26 octubre, 2006

La playa

Acurrucado en su cama, alargaba la mano hacía la contestadora para escuchar una y otra vez el mensaje. Sabía que le lastimaba aquella voz alegre y despreocupada. Pero no podía evitarlo, era el último trocito de vida que le quedaba de él.

- Ey Jorge, esperame listo, hoy te pienso llevar a ese pequeño paraíso que tanto te gusta...¿recuerdas?. Y por si no te lo he dicho hoy: "te amo". ¡Nos vemos a las ocho!
Espero con su camisa a cuadros y sus pantalones oscuros, todo recién estrenado. Paso media hora, y después dos y tres y Francisco no llegaba. "Pero qué puede haberle pasado, él no es así, nunca deja una promesa sin cumplir, nunca".
Al rato el sonido del telefóno lo saco de sus pensamientos, era una llamada del hospital. Su amigo había tenido una accidente grave.
Rodeaba sus piernas con sus brazos, apretándo las rodillas contra su pecho con fuerza. Y cerraba los ojos, y las escenas volvían a su memoria. Toda aquella pesadilla volvía a repetirse, lenta, angustiante, dolorosa. Se veía cogiendo las llaves del auto y luego tratando de acertar al encendido, porque las manos le temblaban terriblemente. "Algo tiene que estar mal, deben haber confundido su identificación, él no puede estarse muriendo; pero sí todavía escucho su risa en mis oidos".
Cuando llegó al hospital tuvo que apoyarse en una de las paredes, un poco para tomar aliento y un poco para tomar valor para lo que pudiera venir. Caminó hasta la recepción y se acercó a la jovén enfermera que la atendía.
- Señorita, me han llamado hace un rato, me dijeron que habían traido a mi amigo aquí, tuvo un accidente.
-¿Cuál es el nombre de su amigo, por favor?
- Francisco... Francisco Jordan.
La muchacha miro los registros en la pantalla del computador, y su rostro se puso serio.
- Sí está aquí... pero es mejor que hable con el médico de turno.
Aquel gesto no presagiaba nada bueno, y el corazón que le estallaba hasta casí cortarle el aliento, y los ojos que se le llenaban de lágrimas. Lágrimas que ardían en sus mejillas y llegaban saladas hasta sus labios. Un hombre de mediana edad, venía en su dirección. La enfermera le hizó un gesto, como para indicarle que era a él a quién debía dirigirse.
- Dr., quisiera saber cómo está mi amigo, se llama Francisco Jordan, lo trajeron hace poco...
- Venga conmigo por favor
Las piernas le temblaban, casí podía adivinar lo que el médico le diría. Su voz, sus gestos, casí no hacía falta que dijera nada.
- Su amigo murió hace quince minutos, las lesiones eran muy graves. Casí estaba muerto cuando llegó. ¡Pero, sientése... debe tranquilizarse! ¡Enfermera, enfermera, venga aquí pronto!
Las fuerzas lo habían abandonado, solo recordaba una nube negra ante sus ojos, y después un vacío. Cuando despertó estaba tendido sobre una camilla, él médico estaba junto a otro compañero más joven, ambos lo observaban expectantes.
- ¿Se siente mejor?
¡Mejor!, ¿Acaso podía sentirse mejor en aquella situación? Se llevó las manos hasta el rostro y lloró, lloró mucho hasta agotar las lágrimas.
Y después, el desfile de gentes en el funeral. Y los apretones de manos, y los abrazos, y las palabras... y él escuchando, sintiendo. Pero en realidad, era como si estuviera allí, sin estarlo. Un trozo de su vida estaba dentro de esa pulida caja. "A él no le gustaba estar mucho tiempo en un mismo lugar, siempre estaba de aquí para allá, como una mariposa, como una avecilla. Y ahora, tiene que estar ahí, tan quieto..."
Hacía casi una semana, que lo habían enterrado. Una semana que no salía de la casa, una semana que los trastos seguían amontonados en el fregadero, una semana que el polvo se acumulaba en los rincones, una semana que respiraba sin respirar.
Había tantos mensajes en el contestador, que casí habían llenado la cinta. Y el telefóno que no cesaba de timbrar, al final arrancó el cable para no escuchar más su repiqueteo, y para no escuchar más su voz o acabaría por enloquecer.
Caminó hasta el computador, tenía ganas de revisar sus archivos de fotos. Francisco adoraba tomarse fotos. Fotos en el jardín, en la piscina del Club, en el trabajo, en la calle, abrazados...¡Por Dios, por qué había tantas fotos!. Las revisaba, sonreía, y los ojos otra vez se le nublaban... de pronto, la pantalla se oscurecio; no recordaba haber movido nada, y sin embargo todo estaba negro. Cuando volvió a encenderse, allí estaba aquella imagen inundando toda la pantalla. Una playa, y dos figuras diminutas caminando por la orilla. Era algo absurdo, pero sentía el calor del sol, y la brisa marina acariciando su rostro... estiró su mano izquierda y la pusó sobre la pantalla. Su mano se hundió en ella, al momento la retiro asustado, pero la curiosidad podía más que su temor y volvió a colocar la mano en la pantalla. Ahora estaba del otro lado, sus pies se hundían en la suave arena, y sentía el sol calentándole la piel. Avanzo hasta la orilla y sumergió sus manos en el agua azul, tan azul como el cielo. Estaba fría... ¿Qué significa todo esto, acaso me estoy volviendo loco?... pero todo es tan real. No, no es como en los sueños.
Hasta sus oidos llegaban unas risas frescas, juveniles, como el tintineo de unas copas de cristal al chocar entre sí. Sus ojos buscaron la fuente de aquel agradable sonido. Se quedo sorprendido, eran las figuras del paisaje aquel; eras las muchachas que paseaban por la orilla. Sus vestidos parecían venir de una época muy lejana. Caminaban cogidas del brazo, conversando animadamente y sonriendo. Ambas eran tan hermosas y a la vez tan distintas; una era morena con ojos sombreados por espesas pestañas y labios carmíneos, la otra de melena castaña y espesa, labios sonrosados y ojos que brillaban como dos esmeraldas, bajo un delicado sombrero de paja. Se acercó a ellas temeroso, las jovenes se volvieron hacía él, pero su gesto era el mismo, seguían sonriendo como si su presencia no les fuera en absoluto extraña.
- ¡Hola!, no te habiamos visto antes. Cúando llegaste.
- No sé ni cómo llegue aquí. Pero... qué lugar es este. Y ustedes quiénes son.
- Oh, yo soy Gloria y mi amiga es Mila. Y aquí, es La Playa
- ¿La Playa?... qué playa, en qué lugar del mundo estamos. Y sus ropas ¿Por qué visten así?
- ¿Por qué vistes tú así? Nuestras ropas no tienen nada de extraño.
- ¿ Qué año es?
- ¡Que pregunta!, 1893.

7 comentarios:

Dalia dijo...

pero qué interesante!!!!

me has dejado picada, quiero saber como continúa bien rápido jejeje

Besos RosadeFuego y felicidades pues escribes muy bien.

un-angel dijo...

...yo te llevo impresa al trabajo y esta noche te doy mi opinión, ¿de acuerdo?...

un-angel dijo...

...ya lo lei... mecachis,impresionante. Además esa sensación de angustia y el recibir una llamada telefónica que sabes te informa de una desgracia me recuerda una situación que viví hace menos de un año, me he emocionado un poco porque tal como lo cuentas he revivido el dolor...
Ahora a ver lo que pasa...
Corcho, estoy leyendo cosas tan bien escritas por todos lados que siento un poco de vergüen con las historietas que pongo en mi casa, te lo juro...
No nos hagas esperar mucho, un besote.

Rosa dijo...

¿Verguenza?, pero angelito, nadie como tú para arrancarnos una sonrisa cada mañana. Tú que conviertes un día triste en toda una fiesta.
Hey, y qué fue de Laura, Daniel y José; a los pobres ya debe haberles dado una pulmonía, tantos días allí en la playa.

Y el mérito es tuyo, desde que vi aquel cuadro en tú blog, hace ya varios meses, y leer tú comentario, se me ocurrió que era un buen tema para una pequeña historia.

Un besote para tí también.

Rosa dijo...

Gracias Dalia, me encanta escribir, para mí es un placer. No sé sí lo hago bien o mal, pero sí les gusta a ustedes...pués adelante.
Tengo un cuento por ahí, espeluznante...cae dentro del género de terror, pero creo que voy a terminar por espantar a los amigos y nadie va a visitarme ya. Y entonces... buah, me muero.

Un besote

Anónimo dijo...

A mi me ha encantado.. Espero la siguiente..
1beso

un-angel dijo...

...ay pero si me encantan los de terror, venga, publica uno que yo no me asusto y a los demás les decimos que tarden un par de días en aparecer por aquí mientras lo sacas, ¿vale?... Había reconocido el cuadro porque recuerdo que lo puse en mi casita en su momento, es un honor que verlo allí te inspirase esta historia...