29 octubre, 2006

La playa II

El joven se llevo la mano hasta la frente, como si quisiera detener el torbellino de ideas que se desataba en su mente. Las miró largamente, como se mira algo que nos fascina y nos aterra a la vez.
- ¿1893?. Eso es imposible... no, no puede estar ocurriendo esto. ¿Es qué acaso me metí en la máquina del tiempo de Wells? Solo que su personaje viajaba hacía el futuro, y yo...
La misma joven reinició la conversación. Su compañera, se limitaba a mirarle sonriente, con sus ojos de esmeralda velados por la sombra del sombrero.
- ¿Acaso vienes tú de otro tiempo?
- Sí, de uno muy lejano al de ustedes, vengo de 200 años en el futuro.
Ahora eran las muchachas las que lo miraban sorprendidas. Sus manos se buscaron y como dos niñas permanecieron muy juntas, como si algún peligro velado las amenazara.
- Por favor, no teman, yo mismo estoy confundido. Solo recuerdo que estaba frente al compu... De pronto se interrumpió, qué podían saber aquellas jovenes de computadoras, celulares, satélites, aviones y cosas similares.
- Y ustedes, ¿Recuerdan cómo llegaron aquí?
- Oh, hace tanto de eso. Parece que hubiera transcurrido una eternidad, y sin embargo nada ha cambiado, aquí el tiempo permananece inmutable.
- Me gustaría tanto conocer tú historia.
La joven recogio el borde de su vestido y se sentó sobre la arena, invitándo a los otros a que hicieran lo mismo. Desató su cabello, y una cascada oscura y sedosa cubrió sus delicados hombros. Sonrió un poco turbada cuando noto la mirada extasiada del joven.
- Es que me siento más comoda así. Nunca me ha gustado mucho llevar el cabello recogido, pero son las costumbres.
Recuerdo que Mila y yo paseabamos por está playa contándonos nuestras pequeñas tragedias amorosas. Yo amaba a un distinguido joven, pero él no tenía más recursos que su imaginación, era escritor y mi familia no aprobaba la relación. Mila tampoco la pasaba bien, su amado era un noble hidalgo; el caso de ella era contrario al mío, la familia de él consideraba una ofensa que Ernest se uniera a una joven sin linaje. Caminabamos del brazo, riendo a ratos y enjugandonos las lágrimas en otros. Fue en uno de nuestros paseos que empezó todo.
Un poco alejado de la orilla estaba un hombre maduro de barba y bigotes; estaba de pie frente a un caballete, su mirada estaba concentrada en el mar y su mano derecha iba y venía de la paleta de colores al lienzo. Parecía tan ensimismado en su trabajo que ni siquiera notó nuestra presencia, solo cuando estuvimos muy cerca, dió un respingo y nos saludo con una reverencia y una sonrisa. Nos colocamos detrás de él y vimos que pintaba el paisaje marino, era tan hermoso...tan real. Pero el hombre no hizo ningún intento de entablar una conversación, después de saludarnos continuó con su pintura como si nosotras no existieramos. Y así fue por muchos días, siempre que paseabamos por la orilla, allí estaba el pintor, solo que ahora se amontonaban al costado del caballete varios lienzos, parecía que había trabajado mucho los últimos días. Toda relación con él misterioso hombre se limitaba a un cortes saludo. Pero un día, cuando quisimos ver lo que pintaba, nos miró de un modo extraño y nos dijo en un tono severo - No señoritas, está vez no puedo mostrarles la pintura. Ya llegará el momento, pero por ahora siento no complacerlas- Mila ensayó la más encantadora de sus sonrisas, pero ni aún así pudimos convencer al hombre que nos dejará ver el cuadro. A la semana, Mila enfermó, tuvó una neumonía muy grave y ella... ella murió. Me sentía desolada, paseaba sola por la playa recordando los alegres días que habíamos compartido, pero nada me consolaba; ni el brillante sol, ni el rumor de las olas, sin ella nada tenía sentido, todo perdía su belleza.
El hombre continuaba allí, pero ahora no pintaba, estaba con los brazos cruzados mirándo el mar; cuando me acerque, me miró con fijeza, por un momento sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo - Señorita, la estaba esperando, ya es tiempo- Le mire perpleja, de qué me estaba hablando - Ahora ya puedo mostrarle el cuadro ¿Aún desea verlo?- Me pareció extraño su ofrecimiento, pero me acerque a la pintura que estaba puesta sobre el caballete. El corazón me dió un vuelco y creo que hubiera caido en la arena si el hombre no se hubiera apresurado a tomarme entre sus brazos. Cuando me recupere, señale espantada una figura que caminaba sobre la orilla; el paisaje seguía siendo el mismo que había visto antes, solo que ahora... Mila estaba en el, sí, mi querida amiga caminaba por la orilla. Reconocí su vestido de gasa blanca, su sombrero preferido, su hermoso cabello castaño.
- ¿Cuándo pintó Ud. esto?- El hombre me puso una mano sobre el brazo, su contacto era cálido y tranquilizador, me miró de nuevo largamente, pero ahora su mirada era tierna - Señorita, ahora debe usted tomar una desición, su amiga la espera.... ¿Desea irse con ella? - Me aparte del hombre y mis ojos se llenaron de lágrimas, qué locura me estaba proponiendo - No tenga miedo, no hay nada malo en mis pinturas, solo intervengo siempre y cuando las personas así lo quieran, le preguntó de nuevo ¿Quiere estar a su lado? Debe tomar una desición ahora- Respire hondo, mire atrás, allá a lo lejos, entre las colinas podía divisar la mansión. Había sido mi hogar por veinte años, pero realmente nada me ataba a ella; no tenía a Philp, mi padre siempre estaba ocupado en asuntos de estado y mi madre se pasaba el tiempo organizando eventos sociales. Lo único que tenía en realidad era a Mila. No lo pensé más y le dije: - Sí, quiero estar a su lado.
Ya no hay mucho que contar, solo recuerdo que el hombre me dijo que pusiera mi mano sobre el lienzo, y... no sé cómo explicarlo, pero de pronto estaba dentro del cuadro, corrí hasta Mila y nos abrazamos con fuerza. Ella me miraba feliz, mientras no cesaba de repetir: -¡Sabía que vendrías, no ibas a dejarme sola, sabía que vendrías!.
La joven, puso su blanca y fina mano sobre su frente, parecía agotada. El joven apoyo la suya sobre la de la joven que descansaba ahora sobre la arena y la oprimió con ternura.
- Y tú Mila, cuál es tú historia.
- Yo no tengo mucho que contar, solo recuerdo que estaba sobre mi cama; tenía mucho frio, sentía mi cuerpo cubierto de un sudor pegajoso. Después el frio se extendía ya por todo mi cuerpo, una angustia indescriptible oprimió mi corazón, y luego... espacios infinitos atravesados a toda prisa, mil colores estallando a mi alrededor, como fuegos artificiales. Al final, estaba aquí, en La Playa.
Se quedaron todos en silencio, una pareja se acercaba hasta el lugar donde ellos descansaban. Avanzaban lentamente por la orilla; él era un hombre ya mayor, de cabellos y bigotes encanecidos; ella era una mujer madura, debía haber sido hermosa cuando joven, porque aún ahora era bonita. Un perro grande, de pelo oscuro trotaba alegre junto a ellos.
Cuando pasaron a su lado les saludaron alegremente. El hombre ínclinó ligeramente su sombrero y la dama les hizó una graciosa reverencia. La mirada del hombre se detuvo en el joven, como sí tratara de recordarlo.
- No señor, usted no me conoce. Soy Jorge Mendizabal, aunque mi nombre no creó que le diga nada. Llegue hace muy poco aquí.
- Sí, ya me parecía, no soy de los que olvidan una cara. Bien, ha sido un placer conocerlo Sr. Mendizabal, y deseo sinceramente que encuentre a la persona que vinó a buscar aquí.
La pareja siguó su camino y Jorge continuó con la mirada prendida sobre ellos, hasta que se perdieron en la distancia. Ahora sentía la cálida mano de Gloria sobre la suya, sus ojos profundos y negros lo miraban con dulzura.
- ¿Qué me quiso decir aquel hombre?
- Todos estamos aquí por alguién. Los ves a ellos, pués el murió en un accidente. Era un comerciante, y viajaba mucho a la ciudad, un día el carruaje en que iba se volcó. July, su esposa, también encontró al hombre de La Playa, y como yo decidió de qué lado quería estar. Se llevó con ella a Toby, sabía cuanto lo quería su esposo, y pensó que le gustaría seguir teniéndolo a su lado.
- ¿Y tú, por quién estas aquí?

3 comentarios:

Ana dijo...

Yo estoy aquí por tí y por tus historias.
Así es como dicen que hay que mirar un cuadro ¿no? metiéndose en el y sintiendo.
Gracias Rosa.

un-angel dijo...

...una buena forma de sentir los cuadros, metiendose en ellos, como ocurre con los buenos relatos...
Ay que bonito, ¿encontrará el prota en esta playa al amor que perdió?...

Dalia dijo...

guao!!!! que relato tan conmovedor!!! felicidades.