy dueño de mí mismo... Así lejos de sentirme reposado, fortificado y serenado por vuestra compañia, saldría de ella con el alma desgarrada y dispersa a todos los vientos, hasta no saber, durante muchos de los siguientes días, en qué mundo me estaba moviendo".

Sí así le conquistaba la belleza de pensamientos, palabras o de sonidos, cuánto más habría de serlo por la belleza del cuerpo.

La fuerza de un rostro bello !que espuela para mí!

Nada en el mundo me deleita tanto.

Poesías CXLI

Miguel Ángel conoció a Cavalieri en Roma, en el otoño de 1532. El joven contaba con 17 años y el pintor con 57. La primera carta, en la que el joven contesta a las inflamadas expresiones de Miguel Ángel, esta llena de admiración al pintor:

"He recibido una carta vuestra que me ha sido tanto más grata cuanto más imprevista; digo imprevista porque no me considero digno de que me escriba tal hombre como vos. Cuanto lo que que os han dicho en mi elogio, y en cuanto a esos mis trabajos por los que aseguráis haber sentido no escasa simpatía, he de responderos que no eran tales como para que un hombre de un genio como el vuestro..., escriba a un muchacho apenas principiante y lleno de ignorancia. No puedo, sin embargo, creer que mentís. Creo, sí, que el afecto que me mostráis no procede sino del amor, que un hombre como vos, personificación del arte ha de sentir por quienes se consagran al arte y lo aman. De ellos soy: y en punto a amar el arte ninguno me aventaja. Por cierto tened que os pago vuestra afección; nunca amé a hombre alguno como a vos, ni he deseado nunca, como la vuestra una amistad... Os ruego que dispongáis de mí en todo momento y me ofrezco eternamente vuestro.

Vuestro devotísimo, Thomao Cavalieri".

Cavalieri guardó siempre, a lo que parece, el mismo tono de afecto respetuoso y reservado. Permaneció fiel a Miguel Ángel hasta su última hora, a la cual asistió. Conservó su confianza; era el único a quien se consideraba con influencia sobre él, y tuvo el raro merito de usar siempre de ella para el bien y la grandeza de su amigo: Él decidió a Miguel Ángel a terminar el modelo de madera de la cúpula de San Pedro. Él quien nos conservó los planos de Miguel Ángel para la construcción del Capitolio, y quien trabajo para realizarlos. Él, en fin, quien muerto Miguel Ángel veló por la ejecución de sus planes postreros.

Más la amistad que Miguel Ángel sentía por él, era como una amorosa locura. Le escribía cartas delirantes. Se dirigía a su ídolo con la frente hundida en el polvo. Le llama "poderoso genio... milagro... luz de nuestro siglo". Le hace donación de su presente íntegro, de su porvenir sin limitaciones y le duele no poder darle su pasado.

Le hace soberbios presentes: asombrosos dibujos, maravillosas cabezas al lápiz rojo y negro que le había hecho con la finalidad de enseñarle a dibujar. Luego dibujo para él un Ganímides transportado al cielo por el águila de Zeus y otras obras de gran belleza y perfección. Le envía también sonetos, a veces admirables, con frecuencia oscuros, algunos de los cuales se recitaron pronto en los círculos literarios y se conocieron en toda Italia.

A todas estas apasionadas poesías, "el dulce señor amado" oponía su frialdad tranquila y afectuosa. La exageración de está amistad le lastimaba en secreto. Miguel Ángel le disculpaba:

"Caro señor mío: no te irrite mi amor que se dirige sólo a lo que hay mejor en tí, porque el espíritu del uno debe prendarse del espíritu del otro. Lo que deseo, lo que me enseña tu hermoso rostro, no pueden comprenderlo hombre vulgares. Quien quisiera comprenderlo debe antes morir".

Hasta la antevíspera de su muerte, Miguel Ángel continuaba sin consentir guardar cama. Dicto su testamento en pleno uso de sus facultades, entre sus amigos y servidores. Era un viernes 18 de febrero de 1564.

Junto a él permanecía el fiel Cavalieri.

El dibujo se realizó en el momento en el que Miguel Ángel amaba con más fuerza y pasión a Tommaso y es difícil no asociar esos rasgos con los de Tommaso, sobre todo si seguimos la lectura conjunta de sus sonetos que al joven Cavalieri dedicó.
De sus 79 sonetos íntegros, el 43% están dedicados a hombres y de ese 43%, el 82% están dedicados a Tommaso dei Cavalieri y el 13% a los jóvenes antes citados.

Textos: Romain Rolland- Nobel 1915

Dibujo, otros datos: Isla ternura.com

4 comentarios:

Ana dijo...

Ya me gustaría a mí ser la destinataria de tan bellas palabras.

Da Vinci dijo...

Si ya admiraba a Miguel Angel por sus obras y su devoción a lo que amaba, cuanto más ahora que con tu relato me has descubierto la pasión y el amor que profesaba a todo lo bello, sin importar sexo ni condición.
Una documentación excelente.

Muchas gracias.

Un beso.

Dalia dijo...

amiga, ya había oído algo de esta historia cuando vi un documental sobre este genio en TheHistoryChannel y me conmovió mucho su amor por este joven quien si lo trató con respeto y admiración hasta el final.

Gracias, me gustó mucho este relato y más aun cuando nos demuestra que el amor es la llama que mueve a un gran genio.

jasonbob dijo...

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